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Entrevista a Esther Solano, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp)

¿Por dónde andan los manifestantes vestidos de verde y amarillo?

Fuentes: Brasil de Fato

Para la investigadora Esther Solano, los movimientos de la derecha usaron el discurso anticorrpción como un pretexto para imponer su agenda neoliberal

En medio de escándalos de corrupción que involucran directamente al presidente Michel Temer (PMDB), una pregunta ronda la cabeza de muchas personas: ¿por qué las manifestaciones callejeras contra la corrupción cesaron?

Algunas respuestas ya aparecieron. En declaraciones al diario Valor Económico, el alcalde de São Paulo, João Doria (PSDB), fue objetivo al comparar el escenario actual con la coyuntura pasada: «No es la misma circunstancia. Es diferente. El PSDB tiene cuatro ministros de Estado. El PSDB no tenía ministros en el gobierno del PT».

El cantante Lobão, uno de los íconos de las manifestaciones en defensa del golpe contra Dilma Rousseff (PT), avanzó en la misma línea: «Aunque (Temer) haya cometido fraude, está todo ligado a la red de corrupción, respeten la sustitución. La economía por primera vez tiene inflación negativa, después de 11 años. Entonces dejen al tipo terminar», dijo a Folha de São Paulo.

Donde, entonces, fue a parar el discurso «no tenemos ladrones privilegiados» de las protestas convocadas por movimientos de derecha? Para Esther Solano, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), que realizó investigaciones sobre las manifestaciones en Brasil desde las protestas de junio de 2013, organizaciones como el Movimiento Brasil Libre (MBL) y Vem Pra Rua utilizaron el discurso sobre la corrupción sólo como pretexto para alcanzar sus objetivos políticos. Según ella, la movilización de este argumento, en el contexto actual, ha generado dificultad para que estos colectivos tomen posición.

«Supongamos que la corrupción era el lema principal de la lucha de ellos. Después de concretado el impeachment de Dilma Rousseff, se comprobó que no era», afirma, con base en investigaciones de campo conducidas en la universidad. Un dato apuntado a partir de tales levantamientos indica que, actualmente, hay divergencias entre las direcciones de los movimientos y los participantes de las manifestaciones.


El pato de la Federação das Indústrias do Estado de São Paulo (Fiesp), en la avenida Paulista de São Paulo,
fue el símbolo de las manifestaciones a favor del
impeachment contra Dilma Rousseff
(Fuente: Ayrton Vignola/Fiesp/Divulgação. Tomado de Brasil de Fato)

Rafel Tatemoto.- Pasado el proceso de impeachment, ¿cómo es posible calificar el posicionamiento de aquellos favorables a la salida de Dilma en relación al gobierno de Temer?

Esther Solano.- Lo que ahora observamos en los datos es que hay una divergencia muy clara entre los movimientos que convocaron las manifestaciones y las personas que fueron. Lo más importante para mí es que los movimientos que convocaron son claramente a favor de una agenda neoliberal. Es claro que no van a posicionarse muy en contra del gobierno de Temer, ya que él está realizando lo que ellos quieren: reforma de trabajo, de los fondos de previdencia, PEC 241 (que definió un techo para los gastos públicos). Estos movimientos defienden el Estado mínimo. Los datos indican que las personas que van a la calle quieren esas reformas. Es posible ver la diferencia entre el objetivo político de estos movimientos, su programa neoliberal, y las personas que van a la calle indignadas con la corrupción, pero que no quieren reformas.

Se trata de grupos con agenda política definida y que supieron capitalizar estratégicamente el sentimiento de la población. Hubo un potencial muy grande en 2013 que ellos canalizaron. Por otro lado, hay un escenario internacional que favorece el discurso de austeridad. Fueron varios factores (que llevaron a su éxito).

Rafel Tatemoto.- ¿Hay diferencias entre estos movimientos?

Esther Solano.- Vem Pra Rua es neoliberal, pero ya percibió que no puede presentarse así en público, defiende detrás de los bastidores. Simplemente ignora aquello y persiste en la cuestión de la corrupción.

El MBL opera en sentido contrario. Defiende las reformas, las privatizaciones, el Estado mínimo. Él coloca esto en su página: los propios seguidores reaccionaron muy mal y lo cuestionaron. Lógicamente, porque impacta a la clase media.

Rafel Tatemoto.- ¿Es eso lo que explica la ausencia de manifestaciones callejeras contra Temer por parte de estos sectores?

Esther Solano.- Hay una cosa bien interesante, que es el antipetismo. Nosotros preguntamos: ¿por qué razón van ustedes a la calle? Muchas personas, en las encuestas, repiten hasta el hartazgo que se denominan antipetistas. Inclusive aunque la persona sepa que Temer es corrupto, el PSDB también, piensa que los partidos son corruptos, pero el sentimiento fundamental es el de rechazo al PT. Fue un sentimiento muy bien explotado por los movimientos.
Nosotros observamos, en 2013, mucha indignación social. La izquierda, en mi opinión, no supo interpretarlo del todo, canalizarlo. Los movimientos de derecha supieron canalizar muy bien ese desencanto, esa insatisfacción, en el antipetismo, que fue, sin querer, la fuerza movilizadora que los unificó.

