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Plan Cóndor: Discrepancias sobre participación brasileña

Fuentes: AFP

La participación de Brasil en el Plan Cóndor, que coordinó la represión de los regímenes militares sudamericanos en los años ’70, es todavía un misterio: el Gobierno e investigadores sostienen que fue marginal, pero países vecinos y organizaciones de derechos humanos apuntan a una mayor implicación. «La Operación Cóndor no es una operación muy importante […]

La participación de Brasil en el Plan Cóndor, que coordinó la represión de los regímenes militares sudamericanos en los años ’70, es todavía un misterio: el Gobierno e investigadores sostienen que fue marginal, pero países vecinos y organizaciones de derechos humanos apuntan a una mayor implicación.

«La Operación Cóndor no es una operación muy importante en la historia de la represión política brasileña», dijo la semana pasada a periodistas el ministro secretario de Derechos Humanos de Brasil Paulo Vannuchi, quien, no obstante, afirmó conocer poco sobre esa cooperación entre servicios secretos que persiguieron y mataron a disidentes en sus propios países, así como en Europa y Estados Unidos.
La moderada participación de Brasil se debería a razones de «calendario». El Plan Cóndor «se estructura del ’76 en adelante, y Brasil en el ’74 entra en una distensión; el ’76 es el último año de muerte bajo tortura aquí», explicó Vannuchi, un ex preso político.
«Los pocos documentos a los que tuve acceso revelan un fuerte entronque Uruguay-Argentina-Chile, algunas referencias a Paraguay, pero casi nada en relación a Brasil», agregó.
Una versión que no conforma a su colega Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de Argentina, y ello porque «hubo desaparecidos argentinos, uruguayos y paraguayos en territorio brasileño, lo cual indica que se transmitió (información) a las fuerzas militares de esos países y se les prestó colaboración.
También hubo ciudadanos brasileños desaparecidos en Argentina y en otros países, lo cual habla de una coordinación represiva en la cual ningún país del Cono Sur estuvo al margen de responsabilidades», dijo Duhalde a la AFP en Brasilia, donde participó de un encuentro del Mercosur sobre derechos humanos.
«Sin duda (que el régimen brasileño entraba en una fase menos represora). Pero de todos modos, la situación de quienes llegaron al exilio aquí, de nuestros países, era riesgosa y precaria, porque había una concertación represiva», insistió el funcionario argentino.
El abogado paraguayo Martín Almada, quien en 1992 descubrió en una comisaría los llamados «archivos del terror» que documentaron la coordinación represiva sudamericana, cree que Brasil aún tiene cosas por revelar.
En el año 2000, el entonces presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso «hizo gestiones para que se investigue en los archivos de los militares, pero estos se negaron», dijo Almada en una entrevista telefónica con la AFP.
Según Almada, Brasil tuvo un papel importante en la comunicación entre los participantes del Plan y en la instrucción en lucha antisubversiva en Manaos (Amazonia brasileña), donde funciona el Centro de Instrucción de Guerra en la Selva (CIGS).
En el documental «Escuadrones de la Muerte: La Escuela Francesa», de Marie-Monique Robin, el general chileno Manuel Contreras, filmado con una cámara oculta, refiere que enviaba a Manaos «cada dos meses (…) un contingente de oficiales», para recibir entrenamiento.
El coronel (retirado) Geraldo Cavagnari, director del Núcleo de Estudios Estratégicos de la Universidad de Campinas (Unicamp, estado de San Pablo), le dijo a la AFP que los cursos que allí se imparten son destinados a oficiales, con foco en la lucha en la selva, por lo cual consideraba improbable que hubiesen servido al tipo de acción requerido por la Operación Cóndor.
En recientes declaraciones a la AFP, la directora de la ONG brasileña Tortura Nunca Más, Victoria Gabois, sostuvo que fueron los militares brasileños, con una dictadura más antigua, los que «exportaron la tortura» a los países del Cono Sur.
Esa misma tesis es defendida por el cardenal Paulo Evaristo Arns, uno de los más reconocidos defensores de los derechos humanos durante el régimen militar brasileño (1964-1985), quien en una entrevista con la AFP en el 2004 afirmó: «Brasil aprendió las torturas nuevas de Estados Unidos y enseñó la tortura en Argentina, Uruguay y hasta en Chile, Bolivia y Paraguay».
En su libro «La dictadura acorralada», el historiador y periodista brasileño Elio Gaspari sostiene, basado en documentos estadounidenses, que el presidente Ernesto Geisel (1974-79) se negó a que los servicios brasileños participasen en los «escuadrones de la muerte» del Plan Cóndor, aunque cooperaba en operaciones de inteligencia.
En el mismo sentido se expresó el periodista e investigador norteamericano John Dinges, autor de «Operación Cóndor: Una Década de Terrorismo Internacional en el Cono Sur».
En Brasil, la coordinación represiva ganó visibilidad con el secuestro en 1978 en Porto Alegre (sur) de los uruguayos Lilian Celiberti y Universindo Díaz.
Otro ejemplo de coordinación es el de la muerte de los argentinos Lilian Inés Goldemberg y Eduardo Gonzalo Escabosa, que, según testimonios, se suicidaron ingiriendo cianuro durante una travesía desde Foz do Yguazú (Brasil) a Puerto Iguazú (Argentina), el 2 de agosto de 1980, al percatarse de que agentes brasileños se disponían a entregarlos a sus pares argentinos.
Según la Comisión de Muertos y Desaparecidos Políticos, en Brasil hubo 354 muertos y desaparecidos políticos y 20.000 personas sometidas a torturas durante la dictadura.