Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Un pensamiento de gran importancia: Estoy harto de lo que llaman «patriotismo.»
Los pilotos japoneses que bombardearon Pearl Harbor estaban siendo patriotas. Los alemanes que apoyaron a Hitler y sus conquistas estaban siendo patriotas, luchaban por la Patria. Y todos los dictadores militares latinoamericanos que derrocaron gobiernos democráticamente elegidos y torturaron rutinariamente a la gente estaban siendo patriotas – salvaban a su querido país del «comunismo.»
General Augusto Pinochet de Chile: «Quisiera ser recordado como un hombre que sirvió a su país.» [1]
P.W. Botha, ex presidente del Sudáfrica del apartheid: «No me voy a arrepentir. No voy a pedir favores. Lo que hice, lo hice por mi país.» [2]
Pol Pot, asesino masivo de Camboya: «Quiero que sepáis que todo lo que hice, lo hice por mi país.» [3]
Tony Blair, ex primer ministro británico, defendiendo su papel en el asesinato de cientos de miles de iraquíes: «Hice lo que pensaba que era correcto para nuestro país.» [4]
No os aburriré con lo que ha dicho George W. Bush.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. dio sermones morales a sus prisioneros alemanes y al pueblo alemán sobre la inadmisibilidad de alegar que su participación en el holocausto era por obediencia a su gobierno legítimo. Para probar lo inadmisible que era esa defensa desde el punto de vista legal, los aliados de la Segunda Guerra Mundial ahorcaron a los principales ejemplos de tan patriótica lealtad.
Una vez me preguntaron después de una charla: «¿Ama a EE.UU.?» Respondí: «No.» Después de detenerme unos pocos segundos para que se dieran cuenta, y de varias risitas nerviosas en la audiencia, continué: «No amo a ningún país. Soy ciudadano del mundo. Amo ciertos principios, como ser los derechos humanos, las libertades cívicas, la democracia, una economía que ponga a la gente antes que los beneficios.»
No hago mucha distinción entre patriotismo y nacionalismo. Algunos escritores igualan el patriotismo con la fidelidad al propio país y gobierno, mientras definen el nacionalismo como sentimientos de superioridad étnica-nacional. Defínase como se quiera, en la práctica las manifestaciones psicológicas y conductuales del nacionalismo y del patriotismo – y el impacto de semejantes sentimientos sobre las políticas reales – no son fácilmente distinguibles.
Howard Zinn ha calificado el nacionalismo como «una serie de creencias enseñadas a cada generación en las cuales la Madre Patria o la Patria es un objeto de veneración y se convierte en una causa ardiente por la cual uno llega a estar dispuesto a matar a los hijos de otras Madres Patria o Patrias.» [5]… «El patriotismo es utilizado para crear la ilusión de un interés común compartida por todos en el país.» [6]
Fuertes sentimientos de patriotismo yacen cerca de la superficie en la gran mayoría de los estadounidenses. Están enterrados a más profundidad en los más «liberales» y «sofisticados», pero siempre son accesibles, e inflamables.
Alexis de Tocqueville, el historiador francés de mediados del Siglo XIX, comentó sobre su larga estadía en EE.UU.: «Es imposible concebir un patriotismo más problemático y más palabrero; aburre hasta a los que están dispuestos a respetarlo.» [7]
George Bush Sr., al perdonar al ex Secretario de Defensa, Caspar Weinberger, y a otros cinco en conexión con el escándalo Irán-Contra de armas-por-rehenes: «Primero, el común denominador de su motivación – hayan sido correctas o equivocadas sus acciones – fue el patriotismo.» [8]
¡Qué bajo vientre primitivo tiene esta sociedad racional! EE.UU. es el país más patriótico, así como el más religioso del así llamado mundo desarrollado. Todo el asunto del patriotismo estadounidense puede ser comprendido mejor como el mayor caso de histeria colectiva en la historia, por medio del cual la multitud adora su propio poder como policías de la única superpotencia del mundo, un sustituto para la falta de poder en el resto de sus vidas. El patriotismo, como la religión, satisface la necesidad de la gente de tener algo más grande en lo que pueden aferrar sus vidas individuales.
Así que este 4 de julio, queridos compatriotas estadounidenses, algunos de vosotros alzaréis vuestros puños y gritaréis: «¡U! ¡S! ¡A! ¡U! ¡S! ¡A!». Y desfilaréis con vuestras banderas y vuestras imágenes de la Estatua de la Libertad. Pero ¿sabéis que el escultor copió la cara de su madre para hacer la estatua, una mujer dominante e intolerante que había prohibido a otro hijo que se casara con una judía?
