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Documentos para entender el proceso bolivariano

Pacto de Punto Fijo: El fin

Fuentes: Aporrea

Este documento escrito a mediados de la década del 90 por el actual presidente Hugo Chávez es un interesante análisis del período conocido como la IV República y su posterior desintegración. Resulta de obligatoria lectura para quienes quieran conocer de primera mano, los antecedentes de lo que ocurre en el país.

Sin duda, estamos ante una crisis histórica, en el centro de cuya irreversible dinámica, ocurren simultáneamente dos procesos interdependientes: uno es la muerte del viejo modelo impuesto en Venezuela hace ya casi doscientos años, cuando el proyecto de la Gran Colombia se fue a la tumba con Simón Bolívar, para dar paso a la Cuarta República, de profundo corte antipopular y oligárquico y el otro es el parto de lo nuevo, lo que aún no tiene nombre ni forma definida y que ha sido concebido con el signo embrionario aquel de Simón Rodríguez: «La América no debe imitar modelos, sin ser original. O inventamos o erramos».

Por supuesto que el viejo modelo ha venido cambiando de ropaje y de nombres a lo largo de todo este tiempo, pero siempre se ha basado en la imposición, en la dominación, en la explotación, en el exterminio.

En este siglo, durante la última década de gobierno del Genera! Gómez, fue incubándose un modelo político al que perfectamente pudiéramos llamar «el modelo adeco», fundamentado especialmente en la explotación petrolera (en 1926 ya el petróleo había desplazado al café como primer producto de exportación), en el populismo y en el autoritarismo. El «modelo adeco» irrumpió e) 18 de octubre de 1945; echó sus bases en el Trienio 45-48, para ser desplazado durante una década y reaparecer en 1958, a la caída del gobierno del General Marcos Pérez Jiménez. Ahora sí había venido para quedarse. Desde entonces el nefasto modelo pisó el acelerador a! proceso de sustitución de importaciones, profundizando el rentismo petrolero y la dependencia, sobre un pacto político cupular-partidista al que se conoce como «Pacto de Punto Fijo», reforzado desde ese momento por el calderismo copeyano, cómplice, a pesar de su papel de actor de reparto, en el festín.

El «Modelo Adecopeyano» devino, como tenía que ocurrir, en una crisis avalancha que hoy es ya una verdadera catástrofe moral, económica, política y social. Es histórica e irreversible. Conjuntamente con el Pacto de Punto Fijo, que lo hizo posible, están no solamente agotados, sino que se encuentran ahora en la fase terminal de su triste historia y con ellos se hunde también el modelo económico colonialista-dependiente.

Esa fase terminal, entrópica, agónica, ha generado un verdadero maremagnum social, con violentas reacciones populares, civiles y militares, como aquéllas del 27 de febrero de 1989, e14 de febrero y el 27 de noviembre de 1992.

El viejo modelo, sin embargo, se resiste a morir. A través de sus pensadores, escritores y argumentadores de todo género, trata desde hace varios años de esconder su realidad, elaborando y presentando planes o proyectos de «estabilización» y de «ajustes», según los cuales bastarían unas cuantas medidas monetaristas y fiscalistas, además de las «incómodas pero necesarias políticas sociales», para «superar» la crisis.

Claro que aquel viejo modelo y estos nuevos planes se inscriben dentro de todo un proyecto político transnacional que, en alianza con poderosos sectores nacionales, arrecia su ofensiva en todo el continente con un discurso fetichista de libre mercado, libertad individualista y competencia, tras el cual se esconde la pretensión de recuperar y consolidar «por los siglos de los siglos» la hegemonía de un modelo de acumulación, amenazado desde hace varias décadas por una descendiente rata de utilización y beneficio.

Todos estos planes -ayer «El Gran Viraje», hoy «La Agenda Venezuela»- se basan en la tradicional visión fragmentaria y simplificadora que pretende dividir en partes una realidad que ha demostrado con creces no tolerar tal descuartizamiento.

Así, en un país como Venezuela, donde se han dilapidado cerca de 300 mil millones de dólares en los últimos veinte años, ahora se quiere convencer a los venezolanos de que esta crisis dantesca se solucionará con nuevos créditos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, además de los dineros provenientes de las privatizaciones y la desnacionalización petrolera y minera.

Con esto se quiere reducir la magnitud de la crisis al ámbito meramente económico.

Como también intentan los defensores del viejo modelo presentar soluciones políticas basadas en el simplismo de una» Reforma del Estado», llevada al extremo del reduccionismo en la llamada «Agenda Venezuela», según la cual bastaría con despedir unos cien mil empleados públicos para que ya el putrefacto Estado venezolano comience a funcionar. De la misma forma, según esta visión, «la democracia» es perfectible y puede madurar con sólo reformar algunas leyes y mejorar unas pocas instituciones. Realmente podría madurar algo que esté verde, pero una vez podrido, como 10 está este sistema político, sólo le resta su final desintegración.

