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Entrevista a Manuel Aznar Soler y José Ramón López García

Pensar la ausencia

Fuentes: Infolibre

– Manuel Aznar Soler y José Ramón López García han reunido en un diccionario la memoria de los creadores que marcharon al exilio tras la Guerra Civil – Su trabajo, publicado en cuatro tomos por Renacimiento, es un homenaje a esos intelectuales a los que «el franquismo condenó al silencio y al olvido» Ha sido […]

– Manuel Aznar Soler y José Ramón López García han reunido en un diccionario la memoria de los creadores que marcharon al exilio tras la Guerra Civil

– Su trabajo, publicado en cuatro tomos por Renacimiento, es un homenaje a esos intelectuales a los que «el franquismo condenó al silencio y al olvido»

Ha sido un trabajo largo y difícil. Manuel Aznar Soler y José Ramón López García han editado al fin su Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939 (Renacimiento, 2016), cuatro volúmenes labrados durante años con el trabajo colectivo del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL). Los investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona se proponían recuperar, para otros investigadores y para la memoria colectiva, la actividad a menudo olvidada de los autores que cruzaron el charco tras la Guerra Civil. Luis García Montero hace memoria junto a ellos en esta entrevista.  

Pregunta. En Campo de los almendros, la novela con la que Max Aub cerraba El Laberinto Mágico, hay una famosa escena en la que un padre le pide a su hijo que mire a los derrotados republicanos y que no olvide nunca la grandeza de su lucha. Están sucios, cansados, rotos, pero son lo mejor del mundo, los que se han atrevido a luchar contra el asalto del fascismo. Un trabajo como este Diccionario es heredero de ese deseo: no olvidar. Me ha resultado emocionante el tono de rigor profesional que se utiliza en el prólogo de este «atlas de los distintos mapas de nuestro exilio republicano». Pero se sienten latir los años de apuesta apasionada. ¿Cuánta pasión y compromiso caben en una tarea profesional? He leído y consultado vuestro esfuerzo como un alegato contra la tecnocracia de los que quieren imponer una idea desvinculada del saber en las universidades. Aquí el saber tiene una evidente dimensión ética.

En 1993 se constituyó en la Universitat Autònoma de Barcelona el Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL). En el manifiesto se planteaba la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio como una tarea «prioritaria y urgente». Quiero preguntaros por la prioridad y la urgencia. Habían pasado 18 años de la muerte del dictador, 15 de la Constitución… ¿Qué pasaba con la memoria del exilio? ¿Era normal la falta de atención? Muchos exiliados aún estaban con vida cuando nos llegó la democracia por la que había luchado.

Respuesta . Ya en el Manifiesto fundacional de nuestro Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) esa «evidente dimensión ética» que destacas se explicaba con claridad. En efecto, el GEXEL es un grupo de investigación, adscrito al Departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), que se constituyó formalmente el 30 de enero de 1993 con la aprobación por parte de sus miembros fundadores de un Manifiesto donde se explicaban sus objetivos y proyectos, algunos fragmentos del cual nos parece necesario recordar ahora:

El GEXEL se constituye como un grupo de investigación (…) que se plantea como tarea prioritaria y urgente -una tarea de evidentes implicaciones éticas y políticas- la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio republicano español de 1939. (…)

El mejor homenaje a un escritor, vivo o muerto, consiste en leerlo, tarea particularmente difícil en el caso del exilio. Al margen de aquellos autores cuya obra ha sido total o parcialmente recuperada, una gran parte de nuestros escritores exiliados nos son aún hoy inaccesibles, ya que muchos de sus libros no figuran en bibliotecas públicas, catálogos editoriales o librerías.

En suma, que la mayoría de nuestros escritores exiliados, a quienes la política del franquismo condenó al silencio y al olvido, siguen siendo escritores ignorados.

