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Parte IV

Perspectivas para Venezuela (IV)

Fuentes: luchadeclases.org.ve

La experiencia de todo un siglo de situaciones revolucionarias y de continua lucha de clases, nos demuestra sin equívoco alguno, que toda situación revolucionaria es un proceso dinámico y dialéctico, es decir, que no es estático ni sigue desarrollos lentos, graduales y progresivos, sino que por el contrario, tiene avances, virajes y cambios bruscos, e […]

La experiencia de todo un siglo de situaciones revolucionarias y de continua lucha de clases, nos demuestra sin equívoco alguno, que toda situación revolucionaria es un proceso dinámico y dialéctico, es decir, que no es estático ni sigue desarrollos lentos, graduales y progresivos, sino que por el contrario, tiene avances, virajes y cambios bruscos, e incluso retrocesos…

Cuarta y última parte del análisis de perspectivas para Venezuela

 


Los efectos de la guerra económica sobre las condiciones materiales de vida de las masas trabajadoras: La inflación y el aumento de la canasta básica

La guerra económica es actualmente, el instrumento fundamental con el cual la burguesía cuenta, para promover e impulsar un proceso de desmoralización y desmovilización entre las masas revolucionarias, y por lo tanto, su accionar golpea principalmente a la clase trabajadora y el conjunto de las masas oprimidas del país.

La burguesía, durante los últimos 10 años, en algunos casos ha reducido deliberadamente los márgenes de producción en las empresas de alimentos y de bienes de primera necesidad, en otros ha desviado la inversión necesaria. Tal y cómo explica el camarada Jorge Martín en su artículo «Ofensiva económica, clave de la victoria bolivariana en las elecciones municipales»: «La inflación y la escasez de productos básicos es uno de los principales factores que minan la base social de apoyo a la revolución bolivariana. Ambos fenómenos están causados por una combinación de factores. Por un lado, hay definitivamente una campaña deliberada de sabotaje de la economía por motivos políticos por parte de la clase dominante. Esta es la misma estrategia empleada contra el gobierno de Allende en Chile, cuando el presidente de EE.UU, Nixon, ordenó a Kissinger «hacer chillar a la economía».

Por otro lado, está la rebelión de las fuerzas productivas contra las regulaciones introducidas por la revolución bolivariana desde el año 2003 para defender el acceso de las masas trabajadoras a los productos alimenticios básicos (a través de los controles de precios) y evitar la fuga de capitales (a través de los controles de cambio). Los últimos 10 años han demostrado que la economía capitalista no se puede regular. Los capitalistas han encontrado muchas maneras, legales e ilegales, de sortear estos controles.»

Según el informe regular publicado por el BCV a inicios del último semestre del año 2013, de Enero a Octubre la inflación acumulada alcanzó la cifra de 54,3%. La inflación mensual (Octubre 2013) se ubicó en 5,1%, y fue la segunda más alta del año; detrás del 6,1% reflejado en mayo. Según el mismo informe, en este comportamiento influyeron los renglones de bebidas alcohólicas y tabaco con un salto de 8,6% y el grupo de vestido y calzado con un aumento intermensual de 7,6%. El sector de los alimentos también se ubicó por encima del promedio mensual, y reportó 5,6% de incremento en los precios.

Asimismo, «la inflación anualizada (de octubre 2012 a octubre de 2013) en los alimentos se elevó a 74,3%, mientras la variación acumulada (de diciembre 2012 a octubre 2013) resultó en 57,8%.»

Según los diarios nacionales, dicho incremento de 57,8% en alimentos y bebidas no alcohólicas, «se traduce en el mayor incremento para este período desde 1998.»

El mismo informe reporta que «solo 8 rubros de la canasta del índice explican o concentran más del 30% del resultado».

En lo que corresponde específicamente a los productos agrícolas, éstos registraron un aumento de 57,5% y los pesqueros un elevadísimo incremento de 94,4%. Asimismo, en el ámbito de otros bienes de consumo, así como en el sector de servicios de recreación y turismo, «en lo que va de año los precios del vestido y calzado acumulan un aumento de 48,7%, restaurantes y hoteles 56,1%, transporte 44,1%, bienes para equipar el hogar 37,35 y salud 25%.»

Todo ello, tiene un impacto muy negativo en el poder adquisitivo de las masas trabajadoras. Estos sectores, que son precisamente la fuerza social y política motriz de la Revolución Bolivariana, invierten alrededor del 50% de sus salarios en la adquisición de los productos de la canasta básica. Basándonos en estos datos, podemos entender cómo afecta a las bases de la revolución, el crecimiento permanente y pronunciado de los productos de primera necesidad.

