Con más de media centuria cumplida, la Casa de las Américas no se cansa de crecer. En vísperas de su muerte, nuestra fundadora, la heroína Haydee Santamaría, por la importancia que había adquirido el área y lo insuficientemente conocida que era, hizo nacer el Centro de Estudios del Caribe. Ya existían a la sazón direcciones […]
Con más de media centuria cumplida, la Casa de las Américas no se cansa de crecer. En vísperas de su muerte, nuestra fundadora, la heroína Haydee Santamaría, por la importancia que había adquirido el área y lo insuficientemente conocida que era, hizo nacer el Centro de Estudios del Caribe. Ya existían a la sazón direcciones de la Casa dedicadas a la literatura, las artes plásticas, la música y el teatro, su biblioteca, su editorial y otros departamentos. Aparecerían después el Programa de Estudios sobre la Mujer, el Programa Memoria y el Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos.
A partir de ahora, un nuevo Programa se ocupará de las culturas originarias de América: de toda América, incluyendo Canadá y los Estados Unidos. Se trata de abordar, como parcialmente habíamos hecho antes, las culturas de los descendientes de los únicos auténticos descubridores de lo que iba a ser nombrado América; y hacerlo teniendo en cuenta no solo su historia, sino sobre todo su vigencia. Por lo cual el anuncio de dicho Programa se enlaza con la obra de la extraordinaria criatura que fue el peruano José María Arguedas.
Mañana hará un siglo de su nacimiento, y hemos querido que este Premio le esté dedicado, al igual que otras faenas de la Casa. Junto a su labor etnológica, en la cual es patente la huella de su gran compatriota José Carlos Mariátegui, la obra literaria de Arguedas nos permite asomarnos al mundo quechua, en cuyo seno se formó inicialmente, gracias a lo que Ángel Rama, haciendo uso original de un concepto forjado por Fernando Ortiz, consideró «transculturación narrativa».
Fue para nosotros un honor haber contado con Arguedas, en 1968, como integrante del jurado del Premio Literario Casa de las Américas, lo que le permitió conocer Cuba, a la que se referiría en lo adelante con visible cariño. Ello se vio, por ejemplo, en el poema sobre nuestro país de su libro de versos en quechua Katatay, que editamos, al igual que su novela Los ríos profundos, la cual reeditaremos pronto, una Valoración múltiple de su obra y un disco con textos suyos leídos por él.
El cartel de este Premio remite a la lucha entre el cóndor y el toro que alude a su novela inicial, Yawar fiesta; y el Premio de narrativa con carácter honorífico que cada año concedemos lleva su nombre. Con mucha gratitud leímos los generosos comentarios que Arguedas hizo sobre algunos de los que trabajamos en esta Casa, en su libro póstumo El zorro de arriba y el zorro de abajo. (En relación con dicho libro no puedo dejar de mencionar que poco antes de suicidarse Arguedas envió una nota al amigo chileno Pedro Lastra para que hiciera llegar sendas copias de un doloroso pedazo de la novela, «¿Último diario?», a Ángel Rama y a quien les habla, sin duda para que lo publicáramos, como hicimos, en las revistas Marcha y Casa de las Américas.)
Hemos pedido al notable conocedor del mundo indígena y de Arguedas que es Stéfano Varese que en esta ocasión nos hable sobre ambos.
Por otra parte, José Martí había advertido que hasta que no se hiciera andar al indio no andaría bien América. Y bien: el indio ha echado a andar y forma parte esencial del gobierno de Evo Morales Ayma en el Estado plurinacional de Bolivia. Razón más que sobrada para que hayamos cursado una invitación al compañero Álvaro García Linera, vicepresidente de ese hermano país y uno de los intelectuales más brillantes con que cuenta hoy nuestra América, a inaugurar los trabajos de este Premio también creciente.
Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5927