Apelamos a la conciencia y a la sensibilidad de la sociedad española para que repare esta injusticia y salde, de una vez por todas y con la debida dignidad, esa deuda moral contraída con aquellos españoles que pagaron con el destierro forzoso su fidelidad a la legalidad democrática republicana y su defensa de la libertad de nuestra cultura. Apelamos a la necesidad y urgencia de recuperar este patrimonio cultural y literario. Olvidarse del exilio republicano, ahora que aún puede reconstruirse buena parte de su historia documental y literaria, sería su segunda muerte, acaso ya definitiva.

Estamos firmemente convencidos de que la recuperación de nuestro exilio debería haber sido una cuestión de la política de Estado y de que, salvo iniciativas puntuales cuyo mérito sería injusto no reconocer, el exilio constituye una asignatura pendiente de la política cultural de la España democrática y, especialmente, de un gobierno cuyo partido luchó en defensa de aquellos mismos valores. Estamos firmemente convencidos de que la recuperación del exilio no puede quedar abandonada únicamente a la iniciativa privada, por bienintencionada que ésta sea, y por ello recabamos la ayuda para nuestro proyecto de las instituciones del Estado: Gobierno Central, Gobiernos Autonómicos, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos. Nos gustaría que el pueblo español pudiese leer lo antes posible a los escritores del exilio republicano de 1939 cuyas obras aún no han sido reeditadas y que esta literatura desterrada regresara a su tierra y a su público, es decir, estuviera a su alcance en las librerías o bibliotecas.  

Desde 1993, para el GEXEL investigar, editar, estudiar y divulgar la literatura de nuestro exilio republicano de 1939 no era una cuestión puramente académica, que naturalmente lo es y que hemos tratado de realizar con el máximo rigor científico, sino que desde el principio implicaba también un compromiso ético y político, porque reconstruir nuestra memoria republicana es reconstruir sencillamente la historia de nuestra tradición cultural y democrática más inmediata. En enero del próximo año 2018 nuestro GEXEL va a cumplir sus primeros veinticinco años de edad y, por desgracia, la recuperación del patrimonio literario de nuestro exilio republicano de 1939 sigue siendo una asignatura pendiente de la política cultural del Estado y de la sociedad democrática española.

¿Nuestra democracia fue la democracia por la que habían luchado? Siempre me ha llamado la atención el sentimiento de tristeza que hay en algunas «vueltas» o visitas. La España de los últimos años 60 se integra en el capitalismo avanzado europeo. Pese a las luchas clandestinas, la sociedad avanza hacia unos valores que tienen más que ver con el consumo que con la tradición republicana. ¿Empieza en este momento el tipo de Transición que se desarrolló después? Creo que es importante tener en cuenta la mirada de los exiliados para analizar el tan debatido tema de la Transición española.

R . Creemos que el franquismo reconvertido en democrático de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez impuso durante la Transición unas reglas del juego (amnistía por amnesia, por ejemplo) en las que el exilio republicano de 1939 quedaba condenado de nuevo al silencio y al olvido que había padecido durante la dictadura militar franquista. Desde la convicción de que el dilema real era dictadura o democracia, y que el dilema entre monarquía o República era irrelevante, los partidos políticos que habían luchado por la democracia -entre ellos el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista de España, vencidos en 1939-, aceptaron las reglas fundamentales de esa democracia «controlada». Por ello, obviamente, la mayoría de los exiliados republicanos sintieron un temprano desencanto, una profunda decepción, ante una Transición democrática que los derrotaba por segunda vez, que los convertía de nuevo en víctimas del silencio y del olvido. Los propagandistas de la derecha y algunos socialdemócratas que sostienen que nuestra Transición fue «modélica», ignoran que el precio que debió pagarse fue muy alto, y que el olvido y el ninguneo del exilio republicano de 1939 fue parte de esa factura.

P. Los escritores son sólo una parte del número alto de españoles y españolas que salieron al exilio cuando la república perdió la guerra. Pero es una parte significativa, porque a través de sus poemas, sus narraciones, sus dramas y sus ensayos podemos hacernos una idea del significado histórico y sentimental de aquel exilio. Lo que pudo sentir cualquier persona al cruzar la frontera después de la derrota para buscar un nuevo horizonte. Me gustaría que intentaseis definir ese sentimiento.

