Hoy culmina una larga búsqueda del presidente venezolano Hugo Chávez para sumarse en pie de igualdad al Mercado Común del Sur, fundado en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Su ingreso estaba demorado desde 2006. Las autoridades de Venezuela habían expresado su simpatía con ese bloque desde apenas comenzado el ciclo de Chávez, concurriendo […]
Hoy culmina una larga búsqueda del presidente venezolano Hugo Chávez para sumarse en pie de igualdad al Mercado Común del Sur, fundado en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Su ingreso estaba demorado desde 2006.
Las autoridades de Venezuela habían expresado su simpatía con ese bloque desde apenas comenzado el ciclo de Chávez, concurriendo como «invitado» a las reuniones de los cuatro presidentes.
Los cambios progresistas en Latinoamérica fueron generando mejores condiciones, por lo que el 4 de julio del 2006 se firmó en Caracas el protocolo de adhesión de Venezuela al Mercosur. Ese mismo mes y año el bolivariano fue invitado de lujo, junto a Fidel Castro, a la cumbre de presidentes celebrada en Córdoba.
Junto a la buena onda con Néstor Kirchner y Lula da Silva, pareció que tal sumatoria sería cuestión de días. Lamentablemente no fue así de fácil ni de rápido. Los núcleos conservadores del Senado de Brasil, no siempre obedientes a la política de Lula, y los aún más retrógrados de la Cámara de Paraguay, donde el presidente Nicanor Duarte Frutos no se desvivía por tal ingreso, fueron poniendo piedras en el camino.
Admisión y respeto.
Hubo coyunturas donde pareció que Caracas, enojada con el trámite de nunca acabar, podía retirar su pedido de admisión. Eso ocurrió a mediados de 2007, cuando el Senado brasileño reclamó públicamente a Venezuela, a favor de la golpista cadena RCTV (Radio Caracas TV), a la que no se le había renovado la licencia.
Frente a la injerencia en asuntos de Venezuela, acusada injustamente de «muy autoritaria» en relación a los medios de comunicación, Chávez puso en su lugar al Senado brasileño. Y eso, lamentablemente, le provocó un petit enfrentamiento con su amigo Lula, quien se consideró obligado a pedirle «respeto» por las instituciones brasileñas.
En julio de 2007, Chávez y su vicepresidente Jorge Rodríguez, emplazaron al Mercosur para que en tres meses le dijeran que sí o en caso contrario retirarían tal pedido. Por esos días el bolivariano estaba de gira por Rusia e Irán. En cambio Lula visitaba a México y países centroamericanos para interesarlos en la producción de bioetanol, pensando en abastecer el mercado estadounidense, tal como lo había conversado con George W. Bush de visita en Brasilia.
Esos alineamientos políticos de los presidentes de Venezuela y Brasil explicaban en parte las diferencias habidas para afiliar al nuevo socio. Por suerte las cosas cambiaron. Chávez no retiró la solicitud, vencido el plazo trimestral. Lula tomó distancia de EEUU. Y, esto hay que remarcarlo, el presidente Kirchner influyó en unos y otros para que se pisara el acelerador y Venezuela llegara a la meta. Logró que Duarte Frutos pidiera al Senado guaraní que dejara de jorobar con las trabas. El momento más crítico se fue diluyendo y el ingreso tomó forma.
Para mejor.
Esas gestiones favorables de Kirchner y Lula, y luego de Cristina Fernández y Lula, más su continuadora Dilma Rousseff, por supuesto que influyeron y mucho en el resultado final.
Incluso hubo cambios en los gobiernos de los otros dos socios que también pusieron lo suyo. Por ejemplo, desde 2008 estuvo en el Palacio de López un ex obispo bastante timorato pero mucho mejor que Duarte Frutos: Fernando Lugo. Aunque no se pudo vencer la resistencia del Senado de ese país, la misma quedó aislada a los legisladores más recalcitrantes.
También fue para mejor que en Montevideo asumiera José Mujica en vez de Tabaré Vázquez. Este tuvo políticas conciliatorias con Washington, los TLC e incluso exploró qué clase de ayuda militar podía tener desde el Norte si escalaba el conflicto con Argentina por las pasteras.
Mujica tuvo un papel muy importante en la cumbre del Mercosur, en Mendoza, donde se determinó por fin la apertura de molinetes para el ingreso de Venezuela.
Esa política regional y la consiguiente diplomacia, tantas veces criticada, pusieron algo más que un granito de arena para el resultado positivo.
Chávez se lo ganó.
Sin embargo, hay que decir que Chávez se ganó la membresía con su política de amistad, comercio, integración y solidaridad no sólo con los miembros del bloque comercial del Sur sino con las otros 32 naciones que fundaron la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en diciembre pasado.
