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Patente sobre el derecho a la vida

Fuentes: Rebelión

La salud se ha convertido en uno de los negocios más rentables de este siglo. Las multinacionales farmacéuticas son un importante lobby económico, y van camino de situarse al mismo nivel que las empresas fabricantes de armamento. Las contradicciones neoliberales no les son ajenas y son fieles representantes del «todo por la pasta». Los intereses […]

La salud se ha convertido en uno de los negocios más rentables de este siglo. Las multinacionales farmacéuticas son un importante lobby económico, y van camino de situarse al mismo nivel que las empresas fabricantes de armamento. Las contradicciones neoliberales no les son ajenas y son fieles representantes del «todo por la pasta».

Los intereses comerciales de las grandes multinacionales farmacéuticas son crecientes, y su influencia política cada vez más patente. Sus intereses en el dominio de los recursos naturales, les ha llevado desde hace un par de décadas a establecer relaciones con los principales mercados de materias primas. Conocida es la vinculación de la empresa farmacéutica Bayer en el saqueo del Congo, con la colaboración del dictador Mobutu Sese Seko. Un buen ejemplo de la implicación de las grandes multinacionales farmacéuticas en la globalización neoliberal.

Sin embargo, tras el negocio del medicamento se esconde una cruda realidad. Los intereses económicos de las multinacionales condicionan las principales líneas de investigación y el desarrollo y venta de nuevos fármacos. Las empresas farmacéuticas dedican millones de dólares al desarrollo de nuevos productos, pero, ¿qué productos son estos? Si nos atenemos al periodo comprendido entre julio de 2003 y junio de 2004, el fármaco más vendido del mundo es la Atorvastatina de Pfizer (11 mil millones de dólares), un fármaco que trata la hipercolesterolemia, en otras palabras, un excelente producto para mitigar una de las enfermedades más frecuentes en el «primer mundo», una enfermedad que por otra parte sería mejor tratada haciendo uso de la prevención, y conllevaría una enorme reducción del gasto sanitario. El segundo fármaco a poca distancia de la Atorvastatina es la Simvastatina de Merck & Co. (6 mil millones de dólares), otro producto contra la hipercolesterolemia que está siendo desplazado por el producto de Pfizer. (Datos de Chem. & Eng. News, 6 Dic 2004, pág 19).

La pregunta que cabe hacerse es si la hipertensión resulta el mayor problema sanitario mundial. Los datos objetivos nos dicen que el SIDA es líder indiscutible, seguido por otras enfermedades como la malaria o la tuberculosis, que han aumentado su prevalencia en la última década. Un último dato, el gasto farmacéutico se reparte de la siguiente manera: Europa, Estados Unidos y Japón copan el 87% del mercado (año 2001). Asia, África y América Latina, que representan a tres cuartas partes de la población mundial superan por poco el 10% del gasto farmaceútico mundial. En otras palabras, este es el precio de la globalización neoliberal, y en consecuencia de un mercado que tiene como máxima la plusvalía y la competencia.

No hay ningún fármaco contra el VIH entre los 10 más vendidos a pesar de que provoca alrededor del 7% de las muertes en todo el mundo, con una especial incidencia en los países del África subsahariana. Países alejados de los grandes focos informativos, donde se producen millones de muertes anuales por falta de las medidas sanitarias más básicas. Las multinacionales farmacéuticas se amparan en sus derechos de patente para explotar fármacos contra el SIDA que son a todas luces inalcanzables para las economías africanas. Sudáfrica avanzó una primera solución cuando su parlamento aprobó en 1997 una ley para poder adquirir medicamentos antirretrovirales a bajos precios (los llamados genéricos, medicamentos idénticos a los originales, pero fuera de patente), saltándose así el derecho de patente que se impone a la fabricación de un fármaco desde que es registrado su descubrimiento hasta un periodo que varía según la legislación de cada país. Las industrias farmacéuticas pararon esta Ley, que atentaba a su «derecho» de patentes, y sobre todo, ponía en duda el primer pilar de sus negocios. Desde el año 1997 se estima que medio millón de personas murieron en Sudáfrica por no poder acceder a un tratamiento eficaz contra el SIDA.

Evidentemente, el que cada cual pague según sus posibilidades, no es un principio válido en el mundo farmacéutico neoliberal. El establishment farmacéutico no quiere ni oir hablar de la posibilidad de comercializar genéricos en países de África contra verdaderas epidemias como son el SIDA, la malaria o la tuberculosis. El mercado impone que el derecho al negocio esté por encima del derecho a la vida.

Un fármaco que en Brasil cuesta poco más de un euro, ve multiplicado por tres su valor en cualquier país africano por las patentes, por supuesto su compra y comercialización en África estaría prohibida por ley. La perversión neoliberal hace que el mercado de las patentes farmacéuticas imponga a ciudadanos de todo el mundo el acceso a un medicamento en igualdad de condiciones sea cual sea su situación económica, y durante plazos que pueden llegar a superar las dos décadas, tiempo después del cual, se pierde el «derecho» de patente, y aparecen los genéricos. En el camino, millones de personas pueden morir por la falta de acceso a un tratamiento adecuado. Las multinacionales farmacéuticas justifican lo injustificable debido al enorme gasto que supone la salida al mercado de un nuevo producto. Esto es una realidad, pero no es menos real que la injusticia de las patentes que pesan sobre países pobres, hacen que los beneficios que las grandes empresas pueden obtener de la venta de sus productos en estos países sean ínfimos. Mientras hacemos estas cábalas, millones de personas agonizan frente a un reducido grupo que se enriquece de una manera muy «legal».

La izquierda anticapitalista tiene por delante el reto de ahondar en la contradicción que imponen las multinacionales farmacéuticas y los derechos de patente, y que atenta de manera flagrante contra el derecho a vida y la salud, que debiera ser universal.