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Paco Fernández Buey, comunista crítico y marxista singular

Fuentes: Mundo Obrero

Paco Fernández Buey nos ha dejado un legado muy vasto y fecundo. Su trayectoria humana, su forma de estar en el mundo, de trabajar, amar y luchar, su compromiso intelectual, moral y político con la transformación revolucionaria de la sociedad, han sido una referencia y un estímulo permanente para quienes hemos tenido el privilegio de […]

Paco Fernández Buey nos ha dejado un legado muy vasto y fecundo. Su trayectoria humana, su forma de estar en el mundo, de trabajar, amar y luchar, su compromiso intelectual, moral y político con la transformación revolucionaria de la sociedad, han sido una referencia y un estímulo permanente para quienes hemos tenido el privilegio de tratarlo y de compartir con él a lo largo de los años tareas y reflexiones múltiples y los avatares de nuestros proyectos colectivos y de la vida cotidiana. El conocimiento de su vida, obra y pensamiento puede contribuir, sin duda, a brindar más y mejores motivos para el compromiso, la resistencia y la esperanza de quienes trabajan hoy por transitar desde esta noche oscura de la crisis de una civilización que no acaba de morir hacia una humanidad más justa y libre en una tierra habitable.

En estas líneas me limitaré a esbozar unas pinceladas sobre algunos rasgos de su identidad comunista y de su modo de vitalizar el pensamiento marxista. Paco Fernández Buey puede caracterizarse, en apretada síntesis, como un comunista crítico y autocrítico y un marxista singular, con pensamiento propio y original dentro de la tradición marxista.

Su concienzudo estudio de la vida y la obra de Marx y de las distintas corrientes marxistas desde el último tercio del siglo XIX hasta nuestros días ha ido a la par de una constante reelaboración de su pensamiento, situado en la senda de Gramsci y Manuel Sacristán, y teniendo muy presente a Mariátegui, Che Guevara, Lukács, Brecht y Benjamin, entre otros. Así, Paco Fernández Buey fue incorporando a «su» marxismo, los frutos de sus reflexiones sobre otras culturas emancipatorias, unas con mayor historia -el libertarismo, la desobediencia civil, el situacionismo- otras más recientes y vinculadas a los movimientos sociales ecologista, feminista, pacifista y, en la última década, al movimiento de movimientos, el movimiento alterglobalizador. A estas incorporaciones cabe añadir las procedentes de su estudio de pensadores tan dispares como Bartolomé de Las Casas, Einstein, Bertrand Russell o Simone Weil. Con esta reelaboración permanente unida a su atención al análisis concreto de la realidad del Norte y de las luchas y los procesos de transformación en el Sur, y en particular en América Latina, Paco Fernández Buey ha ido conformando un marxismo singular, en hibridación novedosa con otras ideas de liberación; un marxismo cálido y abierto, en diálogo con la ciencia, pero alejado de reducciones cientificistas o positivistas.

La identidad comunista de Paco Fernández Buey ha tenido siempre unos rasgos muy claros: los propios de un comunismo crítico y autocrítico, partidario, como Gramsci y Sacristán, de hacer de la política comunista una ética de lo colectivo. Para este proyecto resultan imprescindibles ingredientes como la coherencia entre el decir y el hacer, convicciones sólidas que permitan combinar el pesimismo de la realidad con el optimismo del ideal, por decirlo al modo que Mariátegui tomó de Vasconcelos, defensa de la veracidad como cualidad revolucionaria, capacidad para fundir la identidad comunista con la identidad ético-política emancipatoria de los movimientos sociales transformadores de nuestros días, siendo comunista «en» y «con» dichos movimientos. Creo que todos estos elementos se daban en Paco y en una medida poco frecuente.

En el prólogo de su libro Marx (sin ismos), escrito en 1998, Paco señalaba: «Si sigue habiendo comunistas en este mundo es porque el comunismo de los siglos XIX y XX, el de los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres de los jóvenes de hoy, no ha sido sólo poder y despotismo. Ha sido también ideario y movimiento de liberación de los anónimos por antonomasia. Hay un Libro Blanco del comunismo que está por escribir. Muchas de las páginas de ese Libro, hoy casi desconocido para los más jóvenes, las bosquejaron personas anónimas que dieron lo mejor de sus vidas en la lucha por la libertad en países en los que no había libertad; en la lucha por la universalización del sufragio en países en los que el sufragio era limitado; en la lucha en favor de la democracia en países donde no había democracia; en la lucha en favor de los derechos sociales de la mayoría donde los derechos sociales eran ignorados u otorgados sólo a una minoría.»

En las Jornadas «Comunismos: un balance del siglo XX» organizadas en 2006 por la FIM, la ACIM, El Viejo Topo y Espai Marx, Paco, al proponer unas calas sobre la historia del comunismo del siglo pasado, insistía en la idea que consideraba principal para enlazar con los jóvenes, una de sus preocupaciones permanentes: poner en primer plano la historia de los anónimos, las gentes de abajo que han luchado por el comunismo a lo largo del siglo XX, cuya voz ha desaparecido de la historia que se cuenta. Y tratar de hacerlo entre el tono épico de Novecento y el humorístico de Good bye Lenin, como forma de favorecer el diálogo intergeneracional.

Al cumplirse los veinte años de la muerte de Sacristán, en 2005, afirmaba: «Un día, cuando se escriba el libro blanco del comunismo en España y se pueda hablar con ecuanimidad de lo que fuimos e hicimos, los unos y los otros, Manuel Sacristán habrá de ocupar, sin duda, muchas páginas de ese libro.» A estas justas palabras de Paco Fernández Buey cabe añadir que, sin duda, él es también merecedor con creces de encontrarse junto a Manuel Sacristán en este libro blanco del comunismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.