Por ejemplo, en los primeros años del gobierno de Kirchner, el comercio bilateral se expandió más de un 400 por ciento, sobre todo por las importaciones venezolanas de leche en polvo, alimentos, maquinaria, tractores, autos y una larga lista de productos argentinos. Otro tanto con Brasil.
Además, cada vez que Argentina necesitó de Venezuela, tuvo la respuesta adecuada, tanto si se trataba de comprar títulos por miles de millones de dólares ante falta de financiamiento internacional, de enviar barcos con combustible en coyunturas de carencias eléctricas o de brindar solidaridad en relación a Malvinas.
Aún los mal pensados puedan decir que con eso estaba tratando de comprar a los senadores paraguayos, lo cierto es que Caracas siguió proveyendo petróleo a Asunción. La resolución de Mendoza del Mercosur aclaró que esa ayuda y otras (como la colaboración oftalmológica de Cuba) seguirían beneficiando al país, porque una cosa son sanciones a un gobierno golpista y otra perjudicar a la población.
Con los Tratados de Seguridad Energética firmados con Tabaré Vázquez en 2008, Caracas le aseguró a Uruguay provisión energética durante un siglo. Pactos similares firmó con Ecuador y Bolivia (Petroandina), con Nicaragua y países centroamericanos y caribeños (Petrocaribe), con la cubana Cupet, e insistió con proyectos integradores ambiciosos como el Banco del Sur y el Gasoducto del Sur, donde hubo inconvenientes y reticencias de Brasil.
Dejar afuera a Chávez era una injusticia más alta que los Andes.
Resoluciones.
En materia petrolera, el bolivariano también suscribió en 2008 compromisos con su colega argentina, para la colaboración de Pdvsa con Enarsa. Lástima que en esos tiempos la política kirchnerista en petróleo y gas pasaba por su luna de miel con Repsol y multinacionales. Tuvieron que pasar otros cuatro años para que se decidiera la nacionalización del 51 por ciento de YPF.
Como se consignó, la 43º reunión del Mercosur en Mendoza, el 29 de junio pasado, tomó dos resoluciones. Por un lado separó momentáneamente a Paraguay, donde se había producido el golpe de Estado parlamentario. Y por el otro resolvió a favor de la sumatoria de Venezuela.
La derecha argentina y latinoamericana lamentó las dos decisiones, porque para esta franja extrema no había tal golpe en Asunción y, además, al faltar Paraguay tampoco debía decidirse la incorporación mencionada. Venezuela debía seguir como asociado, junto a Ecuador, Chile y Perú.
Ese fue el punto de vista del PRO de Mauricio Macri. Su referente legislativo Federico Pinedo criticó lo resuelto en Mendoza. «La suspensión de Paraguay no permite reemplazar su soberanía», dijo, en defensa del golpista Federico Franco. Pinedo mintió sobre Chávez, al decir que éste «tampoco cumple con la cláusula democrática por sus ataques a la prensa libre y otras libertades democráticas básicas» requeridas a Paraguay.
La derecha sufre.
A la derecha regional el tiro le salió por la culata con el golpe expréss de Franco contra Lugo, pues Paraguay quedó suspendido hasta que haya un gobierno democrático surgido de elecciones. Y encima, con esa silla vacía, por unanimidad de Cristina Fernández, Rousseff y Mujica se votó el fin del calvario chavista.
En diciembre de 2011 se había hecho una reunión del Mercosur en Montevideo y a pesar de las propuestas de esos tres presidentes, tal incorporación no fue posible. Paradojalmente, el mismo Lugo no quiso votarla bajo la presión de que en su país la derecha podía hacerle un «juicio político». Vaya si se equivocó: con esas concesiones políticas, esa alianza de neoliberales, colorados, oviedistas y demás conservadores, más Monsanto, sojeros y las multinacionales, con auspicio de la embajada de EEUU, terminaron dándole un golpe en 48 horas, sin derecho a la defensa.
Esa derecha alineada con la administración Obama se congratulaba de la frustrante cita montevideana de diciembre de 2011. El ex banquero y ex representante menemista ante la ONU, Emilio Cárdenas, publicó en «La Nación» (22/12/11) una de sus habituales columnas. «El intento de Mujica de diseñar un mecanismo alternativo que permita el rápido ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur ha fracasado», celebraba. «Venezuela -que en esto está «en espera» desde hace trece años y formalmente desde el 2006- seguirá por ahora en esa incómoda condición. Lo cierto es que se ha respetado lo dispuesto por el Tratado, que es ley para todos. Lo que cabe aplaudir», se congratulaba Cárdenas.
Hoy será un mal día para el ex banquero y la máquina de impedir «made in USA».