Recomiendo:
0

Políticos: entre grandes empresas y población

Fuentes: Rebelión

Ya hace años, en los inicios del tratamiento de los fenómenos «globalización» en España, señalé que la contradicción principal (dicho así un poco a la manera marxista de razonar) se producía entre los intereses de las grandes empresas y los de las poblaciones de cada estado. Esto vale para el Occidente avanzado, lo que también […]

Ya hace años, en los inicios del tratamiento de los fenómenos «globalización» en España, señalé que la contradicción principal (dicho así un poco a la manera marxista de razonar) se producía entre los intereses de las grandes empresas y los de las poblaciones de cada estado. Esto vale para el Occidente avanzado, lo que también hace años sugerí llamar países enriquecidos, abriendo la puerta a la reflexión sobre las causas del enriquecimiento y apartándome de este lenguaje pretendidamente aséptico con lo que todos sabemos a qué nos referimos, pero preferimos no decir su nombre claro y transparente. La contradicción principal, pues, remite al choque entre la sustancia (el poder, en este caso el de las grandes empresas del mundo, interesadas en la globalización) y la forma (la elección de los representantes del poder político que se realiza en el ámbito político administrativo de los estados por sus poblaciones).

La motivación, la causa última del interés de las grandes empresas del mundo fue, y sigue siendo, retomar el crecimiento de su parte dentro de la distribución del valor añadido, reduciendo la parte destinada a salarios. Reducir costes y ampliar mercados a la vez, por la vía de la movilidad de los factores productivos: capital (invirtiendo en otros países) y trabajo (propiciando las corrientes migratorias). El ahorro (y el endeudamiento) transformado en capital invertido en otros lugares ha favorecido el traslado de riqueza futura (entonces) que es la que se encuentran ahora en forma de capacidad adquisitiva en lugares como China (y otros). La mano de obra abundante y sobrante de países con demografía todavía generosa (o sea con mucha gente en edad de trabajar y sin trabajo) ha permitido una contención salarial en el interior de los países enriquecidos que se lanzaron a crecimientos en sectores que no requerían gran capacitación técnica. El caramelo para los asalariados y asimilados (en la contabilidad nacional) fue el endeudamiento masivo (alimentador de la demanda agotada en estos países).

El paso del tiempo, el desarrollo de la actividad económica de unos y otros ha llevado a que las poblaciones de los países enriquecidos, que han aceptado la globalización conformados por la bajada de costes con precios más bajos debidos a calidades inferiores, deban soportar la pérdida de puestos de trabajo en su territorio, mientras se crean en países lejanos. Ahora ya hablamos de niveles de paro muy difíciles de compatibilizar con unos mínimos de supervivencia, pero los políticos del sistema democrático estatal dependen y mucho de las grandes empresas que tienen intereses divergentes de los de las poblaciones: aquellas son el mundo, mientras estas sienten (mayoritariamente) el vínculo de donde han nacido y crecido. Pueden surgir otros políticos.

Fernando G. Jaén es Profesor Titular del Departamento de Economía y Empresa. Universidad de Vic.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.