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Entrevista a Alberto Montero, economista

Patronal y reforma laboral

Fuentes: Revista Fusión

La patronal solicita medidas más contundentes para que las empresas puedan afrontar la crisis económica. Entre ellas, una reforma laboral con fórmulas de contratación ‘más flexibles y fáciles para el empresario’. El profesor de Economía Aplicada, Alberto Montero, analiza la propuesta y sus consecuencias. En lo que se supone iba a ser la recta final […]

La patronal solicita medidas más contundentes para que las empresas puedan afrontar la crisis económica. Entre ellas, una reforma laboral con fórmulas de contratación ‘más flexibles y fáciles para el empresario’. El profesor de Economía Aplicada, Alberto Montero, analiza la propuesta y sus consecuencias. En lo que se supone iba a ser la recta final de la negociación social, la patronal vuelve a poner encima de la mesa sus propuestas iniciales. Propuestas que habían sido descartadas desde el primer día por Gobierno y sindicatos. La institución lanza así un nuevo pulso al ejecutivo que tira por tierra aquella imagen que hace unos meses se intentó proyectar, de unidad ante la crisis.


-El Presidente de la Patronal en sus intervenciones públicas intenta dar la imagen de respaldo al Gobierno pero hace algún tiempo, un micrófono abierto recogió una conversación privada donde culpaba de la crisis a los «años de Zapatero» en el Gobierno (El País, 7/5/09) ¿Qué lectura de fondo haces de todo esto?

En una situación de crisis como la actual es evidente que la Patronal no puede plantear una política de confrontación directa con el gobierno porque, evidentemente, ésta no sería entendida y mucho menos respaldada por la mayor parte de la población. Eso provoca que su discurso con los micrófonos abiertos no pueda ser más que el de ofrecer vías de entendimiento con gobierno y sindicatos sin renunciar por ello a lanzar sus propias propuestas acerca de cómo ellos entienden que debería afrontarse esta crisis. Es perfectamente legítimo. Otra cosa es que coincidamos o no en la lectura que hacen de esta crisis y en si las vías de solución que plantean están orientadas en la dirección correcta o buscan simplemente proteger o profundizar su posición de privilegio y, con ello, sus beneficios.

Dicho lo cual, creo que una cosa es lo que dicen en público, que va a estar modulado por el contexto económico y el foro en el que se dice, y otra cosa es lo que piensen en privado.

Y en privado no tengo dudas de que efectivamente entienden que ha sido el gobierno de Zapatero el que ha provocado esta crisis, olvidando que la semilla la sembró el gobierno de Aznar en los años precedentes cuando apostó por un modelo económico profundamente liberal. E igualmente creo que efectivamente piensan que la preocupación por la política social de este gobierno es una rémora para salir de la crisis porque entienden que las ayudas deberían orientarse hacia el empresariado en lugar de destinarse a paliar las situaciones de necesidad de las personas que se han quedado desempleadas.

En cualquier caso, dado el deterioro de la situación económica, el elevadísimo nivel de paro y los problemas que debe enfrentar el gobierno para reconducir la situación la posición de la patronal es profundamente desacertada. Han sido quienes en mayor medida se han beneficiado del periodo de crecimiento previo (basta ver la evolución de la distribución de la renta entre beneficios y salarios durante los últimos años) y, en consecuencia, deberían ser quienes mayor generosidad deberían mostrar en el diálogo social.

-La Institución no se ha limitado a defender entre bastidores la necesidad de un contrato de crisis» bonificado, con un coste de despido más bajo, sino que ha puesto en marcha una ofensiva ideológica -economistas, think tanks y medios- para hacer ver a la sociedad, la necesidad de este cambio si no deseamos sumirnos en una profunda recesión. ¿Qué opinas de esta estrategia? ¿Qué consecuencias tendría su aplicación?

Es la estrategia lógica entre aquellos que controlan los resortes del poder, entre ellos, los medios de comunicación: la utilización de sus centros de pensamiento y de sus canales de expresión para ir generando entre la opinión pública y la ciudadanía la idea de que si una propuesta viene avalada por académicos no puede ser mala. Dicho de otra forma, la idea de que lo que proponen los «técnicos» es mucho mejor que lo que ofrecen los políticos.

En ese sentido, no tardó en aparecer un grupo de 100 economistas que avalaban, con matices, la propuesta de abaratamiento de despido por parte de la Patronal a través de la creación de una nueva forma de contratación y su manifiesto fue difundido con toda la potencia mediática que entendían que merecía el manifiesto.

Yo creo que en un país en el que de los 16.681.237 contratos que se hicieron en 2008, 4,7 millones tuvieron una duración inferior a un mes y, de ellos, 2,7 millones duraron menos de una semana; o en el que algo más del 40% de todos esos contratos se celebraron por menos de tres meses; o en el que la duración media de un contrato es de 78,48 días, el coste del despido no puede ser un problema.

Es un problema la segmentación entre trabajadores que se encuentran sobreprotegidos (los empleados públicos, por ejemplo) y el resto del mercado laboral que sufre las consecuencias de los ajustes cíclicos. Pero de ello no se puede llegar a la conclusión de que hay que igualarlos todos a la baja sino que hay que buscar alguna fórmula que permita una mayor estabilidad en el empleo generalizada.

