En este artículo el autor analiza las razones por las que se puede considerar el Nordeste como el bastión de Lula y el fiel de la balanza de cara a las elecciones del 30 de octubre.
En la primera vuelta de las presidenciales brasileñas el candidato Lula da Silva ganó en dos de las cinco regiones del país: El Norte y el Nordeste. En las otras tres –Centro, Sur y Sudeste— ganó Jair Bolsonaro. La más que contundente victoria en el Nordeste ayudó a Lula da Silva a superar las derrotas en los estados de São Paulo y Rio de Janeiro (primer y tercer estados con mayor número de votantes del país, respectivamente), así como a superar el trauma del Centro y Sur de país, en donde el descalabro fue inapelable. De los estados de Piauí a Bahia, pasando por el Rio Grande do Norte, Paraíba, Pernambuco, Alagoas y Sergipe, el expresidente obtuvo 66,7% (21 millones de votos), frente a los 27% (8,7 millones) del candidato a reelección. En el Estado de Bahia por ejemplo, de las 417 ciudades Lula da Silva ganó en 415, ya en Pernambuco de las 195 ciudades sólo perdió en una, en el de Paraíba ganó en todos los 223 municipios. En síntesis, de los 1794 municipios del Nordeste la candidatura de Lula da Silva ganó en 1779 (99%), mientras sólo 15 ciudades el actual presidente tuvo mayoría. La última encuesta del día 15 de octubre del instituto Data Folha, a falta de sólo dos semanas de la segunda vuelta, confería al candidato del Partido dos Trabalhadores (PT) el 49% de la preferencia, frente al 44% del actual presidente. Ese sondeo electoral sigue revelando algo inquietante en cuanto la división de los votos por regiones: la izquierda perdería en todas las regiones brasileñas, ni siquiera en el Norte revalidaría la mayoría conseguida en 2 de octubre, salvo la rebelde Nordeste, en donde abre una ventaja de casi 40 puntos sobre el candidato de la ultraderecha, aún así le permitiría asegurar la victoria en el segundo turno.
Muchas razones explican esa adhesión incontestable del Nordeste a Lula da Silva. Por un lado, habrá que reconocer que fue en esa región, la más pobre del país, en donde las políticas públicas inclusivas de los 14 años de gobiernos del PT tuvieron más impacto económico-social y en la calidad de vida de las personas. Los programas de combate al hambre, bolsa familia, hambre cero, de construcción casas populares, luz para todos, farmacias populares, ciencia sin fronteras, más médicos, agua para todos, creación de universidades públicas y escuelas de formación profesional, la construcciones de cisternas rurales, las leyes de cuotas en las universidades para personas afrodescendientes y alumnos de las escuelas públicas, los sistemas de financiación de la enseñanza superior, la garantía de derechos para las trabajadoras del hogar, el fortalecimiento del Sistema Único de Salud (SUS), entre otros muchos programas sociales son reconocidos por la población como un éxito del gobierno de izquierdas dirigido a minimizar la deuda del Estado brasileño con los más pobres. En la memoria colectiva, Lula da Silva fue el mejor presidente de la reciente democracia brasileña, y el único que realmente tuvo interés en dar visibilidad y cuidar las clases populares. Además, fue en su gobierno en donde comenzó el impulso industrial en esa zona hasta entonces olvidada por los gobiernos conservadores. Minimizar las diferencias económicas regionales también fue uno de los objetivos de los gobiernos populares. Los Estados de Bahia, Ceará y Pernambuco, sólo por citar tres, ya no serían los mismos después del paso del gobierno de izquierdas en Brasília. La modernización portuaria, el inicio del trasvase del rio San Francisco, fueron macro obras públicas llevadas a cabo por Lula da Silva y Dilma Rousseff con foco en el desarrollo de la región Nordeste. Aquel esfuerzo del PT por crear programas sociales y la participación popular en las decisiones del gobierno federal ha construido en los últimos 20 años una suerte de muro de protección en la sociedad que, pese a las envestidas de los partidos de extrema derecha por conquistar el voto en esa zona, ha tenido éxito. Los enemigos de la izquierda son irrelevantes políticamente en la región, hasta el punto de que para llegar a elegirse gobernador de un estado de los Nordeste, muchos contrarios al PT optan por ocultar al electorado local sus preferencias en el ámbito nacional.
