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Piketty sustituye la explicación social y política por la explicación tecnológica

Fuentes: A l’encontre/La Breche

Traducción de Ernesto Herrera para Correspondencia de Prensa

La obra de Thomas Piketty, «El Capital en el siglo XXI» (Editions du Seuil, París, 2013), tiene una masa de datos útiles. Es a este nivel que está en la tradición de Angus Maddison (1926-2010), con su famoso libro «La Economía Mundial: Una Perspectiva del Milenio» (en inglés, 2 volúmenes, OECD, 2007). Un proyecto que siguió su equipo. Además, Piketty vuelve sobre el tema de la desigualdad con una cantidad de datos, por ejemplo, sobre la cuestión de la relación entre la salud y la desigualdad. Se menciona en este sentido, entre otros, a Richard Wilkinson con su libro «El impacto de la desigualdad. Cómo hacer saludables sociedades enfermas» (publicado en 2006 en inglés, Ed. New Press).

El trabajo de Piketty fue recibido con más elogios en los Estados Unidos que en Francia. Paul Krugman lo ha elogiado en el New York Times. También fue muy bien comentado por la BBC y el Financial Times.

Sin embargo, se le han hecho críticas muy pertinentes, por ejemplo, la de Doug Henwood, autor de «Wall Street: Cómo funciona y para quién» (Ed. Verso, 1998) y «Después de la Nueva Economía» (Ed. New Press, 2003). Henwood, que trabaja para la clase dominante de los Estados Unidos, afirma: «A pesar de toda la sofisticación de la obra de Piketty, su pensamiento político difícilmente puede ser descrito como complejo. En esencia se trata de ayudar a un debate racional y democrático de cómo organizar de mejor manera la sociedad». La base de su teoría de la distribución de la riqueza también lo llevó a centrarse sólo en la «lucha contra la desigualdad» en materia de fiscalidad (en el sentido de impuestos, tanto directos como indirectos). Lo que surge de la quinta edición de su libro «La Economía de la Desigualdad» (Editions La Découverte, París, 2004). La lucha por los salarios más altos, reducir la tasa de apropiación de la plusvalía es un elemento inexistente en su razonamiento.

Por otra parte, vale recordar que Thomas Piketty fue un asesor relevante para la inclusión de medidas de «ajustes fiscales» en el programa de la socialdemócrata Ségolène Royal, en 2007, durante la campaña presidencial que ella perdió con Nicolas Sarkozy. Ahora, Royal entró como ministra en el nuevo gobierno abiertamente pro-austeridad de Manuel Valls, designado por el gobierno «socialista» de François Hollande, en marzo de 2014.

Desde un punto de vista teórico, la primera crítica que se puede hacer frente a la obra de Piketty es la siguiente. Piketty estudia la relación social que permite a una minoría captar una parte creciente de la renta nacional. Pero en los factores que son responsables de esta distribución desigual domina la variable técnica (el progreso tecnológico), y no la cambiante y fluctuante lucha entre el capital y el trabajo, aunque menciona los cambios en «el poder de negociación del capital». Es decir, el capital como una relación social entre explotados y explotadores, no se toma en cuenta en la historia del capitalismo. Esto explica el apoyo que tiene de un economista como Paul Krugman, que si bien denuncia las desigualdades, nunca incluye en su análisis la lucha y la explotación de clase.

A esto podemos añadir otros elementos. En su explicación de la evolución de la división entre beneficios y salarios, Piketty favorece una explicación técnica: la sustitución de trabajo por capital. Esto es consistente con el hecho de que considera el capital y el trabajo como «factores de producción», de acuerdo con las normas de la teoría económica neoclásica. Sin embargo, la cuestión central registrada en los Estados Unidos y Europa desde la década de 1980, es que el desempleo pesa sobre el equilibrio de poder entre capital y trabajo, lo que lleva a reducir los salarios. Un factor causal clave como política y socialmente cegadora.

Pero Piketty sustituye la explicación social y política por la explicación tecnológica. El economista y matemático Bernard Guerrien, autor de un notable «Diccionario de análisis económico» (2012), había escrito un artículo muy riguroso, ya en 2010, titulado » La extraña fascinación de Thomas Piketty por la teoría neoclásica de la distribución».

La campaña favorable de la prensa «especializada» hacia el trabajo de Piketty -que contiene, repito, una gran cantidad de datos útiles- no es ajena a la magnitud de la crisis capitalista internacional, la pobreza masiva, y la creciente desigualdad entre el «1 % y el 99 %». Por lo tanto, expresa la voluntad de algunas fracciones burguesas dominantes, con la ayuda inestimable de las «fuerzas progresistas» gobernantes (que tan bien se conocen por América del Sur), de contener las protestas populares. Piensan que los «planes asistenciales» y una «mejor distribución» pueden evitar posibles explosiones sociales.

En Europa, mientras tanto, la troika (Banco Central Europeo, Unión Europea, Fondo Monetario Internacional) impone -cada vez con mayor brutalidad-, medidas económicas sociales destructivas. Al tiempo que se presentan ciertas «similitudes» con la década de 1930 -ascenso de una extrema derecha (que, no obstante, se diferencia con el fascismo de aquellos años), y aplicación de un «Estado excepción»-, la tendencia parece clara: gobiernos más represivos. Cualquiera sea su signo político.

* Economista, militante del Movimiento Por el Socialismo (MPS, Suiza). Redactor de A l’encontre/La Breche.

alencontre.org