Hoy, a 21 años de aquel histórico 4 de febrero de 1992, la patria vive un momento estelar, crucial y definitorio, como nunca antes lo había vivido. Todos los sueños de redención y equidad, toda la tradición de independencia y libertad, la fuerza de la justicia, la dignidad, la unión, la solidaridad, se han potenciado […]
Hoy, a 21 años de aquel histórico 4 de febrero de 1992, la patria vive un momento estelar, crucial y definitorio, como nunca antes lo había vivido. Todos los sueños de redención y equidad, toda la tradición de independencia y libertad, la fuerza de la justicia, la dignidad, la unión, la solidaridad, se han potenciado en los sentimientos más profundos del colectivo nacional, hilvanados dentro del proceso revolucionario bolivariano que lidera el actual presidente y comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Por esa razón, es una verdad absolutamente irrebatible que nuestro país marcha inexorablemente hacia su consolidación como la patria independiente y soberana que Bolívar soñó y como el nuevo espacio para la construcción de un socialismo original, propio, a la medida de nuestras realidades, necesidades y deseos frente al viejo capitalismo anti-popular y antinacional en el contexto auroral del siglo XXI que clama por el fin de las hegemonías y las guerras impuestas por los imperios para que reine la justicia, el bienestar y la paz de los pueblos.
Los hombres y mujeres que pertenecemos a la mayoría de la población venezolana, somos poseedores de una conciencia política cada vez más elevada; un sentido de responsabilidad histórica que se evidencia en las gigantescas movilizaciones de calle en defensa de nuestros logros políticos y conquistas sociales, en nuestras consignas e ideas expresadas a viva voz dentro del respeto hacia el otro y el fortalecimiento del diálogo de saberes; en nuestra probada capacidad para el combate, para la solidaridad y para el amor. Todo ello se expresa en una nueva moral colectiva, en los cantos nuevos del alma colectiva, en la creatividad, los afectos y los valores que son orgullo eterno de la patria bonita soñada por nuestro cantor irreductible Alí Primera. Igualmente, asumimos todo el sentimiento posible de gratitud y lealtad hacia el líder de la revolución. Por ello decimos que a 21 años de haber encabezado aquella rebelión militar con apoyo civil que lo convirtió en la esperanza del pueblo, Chávez es hoy el corazón del pueblo, se ha convertido en el corazón de la patria, el corazón de Nuestra América y de todos los pobres y humildes, desamparados y menesterosos de la gran madre Tierra.
Hoy también es oportuno reafirmar que el pueblo de Venezuela es el verdadero precursor de la patria nueva, soberana y socialista, que está en marcha en todo el territorio nacional. La gran insurrección popular del 27 de febrero de 1989, aunque fue militarmente aplastada y comunicacionalmente derrotada, logró activar dos elementos fundamentales para el inicio del cambio histórico: uno, la deslegitimación definitiva de la democracia formal, partidista, representativa y burguesa, sustentada en el Pacto de Punto Fijo que había subordinado el destino de la República a los intereses del capitalismo y el imperialismo. El segundo fue la conexión psicológica, emocional, ideológica y política con los militares patriotas de las Fuerzas Armadas de entonces. En el núcleo activo de esa oficialidad patriótica y democrática, se encontraba el teniente coronel Hugo Chávez, altamente sensibilizado y dispuesto a dar el paso que el pueblo reclamaba.
Tres años después, efectivamente, en la madrugada del 4 de febrero de 1992, estaba Hugo Chávez al frente de una extraordinaria y hermosa rebelión militar contra el gobierno fondomonetarista, neoliberal, corrupto y criminal de Carlos Andrés Pérez. Aquel magnífico y luminoso acontecimiento, que hoy conmemoramos una vez más, fue derrotado militarmente; pero su poderosa carga moral, ética, política, emocional y psico- afectiva, resultó ampliamente victoriosa e irreductible como los vientos. El rostro y las palabras de Hugo Chávez que todos vimos y escuchamos en las pantallas de los televisores, durante la plenitud de aquel mediodía, asombró al país y al mundo entero. Las circunstancias se conjugaron de tal manera, que el pequeño discurso del jefe rebelde derrotado llamando a sus seguidores a deponer las armas para evitar mayor derramamiento de sangre, contenía aquella frase que ya se ha hecho legendaria y mítica: «POR AHORA», cuyo sentido tuvo un efecto milagroso en la recepción del pueblo venezolano: levantar la esperanza y la fe en un cambio posible; y convertir al teniente coronel en el líder de una nueva forma de la acción socio-política sustentada en la responsabilidad y la honestidad como valores supremos de la política y la función pública.
