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Pequeñas víctimas de armas perversas

Fuentes: IPS

Numerosos bebés nacidos en Faluya, ciudad del centro de Iraq bombardeada con armas químicas y radiactivas en 2004 por Estados Unidos, sufren enfermedades congénitas y deformidades a una escala nunca antes vista, aseguran médicos y residentes. Estos casos, así como la gran mortalidad infantil, aumentaron luego del uso de «armas especiales» –como las denominaron las […]

Numerosos bebés nacidos en Faluya, ciudad del centro de Iraq bombardeada con armas químicas y radiactivas en 2004 por Estados Unidos, sufren enfermedades congénitas y deformidades a una escala nunca antes vista, aseguran médicos y residentes.

Estos casos, así como la gran mortalidad infantil, aumentaron luego del uso de «armas especiales» –como las denominaron las fuerzas de ocupación– en dos bombardeos masivos ese año.

Luego de negarlo, el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos admitió en noviembre de 2005 que se había usado fósforo blanco, una sustancia incendiaria.

También se utilizaron en el bombardeo municiones reforzadas con uranio agotado. El Departamento de Defensa reconoció que desde la invasión en 2001 las fuerzas estadounidenses arrojaron en Iraq 1.200 toneladas de ese residuo nuclear de baja radiactividad.

Médicos consideran que el uranio agotado es la causa del gran aumento de la incidencia del cáncer en la población iraquí, así como entre veteranos estadounidenses que participaron en la Guerra del Golfo (1991) y en la actual ocupación.

«Vimos todos los colores del arco iris saliendo de los proyectiles y misiles estadounidenses que explotaban», recordó, en declaraciones a IPS, Ali Sarhan, un profesor de 50 años que presenció los dos bombardeos de 2004.

«Vi cuerpos reduciéndose a huesos y carbón enseguida de quedar expuestos a lo que después supimos que era fósforo», agregó. «Lo más preocupante es que muchas de nuestras mujeres perdieron sus bebés, y que algunos nacieron con deformaciones.»

«Tuve dos hijos con daño cerebral desde el nacimiento», dijo a IPS Hayfa Shukur, de 28 años. «MI esposo está detenido a manos de los estadounidenses desde noviembre de 2004 y debí llevar a los niños sola por hospitales y clínicas privadas. Murieron. Gasté todos mis ahorros y pedí mucho dinero prestado.»

Los médicos le dijeron a Shukur que las armas químicas fueron lo que causó el daño cerebral de sus hijos y sus muertes. «Pero nadie tuvo el coraje de darme un informe por escrito», se lamentó.

«Muchos bebés nacieron con grandes malformaciones congénitas», dijo a IPS un pediatra que solicitó reserva sobre su identidad. «Hay muchos con defectos cardiacos, paladar hendido o labio leporino, síndrome de Down y defectos en los miembros.»

«Puedo decir que hubo muchos problemas de salud originados con la contaminación tóxica en Faluya luego de la masacre de 2004», agregó.

Muchos médicos se refieren a casos y patrones similares. Pero los indicios son anecdóticos, a falta de un estudio o de registros especiales.

El Hospital General de Faluya no está dispuesto a aportar estadísticas sobre deformaciones de bebés, pero otro médico que solicitó el anonimato por temor a represalias sostuvo que hubo muchos casos.

«La exposición materna a toxinas y a material radiactivo puede derivar en abortos, nacimientos prematuros y deformaciones congénitas. El gobierno no hizo nada para contener el daño ni ayudó al hospital», afirmó.

«Necesitamos esfuerzos internacionales intensivos, pues se requiere para la atención de los niños equipos de tecnología avanzada que, de otro modo, no tendremos en los próximos cien años», aseguró el médico.

El Comité Internacional de la Cruz Roja advirtió en marzo que faltaban suministros médicos en hospitales de Bagdad y Basora.

«Los hospitales ya gastaron sus insumos y solicitar más para poder atender el flujo de heridos. La falta de acceso al agua sigue siendo preocupante en ciertas áreas», sostuvo el Comité.

Un alto funcionario del Ministerio de Salud iraquí informó a la prensa en febrero que el sector está bajo «gran presión»: muchos médicos asesinados, éxodo de profesionales, mala infraestructura y escasez de medicamentos.

«Sufrimos una gran escasez de todo. No tenemos suficientes médicos especialistas ni medicinas. La mayor parte del equipamiento es obsoleto», aseguró.

«Debemos tratar muchas lesiones de columna y de cabeza pero no tenemos especialistas ni medicamentos par hacerlo. Algo tan sencillo como el suero intravenoso no está disponible», dijo, y agregó que no se ha construido ningún nuevo hospital desde 1986.

El ministro de Salud, Salih Al-Hassnawi, advirtió en febrero que su cartera «sufre una guda escasez de medicinas».

Todo el presupuesto estatal de salud de este año se ha gastado ya en medicinas, equipamiento y ambulancias, lo cual insumió unos 22 dólares por ciudadano.

Pero aún es demasiado pronto para saber cuántos bebés sufrieron las consecuencias de la devastación de Faluya. Ese dinero sería demasiado poco como para satisfacer una demanda tan específica como la de los niños y niñas que crecen con deformaciones.

(* Ali al-Fadhily, corresponsal en Bagdad, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, experto de IPS en cuestiones de Iraq radicado en Estados Unidos, quien ha escrito con frecuencia desde ese país y desde otros de Medio Oriente). (FIN/2008)

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=88748