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Paul Strand, nunca desesperes

Fuentes: El viejo topo

En mayo de 1935, el fotógrafo y cineasta Paul Strand estaba en Moscú, acompañado del director teatral Harold Clurman y de la productora Cheryl Crawford.

Estaba muy interesado en el teatro soviético, asistió a muchas representaciones y pudo conocer a Eisenstein, Ekk y Dovzhenko; incluso le sugirieron la posibilidad de trabajar para el autor de El acorazado Potemkin, aunque la ocasión no pudo concretarse por cuestiones legales. Strand, que ya tenía una importante obra detrás, no podía imaginar entonces que solo quince años después dejaría los Estados Unidos para siempre. Cuando volvió a Nueva York, Strand se afilió a la American League Against War and Fascism (Liga americana contra la guerra y el fascismo) que había fundado el Partido Comunista de Estados Unidos, CPUSA, en 1933, tras la llegada de Hitler al poder, y que dirigía Harry F. Ward, un cristiano socialista que se enfrentó después al mccarthysmo y a la guerra en Vietnam. Strand, aunque conocía el acoso que sufrían los comunistas, no podía suponer que aquel gesto, viajar a la Unión Soviética y afiliarse a la Liga, le marcaría durante toda su vida, hasta el extremo de que decidió abandonar su país en 1950 en desacuerdo con la asfixiante atmósfera que había impuesto el FBI, aunque la larga mano de la represión anticomunista norteamericana le alcanzaría en Europa anulándole incluso el pasaporte en 1955, impidiéndole salir de Francia durante cuatro años; y que los servicios secretos norteamericanos seguirían espiándole, documentando sus viajes a la República Democrática Alemana, donde, en Leipzig, se hallaba uno de los mejores impresores de sus libros. Volvió a Estados Unidos una década después, en 1959, y repetiría la visita a su país una docena de veces más, incluso con estancias de varios meses, manteniendo una intensa actividad, pero siguió viviendo el resto de su vida en Orgeval, un pueblecito a treinta kilómetros al oeste de París.

 Cuando llegó a Moscú, Strand ya era miembro de la League of American Writers, una asociación antifascista creada también por el Partido Comunista, de la que formaban parte Arthur Miller, Louis Untermeyer, Lillian Hellman y Dashiell Hammett, entre muchos otros, y participaba en la Workers Film and Photo League, WFPL, la Liga de trabajadores del cine y la fotografía que tenía entre sus miembros a Lester Balog, Sam Brody, Sidney Meyers, Leo Hurwitz, Willard Van Dyke, Irving Lerner, Ralph Steiner, y producía documentales sindicales que solo podían verse en locales de izquierda porque tenían vetados los circuitos comerciales. Siempre defendiendo a la clase obrera, esos documentales se proyectaban junto a películas soviéticas, aunque la presión policial y el acoso político forzó después a la Liga a denominarse Film and Photo League, FPL. Strand formó parte de su consejo asesor. En 1937, Strand escenifica y edita Heart of Spain con Leo Hurwitz, una película de Herbert Kline y GezaKarpathi sobre el trabajo de Norman Bethune en la guerra civil española y los estragos de los bombardeos de la aviación fascista sobre la población civil, film que se cierra con frascos de sangre de transfusiones y milicianos desfilando por la plaza de Cataluña de Barcelona ante el Hotel Colón ocupado por el PSUC. En esos años treinta, Strand ya tenía un expediente abierto en el FBI, y se incorporó al American Labor Party, ALP, una pequeña organización que colaboraba con el Partido Comunista; no hay duda de que la proximidad de Strand a los comunistas explica que no le concedieran las becas que solicitó a la Guggenheim en los años cuarenta: comenzaban los años del mccarthysmo y de la caza de brujas, la siniestra persecución de los comunistas norteamericanos que tantas vidas truncó. En 1939 Strandhabía hecho construir una svástica de cinco metros de altura de la que colgó un esqueleto: con ella hizo su fotografía Skeleton / Swastika, Connecticut, cuya sensibilidad remite a Heartfield, y que fue publicada en la portada de una revista teatral de izquierda, TAC, causando un gran impacto: Strand tenía una explícita posición política antifascista, y aunque no trabajaba el fotoperiodismo y en la gran mayoría de sus imágenes no hay referencias políticas directas, defendía un realismo artístico que “tomara partido”, como el que después mostraron De Sica en Ladrón de bicicletas o Rossellini en Roma, cità aperta, que después conocería.