-Si la actual crisis empezó siendo financiera -especulación, capital de riesgo, avaricia-, ¿por qué el coste de la misma no recae sobre los protagonistas sino una vez más, sobre los trabajadores?

Básicamente por dos motivos. El primero porque el poder está concentrado en estos momentos en la esfera financiera y, por lo tanto, son capaces de introducir en la agenda política y en los planes de rescate que su salvación es prioritaria como base para la recuperación general.

Baste con un ejemplo: una vez reconocida la existencia de una crisis por el gobierno, y a pesar de que ninguna institución financiera se encontraba aparentemente en riesgo (de hecho, sacaban pecho alabando lo sólido de su posición frente a lo que ocurría en el resto del mundo), las primeras medidas aprobadas fueron la creación del Fondo de Adquisición de Activos Financieros para atender las necesidades de liquidez del sistema financiero. En esos mismos momentos, el número de parados ya superaba los 3,5 millones de personas y, sin embargo, el presidente del Gobierno priorizó en su agenda la reunión con los banqueros antes que con los sindicatos.

Creo que la lectura es evidente: fueron capaces de usar su poder para insertar en la agenda política la atención a sus necesidades antes que a las de otros colectivos

Y, en segundo lugar, porque la capacidad de movilización de la clase trabajadora española ha sido desarticulada durante los últimos lustros. Si algún éxito puede atribuirse el neoliberalismo es la desvertebración de la sociedad, la extensión del individualismo y la ruptura de los vínculos de clase tradicionales.

De esa forma, en aquellas sociedades con mayor tradición reivindicativa y de lucha popular, como puede ser la francesa, la gente se ha echado a la calle en cuanto sus derechos se han visto amenazados. Aquí ni los trabajadores que tienen sus puestos de trabajo amenazados ni los ya desempleados son capaces de entender que su situación no es, en gran medida, producto de una mala elección por su parte sino que es la resultante de un sistema que utiliza el empleo como variable de ajuste y que, ante cualquier perturbación, los expulsa del mercado.

-¿Cómo crees tú que debería encararse este problema? ¿Hacia dónde habría que dirigir la atención?

Yo creo que esta crisis debería ser utilizada, sobre todo, para nacionalizar el sistema bancario y hay varios argumentos, derivados de lo que estamos viviendo, que apuntan hacia ello.

En primer lugar, acabamos de comprobar las disfunciones que supone para que las ayudas lleguen a sus destinatarios el que no exista ningún banco público de primer piso en nuestro país. Eso ha dado lugar a que el gobierno haya entregado ayudas públicas a los bancos y que estos las hayan utilizado para cubrir los agujeros de su balance en lugar de hacerlas llegar a sus destinatarios últimos, las familias y empresas.

Igualmente, tampoco tiene sentido que el crédito esté en manos de especuladores que han apostado en los mercados financieros internacionales, han perdido y ahora recurran al Estado para absorber todos los recursos que éste debería estar orientando a la atención a los desempleados y a las pequeñas y medianas empresas que son los principales damnificados de esta crisis. Ello es producto de que han abandonado su función tradicional (captar ahorros y canalizarlos hacia la inversión productiva) y la han sustituido por una meramente especulativa (captar ahorros y canalizarlos hacia la inversión financiera).

Además, aprovechando su condición de músculo del sistema, en cuanto que suministradores de crédito, han priorizado que los planes de rescate antepongan sus intereses a los quienes realmente la están padeciendo.

Por lo tanto, al igual que defiendo que la salud o la educación, en tanto derechos fundamentales, deben ser provistos por el sector público; creo firmemente que lo mismo es de aplicación para el sistema financiero.

Y ese proceso de nacionalización, evidentemente, debe ir acompañado de un cambio en el patrón productivo. Un cambio que no puede improvisarse a golpe de declaración sino que exige de una estrategia a largo plazo.

-¿Qué valoración haces de los Sindicatos? ¿Son consecuentes con la gravedad de la situación en la que se encuentran los trabajadores de nuestro país?

Con respecto a la situación de los sindicatos yo creo que son víctimas de su propia falta de perspectiva, de no haber sabido mantener una política más combativa frente a una serie de cambios en el mercado laboral que, por la vía de multiplicar extremadamente su segmentación, han acabado por desarticular a toda la clase trabajadora.

Igualmente, creo que han desatendido a las partes más débiles del mercado de trabajo, esto es, los trabajadores precarios y los desempleados, a favor de los intereses de sus afiliados que son mayoritariamente trabajadores con una elevada estabilidad en el empleo. Esto ha hecho que pierdan legitimidad ante el conjunto de la clase trabajadora y sean percibidos como meros defensores de los privilegios de algunos en un contexto de deterioro progresivo de los derechos y condiciones de trabajo de la mayoría.

Sí que creo que son consecuentes en la medida en que las propuestas flexibilizadoras que plantea la patronal acabarían por afectar a toda la clase trabajadora. En este sentido, sean cuales fueren sus intereses concretos, su resistencia es ya por sí misma algo necesario.

Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía .

http://revistafusion.com/200907081015/Nacional/Tema/patronal-y-reforma-laboral.htm