Las reformas a la Caja de Seguro (CSS), tal como se preveía, contemplan cambios que perjudicarán a los trabajadores panameños. En primer lugar, se aumentaría la edad de jubilación de los trabajadores (a 65 años los hombres y a 62 años las mujeres). Además, se contempla aumentar la cuota que deben abonar los asalariados. Las […]
Las reformas a la Caja de Seguro (CSS), tal como se preveía, contemplan cambios que perjudicarán a los trabajadores panameños. En primer lugar, se aumentaría la edad de jubilación de los trabajadores (a 65 años los hombres y a 62 años las mujeres). Además, se contempla aumentar la cuota que deben abonar los asalariados. Las reformas también proponen aumentar el número total de cuotas mensuales (la densidad) que debe cotizar el asegurado antes de pensionarse de un total de 180 meses (15 años) a 300 meses (25 años).
El paquete de reformas, a su vez, quiere destinar el 25 por ciento de las reservas de la CSS a los bancos privados nacionales y extranjeros para que puedan especular en los mercados internacionales. Esta medida arriesgaría de manera innecesaria los ahorros de los trabajadores y el futuro de las pensiones.
Las reformas propuestas responden a los lineamientos del Banco Mundial dados a conocer a fines de 2004. El Banco recomienda que todos los países deben aumentar las recaudaciones de los sistemas de seguridad social y, a la vez, disminuir los gastos. El remanente debe contribuir a incrementar los pagos que se efectúan a la deuda externa. (Es decir, incrementar la transferencia de riquezas de los países más pobres hacia los más ricos).
El Banco Mundial también recomendó que los países con sistemas de seguridad social no deberían privatizar las reservas de sus instituciones, ya que la experiencia ha sido negativa. (No ha contribuido a enriquecer más a los países más ricos). En otras palabras, el Banco Mundial se opone a la creación de las llamadas cuentas individuales y al sistema de «pilares» que han fracasado en todos los países donde se han aplicado.
El capital financiero panameño, por su parte, ha reaccionado rápidamente reclamando que la reforma a la CSS es «insuficiente». Los medios de comunicación que estos intereses controlan han protestado porque las reformas excluyen la privatización de las reservas de la CSS. Señalan que las reformas «paramétricas» no resuelven los problemas.
El planteamiento del capital financiero (banqueros, aseguradores y otros especuladores), sin embargo, no tiene fundamento por dos razones. Por un lado, su preocupación no tiene que ver con la seguridad social de los trabajadores asegurados. Tiene que ver con su deseo de aumentar sus ganancias especulando con los ahorros de los trabajadores. Por el otro, la actual crisis de la CSS no tiene una base económica. Es decir, la crisis no se debe a la falta de ingresos que, hoy, suman anualmente US$1.4 mil millones.
La crisis actual de la CSS tiene dos raíces muy relacionadas una con la otra. Sólo cuando se ataque ambas con fuerza y energía se puede superar la crisis. Por un lado, los administradores de la CSS históricamente han abusado de los recursos. Desde asaltos a sus recursos promoviendo proyectos financieros inviables, hasta la inversión en nuevas instalaciones sin estudios previos para beneficiar pequeños grupos de especuladores. Por el otro, las políticas económicas impulsadas por los gobiernos de turno en los últimos 20 años han disminuido el número de trabajadores asalariados provocando una merma significativa en el programa de pensiones de la institución.
La solución a la crisis de la CSS tiene que ver con problemas políticos y administrativos que los gobiernos no quieren enfrentar. Con las reformas la CSS seguirá siendo una fuente de enriquecimiento ilícito (corrupción) en la medida en que no se enfrentan los problemas reales de la institución. Las reformas actuales responden más a las exigencias del Banco Mundial y menos a las soluciones que demandan los trabajadores asegurados del país.
Marco A. Gandásegui, hijo, sociólogo panameño, Director del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) «Justo Arosemena».