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¿Para qué sirve la democracia si…?

Fuentes: Rebelión

La educación hace que sea fácil guiar a la gente y muy difícil arrastrarla; sencillo gobernarla, pero imposible esclavizarla. Lord Brougham ¿Para qué sirve la democracia si entregamos nuestro poder y delegamos nuestra responsabilidad ciudadana a grupos reducidos de políticos y religiosos? ¿Para qué nos sirve la democracia si el poder reside en manos de […]

La educación hace que sea fácil guiar a la gente y muy difícil arrastrarla; sencillo gobernarla, pero imposible esclavizarla. Lord Brougham

¿Para qué sirve la democracia si entregamos nuestro poder y delegamos nuestra responsabilidad ciudadana a grupos reducidos de políticos y religiosos? ¿Para qué nos sirve la democracia si el poder reside en manos de las elites financieras? ¿Para qué queremos una democracia si los medios de desinformación masiva pueden ejercer una notable influencia sobre la conducta del público sin restricción alguna? ¿Para qué exigimos vivir en democracia si el conocimiento ha sido privatizado, convertido en mercancía y utilizado para manipularnos? ¿Cómo vivir en democracia si la educación formal no contribuye a desarrollar ciudadanos con un pensamiento autónomo? ¿Qué caso tiene vivir en una democracia si ni siquiera tenemos claro qué es vivir en democracia y, por ende, no podemos ni practicarla ni ejercerla?

¿Democracia?

Yo diría que la mayoría de las mujeres y hombres de hoy son dados a defender valores universales como la libertad, la paz, la justicia y la democracia, pero que, lamentablemente, ni siquiera tienen claros sus conceptos. No tiene caso y carece de valor que seamos partidarios de la democracia y la defendamos con nuestras vidas si no sabemos qué es lo que estamos defendiendo, es decir, si nuestra idea de democracia se limita a repetir como loros: «La Democracia es el gobierno del pueblo» o cosas por el estilo. Más allá del concepto, muchos son los que se conforman con creer que la democracia se limita a que los gobiernos: no persigan políticamente a nadie; hagan grandes obras de infraestructura; reduzcan los impuestos; beneficien a todo el mundo; permitan la libertad de prensa, la libre educación, el libre comercio… y a que nosotros sólo podamos participar «de lejos» en la vida política durante el juego de las votaciones. Pero, ¿Se ha detenido a pensar qué significa mantener una posición como esa? ¿Qué pasa con esa parte que representa el contrapeso de nuestras exigencias anteriores, es decir, con nuestras responsabilidades, deberes y ética y que sin ello es como si viviéramos en un país sin ley? Al no participar activa y responsablemente en la vida política del país estamos diciendo algo así como: «Bueno, ustedes deberían hacer esto y esto por mí. Ustedes nos dejan hacer esto y nosotros no nos metemos en lo que ustedes hagan»; con lo cual no existe un contrato sincero de parte y parte, en el cual cada quien diga: «Yo quiero, asumo y acepto la responsabilidad de esto y aquello». Como hemos sido demasiado descuidados y confiados, tampoco se nos ha ocurrido pensar, por ejemplo, ¿existen otras concepciones de democracia? Sí es así: ¡Ah, existen la democracia representativa y la participativa! ¿Qué representa cada una? ¿Cuáles son las prácticas en cada modelo? ¿Qué quiere decir que existe una democracia en teoría y una en la práctica? ¿En qué consiste el juego? Muchas son las personas que piensan: «Sí, es verdad, la democracia participativa sería la mejor forma de democracia, pero tenemos un grave problema. La gente no está preparada para participar en la vida política». Y ello es cierto, si la gente no está preparada, ni quiere prepararse, ni ocuparse, de nada sirve que tengamos un Contrato Social: «La Constitución»; que nos proporciona legalmente la posibilidad de ejercer y vivir en una democracia participativa. ¿Cómo puedo participar en la conducción de mi país si el primero que no está preparado para ello soy yo, si soy una persona dependiente, si no quiero asumir responsabilidades…?