Strand consideraba que el arte y la política tenían objetivos comunes y no dudaba de la responsabilidad social del artista aunque tampoco dudaba en pedir la eliminación de referencias políticas si lo consideraba necesario, como hizo para la cronología de su retrospectiva de 1971 en Filadelfia, porque no ligaba su propio trabajo a un explícito alegato político. Algunos críticos han intentado hilvanar un discurso equívoco, y tramposo, para distanciarlo de su propia trayectoria política, como si su indudable defensa de los trabajadores, su denuncia de los abusos de las grandes empresas y del capitalismo, su apoyo a la paz y a los principios democráticos, y su rechazo a las intervenciones militares norteamericanas y a las guerras impuestas, como en Vietnam, no tuvieran nada que ver con el comunismo por el que tenía evidente simpatía.

   La fundación que conservaba su obra por encargo de su esposa, Hazel Kingsbury, decidió en 1982 donar los negativos de Strand a la Biblioteca del Congreso pero, como si el destino quisiera ejecutar una vieja venganza, la dirección de la Biblioteca los devolvió cuatro años después a la fundación Strand. Así, los fondos acabaron en el Philadelphia Museum of Art, cuyos archivos acumulan hoy casi cuatro mil fotografías de Strand.  

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 Su padre, Jacob Stransky, un hombre de origen judío que procedía de las tierras bohemias del imperio austrohúngaro, se dedicaba a vender vajillas esmaltadas en Brooklyn, y cambió el apellido de la familia, Stransky, por Strand, cuando su hijo Paul tenía cinco años. Paul se forma en Ethical Culture School de Nueva York, conoce a Lewis W. Hine y su street photograpy, fotografía callejera, de clara vocación social, y con apenas diecinueve años se une al Camera Club de Nueva York, donde colaborará durante casi treinta años, y decide dedicarse a la fotografía haciendo retratos de personas, que entonces tenían mucha demanda. Trabaja con su padre y después en una compañía de seguros. En 1911 viaja durante siete semanas por Italia, Suiza, Alemania, Francia, Gran Bretaña y Argelia, y al año siguiente recorre Estados Unidos haciendo fotografías por encargo, como hará también en 1915. Se interesa por el arte que publica Alfred Stieglitz en Camera Work, que va de Matisse y Picasso a Rodin y Kandinski, junto a textos literarios de vanguardia, y el joven Strand se relaciona con Picabia, Duchamp, Charles Sheeler, Clarence H. White. En 1916 hace su primera exposición en la galería 291 de Stieglitz, donde expone la fotografía Quinta Avenida con la calle 42, de Nueva York, con el carruaje tirado por un caballo y los primeros automóviles, y ensaya imágenes con la abstracción y también detalles de maquinaria industrial, de rodamientos de bolas Hess, de correas de ventilador, de las que expondrá algunas en el Camera Club. En los años siguientes hace retratos, toma escenas de calle, de instalaciones médicas castrenses: se había incorporado al ejército en 1918, pero pasa menos de un año porque es licenciado a causa de su mala salud. En 1922, se casó con la pintora Rebecca Salsbury, y se divorció en 1933; después, lo hizo con la actriz Virginia Balch en 1936, matrimonio que termina en 1949, y finalmente con la fotógrafa Hazel Alden Kingsbury con quien se une en 1951.

