El diablo, como suele decirse, está en los detalles. Es precisamente lo que faltó definir en Hong Kong. La cumbre de la OMC, convocada para proponer una nueva ronda de liberalización comercial, arrojó un resultado concreto: la negociación seguirá en 2006.
El acuerdo de última hora logrado en la sexta reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), terminada el 18 de diciembre en Hong Kong, mantiene la Ronda de Doha sobre los rieles, evitó que representantes de 150 países regresaran a sus capitales llevando un fracaso en sus maletas y les permitió algunas pequeñas victorias temporales que mostrar.
En esencia, sin embargo, un resultado práctico del encuentro consistió en una reafirmación del compromiso de llevar adelante la Ronda, fijando un plazo para lalcanzar uno de sus principales objetivos, la eliminación de los subsidios a las exportaciones agrícolas.
Fueron aplazadas, sin embargo, las difíciles decisiones sobre métodos y modalidades de reducción de tarifas de bienes industriales y agrícolas, así como la eliminación de subsidios a la producción agrícola, que debieron acordarse en Hong Kong.
La reunión fue buena para los negociadores, pero no necesariamente para la idea de la liberalización del comercio internacional, que es el objetivo proclamado por los gobiernos participantes. «Fue un resultado modesto, pero no insignificante», dijo el canciller brasileño, Celso Amorim, líder del Grupo de los 20 (G-20) que agrupa a naciones en desarrollo como China, India, México y Argentina y uno de los protagonistas del encuentro.
«La Ronda llegó a 60 por ciento del camino y ganó 5 por ciento esta semana», afirmó el director general de la OMC, Pascal Lamy, después del encuentro. Según él, los negociadores mostraron la energía política necesaria para terminar el trabajo antes o a finales de 2006. «Ahora pienso que es posible concluir (la Ronda). No pensaba eso hace un mes», comentó Lamy.
Después de reuniones que se prolongaban por toda la noche y que tuvieron momentos dignos de telenovelas, con gritos, golpes sobre la mesa y el montaje de dramáticas retiradas de la sala de negociación por algunas delegaciones, los ministros acordaron que 2013 será el plazo límite para la eliminación de subsidios a la exportación de productos agrícolas. Por insistencia de Brasil, EU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda decidirán también sobre una «reducción sustancial» de esos subsidios antes de 2010. Sin embargo, no definieron lo que entienden por «sustancial».
Lo mismo ocurrió respecto al compromiso de hacer reducciones efectivas en los subsidios a la producción, es decir, los programas de apoyo interno en los países ricos, que son los grandes causantes de distorsiones del comercio mundial de productos agrícolas y cuya reducción drástica es uno de los objetivos de la Ronda. Mucho va a depender de lo que los países entienden por la palabra «efectivo» y de cómo transformarán el compromiso en un número porcentual definido en las negociaciones que retomarán en abril próximo en la sede de la OMC, en Ginebra.
La celebración hecha al final de la reunión por los delegados de la Unión Europea (UE), bloque que es hoy el núcleo duro del proteccionismo agrícola, sugiere que en este aspecto, el acuerdo logrado en Hong Kong no fue más allá de aceptar los términos de reducción de subvenciones agrícolas que ya habían sido fijados en la reforma de la Política Agraria Común (PAC) de la UE.
Críticos del modesto acuerdo, como la organización no gubernamental Action Aid, observaron que el objetivo de la reforma de la PAC es reducir los subsidios a la exportación agrícola de 3 mil millones de euros en 2004 a mil millones en 2013, con o sin acuerdo en la Ronda de Doha. El apoyo interno europeo, entre tanto, disminuirá mucho menos en ese mismo periodo, pasando de 58 mil millones de euros a 55 mil millones.
El director de Action Aid para las Américas, Adriano Campolina, calificó de «maquillaje de un fracaso» la conclusión de la reunión de Hong Kong. Para Marcos Jank, profesor de la Universidad de Sao Paulo y autoridad en negociaciones internacionales de comercio, quien estuvo personalmente en las conversaciones, la ausencia de avances en la cuestión crucial de acceso a los mercados agrícolas ilustra la pobreza de los resultados obtenidos en Hong Kong.
En el plato positivo de la balanza puede colocarse la cohesión mantenida por los países en desarrollo a lo largo de casi toda la negociación, a pesar de los intentos del comisario europeo de Comercio, Peter Mandelson, de provocar una división, llamando la atención sobre la divergencia de intereses entre, por un lado, los países del G-20, que reúne a países medios como México, Brasil, India y China, y, por otro, a las naciones pobres de Africa, y a las diferencias que están latentes, también, dentro del propio G-20.
Creador y líder del G-20, Brasil propició la unidad de las naciones en desarrollo aceptando demandas de otros países que no necesariamente interesan a sus propios agricultores. Una es la creación de salvaguardas para productos considerados importantes para los ingresos, la seguridad alimentaria y el desarrollo rural. De esa forma, atendió la pretensión de India y de países africanos, lo mismo que de sectores del gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, como el ministerio de Desarrollo Agropecuario, que es ideológicamente más proteccionista y defiende la adopción de ese tipo de listas de productos protegidos y que en este punto difiere de la opinión del Ministerio de Agricultura. Estas tensiones dentro del gobierno brasileño y no sólo dentro del G-20 representan un enorme desafío para todos los interesados y seguramente aflorarán más claramente cuando reinicien las negociaciones.
Desde el punto de vista de Latinoamérica, la reunión de Hong Kong produjo un significativo realineamiento de posiciones: una convergencia de intereses entre Brasil y EU en la cuestión agrícola y un compromiso político más amplio de hacer avanzar la Ronda. Anclada en la propuesta de reducción sustantiva de subsidios a la producción presentada a mediados de este año por la administración Bush, la aproximación y la articulación de las posiciones en la OMC de dos de los países más grandes del continente fue reforzada por el buen diálogo personal entre el canciller Amorim y el representante de Comercio de EU, Rob Portman