Estimados extraterrestres. Ignoro si esta séptima carta que les remito llegará a sus escamas o volverá a perderse como las anteriores camino de su nave espacial, pero sí ocurriera que felizmente llegara, les ruego ponderen mi propuesta y actúen en consecucuencia. De más está confesarles que nada me importa su repugnante viscosidad o sus repulsivas […]
Estimados extraterrestres. Ignoro si esta séptima carta que les remito llegará a sus escamas o volverá a perderse como las anteriores camino de su nave espacial, pero sí ocurriera que felizmente llegara, les ruego ponderen mi propuesta y actúen en consecucuencia.
De más está confesarles que nada me importa su repugnante viscosidad o sus repulsivas escamas verdes, sus deformes antenas o cualquier otro asqueroso rasgo de su alienígena personalidad. Conozco demasiados humanos en este sufrido planeta que disfrutando de mejor apariencia son, sin embargo, mucho más nauseabundos que ustedes. Y tampoco tienen que preocuparse de convencerme, caso de que se decidan a invadirnos y exterminarnos, de que sus deplorables propósitos sean dignos de encomio y de respeto, porque también conozco a ciertos humanoides tenidos por civilizados que disimulan con virtuosos discursos y proclamas las más viles y rastreras conductas. Hasta ustedes se sonrojarían, no importa su vegetal naturaleza, de las infamias que muchos que se tienen por devotos cristianos y progresistas demócratas son capaces de cometer y reiterar.
Es más, si atacan la Tierra quedo a su disposición para lo que consideren, sin necesidad de gratificación alguna sea en blanco o en negro, dietas, beneficios o 3%.
Si para invadir la Tierra necesitan pretextos que lo justifiquen o mandatos de algún organismo intergaláctico, yo mismo les puedo ofrecer las excusas que gusten, junto a la confirmación de que ninguna es necesaria.
En cualquier caso, siempre podrán alegar que los Estados Unidos se han negado a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Constelación Mongo-22, o que el régimen de Washington dispone y oculta terribles arsenales de armas de destrucción masiva, o que el Carnicero de Tel Aviv se ha aliado al maléfico califa del Cuadrante Ganga, o simplemente, que obstaculiza la presencia de inspectores mongos de la Estrella Watatao.
También podrían pretextar que nos invaden en defensa propia, por sentirse amenazados; que vienen a hacerse cargo de los cientos de miles de refugiados deambulando por Europa mientras Europa levanta muros y militariza sus fronteras; o que sus bombardeos son humanitarios y sus comandos alienígenas actúan en misión de paz.
Como quiera, les ruego mis estimados alienígenas que, a la mayor brevedad, dejen caer sus democráticos racimos de bombas inteligentes sobre nosotros, sin preocuparse en absoluto por los daños colaterales que puedan provocar, dado que el fin justifica cualquier criminal medio, y que apliquen con justiciera precisión su profiláctica limpieza porque, por más civiles inocentes que mueran achicharrados por sus rayos Ganma de última generación, no estarán haciendo nada que Estados Unidos, Europa e Israel no estén haciendo ya con sobrada insistencia y total impunidad.
Si los supuestos abanderados de la democracia y la libertad pueden matar en nombre de la vida y hacer la guerra en nombre de la paz, también ustedes, anhelados extraterrestres, pueden enmascarar sus genocidios con los mismos pretextos que este servidor no se lo va a censurar.
Muy al contrario, les reitero que siempre podrán encontrar en mi persona a un seguro colaborador para lo que dispongan. Sí les suplico, para cuando se decidan a dejar caer sus naves sobre este planeta, que hagan bien el trabajo, que no dejen nada para el día siguiente y que, si es posible, comiencen su operación «Ratas de la Tierra» por la Casa Blanca o por Israel, aunque también Europa sería un buen comienzo. No vayan a olvidarse, por favor, las sedes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y, ya de paso, si no les causa demasiados problemas en su operativo inicial, no releguen para más tarde las Naciones Unidas y la sede de la OTAN.
Atentamente, agradeciéndoles la atención prestada, besa sus escamas o lo que sea que tengan.
(Euskal presoak-Euskal herrira)
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