   En 1920, Strand trabaja por primera vez en el cine, en Manhattan, un cortometraje que realiza con el fotógrafo y pintor Charles Sheeler donde se ven escenas urbanas neoyorquinas combinadas con versos de Walt Whitman, film que entonces fue todo un manifiesto vanguardista; mientras, expone sus fotografías y en 1922 compra una cámara para rodar que había inventado el naturalista Carl Ethan Akeley, que cambiará por una Graflex en 1929. Con la cámara Akeley, Strand hace trabajos comerciales durante una década, filmando desde carreras de caballos hasta partidos de fútbol, combates de boxeo, escuelas y hospitales, mientras piensa en ir a fotografiar a los indios pueblo de Nuevo México y Arizona. Su trabajo en el cine le absorbe en esos años y a partir de 1931 colabora con el Group Theatre de Nueva York, una agrupación que rechazaba el teatro comercial de Broadway y representaba los conflictos reales y la vida de los trabajadores, de la mano de Clifford Odets, Lee Strasberg, Harold Clurman, todos influidos por el método Stanislavski. Conoce también al novelista Waldo Frank y al compositor Aaron Copland, que después será asimismo investigado por la policía por apoyar al Partido Comunista. Strand tiene ya una marcada simpatía por el socialismo, que aumentará en sus años mexicanos.

   La exposición de Diego Rivera en el MoMA, en 1932, le abre el universo mexicano; su matrimonio con Rebecca Salsbury se ha deteriorado, deja de relacionarse con Stieglitz y abandona Nueva York. Invitado por el gobierno de Abelardo Rodríguez Luján, viaja entonces a México y allí fotografía a personas sin que ellas se percaten; al año siguiente organiza una exposición de sus obras, recorre el país durante seis meses captando todo tipo de escenas, y consigue un trabajo en Ciudad de México como maestro de escuela; en el verano se divorcia de Rebecca. En 1934, Strand pasa a ser director de fotografía y cine en la Secretaría de Educación Pública mexicana, y trabaja durante meses en el rodaje de Redes, una película que aborda la lucha de unos pescadores contra la explotación que padecen, dirigida por Emilio Gómez Muriel y Fred Zinnemann, que se rueda en la laguna de Alvarado, cerca de Veracruz; allí, Strand, además de escribir el guion junto a Agustín Velázquez Chávez y Henwar Rodakiewicz, se encargó de la fotografía y quiso que interviniesen en la película los propios pescadores de Veracruz, sin recurrir a actores profesionales.

   Al año siguiente, trabaja en Texas y en Nebraska, con Hurwitz y Steiner, con quienes dirigirá Frontier Films, una cooperativa que crean en 1936 para producir películas donde se muestre la dura situación de los trabajadores norteamericanos (la productora hará en 1940 una crónica sobre la huelga en la General Motors del año anterior) y se aborden algunos conflictos internacionales para denunciar el auge del fascismo, como el documental China Strikes Back sobre la agresión japonesa a China, que crean hilvanando fragmentos de otros autores. Esa atención hacia China se concreta también en iniciativas como la que Strand (junto a Anton Bruehl, Margaret Bourke-White y Ralph Steiner) promueve en 1938 para recaudar fondos en solidaridad con el pueblo chino. En 1938, la productora estrena ReturntoLife, sobre la guerra civil española, dirigida por Cartier-Bresson y Herbert Kline. Frontier Films también tenía la pretensión de renovar el lenguaje de los documentales, y contaba con Elia Kazan y John Howard Lawson, quien en 1947 sería uno de los diez perseguidos de la Hollywood blacklist por los sabuesos anticomunistas del mccarthysmo. Strand participa además en la productora de izquierdas Nykino, que dirigirá. En esa época, mientras el MoMA inaugura una exposición de fotografías de Moholy-Nagy, Man Ray, Edward Weston y suyas, Strand vive en el 61 de la calle 9 East, junto a Broadway, hasta que en 1941 se muda al 134 de la 4 West.

