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¿Popular o impopular la intentona del 4 de Febrero?

Fuentes: Rebelión

Para entender los procesos en general y los procesos socio/históricos en particular es menester adentrarnos a las causas, al móvil que los determinó u originó; cuando así no lo hacemos nos perdemos en las apariencias, en los espejismos; quedamos a merced del subjetivismo: sencillamente nos apartamos de la realidad. Realidad que sólo puede ser comprendida […]


Para entender los procesos en general y los procesos socio/históricos en particular es menester adentrarnos a las causas, al móvil que los determinó u originó; cuando así no lo hacemos nos perdemos en las apariencias, en los espejismos; quedamos a merced del subjetivismo: sencillamente nos apartamos de la realidad. Realidad que sólo puede ser comprendida y determinada a partir del ejercicio pleno de la dialéctica: del Materialismo histórico…

La sociedad venezolana, como es lógico que suceda en toda sociedad de clases, se encontraba para el momento en que se suscitaron los hechos del 04 de febrero -y aun se encuentra hoy- inmersa en la lucha: en la lucha de clases. Solo que lucha solapada, entre la burguesía y el proletariado; la lucha entre los que no producen y los que producen.

Mientras que la burguesía parasitaria -y sus lacayos- luchaba por perpetuar sus espurios intereses de clase y mantener vigentes las viejas relaciones de Poder capitalistas, las masas trabajadoras y explotadas (aunque) de manera espontánea y sin dirección alguna también luchaban, claro que no para derribar esas viejas relaciones de Poder (contrarias a sus intereses y a las que están llamadas a destruir), porque su falta de conciencia revolucionaria les impedía concebirlo así, sino más bien por cólera y arrecheras de siglos…; luchaban con los precarios medios que poseían, pero luchaban: hacían tímidos esfuerzos, ciertamente insuficientes como para derrumbar el orden establecido. Y todo por no contar éstas con una Vanguardia revolucionaria que las educara revolucionariamente y las guiara hacia la conquista del Poder. ¿Cuál es la lección de todo esto? Que las masas, aun cuando no tenían desarrollada una conciencia revolucionaria, estaban, para aquel momento, por encima de «sus dirigentes»; que a pesar del precario nivel ideológico que éstas tenían, intuían para ese entonces, lo que los «dirigentes revolucionarios» ni «sabían» ni podían enseñarles: que la lucha, que encuentra en la Violencia su más alta expresión, constituye su único medio posible de liberación. Pero la lucha, señores, no puede ser tenida jamás como causa sino como consecuencia de…, fundamentalmente, la explotación y el saqueo que propinan los chulos capitalistas a las masas trabajadoras. ¿Pero, es que existe otra forma de liberarse? Como bien lo esgrimía nuestro maestro Marx, la lucha de clases es el motor de la historia: se erige en la partera de la historia; y nos conduce indefectiblemente hacia el establecimiento de La Dictadura del Proletariado…. ¿O es que alguien pudiera pensar que las cosas puedan operar de otro modo: que la destrucción o supresión de la sociedad capitalista pueda operar pacíficamente, sin dar una lucha tenaz, como así lo esgrimen los intelectuales de «izquierda», apologistas de la «revolución» bolivariana; y también su líder: Chávez…?

…¿Qué ocurrió realmente el 04 de febrero? ¿Expresaba aquella hazaña la posibilidad cierta de liberación nacional: la posibilidad de que el pueblo explotado se liberara de sus verdugos, las bestias capitalistas, destruyendo el viejo Estado capitalista, o constituyó mas bien un berrinche, el medio a través del cual un grupo tremendista, mediante una acción desesperada, a todas luces foquista, hacía gala de sus dotes milicoides para ganarse la fama…? Recordemos que el foquismo: consiste en la organización armada de pequeños grupos aislados, «focos», que (bajo una perspectiva iluminista y blanquista) combaten, «en nombre de la clase trabajadora«, la opresión reinante. Solo que lo hacen prescindiendo de la participación de dicha clase, actúan al margen de ella: porque se creen por encima de ella. Este extravío ideológico, jamás debe ser tenido como una acción revolucionaria, constituye más bien una medida desesperada, propia de «súper/hombres» de conciencia difusa. ¿Qué querían propugnar y/o evitar nuestros tremendistas -foquistas- con dicha acción; acción que a todas luces lucía fracasada? A confesión de parte relevo de pruebas: el mismísimo Chávez ha revelado en reiteradas oportunidades que aquella hazaña no tenía posibilidad alguna de resultar victoriosa… ¿Entonces, por qué se fueron de bruces y «arriesgaron» tanto nuestros amigos tremendistas; por qué no se dedicaron primero a conformar, conjuntamente con los sectores más avanzados y revolucionarios de la sociedad, una Vanguardia revolucionaria que educara revolucionariamente a las masas trabajadoras y explotadas y las guiara hacia la conquista del Poder; por qué prefirieron más bien lanzarse solos al ruedo, dejando a ese pueblo a un lado?…

Nadie (que esté en su sano juicio) podría negar que a partir del año 1989 (año del caracazo) la posibilidad cierta de coronar la revolución social en Venezuela era ya un hecho inminente, puesto que: estaban dadas (léase maduras) las condiciones objetivas para su brote y coronación: la podredumbre capitalista se hacia agua por todos lados; había quedado al descubierto ante los ojos del pueblo. ¿Y, qué paso entonces; por qué no se consumó la revolución? Porque las condiciones subjetivas (léase la conciencia revolucionaria de la masas populares), aunque ciertamente habían experimentado un alto grado de exacerbación, no habían alcanzado aún su desarrollo y madurez; las masas trabajadoras a lo sumo podían advertir la contradicción existente entre sus intereses y los intereses de los explotadores capitalistas, pero no podían advertir y mucho menos comprender la contradicción existente entre sus intereses y el sistema total: la sociedad capitalista; se encontraban en un estado de «total» desnivel respecto a dichas condiciones objetivas: la podredumbre capitalista. Tampoco se había conformado para el momento una Vanguardia revolucionaria capaz de guiarles hacia la conquista del poder. En tales condiciones resultaba imposible coronar revolución alguna.