R . «Entre España y México» es un poema antológico de Pedro Garfias , escrito a bordo del Sinaia, en el que hay un verso, concretamente el noveno, que significa todo un programa de acción política:

España que perdimos, no nos pierdas

Los exiliados republicanos perdieron España, pero desgraciadamente España perdió en 1939 la riqueza cultural y la calidad intelectual del patrimonio literario y político de nuestro exilio republicano. Ya hemos dicho que, desgraciadamente, ha faltado una verdadera política cultural de Estado desde 1975 hasta hoy. Sin embargo, han existido oportunidades históricas desperdiciadas como, por ejemplo, la del año 1992, con la conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de América, del Encuentro entre España y América. Entonces el Gobierno de Felipe González derrochó dinero en la Expo de Sevilla, pero a ningún político socialdemócrata se le ocurrió que, lejos del conquistador Hernán Cortés y de los gachupines que habían ido a México para enriquecerse con la explotación del indio americano, el exilio republicano había sido decisivo para una nueva relación entre España y América, para un verdadero encuentro y no para un desencuentro o un encontronazo, como fue el de la Conquista. A ningún político socialdemócrata se le ocurrió que era un momento idóneo para honrar la memoria de nuestro exilio republicano de 1939, que se podía haber encargado a un equipo interdisciplinar de cualificados investigadores sobre el tema la redacción de un Diccionario biobibliográfico como el nuestro, pero mucho más completo, y publicarlo aquel año 1992 como homenaje y reparación a quienes lucharon por la democracia y la libertad de España. Así, de la indignación que nos produjo en 1992 este nuevo silencio y este nuevo olvido de nuestro exilio republicano de 1939, surgió la idea de crear un modesto grupo de investigación, el GEXEL, y de iniciar un proceso de trabajo que nos ha conducido, entre otros proyectos, hasta la publicación de nuestro Diccionario a finales del pasado año 2016.

Porque, contra las actitudes del antiguo conquistador y del viejo gachupín, en 1939, como bien expresaba Pedro Garfias en los versos finales de su poema, era la Re-conquista, la Conquista al revés:

Pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!

P. Hubo una intención clara de mantener vivo el pensamiento republicano en el exterior para seguir combatiendo la idea de España que imponían los golpistas. Se fundaron revistas, editoriales, asociaciones, instituciones. Recuerdo ahora un editorial de España peregrina en la que los intelectuales españoles se negaban a aceptar la injusticia como lógica del mundo y se unía a la causa universal de la libertad y la igualdad desde su propia experiencia republicana. El legado cultural de los españoles exiliados enriqueció mucho la vida universitaria de México o Argentina. A veces tengo la sensación de que se les ha hecho más justicia en México que en su propio país. ¿Es posible?

Hay un ensayo magistral de Adolfo Sánchez Vázquez , el filósofo marxista en lengua castellana más importante del siglo XX, que se titula muy expresivamente «Fin del exilio y exilio sin fin» (1997). Es decir, que el fin político del exilio, cuando con la llegada de la democracia los exiliados ya podían regresar a España, coincidió con la revelación de que, en la práctica, su exilio no tenía fin. Y ello porque la dictadura militar franquista duró casi cuarenta años y la mayoría de ellos habían echado raíces en sus respectivos países de acogida, tenían hijos mexicanos o franceses, y su identidad era ya doble. Se trata de la tragedia del desarraigo y así, cuando Sánchez Vázquez paseaba por la Gran Vía madrileña, sentía nostalgia del Zócalo de la ciudad de México, y cuando paseaba por el Zócalo de la capital mexicana sentía nostalgia de la Gran Vía madrileña. En este sentido, vale la pena recordar una afirmación suya en este ensayo que dice así: «Lo decisivo es ser fiel -aquí o allí- a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio, Lo decisivo no es estar -acá o allá- sino cómo se está». Y la clave estriba en ese cómo, que compartimos por completo.

