Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García.
Todos bromeamos sobre si somos «adictos» al smartphone, pero ¿tienen alguna base científica esas bromas? Un estudio de próxima aparición sugiere que esa «nomofobia», o miedo de no tener el teléfono móvil, puede ser un problema de comportamiento perfectamente mensurable.
En ese estudio, programado para la edición de agosto de Computers in Human Bahavior, investigadores de la Universidad de Iowa empezaron haciendo preguntas a nueve estudiantes universitarios sobre el uso que hacían de su smartphone; identificaron cuatro parámetros que podrían apuntar hacia la nomofobia, un diagnóstico sin valor clínico cuyo significado literal sería «fobia-a-no-tener-el-teléfono-móvil». Esos parámetros eran: imposibilidad de comunicarse, pérdida de conectividad, falta de acceso a la información y abandono de la comodidad.
«De lo que me di cuenta fue que según nos hacemos más y más dependientes de nuestro smartphone, empezamos a estar menos conectados con nuestros amigos y familiares; también me di cuenta de que la dependencia parece mitigar la calidad de la comunicación. Entonces, esta fue mi primera hipótesis», de dijo a FoxNews el autor del estudio, Caglar Yildirim, estudiante de doctorado que trabaja en el programa de interacción humanos-computadoras del estado de Iowa.
El paso siguiente del equipo de Yildirim fue formular a unos 300 estudiantes universitarios de la Universidad de Iowa 20 preguntas destinadas a medir la ansiedad producida por la separación de su teléfono móvil. Los investigadores observaron que si los participantes tenían una alta puntuación en uno de las parámetros también puntuaban alto en los otros, una correlación que -según dicen los autores- indica que la nomofobia es un problema de comportamiento mensurable.
«Estamos trabajando en la identificación de los estudiantes nomofóbicos y de otros factores psicológicos que pueden desempeñar un papel en la propensión a la nomofobia entre los jóvenes adultos», dijo Yildirim, quien señaló que los hallazgos de su equipo eran preliminares.
La investigación de Yildirim no es más que la última en una serie de estudios y sondeos similares realizados en la última década para analizar la dependencia respecto del smartphone. Una investigación publicada en la edición de marzo de 2015 de International Journal of Cyber Behaviour, Psychology and Learning sugiere que el uso exagerado del smartphone puede tener un impacto adverso en el bienestar psicológico de la persona, un hallazgo que hace que los investigadores se sientan obligados a recomendar a los fabricantes de estos dispositivos tecnológicos que incluyan en ellos rótulos que adviertan que sus productos pueden ser adictivos.
¿Es algo real la «adicción» al smartphone?
Según lo estable el Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, un catálogo de los trastornos mentales oficialmente reconocidos, la adicción al smartphone no es una enfermedad diagnosticable, pero algunos terapeutas están empezando a especializarse en el tratamiento de la nomofobia.
Las investigaciones demuestran que el smartphone actúa como un disparador de la dopamina, el neurotransmisor responsable de las recompensas cerebrales y las zonas de placer; el mismo elemento químico que se libera durante el acto sexual, la comida y, como muestran algunos estudios, los videojuegos. El neurotransmisor se ha vinculado con la adicción, pero «saber si de verdad alguien ha desarrollado una dependencia enfermiza de su smartphone depende de esa misma persona y de las sensaciones que tengan sus seres queridos», dice John Grohol, fundador de Psich Central, un recurso online de salud mental.
«Lo que tratamos de averiguar es si hay un significativo impacto negativo en la capacidad de las personas de hacer cosas que realizan normalmente en su vida cotidiana, como ir al trabajo o a la escuela y ser capaz de tener una relación positiva en su vida… tener amigos y encontrarse regularmente con ellos», le dijo Grohol -quien recibió su doctorado en psicología de la Universidad Nova Southeastern de Fort Laudale, Filadelfia- a FoxNews. «Si las personas prefieren comunicarse con sus pares o amigos vía Facebook o mensajes de texto, eso está bien, no es un trastorno. Hay realmente un desorden cuando la persona siente que eso está interfiriendo en su vida de todos los días.»
Grohol compara la dependencia del smartphone con el trastorno relacionado con el juego, un problema frecuente que puede producir angustia en la vida de una persona cuando la afición se convierte en algo excesivo. Según el Centro Nacional por el Juego Responsable, los trastornos relacionados con el juego, tienen una incidencia del alrededor del 1 por ciento de los estadounidenses adultos.
