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Poco crecimiento general

Fuentes: La Jornada

Entre las limitaciones de la mano invisible y las imperfecciones de los espíritus animales está situada una interpretación convencional de la crisis económica actual en los países más desarrollados. Hay cuestiones relevantes en esa aproximación acerca de cómo funcionan los mercados y el papel de la intervención gubernamental para orientar su operación. Pero la complejidad […]

Entre las limitaciones de la mano invisible y las imperfecciones de los espíritus animales está situada una interpretación convencional de la crisis económica actual en los países más desarrollados. Hay cuestiones relevantes en esa aproximación acerca de cómo funcionan los mercados y el papel de la intervención gubernamental para orientar su operación.

Pero la complejidad de las relaciones sociales va más allá de esa manera de concebir la crisis económica en los países más ricos del capitalismo global. Además de los problemas de gestión que entraña la situación actual, parece haber una recomposición del modo de producción y distribución cuyo alcance no es claro, aunque se advierte como profundo.

La crisis indica que la acumulación por la vía financiera se ha tensado en demasía. Dicha crisis está centrada en los países más ricos, pero tiene, obviamente, repercusiones globales. Hoy se discute si habrá un segunda caída (double dip), es decir, otra fuerte recesión como la de 2009. Los indicadores sobre los que se hacen las proyecciones económicas siguen siendo muy contradictorios.

La semana pasada, en Estados Unidos los datos del consumo y del empleo hicieron que la Reserva Federal reaccionara mediante la adaptación de la política monetaria para inyectar más dinero para estimular la actividad de la economía. La críticas a la FED son fuertes por la insuficiencia de sus acciones en el entorno recesivo que prevalece. El alcance de esas acciones está condicionado por la cada vez más débil posición fiscal.

Los datos del consumo de los hogares siguen mostrando un estancamiento, la tiendas departamentales reportan menos ventas y menores niveles de ganancias. La gente no tiene confianza en la situación que prevalece y en su capacidad para mantenerse empleada, así que limita sus gastos.

Pero al mismo tiempo las noticias de la industria automotriz indican un retorno de las armadoras en mucho mejores condiciones productivas y financieras que las que hace un par de años provocaron la intervención del gobierno de Obama.

Mientras tanto, en Alemania se registraba una tasa de crecimiento del producto más alto que el esperado y que sirvió para jalar el promedio de la Unión Europea, aunque con fuertes diferencias entre los países que la conforman.

En fin, que existe la posibilidad de una nueva recaída, pero en lo que parece haber poca discrepancia es que el ritmo de crecimiento de la producción y del empleo en Estados Unidos y Europa será bastante plano y estará por debajo de la tendencia del periodo anterior a 2008. Además, esta condición podría durar un periodo más bien largo. La cuestión que se desprende es acerca del carácter de un periodo extendido de lento crecimiento y sus manifestaciones a escala global.

Se provoca un reacomodo de las posiciones de las economías en el mundo. Un caso patente es el de China que ha acumulado grandes cantidades de dólares a partir de su expansión exportadora y que es el principal inversionista en títulos del gobierno estadunidense, o sea, que tiene un papel clave en el financiamiento del déficit financiero y fiscal.

Un desequilibrio grande se genera en ese déficit que abre una brecha entre los gastos proyectados, incluyendo el servicio de la deuda pública, y los ingresos proyectados para los años venideros. El FMI estima que esa brecha es del orden de 14 por ciento del producto que hay que cubrir anualmente. Esta cifra equivale prácticamente a los ingresos actuales del gobierno federal.

La pregunta es quién, cómo y cuándo pagará esta deuda. Buena parte del endeudamiento público está situado fuera del balance o, dicho de otro modo, se considera como no oficial. Lo que no hace, por supuesto, que desaparezca. Es la misma práctica que se ha hecho con la deuda en México. Ese es el terreno de las contradicciones sociales y políticas que se crean en medio de la crisis.

Desde la década de 1970 han surgido una serie de crisis económicas de distinta magnitud y de características diversas. Se han superado con costos cada vez más grandes y la capacidad de gestión se ha ido estrechando como se demuestra en la situación actual.

Aunque la memoria social parezca reducida, los desajustes sociales y las distorsiones económicas y financieras se han estado acumulando y la capacidad tecnocrática para enfrentarlos van a la zaga. Las posiciones extremas en política tienden a resurgir en situaciones históricas como ésta, las tentaciones autoritarias y las inclinaciones nacionalistas y xenofóbicas se agrandan.

Aunque hay países que han resistido mejor el embate de la crisis, en el caso de México su impacto es muy directo y decisivo por la dependencia de la economía con la de Estados Unidos y la cada vez más grande rigidez estructural interna para inducir el crecimiento. Ambos aspectos van de la mano, se retroalimentan y la política pública y el poder económico los refuerzan y reproducen.

No puede nada de esto perderse de vista, sobre todo en las condiciones de precariedad de la estructura social que prevalece hoy en México.

http://www.jornada.unam.mx/2010/08/16/index.php?section=opinion&article=025a1eco