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¿Polarizar o despolarizar?

Fuentes: Rebelión

«La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa, no es parlanchina. De ahí la centralidad de la relación de poder, no de la relación de sentido. La historia no tiene «sentido», lo que no quiere decir que sea absurda e incoherente; es, por el contrario, inteligible y se debe poder analizar en sus […]

«La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa, no es parlanchina. De ahí la centralidad de la relación de poder, no de la relación de sentido. La historia no tiene «sentido», lo que no quiere decir que sea absurda e incoherente; es, por el contrario, inteligible y se debe poder analizar en sus mínimos detalles, pero a partir de la inteligibilidad de las luchas, de las estrategias y de las tácticas».

Michel Foucault

1.- ¿Polarizar para avanzar? ¿Despolarizar para retroceder? Planteado en esos términos, sin duda estamos frente a un falso dilema. Se parte de un presupuesto falso: que la polarización significa extremar posturas. Dejemos a un lado el parloteo y hagamos una evaluación de las estrategias y las tácticas, de las «condiciones objetivas», si se prefiere: la táctica que emplean las fuerzas adversas a la revolución bolivariana no es despolarizar para avanzar. ¿Quién dijo que la oposición no radicaliza? Después del 26-S, la oposición «democrática» ha radicalizado la táctica que viene empleando sobre todo desde 2007: abandono del discurso confrontacional, crítica de la gestión de gobierno, reapropiación del discurso chavista. Atrás quedaron los tiempos en que esa misma oposición pedía la renuncia de Chávez, hacía un llamado abierto al desconocimiento de las instituciones democráticas, promovía la violencia callejera y alentaba salidas de fuerza. La estrategia sigue siendo la misma: dar al traste con la revolución bolivariana, haciendo tabula rasa de todas las conquistas populares. Fueron las tácticas empleadas hasta 2006 las que demostraron ser un completo fracaso: condujeron a la oposición de derrota en derrota. Después del golpe de Estado en 2002, atendieron, a regañadientes, el llamado al «diálogo», mientras reagrupaban fuerzas para consumar, en diciembre del mismo año, el mayor atentando que ha sufrido la sociedad venezolana: el sabotaje de la industria petrolera y el lock out empresarial (promovido por los mismos oligopolios de hoy), que dejaron en la ruina a la economía nacional. Hoy la oposición «democrática» ha resignificado el discurso de la despolarización, nos habla de «diálogo» y de la necesidad de «equilibrio». Para avanzar, la oposición necesita repolarizar, y es exactamente lo que está haciendo. Si desde 2007 su táctica apuntaba a la desmovilización y desmoralización de la base social del chavismo, a partir del 26-S se cree con la fuerza suficiente para ir tras el voto chavista.

2.- La correlación de fuerzas que ha quedado expresada el 26-S no es el resultado de los «excesos» de la polarización, sino la confirmación de una crisis de polarización chavista. Esta crisis no es expresión de un exceso de antagonismo político, sino de todo lo contrario: de la atenuación del conflicto y del disciplinamiento forzoso del chavismo que supuso la burocratización de la política; de la desatención de las demandas populares en favor del discurseo vacío. ¿La vía más expedita para frustrar el proceso de cambios? No reconocer los signos de esta crisis de polarización, de los cuales el más elocuente es el hastío por la política que afecta a parte importante de la base social del chavismo. En este contexto, la interrogante fundamental no es: ¿a quién conviene agudizar la polarización? La pregunta pertinente es: ¿a quién conviene agudizar la crisis de polarización chavista?

3.- Avanzar en la radicalización democrática de la sociedad venezolana no pasa por «dialogar» con el chavismo popular, sino por crear las condiciones que hagan posible la interpelación mutua entre la base social del chavismo y su dirección política. Interpelación supone conflicto, por supuesto que sí, pero una revolución encara el conflicto, no lo invisibiliza. ¿Esto supone descartar el «diálogo» con la oposición «democrática» o con la clase media? No. ¿Acaso supone cesar en la lucha contra los oligopolios? De ninguna manera. Repolarización chavista no significa estimular los odios. Significa comprender que es necesario construir un muro de contención contra la «polarización salvaje» que sobrevendría si la oposición retoma el control de los poderes del Estado; esto es, cuando las fuerzas entonces victoriosas ya no necesiten recurrir al discurso del «diálogo». En un escenario tal, ¿dialogaremos con los que criminalizan, estigmatizan y persiguen al chavismo «salvaje»? ¿Reclamaremos racionalidad y mesura? La táctica de la repolarización chavista significa reagrupar fuerzas, organización, movilización y lucha popular. Porque sin pueblo no hay contención que valga. Está claro: sin pueblo tampoco hay «sorpresas». Sólo la derrota.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.