 La solidaridad con la Rusia revolucionaria también ocupa su atención; en 1937 firma el Golden Book of American Friendshipwith The Soviet Union dirigido al presidente soviético Kalinin, para celebrar el  vigésimo aniversario de la revolución, y al año siguiente empieza a rodar Native Land con Leo Hurwitz, y con Paul Robeson como narrador en la película, sobre el acoso de la policía y de los matones de la patronal a los sindicalistas norteamericanos, film que termina en 1941. La película fue censurada en algunas ciudades porque en ella aparecía la matanza de diez sindicalistas que había perpetrado la policía en Chicago el 30 de mayo de 1937 disparando contra una manifestación de huelguistas de la Republic Steel Corporation. En 1939, Strand, junto con Margaret Bourke-White, Berenice Abbott, Barbara Morgan y otros fotógrafos, organiza una gran muestra de fotografía para la New York World’s Fair, una exposición internacional que se abrió con el lema The World of Tomorrow, aunque el mundo ya presentía pólvora y camposantos. Como muchos otros intelectuales y artistas estadounidenses, Strand está muy preocupado por el ascenso del nazismo y el fascismo: en 1939, suscribe con varios centenares de firmantes un llamamiento para la unidad de las fuerzas antifascistas, por el Frente Popular y por la colaboración con la Unión Soviética, y firma también cartas apoyando al Partido Comunista y el esfuerzo de guerra contra el nazismo. En abril de 1940 se dirige a Roosevelt denunciando el “acoso a los dirigentes comunistas” en Estados Unidos. No en vano, el Comité de Actividades Antiamericanas, HUAC, se había creado en 1938 dirigido por Martin Dies, antes de la llegada de McCarthy, aunque la persecución se remontaba a 1919 con el senador anticomunista Lee Slater Overman.

   En los años cuarenta Strand es más conocido como cineasta que como fotógrafo, pero sigue preocupado por la fotografía: publica Photographs of Mexico. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial difunde porfolios, expone, asiste a proyecciones, trabaja en películas, milita en todas las iniciativas de izquierda para fortalecer la alianza de Estados Unidos con la Unión Soviética en la lucha contra el nazismo, denuncia la persecución del FBI contra los comunistas, ejerce como profesor en Astor Place, cerca de Washington Square, en una escuela que habían abierto profesores despedidos por su militancia comunista, y aunque sigue interesado en el cine vuelve a la fotografía para colaborar con Hurwitz y Nancy Newhall en un gran fotomontaje en honor a Roosevelt, quien invita a la Casa Blanca a más de doscientos intelectuales y artistas, Strand entre ellos, en enero de 1945: al presidente le quedaban menos de tres meses de vida. En la primavera de ese año, el MoMA abre una retrospectiva de la obra de Strand, la primera que el museo hace sobre un fotógrafo: es un artista reconocido y valorado, y la muestra viaja después a San Francisco, Seattle y Cleveland. Strand decide también publicar un libro, Time in New England, con Nancy Newhall (crítica y conservadora del MoMA, que ya había hecho un trabajo semejante con Edward Weston), que aparece cinco años después con un centenar de fotografías y textos de Newhall. La guerra termina con el horror de Hiroshima y Nagasaki, que golpea la conciencia de toda la izquierda norteamericana.

   En los años siguientes, Strand toma fotografías por el país, mientras se recrudece la persecución política y el fiscal general acusa a la Photo League de ser una organización comunista, a la que perseguirán hasta lograr disolverla en 1951. Strand no se resigna, protesta por The airon courtain (El telón de acero), una película de William A. Wellman ferozmente anticomunista que se estrena en 1948 y que llevó a Shostakóvich a demandar a la 20Century-Fox Film por saquear su música sin permiso. Pero la represión no se detuvo: en febrero de 1949, Strand denuncia las acusaciones del gobierno a doce dirigentes comunistas y exige a Truman y al fiscal general, Tom C. Clark, que retiren los cargos contra ellos, falsos a todas luces. Asiste entonces a la Conferencia por la paz mundial del Waldorf-Astoria que convoca el National Council of Arts, Sciences and Professions, NCASP, una organización que los esbirros del mccarthysmo calificaron también de comunista, de la que Strand formaba parte de su dirección. Durante el verano viaja al festival de cine de Mariánské Lázně, en la Checoslovaquia presidida por el dirigente comunista Klement Gottwald; allí recibe un premio del certamen y pasa varias semanas en el país, algo que en el inicio de la guerra fría no le perdonan en Estados Unidos. Después viaja a Perugia, donde conoce al director Pudovkin y a Zavattini, el guionista de Ladrón de bicicletas, y a París, donde encuentra a Brassaï.