Es desde las esencias profundas de esos acontecimientos históricos de donde surge la conexión y el acuerdo tácito y explícito a la vez entre el pueblo y el comandante. Las expectativas compartidas, el pulso del líder para interpretar la realidad histórica y el estado emocional de su pueblo, sus valores, expectativas y disposición política; y la gratitud y nobleza que tiene el pueblo para admirar, respetar y confiar en él, forman el bucle amoroso que se retroalimenta a sí mismo porque es una relación de esencias identitarias, de dos partes inseparables de un todo espiritual, anímico, social, político, ideológico, familiar, así como lo dice el cantor Gino González: «Nosotros somos los pobres, los pobres somos con Chávez».
Es importante señalar que esa relación de identificación amorosa pueblo-líder es alimentada por tres fuentes fundamentales: Una, la tradición política propia, representada en el ideario bolivariano independentista y democrático; dos, la religiosidad popular basada en la fe en Cristo redentor, personificado en la figura del Jesús revolucionario que anduvo con los pobres, ayudó a los necesitados y curó a los enfermos de la Jerusalén sometida por el imperio romano; y tres, la idea del pueblo soberano, la restitución del poder originario en el pueblo organizado. Sobre esa tríada de Pueblo-Jesús-Bolívar, el comandante Chávez sella su pacto con los pobres, con el pueblo y con la patria. Y desde sus inicios hasta hoy, esa fórmula, lejos de debilitarse, se ha enriquecido enormemente del humanismo revolucionario, del marxismo y la tradición crítica universal, de las corrientes anti-colonialistas y de la teología de la liberación de América Latina y El Caribe, de la dialéctica y la hermenéutica. La praxis del comandante y del chavismo revolucionario, se nutre, ante todo, de las realidades más evidentes y las necesidades más profundas y sentidas de las comunidades del pueblo venezolano y de todos los pueblos de nuestra América y del mundo. Por eso, Chávez ya no es él, sino el pueblo. Chávez es el corazón del pueblo. Y eso no lo entienden ni lo entenderán jamás la oposición escuálida, la oligarquía y la burguesía apátridas.
El 4 de febrero nos dejó abierto un «POR AHORA» que alentó la esperanza y se convirtió en fuerza alternativa con una ruta de tensiones, confrontaciones, dificultades y grandeza a toda prueba. Es así cómo la victoria de diciembre de 1998 abre las compuertas de la Asamblea Constituyente que a su vez vehicula el nacimiento de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Y con esa piedra fundamental, se inicia constitucionalmente el proceso de la revolución bolivariana. Nuestra sociedad entra así en una etapa de profundización de las viejas contradicciones sociales, políticas, económicas, culturales, que se resumen en la encrucijada histórica de avanzar hacia la democracia participativa y protagónica como plataforma política para la revolución liberadora y socialista; o retroceder hacia la vieja democracia formal-representativa bajo la hegemonía de las fuerzas opositoras fascistas. Durante los acontecimientos del 11 al 13 de abril de 2002, es el propio pueblo, civil y militar, quien define la encrucijada a favor del proceso revolucionario.
Transcurrida una década, el panorama ahora es más claro y contundente. El liderazgo del comandante está plenamente consolidado en el país, en toda la América y allende los mares. La unidad cívico-militar del pueblo venezolano ya es toda una realidad irreversible con sello de marca chavista. El gobierno bolivariano luce totalmente coherente y cohesionado; desplegado diariamente en las calles dándole continuidad a las políticas estratégicas del Estado en petróleo, nuevas formas de la producción económica, educación, salud, vivienda, cultura, deporte, alimentación, protección social, etc. En todas las comunidades de nuestro territorio está en marcha el desarrollo organizativo, cultural y político de un vasto Poder Popular que avanza en el fortalecimiento de su conciencia colectiva, garante de la revolución. La contundente victoria de la elección presidencial del 7 de octubre que ratificó al Presidente; y la victoria en las 20 gobernaciones el 16 de diciembre de 2012, consolidan el avance del chavismo y colocan a la oposición apátrida y fascista en su peor derrota y decadencia.