¿Políticos?

Echemos una mirada a esos políticos que dicen estar preparados para manejar la vida política de un país como lo son los dirigentes de la Coordinadora Democrática o un Antonio Ledezma, o un Pompeyo Márquez. A esos políticos en los que muchos han creído, le han entregado su poder y supuestamente están más capacitados que Chávez para gobernar este país. Comencemos por preguntarnos: Si están tan capacitados, ¿Por qué necesitaron que el National Endowment for Democracy elaborara por ellos el Plan Consenso País, programa de transición que pondrían en práctica de ganar el referéndum? ¿Cuántos de los que se dicen políticos participan en la vida política por vocación y cuántos han elegido este camino por considerarlo altamente lucrativo?

Hay una clara diferencia entre aquel que participa en la vida política por vocación de servicio y contribución a la sociedad y aquel que lo hace como actividad lucrativa. Este último carece de sensibilidad social aunque usualmente diga lo contrario en sus discursos, es decir, aunque lo aparente. En él no hay lugar para los principios ni para los sentimientos. Hace las cosas más por dinero, es decir, porque le pagan, porque le dicen que debe hacer, que por los intereses de todos, que es el caso de los politiqueros de oposición que trabajan para el emperador Jorge Mala Hierba y no para Venezuela. Por el contrario, quien participa como político por vocación de servicio concibe su actividad como un sacerdocio, tiene en cuenta la voz de la gente y defiende los intereses colectivos por encima de los intereses de las elites. Entre otras cosas, tiene la suficiente preparación y confianza en sí mismo como para estimular el crecimiento de sus compatriotas, crear una cultura de cooperación, mantener la integridad y la disciplina, mantener un trabajo ético, no permitir que los objetivos justifiquen los medios y saber anticipar y manejar los conflictos de grupo. Lo triste es que culturalmente nos han introyectado la idea de que un personaje como este último es un pendejo, un idiota, un bueno para nada y que «no hay mejor gobernante que aquel que gobierna con mano de hierro». Lo paradójico es que aunque la gente grita de boca para fuera que quiere democracia, paz, libertad, acabar con la corrupción…, es incapaz de reconocer y aceptar a los líderes en condiciones de llevar a cabo esta tarea y prefieren a líderes autoritarios y corruptos. Para muestra un botón. Miremos a esas pequeñas Venezuelas que constituyen las universidades nacionales y con sinceridad respondamos quiénes constituyen las autoridades universitarias que eligen estudiantes y profesores. ¿Acaso no son elegidas en términos de intereses políticos, en lugar de intereses académicos? ¿No es cierto que a muchos de los que están en esos cargos se les conocía previamente como corruptos? Entonces, ¿De qué están hablando profesores y alumnos? Mucho del politiquero de oficio ha sido creación de una imagen de los medios de desinformación masiva, puestos al frente en función de los intereses de una minoría. ¿Explíqueme usted cómo un Carlos Ortega, al que cuesta mucho trabajo entender qué quiere decir, pudo haber ocupado tanto espacio televisivo, radial y periodístico durante el Paro Cínico de diciembre 2002/enero 2003? Aparte de su mensaje totalmente lleno de visceralidad y de decir fuera Chávez, ¿cuál era el contenido de su mensaje? ¿A quién benefició el «destruyamos a Venezuela para salvarla? ¿Qué pasa en la psyche de la gente que sigue a estos politiqueros? ¿Cómo explicar que un Henry Vargas, rector de la ULA, que se supone un intelectual, pudo haber acogido las directivas de Carlos Ortega, la Coordinadora Democrática, Fedecámaras…? Uno de los supuestos grandes aprendizajes del siglo pasado ha sido: «Si los medios hablan de «X» es porque existe y si no hablan de «X» es porque no existe»; del cual se suele deducir: «Si hablan bien de él es porque es bueno» y «si hablan mal de él es porque es malo». Pero ¿En qué se sustenta la supuesta autoridad de los medios para calificar, enjuiciar o juzgar? Si la información para los medios es mercancía, nosotros somos mercancía, es decir, un público a la venta, y los medios sobreviven económicamente debido a quienes tienen fortunas ¿por qué hemos de creerles? Seguro que usted, al igual que yo, conoce personas que dignamente podrían estar liderando políticamente en nuestro país al frente de una alcaldía, una gobernación… pero no tiene dinero ni es comprable, mientras que estamos obligados a escuchar a un Mendoza, a un William Dávila, un Antonio Ledezma, a un Pompeyo Márquez… ¿Tienen hoy día el dinero para pagarse la publicidad o son pagados y la publicidad es pagada por quienes tienen intereses no solidarios con el pueblo de Venezuela? Respecto a los políticos de oficio hay que preguntarse muchas más cosas, porque hasta la llegada de Chávez, quiénes pagábamos y manteníamos a estos personajes, en gran parte éramos nosotros, así que tenemos el derecho, el deber y la responsabilidad de exigirles cuentas. ¿Estudiaron? ¿Qué estudiaron? ¿En cuánto tiempo sacaron la carrera si es que tienen alguna? ¿Aprendieron algo de su profesión para ser competentes? Porque sus estudios en las universidades nacionales los pagó el Estado y cada semestre costaba al equivalente de hoy a unos 12 o 15 millones de bolívares por semestre.

