En un mundo en donde absolutamente todo está relacionado con todo, son ya muy pocos (probablemente interesados) los que opinan que las guerras de Irak o Afghanistan no tienen que ver con el control del petroleo de oriente medio. A pesar de las innumerables patrañas que hemos oido durante estos últimos años para justificar dichas […]
En un mundo en donde absolutamente todo está relacionado con todo, son ya muy pocos (probablemente interesados) los que opinan que las guerras de Irak o Afghanistan no tienen que ver con el control del petroleo de oriente medio. A pesar de las innumerables patrañas que hemos oido durante estos últimos años para justificar dichas invasiones, la luz termina siempre abriendose paso: La verdad siempre cuadra. Las mentiras nunca lo hacen.
Pero… ¿Porqué esa obsesión por el petróleo? ¿Tan importante es como para que cualquier otra consideración moral quede en segundo plano?
Para responder a esta pregunta tenemos que ver el siglo XX como un todo desde una cierta lejanía. El siglo XX es el siglo en el que se dió la primera mitad de la «Edad del petroleo». Como la «Edad de hierro» o la «Edad del bronce», nuestro siglo XX se ha caracterizado por el descubrimiento fundamental sobre el que se basan todos los demas descubrimientos: La energía barata y la sustancia infinitamente aprovechable.
El petroleo.
Esa primera mitad de la edad del petroleo fue la mitad en la que el ser humano aprendió a sacar provecho del petroleo de muchas formas. No hace falta recordar que practicamente todo lo que nos rodea está hecho de petroleo. Pero es que además, según las últimas investigaciones se puede afirmar que «comemos petroleo» en el sentido de que para producir un simple tomate (que una vez ingerido aportará a nuestro organismo unos pocos cientos de calorias) hacen falta miles de calorias de energía y sustancias obtenidas del petroleo. Por último, pero no menos importante, el petroleo mueve nuestro transporte y calienta e ilumina nuestras casas.
La característica importante de esa primera mitad de la era del petroleo fue la aceleración. Cada año más y más consumo mundial, más extracción, más utilidades diferentes, pero desde hace ya treina años cada año menos descubrimientos de nuevos yacimientos. Esta primera mitad de la «edad del petroleo» acaba en el momento cumbre de dicha era: El momento en que hemos consumido la mitad de las reservas existentes en el planeta. Ese momento es «ahora» (con más o menos precisión). Este momento se ha dado en llamar «El pico del petroleo».
La primera mitad de la edad del petroleo multiplicó las cosechas: Fué la llamada «revolución verde» de mediados del siglo XX, cuando gracias a la mecanización de los trabajos agricolas y el riego automatizado, y a la utilización de pesticidas y fertilizantes derivados del petroleo, el ser humano aprendió a obtener diez veces más rendimiento del suelo que cuando lo cultivaba por metodos tradicionales. También se multiplicó la población humana. En 1950 la población humana total del planeta erá solo de mil quinientos millones de habitantes. Hoy ya somos más de seis mil millones y seguimos creciendo a pesar de la cantidad de gente (unos cienmil diarios) que muere de hambre y enfermedades perfectamente controlables. Estas son las consecuencias de una economia enloquecida por la borrachera de petroleo y el espejismo liberal.
Sin embargo ahora viene la cuesta abajo.
El petroleo nunca va a volver a ser barato y abundante. Cada dia va a ser más caro y, aunque las reservas declaradas indican que al ritmo actual de consumo (que insisto sigue creciendo) tendremos petroleo (si no creciese el consumo) para 35 años más, lo cierto es que desde los años ochenta la OPEP (Organizacion de Paises Exportadores de Petroleo) asigna las cuotas de producción a cada pais en función de las reservas declaradas. Es decir: Todos los paises exportadores afirman tener más de lo que realmente tienen, con el fin de que se les permita extraer mayor cantidad diaria. En resumidas cuentas, «Pan para hoy y hambre para mañana». Las reservas declaradas pueden ser más falsas que una moneda de un euro y medio con la cara de Aznar.
Tenemos que hacernos a la idea de que el petroleo se acaba, y dejar de pensar que nuestro actual modelo de consumo derrochador es sostenible. Occidente es como una langosta que esquilma la cosecha sin pensar en el dia de mañana. El futuro será muy parecido al pasado: Arar la tierra con mula, viajar en bici o a caballo, la luz por la noche con velas, y en lugar de nevera usaremos sal común. Así vive (aunque a nuestros ojos occidentales nos parezca increible) el ochenta porciento de la población mundial. Así hemos vivido nosotros desde la noche de los tiempos. La «edad del petroleo barato» es solo un sueño temporal que ha llegado a su tope máximo y ahora viene la caida.
Despertemonos sin sobresaltos a ser posible.
Como físico y técnico puedo afirmar que no existe sustituto para el petroleo. Existen en el horizonte alternativas que aún no se dominan (como la energia nuclear de fusión limpia, no confundirla con la fisión que es tremendamente sucia) y que no se van a llegar a dominar hasta dentro de 30 o 40 años como poco. Ninguna energia ni ningún material nos van a salvar del cambio que se avecina en los proximos diez o veinte años. Vaya usted acostumbrandose a la idea de que las cunetas de las carreteras se van a llenar de coches oxidados sin gasolina.
Pero a pesar del panorama inexorable, este fin de la era del petroleo tiene cosas buenas: Dentro de poco, la mano de obra va a volver a ser un valor importante en la economía. Lo cual significa que el ser humano va a volver a valorar el trabajo por encima del capital. La borrachera neoliberal acabará en el momento en que todo va costar tanto como la energía humana necesaria para fabricarlo. Se va a acabar el sueño consumista derrochón. La cooperación y el ahorro no es que vayan a ser buenas: Es que van a ser necesarias para sobrevivir.
De momento ya podemos ir haciendo algunas cosas como consumir menos para ir adaptandonos a la situación de escasez futura. Gastar menos petroleo para movernos no solo beneficiará nuestra economía sino que nos recordará como vivian nuestros abuelos, de los cuales tenemos mucho que aprender para el futuro. Mirando al pasado y extrayendo lecciones en lugar de petroleo saldremos adelante.
Según este panorama complejo, si usamos mañana el autobus para ir al trabajo en lugar del coche privado, no solo ahorraremos dinero: Probablemente estemos salvando vidas en el otro extremo de este increible planeta: El único que conocemos habitado por seres vivos.
Dicen que algunos de ellos son incluso inteligentes…