En el plano internacional, Venezuela se ha posesionado de espacios fundamentales; y en cualquier lugar del mundo se hace evidente la marca que nos identifica: CHÁVEZ. Los imperialistas y lacayos nos promueven para intentar inútilmente de destruirnos, tal como lo hacen insistentemente los agentes de la CIA, o ex embajadores infelices como el de Panamá, televisoras como CNN o periódicos perversos y degenerados como El País de España; mientras la gente de a pie, estudiosa, trabajadora y luchadora de cualquier rincón del planeta, nos reconoce con respeto y admiración. Desde el Bronx de Manhatan, y atravesando toda la América, desde Palestina a Siria e Irán, desde China a Bielorusia, desde Japón a la India o Viet-Nam, en España y toda la vieja Europa, tanto como en Libia o en cualquier rincón del África, Venezuela es Chávez. Somos la gran referencia para los nuevos movimientos populares, el faro de luz ante la crisis civilizacional que estremece al mundo.
Hoy, el mapa de la integración de los pueblos y naciones de América tiene un trazado sobre las líneas de la anfictionía original que proyectó nuestro Libertador Simón Bolívar, gracias al esfuerzo y el empeño del comandante Hugo Chávez. De todos los líderes políticos del continente, solo él ha sabido ser el mejor arquitecto y animador permanente de los nuevos modelos de integración verdadera. Ha sido el más esclarecido ideólogo y orientador político, capaz de poner en una misma mesa y propósito programático toda la diversidad de gobiernos del continente en función de acuerdos para el desarrollo económico, social y cultural en un contexto de respeto y paz sin la presencia del Norte imperial. La UNASUR, la ALBA y el CELAC constituyen los más claros ejemplos de acuerdos integracionistas legítimos que, en tiempos pasados, eran imposibles de imaginar.
Esta nueva realidad de hoy es la síntesis de un recorrido histórico, cuyo inicio en el pasado está identificado con un dramático POR AHORA, como señal de su imposible realización en aquel momento. Afortunadamente, hoy estamos en un presente de realizaciones pequeñas e iniciales que han abierto el sendero a la grande y hermosa utopía bolivariana en su retraso de 200 años. Los logros de hoy son logros de nuestro pueblo y serán PARA SIEMPRE porque la revolución llegó para quedarse y no desaparecer jamás. Hoy, el mundo entero tiene fijada su mirada expectante sobre el destino de este hermoso proyecto y la salud de nuestro máximo líder. La patria ha encontrado su cauce de acero y de luz en la palabra y la acción transformadoras. Somos la praxis irreductible de una conciencia social. Somos hombres y mujeres de la República fundada por el Gran Padre Bolívar que hoy se redime ella misma, empinada sobre su propia historia y tradición siempre abierta a la rosa de los vientos.
Finalmente, decimos que el mejor tributo que hoy podemos rendir a la acción heroica del 4 de febrero de 1992, es reafirmar la unión de los patriotas, la unión cívico-militar, la unión de todas las fuerzas de las comunidades organizadas que forman el Poder Popular, la unión de los revolucionarios. La unión de la patria en sus propios sueños, en su propia capacidad para ejercer su soberanía, su independencia y su libertad. La unión en sus propias armas para que nunca más se vuelquen contra el pueblo porque eso sería atentar contra ella misma. La unión en sus propias potencialidades para el estudio, el trabajo, la creatividad, la auto-defensa, la auto-suficiencia alimentaria, la salud, la seguridad.
La unión en su extensión continental, bajo las distintas formas de integración con los pueblos y naciones de América Latina y El Caribe, es hoy una condición imprescindible que debemos fortalecer cada día. La unión en la solidaridad internacional, hermanando nuestra lucha anti-imperialista con los pueblos sometidos por la hegemonía de las potencias y todas las formas del neocolonialismo contemporáneo. Es importante recordar que el proyecto independentista y republicano de los libertadores del siglo XIX, se perdió entre la anarquía y las divisiones propiciadas por las intrigas y los intereses egoístas de las oligarquías plegadas al incipiente imperialismo del Norte. El proyecto bolivariano de la independencia y la patria socialista del siglo XXI debe triunfar y consolidarse empinado en la más firme y sólida unión cívico-militar, patriótica y popular de la patria en el contexto de la integración y la unidad de toda la América desde las aguas del Río Grande al Norte de México hasta la punta de Cabo de Hornos al Sur de la Argentina.
¡¡VIVA EL 4 DE FEBRERO DE 1992!!
¡¡VIVA LA UNIDAD CÍVICO-MILITAR Y EL PODER POPULAR!!
¡¡VIVA EL COMANDANTE CHÁVEZ !!
¡¡HAGAMOS RESPETAR LA INDEPENDENCIA CONSTRUYENDO EL SOCIALISMO PARA QUE EL BIENESTAR Y LA PAZ SEAN ETERNAS!!
¡¡VIVIREMOS Y VENCEREMOS!!
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