¿Cuáles fueron los resultados positivos de esos ¿líderes? de sacar a los estudiantes de secundaria y universitarios a las calles durante 4 décadas cada dos por tres, quemar cauchos, impedir el paso, quemar autobuses, busetas y camiones, de saquear tantos negocios, de la muerte de estudiantes, policías, guardias nacionales e inocentes que estaban al paso, interrumpir las clases…? ¿Quién se benefició del crimen? Mucha gente de oposición asocia democracia con partidos políticos, pero no se pregunta: «Muy bien, ¿De qué manera los partidos políticos de antaño me representan hoy? ¿Qué han hecho por mí que yo no haya podido hacer en el pasado y que no pueda hacer hoy?

Las elites financieras

¿Para qué nos sirve la democracia si el poder reside en mano de las elites financieras? Mucho se ha insistido en que hablar de lo que hacen las elites financieras es un atentado contra la libertad de comercio, que son tácticas comunistas para acabar con la empresa privada… y que debemos protegerla porque es una fuente importante de empleo. Esa es la coartada que usa la elite financiera venezolana para seguir decidiendo por todos nosotros qué vamos a comer, cómo vamos a vestirnos, dónde vamos a vivir, quiénes pueden tener vehículo, cómo debemos divertirnos, cuál nuestro estilo de vida, qué música debemos escuchar, qué podemos bailar, qué es lo que podemos leer… ¡Qué podemos leer! Si ellos definen qué podemos leer, eso significa que establecen a cuál visión del mundo podemos tener acceso, a cuál ideología política y religiosa, cómo se hacen las cosas, cómo enfrentar nuestros problemas… Habrá quien dice: «Pero yo leo lo que me da la gana». Yo le respondo: «Sólo compra libros cuando le sobra el dinero y eso el número de libros para los que le alcanza el dinero y los libros que están en el mercado». Entonces, ¿lee usted lo que le da la gana? ¿Es eso democracia? ¿Cómo pueden formarse los ciudadanos de este país para la vida democrática si las elites controlan el mercado del libro? ¿Por qué no seguimos el ejemplo de Italia, un país en el que los libros son accesibles a la mayoría, en el que se traducen en poco tiempo la mayoría de las publicaciones de todos los idiomas, en donde existen miles de librerías con los temas más variados? Mejor aún, si el conocimiento es básico para la formación de los ciudadanos y tener una comprensión adecuada de la realidad: ¿Por qué no liberamos los libros? ¿Por qué no liberamos el conocimiento? ¿Por qué no se hacen accesibles todos los libros de las bibliotecas a través de internet? ¿Por qué el conocimiento es privado y para unos pocos? De poco sirve hablar de las bondades de libros como «La pedagogía del oprimido» de Paulo Freire, si nuestros educadores, estudiantes del pedagógico y de las escuelas de Educación no pueden adquirirlos.

