A juzgar por el borrador de la declaración final de la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) países industrializados y emergentes, que se realizará este jueves en Londres, el resultado más factible será la convocatoria de otra para este mismo año. La campaña de varios gobiernos por ser los anfitriones de la próxima reunión […]
A juzgar por el borrador de la declaración final de la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) países industrializados y emergentes, que se realizará este jueves en Londres, el resultado más factible será la convocatoria de otra para este mismo año.
La campaña de varios gobiernos por ser los anfitriones de la próxima reunión de jefes de Estado y de gobierno revela que la de esta semana no resolverá los problemas marcados en su agenda.
Mientras los gobiernos se toman su tiempo, existe el peligro de que las crisis que los preocupan superen rápidamente cualquier posible solución.
Un proyecto de declaración de 24 puntos, publicado por el diario londinense Financial Times, revela pocas señales de acuerdo.
La anterior cumbre del G-20 en Washington se declaró en noviembre contra el proteccionismo. Pero desde ntonces el Banco Mundial contabilizó 73 instancias de proteccionismo por parte de los miembros del grupo. Y esa cuenta no es la definitiva.
Esta vez, el G-20 busca que haya un control institucional sobre esa resolución. El proyecto de declaración observa que el comercio mundial está cayendo por primera vez en 25 años.
A fin de sostener los beneficios de la globalización y los mercados abiertos, el texto reafirma «el compromiso asumido en Washington de no levantar nuevas barreras a las inversiones o al comercio de bienes y servicios, (…) de no imponer nuevas restricciones comerciales y de no crear nuevos subsidios a las exportaciones».
El borrador compromete a los líderes a «notificar prontamente a los gobiernos y a otras instituciones relevantes de cualquier medida que tenga el potencial de causar distorsiones comerciales directas o indirectas» y que los gobiernos «no se replegarán en un proteccionismo financiero».
Los líderes «llaman a la OMC, junto con el FMI (Fondo Monetario Internacional) y otros organismos internacionales (…) a informar trimestralmente sobre nuestra adherencia a estas promesas», agrega.
En efecto, la OMC y el FMI cumplirían la función de policías designados para reportar infracciones a estas ideas y actuar contra ellas.
El proyecto de declaración está sujeto a cambios. Un acuerdo más duro bien puede surgir cuando se reúnan los jefes de gobierno. Pero luego de semanas de reuniones de alto nivel, todo indica que los líderes no coincidirán demasiado en que sea más vinculante que esto.
En el texto no hay nada que indique lo que podría hacer realmente el FMI una vez que identifique instancias de proteccionismo. El Banco Mundial no logró ninguna reacción en los países donde constató las 73 registradas.
Para los líderes, la opción es entre la vergüenza ante los pares en la cumbre por las medidas proteccionistas y la necesidad de responder a la población y a las empresas que reclaman protección.
El lenguaje, de nuevo, es suficientemente vago en materia de regulación, lo que prácticamente no significa nada. El boceto habla de «regulación efectiva» y de «un marco supervisor y regulatorio más fuerte para el futuro», pero lo que realmente significa es abrirse a negociaciones intensas cuando los líderes se reúnan este jueves.
El presidente francés Nicolas Sarkozy exigió un sistema regulatorio global, propuesta rechazada directamente por Estados Unidos y Gran Bretaña.
Y estos dos países no han establecido quién regulará los bancos y las casas financieras, así como los fondos de alto riesgo, y con qué poderes de intervención.
Como ocurrió con la protección, aquí nuevamente el boceto habla de «regulación o supervisión». Para tal organismo será esencial que haya al menos poderes de acceso. Y ningún banco accedió a abrir sus libros a esas inspecciones.
En medio de la mayor crisis bancaria de la historia, y con billones de dólares de los contribuyentes destinados a rescatar a los bancos, el público ni siquiera sabe el alcance de la bancarrota de esas instituciones.
«Cada uno de nosotros se compromete a una vigilancia franca, ecuánime e independiente del FMI a nuestras economías y sectores financieros, del impacto de nuestras políticas sobre otros, y de los riesgos que afronta la economía global», indica el borrador.
La tradición según la cual el director gerente del FMI es un ciudadano europeo y el presidente del Banco Mundial uno estadounidense ciertamente se abandonará.
Pero no hay a la vista promesas sustanciales sobre la posibilidad de que el FMI haga algo para cambiar las políticas que los líderes pueden determinar como de interés nacional.
Los jefes de gobierno pueden iniciar y acordar cambios al proyecto de declaración. Pero, tal como está ahora, deja a los líderes mucho espacio para tomar decisiones nacionales independientes de los compromisos internacionales.
Y pocos parecen apresurados por renunciar al derecho a elegir.