Los funerales tradicionales de quienes mueren por sida en África austral están causando graves problemas financieros a los hogares de la región, especialmente en las áreas rurales. Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida), uno de cada cinco adultos de África austral ha contraído el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, […]
Los funerales tradicionales de quienes mueren por sida en África austral están causando graves problemas financieros a los hogares de la región, especialmente en las áreas rurales.
Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida), uno de cada cinco adultos de África austral ha contraído el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).
Un estudio realizado en 2004 por el Programa Conjunto de Economía, Sida y Pobreza (Jeapp, por sus siglas en inglés) de la Universidad de KwaZulu-Natal (UKZN) en la sudafricana ciudad portuaria de Durban, descubrió que a los ciudadanos sudafricanos les costaba casi siete veces más enterrar a una persona que cuidar a un pariente enfermo.
Ciertos hogares afectados por el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) gastan hasta 30 veces más en funerales que en atención de salud.
El costo promedio de una ceremonia fúnebre tradicional ronda los 4.900 dólares en Sudáfrica, según el Jeapp. El ingreso promedio anual de los hogares es estimado en 3.630 dólares (según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef).
Los costos del funeral incluyen el pago a la empresa de pompas fúnebres, de unos 325 dólares, además de gastos adicionales que van desde la limpieza del cuerpo y otros rituales, la vestimenta de luto, avisos en radios y periódicos anunciando el entierro, animales para sacrificios y comidas y transporte para los deudos.
En Swazilandia la situación es similar.
Según la División de Investigación en Salud, Economía y Sida (Heard) de la UKZN, los swazis gastan hasta 980 dólares en ceremonias fúnebres, aunque se estima que dos tercios de la población vive debajo de la línea de pobreza, con menos de un dólar por día (según el Fondo Monetario Internacional).
En Tanzania, los hogares afectados por el VIH/sida pueden gastar el ingreso de un año en atención a la salud y costos de funeral, dijo el Instituto para los Recursos Mundiales, una organización de expertos con sede en Washington.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los gastos fúnebres representan 60 por ciento de los costos directos en que incurre una persona que enferma de sida y luego muere.
Los costos directos comprenden gastos en material de atención a la salud, alimentación, renta, transporte, entierros y afines. Los costos indirectos se relacionan con la pérdida de ingresos de los miembros de la familia que se ocupan de los parientes enfermos.
Tendencias comparables son evidentes en Mozambique. Los investigadores del departamento de sociología de la Universidad Eduardo Mondlane en la capital, Maputo, mostraron que un funeral cuesta un mínimo de 300 dólares, mientras más de la mitad de la población vive debajo de la línea de pobreza. Cientos de dólares más pueden ser gastados en alimentos y flores para las visitas al cementerio.
Más hacia occidente, en Botswana, no es raro que una familia gaste entre 740 y 920 dólares en un servicio fúnebre, mientras el salario mensual promedio de un trabajador equivale a 55 dólares, dijo Fred Klaits, profesor asistente de antropología de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, que realizó amplias investigaciones en ese país africano.
Ciertos de hogares hacen frente a los gastos fúnebres endeudándose con familiares y amigos. También pueden agotar sus ahorros o vender bienes, como animales. Otros sacan préstamos que no pueden pagar, sumiéndose en deudas que pasan de una generación a otra.
Otra forma de asistencia son las sociedades de entierros, clubes que recaudan dinero de sus miembros. Pero el constante vaciamiento de las comunidades amenaza con quebrar por completo este sistema de seguro fúnebre tradicional.
En la Tanzania rural, muchas comunidades quedaron en bancarrota, mientras otras comenzaron a cubrir sólo la mitad de los beneficios habituales, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), una institución multilateral de países industriales, con sede en París..
La alternativa para las sociedades de entierros es elevar sus tarifas, como lo hicieron en Botswana, observó Klaits. Pero esto puede dejar fuera a los hogares pobres.
Pese a todo, las familias que padecen muertes por sida continúan pagando los funerales, cuyo costo a menudo redunda en menores gastos en educación, bienes del hogar y otras necesidades.
Esto puede empeora una situación financiera que ya es precaria.
Según el Consejo de Investigación en Ciencias de la Salud de Sudáfrica, con sede en Ciudad del Cabo, sin fines de lucro y parcialmente financiado por el gobierno, los hogares de este país experimentan una caída de ingresos de entre 48 y 78 por ciento cuando uno de sus miembros muere por sida, excluyendo los costos del funeral.
Pese a estas dificultades, las prácticas fúnebres continúan siendo observadas por la mayor parte de la población. Según la investigadora del Heard, Nina Veenstra, esta conducta puede estar asociada con una negativa a confrontar el VIH/sida.
«Sería más importante reducir el estigma y la negación, para que las personas puedan reconocer públicamente la pandemia y los costos financieros que las obliga a cargar», señaló.
Aquellos hogares que sólo se las arreglan para proveer un ataúd básico y un sitio para la tumba sufren como traumático el quiebre de la tradición, dijo Patience Mavata, una enfermera que dirige un centro para personas con sida en la provincia de Kwa-Zulu Natal.
«Sienten que sin un funeral decente le fallaron a la persona muerta», explicó. «El trauma psicológico de no ser capaz de brindar un entierro digno lleva a las personas a sentirse culpables e incluso, caer en la depresión».
Aparentemente, hay pocas organizaciones que proveen apoyo fúnebre.
Una de ellas es el Centro Hillcrest para el Sida, en KwaZulu-Natal, cuyo personal negoció un precio especial con varias salas fúnebres. Por la tarifa relativamente baja, de unos 120 dólares, estas empresas van a buscar el cuerpo y lo preparan, emiten un certificado de defunción, proveen de un ataúd simple y trasladan al fallecido a la granja familiar o al cementerio donde será enterrado, de lunes a jueves.
El costo es más bajo porque los entierros que se realizan durante la semana no cuentan con grandes cantidades de deudos, porque la mayoría está trabajando, dijo la directora del Centro Hillcrest, Julie Hornby.
El centro paga un tercio del precio reducido, mientras se espera que las familias contribuyan con unos 80 dólares por la ceremonia. Algunas tienen grandes dificultades para reunir esa suma, en cuyo caso el centro intenta aportar fondos adicionales. (FIN/2006)