Calza perfecto en el golpismo mediático burgués, el manoseo del término «Inseguridad» atribuido a todo lo que no sean sus intereses. Coartada delincuencial perfecta. Una especie de «comodín» semántico de gran utilidad en los naipes ideológicos de los tahúres noticiosos. Lloriquean a mansalva mientras trafican con maniobras de terrorismo informativo; mientras lloran amargamente sobre la […]
Calza perfecto en el golpismo mediático burgués, el manoseo del término «Inseguridad» atribuido a todo lo que no sean sus intereses. Coartada delincuencial perfecta. Una especie de «comodín» semántico de gran utilidad en los naipes ideológicos de los tahúres noticiosos. Lloriquean a mansalva mientras trafican con maniobras de terrorismo informativo; mientras lloran amargamente sobre la víctima que ellos apuñalan; mientras hacen pucheros compungidos como plañideras periodísticas; mientras defienden los reinos oligarcas donde prima el repertorio más terrible de injusticias… Han montado un circo hipócrita con payasadas «mass media» para hacer invisible una realidad medular: ¡Nada hay más Inseguro que el capitalismo!.
Repertorio delincuencial capitalista que comienza con la plusvalía, con el manoseo de las leyes burguesas, con lo anti-democrático de sus instituciones y sus valores, con los fracasos educativos, con las demagogias de farsantes «culturales», con el incumplimiento de compromisos políticos. El peligro es el capitalismo. Inseguridad laboral, inseguridad médica, inseguridad habitacional, inseguridad educativa… nadie asegura ni lo indispensable. Lo único seguro bajo el capitalismo es la miseria y la barbarie. O dicho de otro modo, más de lo mismo.
Estallan, en los «mass media«, como bofetadas de irracionalidad descomunal, las hipocresías burguesas que lloriquean compungidas por el paisaje de «inseguridad» que ellos exageran -y ocasionan-. El grado de cinismo aberrante con que a diario se habla de «inseguridad» sintetiza, en su núcleo ideológico más duro, la moraleja del odio burgués, el odio de clase, donde los pobres son una especie de amenaza apocalíptica irrefrenable. La tesis no declarada por la farándula informativa, la tesis que mascullan siempre entre líneas, es que la «inseguridad» (la que a ellos les asusta) es descomposición social que amenaza a su «propiedad privada» y que hay hordas de chusmas inhumanas que envidian lo que la «gente bien» ha ganado «con el sudor de su frente». En el fondo la pataleta burguesa por la «inseguridad» reclama mañosamente más policías, más represión, más «mano dura»… lo que sea, con tal de no sentir en la nuca el cargo de conciencia y la responsabilidad objetiva producida por el despojo de la mayoría para que unos cuantos vivan como reyes.
No es falso que los índices de criminalidad han crecido exponencialmente en sectores muy diversos. Esa criminalidad, si se suma el importe en dinero, tiene su centro más agudo en los bancos usureros, en los latifundios y en no pocos grupos empresariales que, históricamente, vienen robando, asesinando y saqueando (incluso de maneras «legalizadas») fortunas inconmensurables, la propiedad de los pueblos y la vida pueblos enteros. Esa inseguridad obra del capitalismo no cuenta en el relato de los «periodistas» serviles a la operación delincuencial, base y sustento del capitalismo.
Históricamente el capitalismo ha sido incapaz de resolver el problema de la «inseguridad» o de la «delincuencia», en todas sus expresiones y extensiones. Si lo hiciese atentaría contra su esencia misma y comenzaría por prohibir el robo de la plusvalía. Ninguno de sus adelantos en materia de espionaje, de infiltración ni de «disuasión» ha servido para frenar uno solo de los renglones en que clasifica los actos delictivos. Ni los llamados «delitos del fuero común», ni los delitos contra las «garantías individuales» ni los delitos internacionales, tan graves como la invasión de países para saquear riquezas naturales. Visto como lo ven los medios oligarcas, paradoja de paradojas, el capitalismo es un fracaso descomunal a la hora de proveerse «seguridad» a sí mismo.
Cuando se trata de calumniar a cualquier proyecto de transformación social que enfáticamente se finca en una vida democrática en serio, la burguesía no duda en sacar su «comodín» maestro para acusar de «inseguro», de «ausencia de autoridad», de permisividad cómplice, o de cualquier otra canallada, a los líderes y a los pueblos reticentes al a mansedumbre que el capitalismo exige. Hoy eso es una moda mundial y con la cantaleta de la inseguridad se cometen fechorías aberrantes como nunca. El burgués asustado se vuelve, fácilmente, fascista y se disculpa toda perversión represora, todo gasto en armas y toda estrategia de espionaje y muerte a cambio de dormir «tranquilo».
Las cifras mundiales en materia de «inseguridad», además de ser manipuladas, (según conveniencias de época) tienen siempre el sabor amargo de la impotencia y la incertidumbre porque, un asunto tan serio, se ha dejado, principalmente, en manos de policías y soldados, dos gremios muy sospechosos prohijados por la burguesía durante al menos 300 años, sólo para servirle a sus intereses. No hay manera de romper los círculos viciosos y tramposos de la «inseguridad» capitalista si el control de las policías y los ejércitos no lo ejercen los pueblos, democráticamente, bajo una doctrina de paz socialista, obediente, sin restricción, al mandato de tranquilidad que la humanidad reclama desde sus más hondas aspiraciones y dolores históricos.
Ningún oligarca resolverá problema alguno de inseguridad, por más promesas que haga ante los púlpitos de sus urgencias electorales o reinos burocráticos. No lo resolverá porque realmente no lo desea y, sobre todo, porque realmente no puede. Hay miles de mafias, chicas o grandes, a las que la oligarquía tributa privilegios con esmero y, todas ellas, tienen base delincuencial histórica. Podremos auditarlas, una por una, cuando el pueblo tenga el poder de dirigir su destino y terminar con el reino de la delincuencia estructural consustancial al capitalismo. No hay de otra. El hambre es un delito, el desempleo es un delito, la falta de escuelas es un delito, la falta de salud es un delito… el capitalismo es la «inseguridad» misma. ¿Qué esperamos para comprenderlo y resolverlo?
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