Por otro lado, el éxito de Lula da Silva en la región se explica también por elementos históricos, culturales y de identidad regional. El Nordeste es la cuna del Brasil colonial, Salvador (la capital de Bahia de mayoría afrodescendiente, que algunos llaman cariñosamente la Roma negra) es la ciudad con más presencia negra fuera de África, según el PNAD (Programa Nacional por Muestra de Hogares) del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) en 2017, 8 de cada 10 personas se declaraban negra o pardas. Fue la primera capital del país, tierra también de mezcla de los pueblos negro, indígena y portugués, y es símbolo de resistencia cultural y antirracista. Allí el PT ya gobierna hace 16 años y puede llegar a 20 con la confirmación de la victoria de Jerônimo Rodrigues el próximo día 30 de octubre. La historia de lucha del pueblo contra el racismo estructural es su seña de identidad. En el año 1835, 186 esclavos liberados salieron a las calles de la ciudad de Salvador, en lo que se conoce como la revuelta de los Malês, en contra de las injusticias practicadas en contra de negros por las autoridades locales. También en Bahia la “Irmandade da Boa Morte”, que se dedicaba entre otras cosas a organizar funerales dignos a los esclavos, es considerada el primer movimiento negro feminista de Brasil. Y qué decir del Estado das Alagoas y Pernambuco, tierras en donde se forjó el mito del gran guerrero negro Zumbi dos Palmares, que se rebeló contra la tiranía esclavista, nacido en la mayor comunidad Quilombola y autosuficiente de Brasil (con un área cercana a superficie de Portugal). La leyenda de Zumbi es tan grandiosa que el día 20 de noviembre se celebra en Brasil el día nacional de la conciencia negra. En ese día de 1695, las fuerzas oficiales mataron a Zumbi, después las autoridades lo decapitaron y exhibieron su cabeza salada en plaza pública para servir de ejemplo, con el objetivo de desanimar sus seguidores que le atribuían características divinas. El día de la conciencia negra es la marca simbólica de la población negra de Brasil en contra de la represión, exclusión y pobreza en el país que fue el último en abolir la esclavitud, en día 13 de mayo de 1888. Ni siquiera eso fue óbice para que el presidente actual de la República pusiera al frente de la fundación pública Zumbi dos Palmares a un personaje que negaba el racismo brasileño.
Además de estos ejemplos, la historia de Brasil está llena de levantamientos populares contra la tiranía del opresor. El pueblo nordestino ha protagonizado muchas revueltas y parece que otra vez está llamado a ponerse al frente de más esa lucha. Si antes ha derramado sangre por el país, ahora por lo menos lo hará con el voto. Esta vez la lucha es contra el monstruo del fascismo que expande sus tentáculos por todo el país. En la semana pasada, las caminatas de Lula da Silva arrastraron multitudes de dimensiones carnavalescas en las capitales de Salvador, Recife, Aracajú y Maceió, mientras el actual mandatario pasó vergüenza ante a un pírrico numero de apoyadores vestido de verde amarillo en la capital de Pernambuco. Las marchas que acompañaban a Lula da Silva superaban los 2,5 Km de personas en la capital de Bahia y en las otras capitales llenaron las plazas y calles. La multitud vestida de rojo que fluía entre el paseo marítimo entre los barrios de Ondina y Barra en la ciudad de Salvador, recordaba un poco el llamado “rio de leche” que provoca la salida de la tradicional agrupación afro Filhos de Gandhy vestido de blanco en el carnaval bahiano. El pueblo no paraba de cantar y bailar al ritmo de las canciones de la campaña del expresidente. La alegría contagiosa del pueblo nordestino ha asombrado a los informadores de otras partes del país en estas elecciones. Las llamadas pisadas del 13 (numero del PT) en las pequeñas ciudades del Nordeste, fue un movimiento espontáneo que devolvió la fiesta a las manifestaciones populares de apoyo al viejo líder popular. El pueblo está muy orgulloso de sus orígenes, de su potente cultura y tradiciones multiétnicas, de su riqueza musical que ha lleva por todos los rincones del país en donde se desplaza como inmigrante en búsqueda de trabajo, presente hoy principalmente en la periferia de las grandes urbes brasileñas.