Con el mismo enfoque fragmentario aspiran los ahora flamantes neoliberales enfrentar la espeluznante situación social, agravada precisamente a raíz de la aplicación del «Shock Pérez» y del «Ultrashock Caldera». Con los degradantes programas de ayuda social como artificio, estos engendros prometen ir atenuando las tremendas convulsiones que azotan a la población venezolana. Es una nueva «Alianza para el Progreso», en su momento igualmente fracasada, pero ahora en versión calderiana. Claro que el esfuerzo reduccionista les lleva a ignorar la fantástica desigualdad en la distribución del ingreso, cuya brecha se ensanchó en un 30% durante los tres años del primer shock. Para los cultores di Capitalismo Salvaje, estos indicadores no tienen la mayor importancia.

Como tampoco les dice nada en sus tableros, el hecho criminal de que entre 1988 y 1991, el número de venezolanos por debajo de la línea de pobreza crítica se incrementó de 45% a 60% y ahora con ultrashock se acerca al 90%, mientras que la pobreza extrema saltó sus barreras históricas desde un 25% hasta la descomunal cifra d 50% en mayo de 1996, nivel de cuyo registro no hay precedentes en la memoria histórica venezolana, ni siquiera en los años posteriores a la larga y dolorosa Guerra de Independencia y que a su vez precedió a la Revolución Federal.

Por encima de todo esto, avanza la Agenda Venezuela, aplaudida en los lujosos salones de Washington y Caracas, con el mismo rigor con que es sufrida por millones de hogares de la clase pobre venezolana.

Para salir del laberinto: Alternativa Bolivariana

El enfoque fragmentario y simp1ificador de la «Agenda Venezuela», es además fundamentalista, al ser presentada como la única vía disponible, sin la posibilidad de que pueda haber por alguna recóndita dimensión del pensamiento, otra modesta opción para los venezolanos. Es el «fin de la historia» de Fukuyama tomando por asalto la tierra de Bolívar. Es la negación de la inteligencia misma. «Muera la inteligencia», pareciera ser el lema central de la «Agenda Venezuela».

Los bolivarianos, los revolucionarios, los patriotas, los nacionalistas, nos negamos a aceptar y mucho más, a seguir, tales postulados. El fin de su vieja historia es para nosotros el comienzo de nuestra nueva historia.

Es en medio de esta dinámica cuando surge la AGENDA ALTERNATIVA BOLIVARIANA, producto del estudio, del pensamiento, del trabajo y la experiencia de hombres y mujeres que hemos comprometido nuestra acción vital con una doble y formidable tarea: la muerte de 10 viejo y el nacimiento de 10 nuevo. La (AAB) Agenda Alternativa Bolivariana, rompe con el fundamento neoliberal, se rebela contra él; derriba los estrechos y negros muros de la visión unilateral, fragmentaria y reduccionista, para mirar en derredor y percibir la realidad en toda su magnitud, a través de un enfoque humanístico, integral, holístico, ecológico.

Por ello la AAB comienza diciendo que el problema a solucionar no es económico meramente, ni político ni social. Los abarca a todos ellos, es verdad. Pero va más allá de su conjunto. La forma de enfrentarlo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado a lo largo de todo el frente. Atacar por partes implicaría la derrota, parte por parte.

Así, la estrategia bolivariana se plantea no solamente la reestructuración del Estado, sino de todo el sistema político, desde sus fundamentos filosóficos mismos, hasta sus componentes y las relaciones que los regulan. Por esa razón hablamos del proceso necesario de reconstitución o refundación del Poder Nacional en todas sus facetas, basado en la legitimidad y en la soberanía. El poder constituido no tiene a estas alturas la más mínima capacidad para hacerlo, por 10 que habremos necesariamente de recurrir al Poder Constituyente, para ir hacia la instauración de la Quinta República: la República Bolivariana. .

Sincrónicamente (y sólo sincrónicamente, si se quiere viabilidad), se plantea enfrentar lo social y lo económico. Sin embargo, la AAB coloca los desequilibrios macrosociales en el primer rango de importancia y prioridad, para dejar en segundo plano a los desequilibrios macroeconómicos. ¿Cómo puede pensarse por ejemplo, en que solucionar el déficit fiscal pueda ser más urgente e importante que acabar con el hambre de millones de seres humanos?

Ante la ofensiva neo liberal, entonces, surge aquí y ahora un arma para la contraofensiva total.

Se comprenderá que nuestra agenda es alternativa porque presenta no sólo una opción opuesta a la del actual gobierno transnacionalizado, sino que va mucho más allá, pues pretende constituirse en el puente por donde transitaremos hacia el territorio de la Utopía Concreta, el sueño posible. Es decir, la AAB ofrece una salida y echa las bases del Proyecto de Transición Bolivariano. Aquélla en el corto plazo y éste en el mediano, serán los motores para el despegue hacia el Proyecto Nacional «Simón Bolívar», cuyos objetivos se ubican en el largo plazo

Y es Bolivariana, no solamente por ubicarse en esta perspectiva del futuro nacional a construir, sino porque también enfoca la realidad internacional y se inscribe en el nuevo despertar continental que levanta esperanzas de justicia, igualdad y libertad desde México hasta Argentina. Al decir de Simón Bolívar, «Para nosotros, la Patria es América».