Rafel Tatemoto.- ¿No es posible decir que hay un aspecto material, de la dinámica de clases, en esta toma de posición?

Esther Solano.- Tiene aspectos materiales y aspectos, diría, incluso psicológicos de la clase media. Cuando realizamos la entrevista, muchas veces aparece el argumento: «Nosotros, la clase media, somos los que pagan impuestos -siempre está esa visión clientelista del Estado-, ¿pero el PT gobernó para quién? Para los ricos y los más pobres». Yo digo que hay un sentimiento de «orfandad» de la clase media.

Otra cosa importante es que en las «manifestaciones verde y amarillo», nos preguntamos muchos sobre las políticas de la movilidad social: cuotas, Bolsa Familia. Preguntamos incluso sobre el Máis Medicos. Cerca del 80% de las personas estaban en contra de estas políticas. Ahí es posible observar que hay un componente de clase, de hecho. ¿Por qué estar en contra de estas políticas? Existe la idea de rechazar la movilidad social de quien está debajo. La clase media no se sintió contemplada, se sintió traicionada. Ahí hay una cuestión muy emocional también.

Rafel Tatemoto.- Aún con esta divergencia, ¿no hay, por otro lado, una referencia en estos grupos que permanece?

Esther Solano.- Totalmente. Ellos son la referencia. Ya me preguntaron «¿y si la izquierda emprendiera actos contra la corrupción de Temer?» No valdría. Para ellos, un acto encarnado por la CUT, por las Frentes, no sería una referencia. Quien salió de verde y amarillo no va a salir a la calle en una manifestación convocada por la CUT. Aún con esas divergencias, estos movimientos son la referencia para la movilización. Cuando estos no convocan manifestaciones, ellos no salen a la calle, no reconocen otros movilizadores como legítimos.

Los propios seguidores del MBL criticaron mucho la proximidad con Temer. Pero a la hora de convocar marchas, parece que ninguno está logrando mucho.
Hay otra cuestión: las personas no quieren más salir a la calle en nombre de la «estabilidad», porque, para ellos, Temer sería el único capaz de encarrilar un poco al país hasta 2018. Ellas tienen ese argumento: «es mejor no salir a la calle ahora y (seguir) hasta 2018». No era un argumento con Dilma, pero ahora lo es.

Rafel Tatemoto.- En resumen, ¿puede afirmarse que hay un cambio en el discurso de estos nuevos grupos de derecha luego del impeachment?

Esther Solano.- Cambió. Supongamos que la corrupción era el lema principal en su lucha. Después de concretado el impeachment a Dilma Rousseff, se vio que no lo era. El nivel de movilización cayó mucho. La última manifestación fue en marzo, en defensa del Lava Jato, y fue mucho más a favor de la operación que contra el PMDB de Temer. Son cosas sutiles, pero importantes. El nivel de movilización es prácticamente inexistente.

La gente dice que fue un populismo de derecha, que se basaba en la lucha contra la corrupción, una cosa muy vacía. ¿Qué significa luchar contra la corrupción? Es un mantra, llama la atención y es apelativo, pero en el fondo es vacío. Estos grupos se apropiaron de ese populismo de derecha para alcanzar objetivos claramente políticos. Yo lo resumiría de esa manera.

Rafel Tatemoto.- El «manifestante verde-amarillo» piensa que todo el mundo es corrupto, pero es pragmático. ¿Hay alguna tendencia de cómo irá a comportarse en 2018?

Esther Solano.- El tipo que piensa que todo el mundo es corrupto, pero actúa pragmáticamente, tiene una buena chance de votar a personas que se presenten como outsiders, por fuera de la política. Por ejemplo (el alcalde de São Paulo João) Doria o (Jair) Bolsonaro.

La idea de la corrupción siempre existió. La diferencia es que hoy ella está explotada política y electoralmente por un discurso antipolítico. «No soy político, soy gestor». El sentimiento de que ninguno se aprovecha. Desemboca en un sentimiento antipolítico, que beneficia a los políticos que se presenten como nuevos o diferentes, aunque no lo sean. Tal vez la tendencia en 2018 sea favorecer este tipo de políticos, lo que también es una dinámica electoral global.

Rafel Tatemoto.- Inclusive con esa resistencia en atacar a Temer, ¿el discurso anticorrupción no permanece de alguna manera en el debate político brasilero?

Esther Solano.- Más allá del populismo político, hay también un populismo jurídico. Nosotros sabemos cómo se está organizando el Lava Jato. En verdad, tenemos un poder político y un poder jurídico que se vale de la lucha contra la corrupción como instrumento para obtener sus objetivos políticos.

Traducción: Lucas Benielli

Fuente: https://www.brasildefato.com.br/2017/07/11/por-onde-andam-os-manifestantes-vestidos-de-verde-e-amarelo/