«Patriotismo,» dijo brillantemente el doctor Samuel Johnson: «es el último refugio de un sinvergüenza.» Ambrose Bierce no estuvo de acuerdo – Es, dijo, el primer refugio.
«El patriotismo es la convicción de que este país es superior a todos los demás porque habéis nacido en él.» George Bernard Shaw
«Las acciones son tenidas como buenas o malas, no en atención a sus propios méritos, sino de acuerdo a quién las realiza, y prácticamente no hay clase alguna de barbarie -tortura, la toma de rehenes, trabajo forzado, deportaciones en masa, penas de cárcel (o ejecuciones) sin juicio previo, falsificación, asesinato, el bombardeo de poblaciones civiles- cuya calificación moral no cambie cuando es cometida por «nuestro» bando.
«Los juramentos de lealtad son señales de Estados totalitarios, no democracias,» dice David Kertzer, antropólogo de la Universidad Brown que se especializa en rituales políticos. «No puedo pensar en una sola democracia, excepto EE.UU., que tenga un juramento de lealtad.» [10] O, podría haber agregado, que insiste en que sus políticos luzcan su patriotismo colocándose un alfiler con la bandera. Hitler criticó a los judíos alemanes y a los comunistas por su internacionalismo y su falta de patriotismo nacional. Junto con Mussolini en Italia el Führer exigió que los «verdaderos patriotas» juraran y exhibieran su lealtad a sus respectivas patrias. Los gobiernos democráticos de posguerra de ambos países hicieron un esfuerzo conciente por minimizar esas demostraciones de orgullo nacional.
(Por extraño que parezca, el Juramento de Lealtad Estadounidense fue escrito por Francis Bellamy, miembro fundados en 1889, de la Sociedad de Socialistas Cristianos, un grupo de pastores protestantes que afirmó que «las enseñanzas de Jesucristo llevan directamente a una forma o formas de socialismo.»)
Después de la invasión soviética de Afganistán en 1979, pudimos leer que hay «ahora un alto grado de patriotismo en la Unión Soviética porque Moscú actuó impunemente en Afganistán y por lo tanto subrayó quien es el verdadero poder en esa parte del mundo.» [11]
«Durante todo el Siglo XIX, y particularmente durante su segunda mitad, había habido un gran desarrollo de este nacionalismo en el mundo… Se enseñaba nacionalismo en las escuelas, era acentuado en los periódicos, predicado y escarnecido y cantado a los hombres- Se convirtió en una monstruosa hipocresía que ensombrecía todos los temas humanos. Se llevaba a los hombres a sentir que eran tan inadecuados sin una nacionalidad como sin sus ropas en una reunión multitudinaria. Los pueblos orientales, que nunca habían oído hablar de nacionalidad, la aceptaron como lo hicieron con los cigarrillos y los sombreros de hongo de Occidente.» H.G. Wells, escritor inglés. [12]
«La existencia misma del Estado exige que haya alguna clase privilegiada vitalmente interesada en mantener esa existencia. Y son precisamente los intereses de grupo de esa clase los que son llamados patriotismo.» Mikhail Bakunin, anarquista ruso. [13]
«Me parece una terrible indignidad tener un alma controlada por la geografía.» George Santayana, educador y filósofo estadounidense.
——————–
William Blum es autor de «Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II,» «Rogue State: a guide to the World’s Only Super Power.» y «West-Bloc Dissident: a Cold War Political Memoir.»
Para contactos: [email protected]
NOTAS
[1] Sunday Telegraph (London), July 18, 1999
[2] The Independent (London), November 22, 1995
[3] Far Eastern Economic Review (Hong Kong), October 30, 1997, artículo de Nate Thayer, páginas 15 y 20
[4] Washington Post, May 11, 2007, p.14
[5] «Passionate Declarations» (2003), p.40
[6] ZNet Magazine, May 2006, entrevista de David Barsamian
[7] «Democracy in America» (1840), capítulo 16
[8] New York Times, December 25, 1992
[9] «Notes on Nationalism», p.83, 84, in «Such, Such Were the Joys» (1945)
[10] Alan Colmes, «Red, White and Liberal» (2003), p.30
[11] San Francisco Examiner, January 20, 1980, citando a un «alto diplomático soviético.»
[12] «The Outline of History» (1920), vol. II, chapter XXXVII, p.782
[13] «Letters on Patriotism», 1869