Se acaba de hacer público un estudio que constata que 83 de las grandes compañías americanas esconden dinero en paraísos fiscales cercanos como Islas Caimán, Bermuda e Islas Vírgenes. Catorce de esas compañías, incluyendo Bank of America y Citibank, acaban de recibir ayuda del gobierno para equilibrar sus cuentas. Los paraísos fiscales han crecido enormemente […]
Se acaba de hacer público un estudio que constata que 83 de las grandes compañías americanas esconden dinero en paraísos fiscales cercanos como Islas Caimán, Bermuda e Islas Vírgenes. Catorce de esas compañías, incluyendo Bank of America y Citibank, acaban de recibir ayuda del gobierno para equilibrar sus cuentas.
Los paraísos fiscales han crecido enormemente desde que el mundo occidental aceptó la doctrina neoliberal de la desregulación que hoy sabemos está en el epicentro de la crisis económica, primero financiera, que sufrimos. Los paraísos fiscales tuvieron como modelo a la Banca suiza. En especial el Union Bank (UBS) es ejemplo de secreto y protección absoluta a sus depositantes y a él llevaron sus rapiñas dictadores africanos y latinoamericanos y miles de ciudadanos europeos, también españoles, buscando la evasión de impuestos. Hoy el UBS, que montó un sistema especial para ayudar a los ricos americanos a evadir impuestos a través de exposiciones de Arte, está en una difícil negociación con el Fisco suizo para abrir su contabilidad a la inspección internacional.
Otros lugares para ocultar fondos incluyen a Lichenstein, Austria, Luxemburgo, Channel Islands, Singapur, Hong Kong, Andorra, Mónaco y Gibraltar. En el Caribe, los asilos tributarios son Bahamas, Bermudas, e Islas Caimán. Algunos países nuevos con secreto bancario son Cook Islands – Turks – Calicos. Los gobiernos de los paraísos fiscales no cobran apenas impuestos a las sociedades que se domicilian en ellos. Esa es la base del asunto. Cuando uno los visita se encuentra con unas cuantas calles cuyos edificios albergan, real o ficticiamente, miles de sociedades allí domiciliadas. En la versión cinematográfica de la novela de John Grisham, «La Firma», se visualiza uno de esos paraísos fiscales caribeños, a los que un bufete de abogados americano conduce los dineros de sus clientes, entre los que hay gente normal pero también mafiosos.
En diciembre de 2008, el holding bancario Goldman Sachs informó de su primera pérdida trimestral. En los talones de este aviso, publicó una declaración que confirmaba la caída de su contribución fiscal desde 34,1% al 1%. Según propia confesión, Goldman Sachs Group Inc., que recibió 10 mil millones de dólares y garantías de deuda del gobierno de EEUU en octubre de 2008, espera pagar sólo 14 millones de dólares en impuestos en 2008, comparados con 6 mil millones en 2007 y ello no es posible sin usar un mecanismo de evasión hacia paraísos fiscales.
En las reuniones del G 20 se ha insistido en que la persecución de los paraísos fiscales forma parte importante de la recuperación económica, entre otras razones para robustecer las arcas de los Estados que pierden ingresos por las evasiones y se ven en dificultades para cumplir con su función de proveer a sus ciudadanos con servicios públicos. Pero el mundo bancario se resiste, invocando esa relación de confianza con el cliente
El UBS y las autoridades bancarias suizas están proclamando que su garantía del secreto bancario absoluto sobrevivirá de alguna manera a este ataque. «Sigue intacto el secreto bancario», declaró Hans-Rudolf Merz, presidente y ministro de Hacienda de Suiza.
¿Como conciliar ambas estrategias? Como hacer posible que persista el secreto bancario y al mismo tiempo evitar la evasión fiscal? Sin duda, mediante el ejercicio de la inspección. Las leyes nacionales siguen conteniendo preceptos que permiten el control de las operaciones bancarias. La normativa del Banco de España permite que sus inspectores tengan acceso a la contabilidad de los bancos pero durante mucho tiempo, éstas y otras inspecciones no se realizaron de manera adecuada. Así ha sido en tantos países que aceptaron la doctrina de la desregulación y que se han dado de bruces con una crisis ocasionada por las rapiñas del sector financiero. Y es que mientras a los contribuyentes individuales se les inspecciona severamente, las grandes empresas se libran. De hecho, la crisis fiscal española se resolvería bastante si se remediara el fraude fiscal, millones de euros que escapan cada año a la inspección obligatoria. Pero, claro, sin la colaboración de los gobiernos de los paraísos fiscales, la otra mano cómplice del fraude, poco se puede hacer.