«Yo imagino que [la dependencia del smartphone] si alguna vez llega a ser un trastorno diagnosticable, será algo menor que eso [el trastorno relacionado con el juego]. El juego tiene un sistema muy fuerte de recompensa incrustado en su interior», dice Grohol.
Las personas que sienten que podrían tener una dependencia mórbida de su teléfono móvil pueden encontrar asesoramiento online en artículos de autoayuda o buscar la orientación de un profesional de la salud mental especializado en desórdenes generales de comportamiento, dice Grohol.
«Creo que está muy bien buscar a alguien experimentado y que tenga antecedentes de formación en esta área, pero no creo que sea necesario», dice Grohol. «Lo importante es ayudar a que las personas cambien un comportamiento que se ha convertido en algo que está pesando demasiado en su vida.»
Robert Weiss, formador clínico y psicoterapeuta de adicciones de Elements Behavioral Health, una empresa de Long Beach, Colifornia, que forma a terapeutas, sostiene que es posible que la dependencia del smartphone esté creciendo, pero que utilizar la palabra «adicción» para describir el fenómeno no es lo apropiado.
«Yo creo que si unas personas tienen una adicción, es que son adictas a lo que el teléfono proporciona», le dijo Weiss a FoxNews; Weiss está especializado en la orientación de pacientes en temas relacionados con la intimidad y la adicción al sexo. «Los adictos al sexo son adictos a la pornografía que consiguen mediante el teléfono, los jugadores son adictos a las apuestas que consiguen por medio del teléfono, los adictos al consumo son adictos a eBay y los shoppings… eso no es adicción; eso es dependencia. Adicción es dependencia enfermiza. Es depender de un objeto o una experiencia que cambia tu humor para ayudarte a huir y sobrellevar.»
La dependencia de la tecnología no es algo nuevo
Andy Russell, profesor de historia en el Instituto Tecnológico Stevens, New Jersey, le dijo a FoxNews que la palabra nomofobia evoca la introducción del término neurastenia, un trastorno nervioso frecuente entre la gente adinerada a principios del siglo XIX. En ese momento, el trastorno fue inducido por la sociedad industrial y la urbanización, especialmente el ferrocarril.
«Una cura consistía en ir a algún sitio agradable y desconectar del ritmo de la civilización moderna», dice Russell, quien compara el fenómeno con las redes sociales o la fatiga tecnológica.
Russell dice que cuando en mitad del siglo XX los primeros internautas se acercaban a Internet, la gente comparó Internet con Frankestein diciendo: «Quizás sea algo muy bueno, pero podría hacer salir lo peor de nosotros».
«Esto encaja con la idea dominante en este país, que dice que nos gusta la tecnología, pero también ha habido una reacción y una precaución que decía, ‘Eso no es tan bueno’; yo no creo que se trate de algo reciente», agregó Russell.
Arthur Molella, director fundador del Centro Jerome and Dorothy Lemelson del Instituto Smithsoniano, sostiene que todas las tecnologías son una espada de doble filo pero que la del smartphone es particularmente poderosa. El Centro Lamelson es una división menor del Instituto Smithsoniano centrado en la investigación de las tecnologías y su papel en la historia de Estados Unidos.
«La [del smartphone] es una tecnología que abre inmensas posibilidades, pero todas las tecnologías tienen algún inconveniente. Pensemos en los automóviles: es posible recitar de un tirón sus pro y sus contra», le dijo Molella a FoxNews. «Respecto del teléfono celular, es difícil pensar en una tecnología que sea más invasora… y ese es así porque estamos en un mundo que se comunica -un mundo conectado-, y nosotros somos animales sociales.»
Weiss cree que, en última instancia, el principal miedo relacionado con el smartphone ya se puede descubrir en la reluctancia que mostraban las generaciones pasadas a la hora de aceptar las modernas formas de comunicación.
«Vale la pena que pensemos que nuestros hijos están creciendo con un desarrollo neurológico diferente al nuestro», dice Weiss, que tiene 54 años. «Ellos están creciendo en contacto con una multiplicidad de dispositivos y utilizando formas de comunicación antes incluso de que empleen el lenguaje. Entonces, quiénes llegarán a ser es algo muy diferente de lo que fue para nosotros; ellos tendrán formas mucho más rápidas de pasar de un tema a otro. En cierto modo, las relaciones son así para los jóvenes, no tan profundas y verticales sino horizontales.»