Los medios privados de desinformación

Sobre los medios he hablado muchas veces. Aquí sólo quiero volver a destacar ¿Cómo puede existir democracia si los medios de desinformación privado no reflejan la voz del pueblo; si para los dueños de los medios no cuentan nuestras críticas; si sólo nos ofrecen sus puntos de vista y prejuicios y no muestran la otra cara de la realidad; si nos despojan de nuestra capacidad crítica con sus modelos simplistas de razonamiento; si privilegian y elogian la emocionalidad; si muestran deplorables modelos de lo que es ser mujer y lo que es ser hombre, de lo que es ser niño, adolescente, adulto, anciano, de lo que es la familia, de lo que significa ser pobre?

La educación

Triste es, pero la educación formal en buena medida ha sido convertida en un negocio y en un medio de control y manipulación. A pesar de los esfuerzos del gobierno nacional por una educación formal gratuita, aún son muchos quienes defienden la educación privada como un punto de honor. Los padres de clase media y alta deberían preguntarse ¿cómo es eso que los estudios de pre-escolar de mi hijo cuestan tanto o más que las mensualidades de una universidad privada? ¿En realidad todo el prestigio de un colegio como La Salle o el Teresiano hacen honor a su fama, es decir, enseñan a mi hijo a pensar, a tener un pensamiento propio, a tener criterios propios para tomar decisiones… o estamos tan entusiasmados y seducidos por ideas como la del desarrollo de la inteligencia que descuidamos su autoestima, su vida emocional, sus sentimientos, su educación para la convivencia y la cooperación? ¿Por qué colegios como los mencionados hacen tanto hincapié en la obediencia y la sumisión, a lo cual llaman disciplina, en vez de preparar a nuestros hijos a vivir en democracia, esto es, aprender a compartir, aprender a escuchar, aprender a dialogar, aprender a no ser snobistas, pretenciosos, a no estigmatizar a los seres humanos de otras razas, credos, sexo, posición social…?

La gente de todas las clases sociales debería ocuparse de que la educación formal no se limitara a aprender contenidos bancarios, fragmentados en objetivos estúpidos y, encima, no los recordamos. Yo me pregunto, ¿Por qué no nos enseñaron a usar en verdad el lenguaje? ¿Por qué no nos enseñaron a leer como se debe y no simplemente a repetir en voz alta las palabras escritas? ¿Por qué no nos enseñaron el amor a la lectura, a descubrir los mundos que hay en los libros? ¿Por qué no nos enseñaron a amar la literatura, la filosofía, la historia, la geografía…? ¿Por qué no nos enseñaron cómo se aprenden el infinito número de asignaturas que se nos convirtieron en una pesadilla? ¿Por qué no nos enseñaron a ver el mundo como procesos complejos en lugar de fotografías estáticas reducidas al absurdo simplista de que un hecho complejo es producido por una simple relación causa-efecto? Como podrá deducir, amigo lector, la libertad, la democracia, la paz… no se alcanzan clamando por estos valores en las calles. Siempre seremos esclavos mientras no asumamos el papel de ciudadanos responsables, en vez de apelar a: «La culpa es de fulano». Ni los buenos sentimientos ni la lástima sirven para nada mientras no nos eduquemos en todo sentido y ello incluye educar nuestra espiritualidad. Debemos buscar por nosotros mismos la conjugación de lo material y lo espiritual. Debemos buscar nuestro propio camino como individuos y como nación. Debemos dejar de ser tan torpes y dependientes. Somos nosotros los constructores de nuestro futuro y ¿qué futuro podemos tener si no desechamos de una vez y para siempre todo aquello que hasta ahora ha opacado nuestros sueños?