 Vuelve a Nueva York a finales de 1949, pero apenas mes y medio después parte de nuevo con Hazel Kingsbury para vivir en Francia; se instalan en el 98 del bulevar Blanqui de París, hasta que en 1955 se trasladan a Orgeval. Es entonces cuando empieza a pensar y mostrar su obra preferentemente en formato de libro. Dos años después ha publicado, en 1952, Le profil de France, un perfil del país que realiza con el poeta Claude Roy sobre un pequeño pueblo de la Charente donde recoge la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Después seguirá agrupando sus fotografías con otros libros: Un paese, en 1955; Tira’Mhurain, de 1962; Living Egypt, en 1969; y Ghana. An African Portrait, que aparece en 1976, año de su muerte.

   En 1953 conoce a Braque, y se mueve en los círculos intelectuales de izquierda parisinos, fotografía a Simone de Beauvoir, Braque, Sartre, Picasso, Giacometti. En 1959, se reúne con Mijaíl Shólojov en París para estudiar el proyecto de un libro sobre la región del Don, que no llegará a concretarse, y cuatro años después le sugiere a Yevgueni Yevtushenko hacer un libro sobre Siberia. En el verano de 1960 viaja por Rumanía tomando fotografías para un libro que finalmente no llegó a hacer, como tampoco compondrá el que pretendía realizar sobre Marruecos, adonde fue en 1962. En 1961, se publica en Praga un volumen sobre su obra, Paul Strand: era ya una figura reconocida en todo el mundo desde hacía años, y en 1965 el presidente Johnson lo invita a cenar en la Casa Blanca, atención que Strand rechaza en protesta por la agresión norteamericana a Vietnam. Al año siguiente viaja a México para hacer fotografías que después aparecerán en el libro The Mexican Porfolio, con un prólogo de Siqueiros. Hasta su muerte en 1976 realiza numerosas exposiciones en países europeos y en Estados Unidos, como la Paul Strand Photographs en el Metropolitan de Nueva York en 1973, retrospectivas en museos, del Pompidou de París al Kultur huset de Estocolmo, y publica libros. Era incansable.

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   Desde la straight photography, fotografía directa, que Alfred Stieglitz había desarrollado mientras luchaba por conseguir el reconocimiento de esa disciplina, y que Strand también cultivó, las páginas de Camera Work sirvieron para alojar al joven fotógrafo en 1917, cuyas imágenes ya no tenían nada que ver con el pictorialismo. Allí aparece su mujer ciega, y la obesa matrona neoyorquina que bosteza. Stieglitz había fundado Photo-Secession en 1902, que albergará a Alvin Langdon Coburn y sus fotografías urbanas, inclinación que también desarrollará el primer Strand. Las fotografías experimentales de sus primeros años, jugando con la geometría, con miradas excéntricas y nuevas sobre los objetos, las escenas de calles neoyorquinas en la estela de la Nueva objetividad, de objetos inanimados y oscuros, de personas desvalidas que encuentra en Manhattan, son impactantes y conmovedoras, pero también su obra posterior es muy relevante, desde las fotografías de detalles campestres a la vida en el campo, a las personas que trabajan, y su extensa producción de retratos está presidida por un gran respeto hacia sus modelos, voluntarios o involuntarios. Los rostros de trabajadores, de náufragos de las calles, de campesinos, tienen a veces una rotundidad clásica, como el muchacho de Gondeville, la anciana de Washington Square o el herrero de Luzzara. Strand tomaba imágenes callejeras, sorprendentes escenas del Quebec, reveladoras fotografías de un perdido pueblo italiano, Luzzara (patria de Zavattini, a quien conoció en 1949) en la Emilia-Romagna, que el guionista italiano le había recomendado, con las que Einaudi le publicará el libro Un paeseen 1955, con textos de Zavattini, bajo la influencia del neorrealismo. En ese volumen se encuentran ecos del American Exodus, libro que Strand conocía y que había publicado en 1939 Dorothea Lange con su marido, Paul S. Taylor; y también rasgos de los relatos de Sherwood Anderson en Winesburg, Ohio. Strand tiene una mirada que aspira a recoger la diversidad del mundo: son las imágenes de Egipto, donde pasa varios meses en 1959 para el libro Living Egypt que después será editado en la RDA, y adonde regresó en 1965 para fotografiar la presa de Asuán; las de Ghana, que recorre en el otoño de 1963 hasta principios de 1964 para un libro que contaba con el aval del presidente Nkrumah, a quien también fotografiará. También, las fotografías de Marruecos, de Francia, de Estados Unidos. En Ghana, Strand comprobaría una vez más la política de su país: dos años después, el antiimperialista Nkrumah sería derrocado, mientras estaba de viaje a China, por un golpe militar urdido por Estados Unidos.

