La paz es una cosa muy seria que requiere de una acción continuada y un enfoque multidimensional. Por ejemplo, no se puede pretender la paz sin abordar la injusticia. Hay pacifistas que objetan que el no a la guerra vaya acompañado del no a la Otan. Es evidente que se sirven de un sistema de pensamiento a la anglosajona, en el cual nunca se concatenan efectos y causas, y los sucesos se parcelan a conveniencia. Si Pepe le da a una bofetada a Antonio y este se la devuelve, eliminada la primera escena, resulta que Antonio es muy mala persona. Curiosamente, esos pacifistas son muy selectivos: en unas guerras se les oye, y en otras no. Por supuesto, pertenecen a un izquierdismo más bien moralizante que siempre está más preocupado por los problemas ajenos que por los propios. Laboran por la revolución, sí… en otros países.
Clausewitz es considerado como uno de los grandes estrategas de la Historia. Todavía se le estudia en las academias miliares del mundo, incluida la de los EE.UU. Cuando se planteó la alianza de Prusia con Francia (Napoleón) para invadir Rusia fue uno de los muchos militares que lo consideró un grave error, por lo que causó baja en su ejército y pasó al ruso (se trataba de elegir entre el emperador francés o el zar ruso, Alejandro I). Sobre Rusia, a la que conocía bien, decía que era militarmente imbatible. Que la única forma de acabar con ella era enfrentando a los rusos entre sí.
Situándonos en el presente hay que preguntarse sobre la naturaleza de la guerra entre Ucrania y Rusia. ¿Es una guerra limitada a estos dos países, antes hermanos (Imperio ruso, URSS, CEI), o es una guerra entre Rusia y EE.UU, en la cual las bajas las pondrán Ucrania, Rusia y económicamente la UE, si no hay más víctimas que no se lo esperan?
Los análisis más generosos sobre Rusia parten de 1991. En sus reflexiones hay una especie de regusto entre paternalista y fatalista, como si el país en aquel momento estuviera absolutamente inerme. Es extraño que siendo esto así, entre las múltiples concesiones que hizo, no estuviera la de entregar Kaliningrado. Hay que recordar algo muy importante, que una cosa es el poder de un país en un momento dado, y otra su potencialidad; ya se vio en la IIGM, que de perder una guerra con Finlandia, pasó a vencer al ejército más poderoso de Europa. La verdad es que la transformación de la URSS en Rusia es un asunto que no parece suficiente ni científicamente estudiado. Seguimos en el campo de la propaganda, que no es otra cosa que propagar las propias ideas e intereses. No hay que olvidar que, a pesar de lo que crean algunos desinformados, Rusia es hoy un país capitalista y que no caben tópicos anticomunistas de revolución internacional. Se dirá que es una careta; pero eso es imposible: esas reconversiones requieren de unas medidas drásticas que no se pueden maquillar. Hoy día, detrás de las razones de estado, de las razones geopolíticas y geoestratégicas que se esgrimen, también hay fuertes intervenciones empresariales, tanto estadounidenses y ucranianas como rusas, que condicionan las decisiones a tomar. Queremos decir que hay intereses personales, como los del hijo de Biden en el petróleo ucraniano.
Los análisis que hoy se hacen sobre Ucrania son del estilo al cual ya estamos acostumbrados. Se pone el foco sobre lo que conviene, y se hurta todo lo demás, sin comparación ni causalidad alguna. El pensamiento occidentalista disfruta de una memoria llena de lagunas intencionadas.
Por ello hay que retrotraerse a tiempos anteriores, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza la implosión de la URSS. En estos días no se recuerda que ese país, en 1986, propuso eliminar en un plazo de cinco años la mitad de los arsenales nucleares y hacerlo totalmente tras otro cinco. EE.UU. aceptó, pero en la manga guardaba un as: el escudo antimisiles, que de haberse podido desarrollar (no se pudo) habría creado una superioridad abrumadora sobre su principal opositor.
Pero la cosa no quedó en una mera propuesta rusa. En 1987 el país destruyó dos veces más misiles que EE.UU. (Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio del 8 de diciembre de 1987). Era una demostración de que no veían en la confrontación una solución al problema surgido inmediatamente después de la IIGM. Naturalmente, esos 1.836 misiles destruidos no representaban la totalidad de su arsenal atómico. Pero hay que recordar el ambiente demencial en el que se desarrollaba la carrera nuclear; la cantidad era importantísima y ambas partes la reequilibraban constantemente. No sabemos si es cierto que los dos países podían destruir el mundo diez veces, pero no sería tan inútil la medida, aparte de negocios industriales e intentos de asfixia económica de la otra parte, cuando estas negociaciones se desarrollaban bajo una gran tensión estratégica.
Repetir lo que los rusos dicen no causa general confianza. Nada como el New York Times, que en su día negó que las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki fueran atómicas. Por ello para que la cosa sea mínimamente creíble lo mejor será recurrir a voces norteamericanas, que por cierto, muchas veces son bastante más valientes que las de los representantes de la UE. ¿Qué pensarán de sí mismos aquellos que escribieron o apoyaron manifiestos como el de 50 razones para el no a la Otan? Si antes, con Pacto de Varsovia la consideraban innecesaria ¿por qué ahora sin Pacto de Varsovia la consideran indispensable? Seguramente aflorará la modestia para justificarse: antes no sabíamos tanto.
