Ciertamente resulta denigrante que en pleno siglo XXI cuando los avances científicos, tecnológicos y de comunicación alcanzan niveles extraordinarios, un informe de la UNICEF asegure que decenas de millones de niños menores de cinco años morirán para el año 2030 por causas prevenibles si no se aborda la ayuda a la infancia de manera más […]
Ciertamente resulta denigrante que en pleno siglo XXI cuando los avances científicos, tecnológicos y de comunicación alcanzan niveles extraordinarios, un informe de la UNICEF asegure que decenas de millones de niños menores de cinco años morirán para el año 2030 por causas prevenibles si no se aborda la ayuda a la infancia de manera más estratégica.
En el informe final sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advirtió que, de no centrar la acción en las comunidades más necesitadas, en los próximos 15 años morirán 68 millones de niños por causas evitables.
Según la organización, continúa la existencia de grandes diferencias entre regiones, pues el riesgo de que un niño menor de cinco años muera en un país en desarrollo es el doble que en un país desarrollado, y dicho conflicto es casi 15 veces mayor si se habla del África Subsahariana.
Con una velada crítica a los países que esconden cifras reales sobre la situación de la niñez, el documento de la organización expresa que «normalmente los gobiernos se centran en las áreas y comunidades a las que es más fácil llegar y no en aquellos con mayores necesidades, dejando de lado a los niños más vulnerables».
Pero veamos algunas de las escalofriantes cifras:
Cada día mueren más de 30 000 niños por causas relacionadas directamente con la pobreza, lo cual hace de ésta la causa principal de la violación de sus derechos fundamentales.
Seis millones mueren anualmente antes de cumplir los cinco años de edad, y 58 000 000 no tienen acceso a educación primaria; el 47 % de los 1 200 millones de personas que viven en pobreza extrema tienen 18 años o menos.
Se calcula que, en todo el mundo, unos 120 millones de niños viven en la calle y muchos de ellos son víctimas frecuentes de todo tipo de abusos.
Los que viven en zonas urbanas o rurales se encuentran en situación de precariedad. Debido a la enorme pobreza, no pueden satisfacer correctamente sus necesidades elementales, como la nutrición, el acceso a los servicios sanitarios o la escolarización, y están expuestos a la inseguridad.
La Organización no Gubernamental Humanium define que la pobreza priva a los niños del derecho fundamental a la vida, les priva de la oportunidad de tener una educación y les impide tener acceso a atención sanitaria, agua potable, alimentación, refugio, seguridad y protección.
En muchos países cuyos gobiernos han suscrito la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, no respetan el artículo 4 que indica: nadie será obligado a ser esclavo o a servir; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidos en todas sus formas.
Y es que en la actualidad son diversas las formas de esclavitud que en demasía afectan a los menores de edad.
Entre los casos más extendidos aparecen el tráfico infantil, los reclutamientos de menores en grupos armados, la prostitución impuesta, el trabajo forzado en minas, talleres o servidumbre y también la utilización de niños en el tráfico de drogas.
Datos de la Organización de Naciones Unidas, resaltan que 5 700 000 niños sufren trabajos forzados y servidumbre, 1 200 000 son víctimas de la trata que va acompañada de explotación comercial infantil. Un millón de ellos, principalmente niñas, son obligadas cada año a prostituirse.
Si bien es cierto, como señalan los organismos internacionales, que la mayoría de los casos ocurren en las naciones en desarrollo de África, Asia y América Latina, también la crisis económica y el crecimiento de la enorme desigualdad entre ricos y pobres, ha motivado que este flagelo se extienda por los países desarrollados.
Pero antes debemos de aclarar que mientras en algunos países de América Latina como México, Paraguay, Honduras, Perú y Colombia, las cifras de menores en la pobreza se han mantenido o incrementado, en otros como Ecuador, Brasil, Argentina, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, ese riesgo ha disminuido porque sus gobiernos han aplicado importantes medidas sociales a favor de la población.
En Europa Occidental, alrededor de 28 millones de niños se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social y la crisis económica, financiera y social ha incrementado abruptamente ese riesgo.
Con la aplicación de fuertes medidas de choque neoliberales, se han reducido drásticamente los puestos de trabajo, se cercenaron fundamentales programas sociales en salud, educación, jubilaciones lo que provocó que de 2008 a 2013, el número de menores en riesgo de pobreza sobrepasara los 2 400 000.
En los 28 Estados miembros de la Unión Europea, el 25 % de las personas con menos de 18 años se hallan en riesgo de pobreza y exclusión social.
Entre los casos más relevantes aparece España donde el 27 % de la población infantil sufre pobreza, o sea, uno de cada cuatro niños de esa nación ibérica.
La ONG Cáritas señala que 2 400 000 menores de 16 años solo acceden a la comida del mediodía «si tiene suerte de disponer de una beca comedor; no cuentan con agua corriente en su domicilio para lavarse, ni energía eléctrica y en muchas ocasiones no tienen ni techo garantizado».
La primera potencia económica mundial, Estados Unidos, con un 23,1 % de pobreza infantil aparece en el lugar 26 de los 29 países más ricos analizados por la UNICEF.
El documento nombrado Bienestar Infantil , tiene en cuenta parámetros como la felicidad material, la educación, la salud y la seguridad, comportamientos y riesgos, vivienda y el medio ambiente.
La moraleja indica que aunque un país sea suficientemente rico y poderoso, si no se aplican medidas sociales que garanticen la seguridad de la mayoritaria población, la pobreza infantil continuará engrosando sus filas.
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