Siempre recuerdo la marcha y acto de cierre de campaña de Henrique Capriles en 2012, porque me tocó cubrirlos y hacer una crónica. Aún siento aquella impresión por el carácter general de los opositores, su negación del otro, su clasismo, su fanatismo, su desligue de la realidad y, sobre todo, su vacuidad. Pregunté a muchas personas y ninguna pudo realmente argumentar por qué pensaba que Capriles era un buen candidato, ni mencionar cuál de las propuestas de gobierno era su favorita. Nada. Votaban contra Chávez.
A pesar de todo, la marcha fue festiva y alegre. Había adolescentes que miraban las calles del centro con una cara de descubrimiento que era digna de observación, me dijeron que era su primera vez en esa parte de Caracas. ¡Qué emoción! Tenían banderas de Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ). Me los imagino “frenteando” en las guarimbas de años posteriores, ardiendo en fiebre libertaria y destruyéndolo todo a su paso; aunque algo me dice que probablemente las vieron por tv, desde Madrid o Miami. ¿Quién sabe? Guaidó en sus años mozos mostró el trasero y después logró ser “presidente”. VP y PJ ofrecían esos caminos al cielo a cambio de entregar la Patria.
Otro detalle memorable fue la cuasi veneración por Leopoldo López, jefe de aquella campaña. (¿Cómo olvidarte Capoldo?). Varios anuncios de que se acercaba en un camión hicieron estallar a grupos enteros en gritos de emoción. Venía aquel príncipe de telenovela, el papi ruki con la novia catirita, el de la sonrisa con dientes perfectamente alineados, el bello que debería estar en Miraflores – lástima la inhabilitación – en fin, uno que sí los representaba a ellos, la gente decente, pensante y bonita de este país. Lo querían más que a Capriles, seguro. Aún lo quieren más.
Con los años, tanto Leopoldo como sus fans “evolucionaron”. El tiempo les demostró que tenían razón, el príncipe tenía guáramo. Estaba dispuesto a todo para sacar a esa gentuza del poder. Leo, su consorte Lilian y sus seguidores crecieron en odio y frustración, pues no importaba cuánto complotaran, cuánto quemaran, cuánto robaran ni a quién mataran, la chusma desdentada seguía mandando. Aquellos ojitos que arrancaban suspiros ya no podían disimular la chispa que nunca fue de alegría sino de demencia. Porque Leopoldo López es un orate y de los malos.
Incluso durante su estancia en Ramo Verde, por delitos de instigación pública, incendios, daños a la propiedad y asociación para delinquir, siguió siendo ídolo. Lilian decía que pasaba hambre, pero cuando al hombre lo llevaron a su casa por cárcel estaba más papeado (musculoso) que Johnny Bravo. Aplausos del público. Héroe de la Patria. Esperanza escuálida activada. Ni hablar de la operación con la que lo llevaron a la embajada de España. Hoy, 18 meses después, vuelve a hacer de las suyas y se escapa del país, con la venia y regocijo de los acólitos y de los jefes. Todos están a la espera de la próxima gran jugada del descendiente del Libertador (¿se acuerdan?). Ellos están felices, nosotros no.
Los chavistas, que la única asociación con príncipe y López que podemos hacer termina en infierno, no podemos sino indignarnos ante la facilidad con la que este delincuente va salvando el pellejo y aumentando en peligrosidad. Nos dirán nuevamente que no entendemos de jugadas maestras, y quizá sea cierto, pero lo que sí tenemos clarito es que el criminal no se va a quedar quieto, y que sea lo que sea que se invente, quienes vamos a pagar somos nosotros. Dicen que la justicia es ciega, pero parece que a la de aquí se le cayó la venda y tuvo un flechazo con el principito del mal. Ya basta. Estamos hartos de la impunidad con la derecha y su dirigencia.
Fuente: https://ciudadccs.info/2020/10/27/punto-y-seguimos-otra-vez-leopoldo/