Decíamos que se está tratando de presentar el conflicto como el producto de la ambición territorial de Rusia, de Putin. Pero olvidamos que en 1991 se le prometió a Rusia que la Otan no se extendería a los países del antiguo bloque soviético. Der Spiegel lo ha confirmado recientemente, citando a Raymond Seitz, exdiplomático y embajador de EEUU en el Reino Unido quien asevera la promesa de que:»La OTAN no se extenderá ni formal ni informalmente hacia el Este”.
¿Cuál fue la realidad? Que en 1994 la Otan, bajo el mandato del presidente demócrata Clinton, comenzó a expandirse hacia el Este. En 2016 el secretario de Defensa, Bill Perry, dijo en una conferencia para The Guardian lo siguiente: «En los últimos años, la mayoría de la culpa se ha atribuido a las acciones de Putin. Pero en su comienzo, tengo que decir que EEUU tiene gran parte de la culpa. Nuestra primera acción que nos puso en una mala dirección fue cuando la OTAN empezó a expandirse, acogiendo a las naciones del este de Europa, algunas de ellas fronterizas con Rusia».
Es más, el ya fallecido Stephan Cohen, experto en estas cosas y en la historia de Rusia, sostiene en sus escritos que cuando la Otan se extendió a los países del Este, le garantizaron a Rusia que no se instalaría armamento en ellos, sino infraestructuras. En 2016 decía: “Ahora tenemos tres frentes de guerra fría cargados de tensiones o la posibilidad de una guerra —el área del Báltico, Ucrania y Siria— entre dos potencias nucleares. La situación es muy, muy peligrosa. Necesitamos desesperadamente en este país una discusión sobre la política estadounidense hacia Rusia. No podemos seguir mintiendo y diciendo que esta nueva Guerra Fría es únicamente culpa de Putin”.
Jack Matlock, último embajador de Estados Unidos en la URSS, ha escrito recientemente lo siguiente: “En 1997, cuando se planteó la cuestión de añadir más miembros a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se me pidió que testificara ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. En mis observaciones preliminares, hice la siguiente declaración: Considero equivocada la recomendación de la Administración de incorporar nuevos miembros a la OTAN en este momento. Si es aprobada por el Senado de Estados Unidos, puede pasar a la historia como el error estratégico más profundo cometido desde el final de la guerra fría. Lejos de mejorar la seguridad de Estados Unidos, de sus Aliados y de las naciones que deseen entrar en la Alianza, podría fomentar una cadena de acontecimientos que podría producir la más grave amenaza para la seguridad de esta nación desde el colapso de la Unión Soviética”.
Recurramos ahora a un diplomático británico, Alastair Crooke galardonado con la muy distinguida Orden de San Miguel y San Jorge (CMG), quien, entre otras muchas cosas, dice en su artículo ¿Qué es la “destrucción constructiva” en las relaciones de Rusia con Occidente? (28 febrero, 2022):
“En su discurso a la nación, Putin habló con una amargura que muchos rusos sienten. Considera que los acontecimientos políticos posteriores a 2014 en Ucrania han sido diseñados para crear un régimen antirruso en Kiev alimentado por Occidente y con intenciones hostiles hacia Rusia. Putin ilustró este punto explicando (que) « el sistema de control de tropas ucraniano ya se ha integrado en la OTAN. Esto significa que el cuartel general de la OTAN puede dar órdenes directas a las fuerzas armadas ucranianas, incluso a sus unidades y escuadrones separados».
“Treinta años después del final de la Guerra Fría, nos encontramos ante un decidido esfuerzo por redefinir el orden multilateral », ha advertido el Alto Representante de la UE, Josep Borell. « Es un acto de desafío. Es un manifiesto revisionista, el manifiesto para revisar el orden mundial”
Se podría continuar enumerando todas las guerras que se han producido en el mundo desde el supuesto fin de la guerra fría, y a las cuales los pacifistas intermitentes no han prestado atención, pero prácticamente ya se conocen. Mejor preguntarse si efectivamente el error estratégico que mencionó Matlock ¿está tomando forma ahora? ¿O lo está tomando tan solo para la UE, la cual ha comenzado a sentir las consecuencias de su falta de autonomía. Porque parece que las bolsas de cada lado del Atlántico están respondiendo de muy distinta forma.
La máxima de divide y vencerás ha tenido efecto sobre los pequeños, pero por el contrario, ha fracasado con relación a los grandes. Clinton, Obama, Biden se empecinaron en escoger el camino de la soberbia, que no está dispuesta a aceptar los números de la realidad y pretende disminuirlos por medio de una presión que puede volverse contra todos y estallar. Es malo arrinconar a nadie contra la pared. Los buenos luchadores siempre dejan un espacio de salida. ¿Y si la superioridad no es tan grande como se pretende, cegados por una prepotencia sin base real? ¿Tienen en cuenta todo esto los pacifistas intermitentes, tan preocupados por que el no a la Otan aparezca en las manifestaciones pacifistas?
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