Todo parece indicar que no hay salida a corto plazo para esta crisis devastadora internacional. Como todas las crisis, es al mismo tiempo económica y política, aun cuando se hable casi solamente de economía. El aspecto político principal de la crisis consiste en las consideraciones que cada gran fuerza política de cada Estado-nación se hace […]
Todo parece indicar que no hay salida a corto plazo para esta crisis devastadora internacional. Como todas las crisis, es al mismo tiempo económica y política, aun cuando se hable casi solamente de economía. El aspecto político principal de la crisis consiste en las consideraciones que cada gran fuerza política de cada Estado-nación se hace sobre la posición en que está y en la que puede estar el (lejano) día en que la economía mundial retome el crecimiento. Esas consideraciones son determinantes cada día a la hora de decidir sus respectivas posiciones en materia económica.
Pero estos jugadores están frente al tablero más complejo de la historia, viven entre ellos un conflicto agudo en extremo, nadie está en capacidad de prevalecer sobre nadie; están obligados a resolverlo juntos y, por supuesto, todos juegan al mismo tiempo: sin remedio los resultados son la mezcla imprevisible o escasamente previsible de los hechos cotidianos; por eso con frecuencia se les ve atónitos. Y una y otra vez cambian de opinión y de posición respecto de las filosos problemas del día. Un día la señora Merkel dice que al demonio con estos griegos irresponsables dados permanentemente a la molicie, y más recientemente se ha metido en un conflicto político interno mayúsculo para rescatar a Grecia, aunque represente sólo 2 por ciento del producto de la eurozona (Merkel parece saber más de los encadenamientos financieros y el daño que causaría especialmente a los bancos alemanes).
Es verdad que entre los policy makers abundan los obcecados absolutamente dominados por la estúpida ideología neoliberal (véanse los argumentos de la reciente dimisión de Jürgen Stark, economista jefe del Banco Central Europeo), pero también es cierto que los tercos hechos les ha demostrado a muchos de ellos que la austeridad no produce crecimiento, tal como la gasolina no apaga ningún incendio.
Analistas más sensatos, que no tienen intereses asomados a alguno de los muchos ríos revueltos, a ver qué pescan, grosso modo han propuesto un programa mínimo para ir saliendo de la crisis, lentamente (no hay ningún dispositivo turbo a la mano): 1) no sólo eliminar la (cínica) reducción de impuestos a los ricos y megarricos, sino operar un aumento importante a los mismos; en este punto las cosas han llegado al punto que Warren Buffet, la tercera fortuna del planeta, ha pedido que, por favor, lo cobren impuestos a los ricos; recientemente Obama refirió en qué medida la secretaria de Buffet paga mucho más impuestos, proporcionalmente, que su jefe; 2) terminar de una vez por todas con las guerras en Irak y Afganistán que cuestan billones (en castellano); 3) aumentar sustancialmente, nuevamente, el gasto dirigido específicamente a regresar a los desempleados al trabajo, lo que representará más sueldos que aumentarán los ingresos fiscales y reducirán los gastos sociales; 4) más salud pública (p-ú-b-l-i-c-a), a toda la población, que incluya duras licitaciones de las compras de productos farmacéuticos y hospitalarios para abatir los precios de los tiburones que surten al sector salud; 5) una suspensión controlada de pagos para los que tienen hipotecas que no pueden pagar, dando tiempo para que salgan de sus problemas.
Frente al ambicioso plan de reactivación de Obama centrado en la creación de empleos, un grupo de congresistas republicanos se ausentó del discurso del presidente. Estoy harto de discursos
, dijo el senador Jim DeMint, de la extrema derecha del Tea Party y principal promotor de la mueca de desaprobación de la propuesta de Obama. De igual modo el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, dijo compartir la posición de sus compañeros sobre el discurso de Obama. Esto no es un plan para crear empleo, esto es un plan para lograr la relección.
Hay que decir que la propuesta de Obama no aumentará el déficit, debido a los recortes en diversos rubros.
Es claro que es un plan económico y político dirigido a la búsqueda de la relección. Obama ya está haciendo política con su plan económico, buscando una aprobación de masas.
Angela Merkel está preparando planes para apuntalar a los bancos alemanes en el caso de que Grecia no cumpla con las condiciones del rescate y suspenda pagos. Alemania es una economía que permanece limpia
, pues Francia está resbalando hacia una estado análogo al de Italia. En los hechos Alemania camina hacia la conformación de una especie de cuarto Reich al interior de la Unión Europea (UE): economía y política.
El G7 (otra vez, puramente G7), con la lumbre en los aparejos llegó a algunos acuerdos. El mandón de Estados Unidos parece poder obligar a la UE a una reactivación mediante la ampliación del gasto, a la que venía siendo sistemática contraria la UE. La parte UE dentro del G7 está más que de acuerdo en la emisión de eurobonos…, excepto Alemania. Por supuesto, tendría que ser la garante principalísima de los mismos (acompañada en medida muy pequeña por Holanda y Austria). Los altos riesgos que representarían para el futuro de Alemania, se hallan lejos de los que pueden ser los planes políticos de este país en el futuro de la UE: Alemania acaso pueda solventar la insolvencia de Grecia, pero no la de España. Si llegara a ocurrir ésta, adiós, euro. Seguramente Estados Unidos no lo lamentará.