Si la inflación acumulada en 2013, alcanzó y sobrepasó el 50%, ello significa, que para finales de 2013 e inicios de 2014 cada familia obrera debe invertir 50% más de su salario a fin de poder adquirir la canasta básica, porque ahora el conjunto de los bienes que constituyen la canasta básica y en específico la canasta alimentaria, tienen un costo 50% más alto, pero ello implica a su vez, que antes del alza anual de salario del mes de Mayo de 2014, toda familia obrera deberá invertir no 50% de su salario sino alrededor del 75% y más de su salario para poder adquirir los bienes de la canasta básica.

Es decir, que el poder adquisitivo de las familias obreras del país, como consecuencia de la inflación, desabastecimiento y especulación enmarcadas en la guerra económica, ha venido mermando considerablemente, alrededor de un 50% durante el año pasado, algo similar en lo que va de año.

Por otro lado, la escasez y el desabastecimiento de bienes de primera necesidad, es otro de los mecanismos que ha llevado adelante la burguesía para golpear a las masas trabajadoras, desmoralizarlas y desmovilizarlas.

En el mes de Octubre del presente año, el índice de desabastecimiento llegó al orden del 22,4%, llegando a su máximo histórico, y superando al índice alcanzado en el mes de Abril de este mismo año, que para la fecha alcanzó una cifra de 21,3%, y que en su momento también fue el máximo histórico hasta entonces alcanzado, durante la campaña electoral previa al 14 de Abril.

En el ya mencionado reporte del BCV, puede observase que «Al cierre de septiembre en Caracas, 16 alimentos se encontraban en la categoría de serios problemas de abastecimiento, es decir, con una escasez superior a 41%.

Asimismo, «entre los casos más resaltantes se encuentra que en 98,8 de cada 100 establecimientos comerciales no había aceite de maíz, en 84,3 faltaba la leche completa en polvo, en 80,8 el azúcar, en 73 la harina de maíz precocida, en 64,3 la harina de trigo y en 58,4 la mantequilla».

Ahora bien, aunque esta situación no ha incrementado los niveles de miseria y pobreza en niveles notables, ni ha golpeado a las familias obreras del país en la misma medida en que lo hizo la súper inflación de los años 90, y de hecho así es visto por amplios sectores de las bases, no hace falta que la situación llegue a un nivel tal para que genere un proceso de reflujo entre sectores de las masas.

Basta con participar en la discusiones que se dan día a día en las colas de mercal o de los supermercados, para observar el creciente descontento existente entre sectores de las masas que apoyan a la revolución, que ven como el gobierno culpa a la burguesía de la inflación y el desabastecimiento pero parece incapaz e impotente de poner las medidas necesarias para resolver el problema y al mismo tiempo se reúne y hace concesiones a aquellos a los que culpa del mismo.

Y esto ha sido así, porque ni la misma dirigencia del gobierno, ni el partido que representa a las masas populares, se han tomado la tarea de explicar a fondo, el papel contrarrevolucionario que ha venido jugando la burguesía durante los últimos 15 años. Más aún, se envía un mensaje confuso a las masas cuando se acusa a la burguesía de querer derrocar al gobierno, pero por otro en vez de tomar medidas en defensiva, se les hace concesiones económicas. Esto sólo ayuda reforzar la idea de que toda la problemática que vive el país es producto de una mala gestión y no de el modelo capitalista que aún perdura en el país.

Este proceso de fermento y descontento creciente, tarde o temprano tendrá un efecto decisivo sobre la conciencia de las masas, lo cual se podrá traducir en un reflujo que prepare las condiciones para una derrota electoral del proceso revolucionario bolivariano.

La respuesta del gobierno bolivariano ante la guerra económica

El gobierno nacional, en reiteradas oportunidades, ha planteado la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas del país, de diversificar la economía, superar el «rentismo petrolero», sin embargo para ello ha convocado al empresariado nacional, es decir, a la misma burguesía nacional, parásita y reaccionaria, que vive a expensas de este caduco modelo rentista, para elevar y diversificar la producción y a impulsar el desarrollo de la industria nacional.

Estas acciones parecieran demostrar, en lo que respecta al desarrollo de las fuerzas productivas en el país, que se trata de la clásica visión etapista del desarrollo económico, es decir, que la tesis que argumenta la necesidad de desarrollar la industria nacional, sobre bases capitalistas y con ayuda del empresariado «nacional», para poder vencer el atraso económico del país, superar el «rentismo» y preparar las condiciones objetivas, para en el futuro poder construir el socialismo.