México ha reconocido el protagonismo de nuestro exilio republicano de 1939 en el desarrollo cultural, económico e intelectual del país. Y para nuestro exilio republicano la figura del general Lázaro Cárdenas ha sido una figura intocable por su generosa inteligencia al acogerlos, pese a la oposición de la derecha mexicana, con los brazos abiertos. La sociedad democrática española sigue teniendo una deuda moral con nuestros exiliados republicanos y ya son demasiados años sin pagarla.

P. Cuando se lee a los exiliados, se tiene la impresión de que al principio pensaban que el regreso se produciría en pocos años. Pensaban incluso que la victoria de los aliados contra el nazismo y el fascismo permitiría también la recuperación de la democracia para España. Pero las democracias europeas prefirieron santificar a la España franquista. No quiero hablar de esta historia, sino del sentimiento de desarraigo que sintieron los escritores españoles al pasar de los años, 10, 15 años, y sentir que ya no pertenecían a la vida española y que tampoco podían sentirse del todo integrados en el país que los acogía. Es un momento de quiebra duro, saber que en realidad uno ya no es del todo de ningún sitio.

 Sin duda, la cuestión del retorno, el regreso, la vuelta, es uno de los elementos que caracterizan a la especial circunstancia del exilio, tanto si se produce de modo real (de manera permanente o puntual) o de forma imaginativa o ficcional. Y, en efecto, una de las particularidades del exilio republicano de 1939 en comparación con otros fenómenos similares, es, además de su condición masiva e interclasista, su larga duración temporal. Por eso, no es posible responder de modo unilateral a esta pregunta porque, al igual que con otras cuestiones, el tratamiento de este aspecto es muy plural, determinado tanto por las circunstancias personales de cada exiliado, sus actitudes vitales y las variables que implican este paso del tiempo y las distintas determinaciones históricas (segunda guerra mundial, guerra fría, desarrollismo franquista, transición democrática…) a la hora de valorar el regreso o de plantearlo literariamente. Así, sin entrar ahora en sus recreaciones literarias, tenemos retornos muy tempranos y no siempre bien entendidos, como el de Juan Gil-Albert en 1947; polémicos y decepcionantes para la joven disidencia antifranquista del interior, como fue el caso de Alejandro Casona en 1962 o el viaje de Ramón J. Sender en 1974; lúcidamente críticos y desgarrados, como el que Max Aub testimonia en La gallina ciega , el diario de su viaje a la España franquista del año 1969 («he venido, pero no he vuelto», declarará de modo inmediato tras pisar suelo español); las variables que definen los regresos, durante la dictadura, la Transición y la democracia, de autores como Francisco Ayala, Jorge Guillén, Cecilia G. de Guilarte, Rafael Alberti, Jorge Semprún, María Zambrano …; los condicionamientos derivados de una muy particular transmisión del imaginario nacional español en el caso de los llamados niños de la guerra, quienes casi siempre fueron sujetos de un «exilio heredado» de sus padres al tiempo que vivieron una inserción compleja, pero indudable, en los países de acogida en que crecieron, etc.

Una de las mejores definiciones de ese ambiguo sentimiento de pertenencia es, sin duda, la que Adolfo Sánchez Vázquez precisa en el texto que antes mencionábamos, «Fin del exilio y exilio sin fin»:

Y entonces el exiliado descubre, con estupor primero, con dolor después, con cierta ironía más tarde, en el momento mismo en que objetivamente ha terminado su exilio, que el tiempo no ha pasado impunemente, y que, tanto si vuelve como si no vuelve, jamás dejará de ser un exiliado.

Puede volver, pero una nueva nostalgia y nueva idealización se adueñarán de él. Puede quedarse, pero jamás podrá renunciar al pasado que lo trajo aquí y sin el futuro ahora con el que soñó tantos años.

Fuente: https://www.infolibre.es/noticias/los_diablos_azules/2017/07/28/pensar_ausencia_68066_1821.html