 Su Mujer ciega, Nueva York, de 1916, con el cartel (Blind) colgando del pecho, ilustra la forma de trabajar de sus primeros años y su interés por los náufragos del capitalismo; y sus diferentes tomas del viaducto de Riverside Drive y la casa de Truckman, un transportista de carruajes, con los grandes carteles publicitarios al fondo y los almacenes de ruedas de coche, muestran el caos del paisaje urbano y las cicatrices y andrajos que la plutocracia dejaba a su paso modelando las ciudades industriales. Strand era meticuloso, trabajaba con calma, dedicando todo el tiempo necesario para una fotografía, y muchos de sus retratos de personas anónimas forman parte de la noche invisible del siglo XX. Cuando en 1954 viajó a las Hébridas de Escocia con objeto de tomar imágenes para un libro, fotografió a una anciana, Kate Steele (cuyas manos y rostro arrugado se ven en una escena capturada por Hazel Kingsbury, con Strand cubierto por el paño), de  ojos cansados y semblante recogido en un pañuelo negro que recuerda a la mirada escéptica de la mujer del panadero de Luzzara que había tomado unos años antes. La cultura popular aparece con mucha frecuencia en sus imágenes,  que a veces evocan sorprendentes semejanzas, como esa fachada vasca de Arbonne, de 1951, que parece una composición de Mondrian en blanco y negro. Al final de su vida, Strand escribió: “Me considero un explorador que ha utilizado su vida para un largo viaje de descubrimiento”.

Los retratos de la familia Lusetti, de Luzzara, o Bicicletas de trabajadores, en el mismo lugar, que aparecen en Un paese, son un reflejo en la obra de Strand de la cultura antifascista que estaba reconstruyendo Italia. Pero si Strand fue evolucionando en su fotografía y se aprecian notables diferencias entre las imágenes experimentales de su juventud y las posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tenía la misma mirada, aunque matizada por el paso de los años, para los Estados Unidos de Roosevelt, el México de Abelardo L. Rodríguez, la Italia de Luigi Einaudi y De Gasperi, para la Rumanía socialista de Ion Gheorghe Iosif Maurer, el Egipto de Nasser o la Ghana de Nkrumah, con una evidente identidad democrática por encontrar la dignidad de quienes trabajan, el fuego que nutre la lucha contra la tiranía de la plutocracia, y el socialismo que sustenta su energía, presentes en la propia elección de los lugares que visita, el Egipto del panarabismo socialista o la Ghana del panafricanismo que apoya los movimientos de liberación contra el colonialismo europeo.

Había empezado en la lejana Nueva York de principios del siglo XX tomando imágenes de la naturaleza, y en sus últimos días volvió a centrarse en ella, en su jardín de Orgeval. Durante setenta años, Strand no paró de tomar fotografías, defendió la revolución soviética y la china, e intentó encontrar puntos de colaboración de los dos países con Estados Unidos, creyendo que ello redundaría en unas mejores relaciones y fortalecería la paz en el mundo. Una de sus fotografías, tomada en 1964 en la terminal de autobuses de Acra, en Ghana, muestra una destartalada furgoneta, con los pasajeros en su interior esperando la salida, junto a una niña que vende el pan que transporta en la cabeza. En la chapa del vehículo, una leyenda pintada: “Neverdespair”. Nunca desesperes.

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