Sobre la base de esta tesis, se ha planteado una política de diálogo y conciliación de clase en materia económica, entre el gobierno y la burguesía, expresada concretamente en las recientes mesas de diálogo entabladas entre representantes del gobierno y representantes de Fedecámaras, Consecomercio y Fedeagro, así como en el establecimiento de la «Comisión para la verdad de la economía».

En resumen, las políticas económicas del gobierno, llevadas a cabo durante el último año, nos muestran que en líneas generales, la línea programática que será llevada en adelante por la dirección de la revolución en materia económica, durante el próximo período, es de ceder ante ciertas demandas de la burguesía, a fin de tratar de motivarle a reimpulsar la producción nacional, para así reducir el déficit de producción actual, y por ende poder reducir los críticos márgenes de desabastecimiento, especulación e inflación, que actualmente golpean a las masas trabajadoras.

Cierto es, que en determinada magnitud hay y habrá una política de conciliación de clase y de retroceso y repliegue frente a los ataques y demandas de la burguesía, una buena parte de la dirección de la revolución, cree erradamente que al ceder ante tales demandas, recibirá el beneplácito y aprobación de la burguesía y por ende esta última irá reduciendo parcialmente el sabotaje económico, acabando con la desinverción, el acaparamiento y el desvío de los bienes de la cesta básica fuera del país y/o en mercados paralelos.

Producto de ello, es que han sido tomadas medidas como el alza de los precios de productos regulados de acuerdo a los márgenes actuales de inflación, así como de los productos subsidiados que son distribuidos en cadenas estatales como Mercal y PDVAL, la exoneración a toda una serie de empresas de los requisitos legales y administrativos para la importación de materias primas y bienes para la producción industrial, que ahora fue extendida hasta fines de 2014, así como también, la entrega de un 30% de las divisas nacionales para la producción industrial.

Sin embargo, el estudio de la historia economica de Venezuela en el pasado siglo XX, más específicamente en el período gobernado por el bipartidismo «puntofijista», demuestra que incluso de tener gobiernos aliados y servíles, como lo fueron estos durante más de 40 años, la burguesía nacional (que con pocas excepciones, es la misma actualmente) no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas del país. Por el contrario, esta burguesía acomodada al rentismo petrolero, y a la «economía de puerto» es en extremo débil ante las gigantescas corporaciones trasnacionales, y al no poder competir contra estas, se le postran a los pies, sirviendo como puentes de enlace para la introducción de toda la producción de los «desarrollados».

Este es el caso de las empresas de Gustavo Cisneros, quien al ser incapaz de producir y competir contra las gigantes corporaciones sólo se ocupa de negociar las concesiones para la distribución de productos en Venezuela, tales como Coca Cola, Pizza Hot, Burguer Kinkg, Apple, etc.

Mientras por su parte la industria nacional se ve paralizada, al no producir nada que pueda ser de forma mucho más sencilla importado, con la divisas producto de la venta de petróleo. Es por esto que este modelo rentista sólo permite impulsar, en el mejor de los casos, un pequeño desarrollo en la producción de bienes y servicios de rubros que no son producidos masivamente por las burguesías imperialistas. Tal es el caso de La Polar de Lorenzo Mendoza, quien construyó un monopolio, adquiriendo y destruyendo todas las pequeñas y medianas industrias del país, sobre la base de la producción de cerveza y la harina de maíz precosida «PAN», siendo estos dos rubros fuertes de este monopolio, ya que no son producidos y/o exportados masivamente desde las potencias.

¿Cómo pueden incidir las masas en la toma de decisiones del gobierno?

Por otro lado, las concesiones otorgadas a la burguesía no han sido de mayor magnitud, debido a la presión que sobre el gobierno, ejercen desde abajo sectores de las masas trabajadoras y específicamente sectores de la vanguardia, que han venido denunciando públicamente la política de conciliación de clase que está siendo llevada a cabo de parte del gobierno nacional, con la participación de todos los sectores de la burguesía y los partidos de líderes políticos de oposición que han descartado la salida del gobierno del presidente Maduro por medio de las acciones de calle.

La presión de las bases del chavismo y la perspectiva inmediata de perder unas elecciones, que habían sido presentadas por la derecha como un plebiscito, fueron los factores que obligó al gobierno nacional y al resto de la dirigencia, a dar un viraje a la izquierda en materia de política económica dando inicio con ello a la denominada «ofensiva económica». Lo cual permitió, como explicamos anteriormente la victoria aplastante de la derecha en las elecciones de diciembre del 2013.

