Diputados federales aprobaron el texto del Plan Nacional de Educación a fin de mayo de 2014. Este Plan, que deberá entrar en vigor de 2011 a 2020 fue tramitado en el Congreso. Hay veinte objetivos a ser alcanzados en un plazo de diez años, como el aumento de matrículas en las guarderías, la valorización del […]
Diputados federales aprobaron el texto del Plan Nacional de Educación a fin de mayo de 2014. Este Plan, que deberá entrar en vigor de 2011 a 2020 fue tramitado en el Congreso. Hay veinte objetivos a ser alcanzados en un plazo de diez años, como el aumento de matrículas en las guarderías, la valorización del magisterio y la erradicación del analfabetismo. El Plan anterior (de 2011 a 2010) tuvo el mismo propósito y tuvo metas muy parecidas, pero no tuvimos una revolución en la Educación.
Con el nuevo texto, las inversiones en Educación pública pasarán del 5% al 10% del Producto Interno Bruto, lo que veo como un gran avance. Mientras tanto, habrá conflicto con los sectores donde el gobierno dejará de invertir recursos. A pesar de esto que considero lo más importante, la Educación no cambiará si no hay un uso sensato de los recursos públicos. Así, el aumento de salario de los profesores -recomiendo- no debe ser una prioridad porque no garantiza mejoras en la calidad de la Educación. Es necesario primero cambiar las mentalidades de los educadores (de manera que valoricen, por ejemplo, las cosas, las exigencias y las diversidades de nuestro Brasil) y hacerlos abrirse a las necesidades de los estudiantes en un mundo en cambios constantes.
El texto del Plan Nacional de Eduación se encamina a mejorar el acceso a la Educación en Brasil (o sea que los jóvenes pasen más tiempo en la escuela y mejoren sus grados de escolaridad) pero también se propone mejorar la calidad de la Educación. De esta forma mantengo mi argumento -ya publicado en otros artículos- de que Brasil necesita OTRA Educación y no sólo MAS Educación. Por lo tanto, no basta con AMPLIAR las prácticas educativas en Brasil. Es preciso REVOLUCIONARLAS, desaprender viejos hábitos y aprender nuevas técnicas. Hay que quitar la basura de las cabezas y colocar aquello que sirva para que los ciudadanos aprendan a hacer y pensar. Un obstáculo es que, infelizmente, los gestores públicos dejan de tener propuestas claras y directas para formular las políticas públicas realmente positivas para el país, porque se arriesgan a perder sus cargos. Esto se debe a las prácticas idolatro-egoístas de los lobbies educacionales que paralizan la Educación en Brasil en pro de caprichos individualistas por aumentos de salarios de los profesores y por sus planes de carrera profesional. Por eso los movimientos huelguistas acostumbran a hacer presión a favor de recursos para la Educación, que siempre tienen fuerza centrípeta egoísta. ¿Cuántos de estos huelguistas leyeron las obras de Manoel Bomfin y Paulo Freyre para entender que los cambios sustantivos en la Educación revertirían el sentido de las decisiones porque vendrían de abajo, de los estratos populares y de los que sueñan con la visibilidad de sus culturas?
Hecho un poco más de leña a la hoguera. Entre el niño de trece años que apuñaló a un conductor de autobús en Fortaleza en mayo de 2014 por unos pocos Reales y el que limpia parabrisas en los semáforos de Belo Horizonte, hay algo en común pero también una diferencia. Los dos son hijos de la misma patria, pero divergen en cuanto a la noción de trabajo que tienen. ¿Qué esperamos de nuestros ciudadanos jóvenes en los próximos diez años? Esta es la pregunta que debe motivar a los educadores y gestores públicos tratándose de los desafíos de la Educación en Brasil.
Cuando me refiero a la necesidad de OTRA Educación en Brasil, no atribuyo solo al Estado tamaña responsabilidad. Sería un peso de más sobre sus flácidos y paternalistas hombros. Estoy pensando en varias instituciones sociales (familia, religión, escuela, comunidad). El Estado por lo tanto, no es un gigante superpoderoso que convierte a medios-ciudadanos en ciudadanos plenos con un toque mágico. Él es un regulador de desajustes y un rectificador de anti-caminos de desarrollo.
Así, recomiendo una higienización de la pretensión de autosuficiencia del profesorado para que se reconozca la necesidad de los jóvenes de expresar sus culturas. En un mundo oprimido por el consumismo, en el que «tener» vale más que «ser» y en el que las industrias hacen sus productos para que cada vez duren menos, los jóvenes tienen sentimientos reprimidos. Luego, aquel que «es» pero no tiene medios de expresarse, comparte sus angustias con aquel que solo «tiene» pero carece de que expresar de su vacío. Por eso aumenta la delincuencia y la insatisfacción generalizada en Brasil.
¡Qué el magisterio entregue la tiza, el borrador y el lápiz a sus «alumnos»!
Sus «alumnos» deben escribir su propia historia en la pizarra brasilera.
Blog del autor: http://www.brunoperon.com.br
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