Todo aquello lo comprendió muy bien la grosera oligarquía venezolana, quien con diagnóstico en mano y con plena conciencia de clase activó su plan para evitar a toda costa que se gestaran nuevos brotes de insurgencia; sabía esa rancia oligarquía que adelantando un proceso de reformas legales que alimentase las ilusiones constitucionalistas en el pueblo y drenara sus arrebatos de cólera (por un tiempo) podía desviar a ese pueblo del curso revolucionario: impedir la revolución. Pero también sabía dicha oligarquía que ese plan requería de tácticas y estrategias adecuadas para poder coronarse exitosamente; de actores que (sin atentar contra el status quo; el orden capitalista vigente; las relaciones de Poder y de Producción sobre las que dicha oligarquía asienta su reinado) fueran capaces de despertar en el pueblo la esperanza pérdida. Fue así como surgió Hugo Chávez, quien haciéndose de un discurso «revolucionario» y precedido de la fama obtenida aquel 04 de febrero revivió en el pueblo la esperanza perdida; así surgió el hombre ideal para adelantar, en nombre de la oligarquía reaccionaria, tales reformas; aunque así no lo adviertan todavía las masas explotadas; el mismo hombre que jura y perjura que a punta de purísimas reformas legales y constitucionales llegaremos al Socialismo. Señor Chávez, ¡la explotación capitalista no tiene carácter legal sino carácter económico! Mientras así no lo comprenda, será usted esclavo de las ilusiones constitucionalistas…

No existe constitución ni ley capaz de abolir la bestial explotación capitalista: para abolirla es necesario adelantar una revolución social. Que sólo podrán llevar a cabo las masas trabajadoras y explotadas, guiadas por una Vanguardia auténticamente revolucionaria; que deberá educarlas, bajo una perspectiva Ético/Socialista. Sólo así estarán éstas en capacidad de conquistar el Poder y enrumbarse a la construcción del Estado Socialista. ¡Antes ni pensarlo!

Para colmo y remate, la precitada fecha (04 de febrero, 1992) ha sido tomada, por los apologistas de la «revolución» bolivariana, para elogiar abundantemente a las fuerzas armadas venezolanas, para sublimarlas. ¿Pero, cómo elogiar a quienes hacen de cancerberos de los intereses burgueses, el 99, 9% de los días del año? Recordemos que, en aquella oportunidad, fue sólo un minúsculo grupo quien se lanzó al ruedo para interrumpir la cadena regular de los acontecimientos. Pero por ese «acto de bondad» llevado a cabo, repito, por un pequeño grupo, y que sólo tuvo un día de duración, se ha querido pasar por «revolucionario» a todo el ejército. El mismo ejército que de manera ininterrumpida (a excepción del 12 y 13 de abril del 2002), se ha encargado de salvaguardar el status quo y las relaciones de explotación burguesa. En lugar de negarse a sí mismo, renunciando a sus viejas insignias y a su viejo Estado, para subordinarse a la causa del pueblo explotado; y preparar junto a éste la destrucción del aparato estatal capitalista…

La historia y la práctica nos confirman hasta la saciedad que sólo el pueblo armado, militar e ideológicamente, puede llevar a cabo una verdadera revolución; los individuos aislados, de conciencia difusa, y erigidos en súper-héroes sólo pueden desviar a éste (pueblo) de la causa revolucionaria, como suele pasar hoy día. Por eso debemos tener siempre presente la relación dialéctica existente entre Necesidad y Casualidad, en lo concerniente al papel de las masas populares y el del dirigente en la historia: mientras que el acrecentamiento o elevación subjetiva de esas masas constituye una Necesidad histórica, fundamental y definitiva para la toma del Poder y posterior construcción del Estado Socialista, el papel del dirigente en cambio -sin menoscabar la importancia de que existan dirigentes resueltos a la hora de asumir la causa del pueblo- suele ser Casual; que sea tal o cual dirigente quien esté al frente de un determinado suceso histórico no es determinante para alterar el curso de la historia; dichos sucesos pueden retrasar o acelerar la misma (siempre en concordancia directa con la inercia en que caigan estos dirigentes o la fuerza que los mismos impriman de cara a los referidos sucesos) pero jamás podrán, repito, alterar su curso. En tal sentido, el pueblo sólo podrá conquistar el Poder cuando esté guiado por una Vanguardia verdaderamente revolucionaria, provista de una teoría revolucionaria: en el suceso acaecido el 04 de febrero, dicha vanguardia estuvo ausente; también lo estuvo la participación consciente del pueblo, lo cual niega categóricamente que la precipitada acción estuviera revestida de carácter Popular alguno: fue una acción Impopular a todas luces; ¡Y además foquista!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.