Muy al contrario de la política de llamar a la burguesía a la «buena voluntad», que venía ejerciéndose durante todo el año 2013, la ofensiva económica, en la que de golpe se bajaron los precios de incontables productos en numerosas empresas y establecimientos comerciales a lo largo y ancho del país, así como también, la imposición de sanciones de carácter penal a varios empresarios implicados en los hechos de especulación, constituyó una importante muestra, de que a pesar de que en líneas generales, la política económica del gobierno está guiada por tesis reformistas y específicamente por la teoría de las dos etapas (desarrollar el capitalismo para luego construir el socialismo), ello no niega la posibilidad de que el gobierno se radicalice hacia la izquierda si las condiciones políticas contribuyen a ello o si las masas se movilizan para presionar al gobierno.

El PSUV desde su fundación, fue edificado con la presencia de diferentes sectores de las clases sociales del país, que decidieron impulsar el proceso revolucionario liderado por el comandante Chávez, aunque bajo diferentes visiones de lo que la revolución implica para si mismos.

A pesar de que las bases del partido están casi mayoritariamente conformadas por las masas de la clase trabajadora y el campesinado, también cuenta con una fuerte presencia de sectores de la pequeña burguesía entre su dirigencia, tanto a niveles medios como altos dirigentes, formando parte esencial del grupo de dirección reformista que actualmente impone sus líneas al partido. Por lo tanto, el gobierno nacional, siendo producto de este partido policlasista, responde también a las presiones que estos sectores aplican sobre la dirección de la revolución.

Por su parte los reformistas, proponen «regular y controlar al capitalismo mientras se dan las condiciones para el socialismo», y esto implica la futura negociación de otras concesiones, mientras se le aplican «fuertes» regulaciones al capital privado – estrategia que ha demostrado ser errada una y otra vez, ya que mientras el gobierno cumple con cualquier concesión, la burguesía siempre encontrará la forma de saltar todo control, bajo la vía legal o ilegal, como ya hemos dicho – lo cual prepararía las condiciones para una derrota electoral, ya que estas medidas son incapaces de resolver los problemas del pueblo de alguna forma, y por el contrario le dan más fuerza a la burguesía.

Sin embargo, el dominio de los reformistas en el gobierno y un viraje aún más profundo hacia la derecha, sólo es posible a través de la pasividad de las bases. Sólo la intervención directa de las masas, combinada y vinculada con el peligro de una victoria de la contrarrevolución, puede obligar a un cambio de rumbo.

Conclusiones

La revolución Bolivariana ha llegado a la encrucijada final, ya que en el marco de las políticas reformistas, las «fuertes» regulaciones como las de la ofensiva económica vistas a finales del año 2013, corresponden a la medida más radical posible, por la resolución de la revolución es ahora o nunca.

A través de este documento explicamos las 3 vertientes posibles ante la coyuntura actual. La primera el derrocamiento del gobierno, quedando demostrado que la forma violenta no es un camino viable para la burguesía y la derecha en estos momentos, por lo que les conviene jugar al desgaste por medio de la guerra económica mientras ganan tiempo sumándose a las mesas de negociación iniciadas por el gobierno.

El segundo camino que puede tomar la revolución es la posibilidad de un giro brusco hacia la derecha, forzado por la presión ejercida a través de la guerra económica, que lleve a la burocracia en un intento de mantenerse en el poder a todo costo, forzándoles a retroceder en el plano laboral, económico y social, en la medida en que se flexibilizan las relaciones laborales, eliminado la inamovilidad laboral y aplicando reformas a la nueva LOTT, haciéndola más parecida a la anterior derogada por Chávez, menos inversión social, acortando o limitando las diferentes misiones sociales, entre otras medidas que la burguesía viene pidiendo en la mesa de negociación.

Y la tercera, es la radicalización del proceso revolucionario, por medio de la aplicación de un programa genuinamente socialista que derroque a la oligarquía del país expropiandola. Esto significa la expropiación de la burguesía industrial, los latifundistas y la banca privada. Esto sólo es posible con la suficiente presión y organización de las bases del chavismo, que exijan de forma precisa al gobierno la aplicación de tales medidas. Sin embargo esa vía solo es posible mediante la construcción de una fuerte corriente marxista de cuadros en el interior del movimiento bolivariano que pelee por conseguir la dirección de mismo.

Fuente: http://www.luchadeclases.org.ve/venezuela/7768-perspectivas-para-venezuela-4