La respuesta del pueblo del Nordeste viene en buena hora. Durante toda su carrera política, el candidato de extrema derecha no dudó en descalificar a minorías, a diferentes y a contrarios. Pero ahora la ha tomado fuertemente en contra de los nordestinos, porque sabe que es la última barrera para implantar de una vez su proyecto fascista en todo el país. Ese pueblo luchador otra vez prestará un gran servicio a Brasil, echando la extrema derecha del gobierno con el voto en las urnas, antes que sea demasiado tarde. Los números indican que es imposible al candidato ultra acercarse en votos a Lula da Silva en el Nordeste, por eso durante todo su mandato ha optado por la confrontación directa con la sociedad y los gobernadores de esa región. En estas elecciones ha decidido da un paso más allá, explotar al máximo un prejuicio histórico de zonas del Sur y Sudeste blanca y rica del país, en contra de esa zona más pobre. Son las elecciones en que la retórica extremista intenta sacar beneficios del sentimiento más bajo de su electorado, para aumentar el voltaje de la tensión política. Un día después de la votación de 2 de octubre las redes sociales de internet se llenaron de vídeos colgados por apoyadores del actual presidente insultando el pueblo del Nordeste del país por dar la victoria al candidato de la Izquierda. Hubo hasta una abogada que tras sus insultos estimulaba a que las personas dejasen de viajar a esa región, y que en cambio fuera a gastar su dinero en el extranjero. Hasta el propio Lula da Silva ya ha sido victima de ese tipo de ataques xenófobos, pero eso es un capítulo aparte y esa triste historia brasileña se repite con demasiada frecuencia en cada cita electoral. El extremismo de Bolsonaro juega sucio y va a la desesperada: la consigna es “divide y vencerás”. No basta insuflar la guerra de religiones entre los evangelistas contra los católicos, las religiones de matriz africana, los espiritistas y otras; ahora intenta azuzar también los prejuicios más mezquinos de un amplio sector de las clases altas y medias de sus apoyadores del Centro y Sur del país hacia el valiente pueblo nordestino. Sabe que sus más fieles arremeterán con rabia contra la parte del país que le desaprueba en las urnas. Para algunos analistas son simples exabruptos del actual presidente, pero eso es un grave error de análisis. El objetivo es siempre el mismo: mantener movilizadas sus bases electorales ultras y crear el relato de que los nordestinos le están robando su victoria. Ese peligroso juego descalifica la igualdad y universalidad del voto, crea la idea de ciudadanos de primera y de segunda clase dentro del mismo país, y consigue enrocar y ampliar el apoyo ultraconservador en torno a su nombre. Además, si el resultado de las urnas no le fuera favorable, abre las puertas a la posterior contestación. El propio presidente dijo recientemente que los nordestinos que han votado al candidato del PT, lo hacen porque son analfabetos. Es decir, que supuestamente el voto legítimo de millones de brasileños vale menos que el de otros por simplemente su origen. Por el momento, y aunque parezca mentira, su estrategia viene cosechando resultados positivos en las zonas ricas del Centro, Sur y Sudeste del país, de fuerte presencia conservadora, principalmente fuera de los grandes centros urbanos, donde en los pueblos y ciudades pequeñas ultraconservadoras está blindada su ventaja obtenida en la primera vuelta. Pero, todo indica que la rebeldía de la lucha popular por justicia social vencerá otra vez los prejuicios de los fascistas que están alrededor del presidente. Las encuestas indican que el candidato de izquierda ampliará su mayoría entre el electorado del Nordeste lo que le permitirá una victoria casi segura en segunda vuelta. El día siguiente a la pose de Lula da Silva el próximo primero de enero habrá mucho que hacer en la parte de Brasil que una vez más se dejó llevar por el discurso del odio también en ese pantanoso terreno.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.