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Ortodoxia neoliberal perjudica a Lula

Fuentes: ALAI AMLATINA,

Divulgado en la víspera del carnaval, el indicador oficial de que la economía brasileña creció sólo en un 2,3% en 2005 fue una ducha de agua fría en un reanimado presidente Lula. Las encuestas electorales ya venían confirmando un aumento de su popularidad, como consecuencia del agotamiento de las denuncias de corrupción, de la acción […]

Divulgado en la víspera del carnaval, el indicador oficial de que la economía brasileña creció sólo en un 2,3% en 2005 fue una ducha de agua fría en un reanimado presidente Lula. Las encuestas electorales ya venían confirmando un aumento de su popularidad, como consecuencia del agotamiento de las denuncias de corrupción, de la acción más enérgica del gobierno y de la propia escisión en la oposición liberal- conservadora. La divulgación de la mediocre evolución del PIB, sin embargo, debe causar nuevos estragos en la imagen del gobierno y dar nuevo aliento a la derecha revanchista. En la práctica, la economía creció menos de la mitad del 4,9% de 2004 y se quedó por debajo de la media del 4,3%, estimada para América Latina, superando sólo a Haití, Jamaica y Guyana.

Según fuentes periodísticas, el Presidente se mostró muy irritado con el resultado del PIB y demandó explicaciones al ministro de Hacienda, Antonio Palocci, en duras conversaciones. Reclamó que el índice fue peor que el 2,6% previsto por el propio Banco Central en diciembre pasado. «Lula evalúa que este bajo crecimiento dará armas a la oposición en un momento en que él recupera cifras electorales en las encuestas y está en un buen momento con una serie de noticias positivas», comentó el insalubre periódico Floha de Sao Paulo. Aún más, según la prensa, el presidente se siente «traicionado» por el equipo económico y exige una caída más rápida de las tasas de interés. También pretende destrabar las inversiones públicas, con la reducción del superávit primario.

Como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga. No hace mucho que el equipo económico, parte del cual compuesto por notorios tecnócratas que sirvieron al gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC), prometió un crecimiento sostenido con el puro mantenimiento del recetario ortodoxo del pasado. El resultado es el famoso «vuelo de gallina», con fugaces periodos de crecimiento y trágicos periodos de **retracción. No es para menos que Lula se sienta traicionado. Como un neófito en el asunto, le metieron gato por liebre. Ahora, el presidente parece despertarse de las promesas y los maleficios causados por el nefasto trío neoliberal: política monetaria restrictiva de intereses altos; política fiscal contraccionista de elevados superávits; y política cambiaria de total libertinaje financiero.

En marzo pasado, Lula contaba con una caída más brusca de los intereses para destrabar el crecimiento del sector privado, pero ello nuevamente no ocurrió. En esa ocasión, llegó hasta a meditar en una represalia en el Banco Central, pero después contuvo su bronca. Lula tampoco esconde ya su irritación con la insistencia de Hacienda de exceder las metas del superávit primario: en el 2005, la economía del sector público para pagar los intereses de la deuda batió el récord del 4,8% del PIB, por encima del 4,25% fijado. En los últimos tiempos, Lula hasta ha empleado duros términos para referirse al equipo económico, llamándolo «cuchillazo en la espalda» y «la mayor decepción». Fuentes bien informadas aseguran que Antonio Palocci se debilitó mucho en el Palacio de Planalto.

Presión creciente

Frente al ínfimo crecimiento del PIB en el 2005, el coro contra la política macroeconómica de la pareja Palocci- Meirelles sólo tiende a aumentar, lo que puede ayudar al «decepcionado» presidente Lula a alterar ese rumbo, aunque de forma cautelosa. Se va formando un impresionante consenso de que es preciso destrabar el crecimiento de la economía brasileña, superando de una vez la actual ortodoxia neoliberal. Ese consenso reúne desde varias centrales de trabajadores hasta sectores significativos del empresariado productivo. Además de eso, cuenta con el aval de los partidos que sustentan al gobierno e incluso de líderes del propio núcleo del poder.

Para el vicepresidente José de Alencar, el segundo hombre en la jerarquía de la República, la cuestión ahora es eminentemente política. «El Copom (Comité de Política Monetaria del Banco Central, que regula los intereses) es un órgano técnico. La decisión no es técnica, es política. Usted puede delegar autoridad a un ministro y al Copom, pero no les transfiere la responsabilidad por los resultados». Ya el presidente de la Cámara Federal, el diputado Aldo Rebelo del Partido Comunista de Brasil, el tercer hombre de la República, formuló críticas «al fanatismo doctrinario de algunos» y afirmó que «todos saben que no hay por qué mantener la tasa de interés en este nivel». Para él, «el miedo termina creando trabas al crecimiento. La estabilidad no puede significar la muerte de la economía».

Otro petardo partió de Marco Aurelio García, asesor especial para asuntos internacionales y hombre de confianza del Presidente. En reciente entrevista con dos investigadoras británicas, él afirmó que la actual política macroeconómica es conducida por «personas con vínculos históricos con los círculos financieros, con el aparato económico de gobiernos anteriores». Reveló además que el Presidente «ya estuvo intentado cambiarlo en varias ocasiones». Y, de forma provocativa, también instigó a las fuerzas políticas y sociales de izquierda, incluyendo a su partido, a aumentar la presión por cambios en esta orientación conservadora. «La única manera de evitar que esto ocurra (el aumento del superávit primario) es a través de la presión social», señaló.

Como se observa, se van creando las condiciones para los cambios, aunque prudentes, en la actual política de marca neoliberal. La proximidad del pleito presidencial inclusive ayuda a intensificar este debate. Ya no es posible mantener una política monetaria que asfixia la producción y privilegia la especulación financiera a través de intereses estratosféricos. Ya no es posible insistir en una política fiscal de superávits elevados que inhibe las inversiones públicas sólo para garantizar la seguridad de los acreedores de la deuda. Es urgente repensar la política cambiaria, que desestimula las exportaciones y favorece las importaciones, todos a merced del casino financiero. El gobierno requiere dar señales evidentes y rápidas de que desea alterar ese rumbo. De lo contrario, todavía corre el serio de presenciar la venganza maligna de la derecha neoliberal.

– Altamiro Borges es periodista, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Brasil, editor de la revista Debate Sindical y autor del libro «Las encrucijadas del sindicalismo» (Editora Anita Garibaldi).