A lo largo de estos 20 años que el país ha venido marchando bajo los preceptos de la revolución bolivariana muchos se siguen preguntando, a estas alturas, el por qué a lo largo de todo este tiempo la oposición no ha buscado el camino correcto de querer llegar al gobierno por la vía constitucional.
Quienes le hemos hecho seguimiento a las actuaciones de la oposición hemos podido notar que nunca se han preocupado por participar de manera expedida en los procesos electorales, y cuando lo han hecho, más por presión que por convicción, siempre han apelado a un segundo plan, en este caso, al de la vía insurreccionar o anticonstitucional.
No es mentira que a sabiendas que la derrota siempre los ha marcado, la oposición, sin doblegarse, ha querido llegar al gobierno a la fuerza. Por ello ha diseñado planes y estrategias, poco ortodoxas y tomando atajos, para querer hacerse del poder.
¿Aquí cabe preguntarnos el porqué de esta actuación? Sin duda las ansias, la necesidad de empoderarse de nuevo del gobierno, y por supuesto de sus riquezas, han llevado a los opositores, sobre todo, a los extremistas, a romper con el esquema de la legalidad. Poco les ha importado que se les critique, que el mundo los observe, que se les señale, porque al fin y al cabo lo importante para ellos es llegar al poder, por la vía que fuese necesaria.
Hasta ahora no se ha visto, a estas alturas, que la oposición haya diseñado un plan de ataque por la vía expedida y constitucional, que le permita, por ejemplo, ganar adeptos, y la posibilidad de resultar vencedores en un proceso electoral avalado por la legalidad, que los lleve de nuevo a Miraflores. ¿Qué razón poderosa existe entonces para no hacerlo? La lógica nos hace ver que la oposición debiera estar montada en esos proyectos y planes que le permitieran convencer a los electores, pero, por el contrario, vemos que dedican la mayor parte del tiempo para la conspiración.
Incluso, han apelado a las actuaciones más insólitas, entre ellas, declararse enemigos de la patria, como lo hemos visto en todos estos años, cuando proponen y exigen que el país deba ser objeto de bloqueos y severas sanciones, incluso, de una invasión militar.
Aquí surge entonces, en todo este proceso, la actuación del imperio. Y desde luego tenía que surgir, pues son ellos los únicos responsables de dictarle las pautas y las directrices a la oposición. Es evidente que el imperio desea y busca por todos los medios acabar con la revolución, y por ello incita, promueve y financia a la oposición extremista para que se concrete esa idea. Eso, si, y aquí viene el desenlace, el gobierno norteamericano no quiere que la oposición llegue al poder por la vía democrática, pues el enemigo a vencer, en todo caso, es la Constitución.
Si, así como se escucha, es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela el gran enemigo, el gran escollo, que hay que derrotar, y si se logra llegar de nuevo al poder, por la vía expedita, eso no podrá hacerse.
EE. UU quiere, entonces, que la oposición llegue por la vía del golpe a Miraflores, pues eso les dará la oportunidad de desconocer a la nueva Constitución de un solo plumazo.
Sabemos que, a través de la Carta Magna, por ejemplo, Pdvsa, y otras empresas del Estado venezolano, no podrían ser entregadas a las transnacionales, y así como existen esas disposiciones, hay otras tantas que al imperio les incomoda.
Una disposición que de seguro la oposición buscaría deshacerse de ella sería acabar con el salario indexado al salario mínimo para seguir favoreciendo a los pensionados, como lo llegó a plantear, a través del afamado «paquetazo», Henrique Capriles Radonski, una vez que optó por la Presidencia de la república
Son muchos los en trabamientos que tendría que enfrentar un gobierno de derecha ante la Constitución. Pero además no les sería nada fácil plantearle a la ciudadanía el deseo de cambiar la Carta Magna, solo para satisfacer los intereses del imperio y para cumplir con las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Así pues, que esta es la carta que tiene bajo la manga el imperio en el caso de Venezuela. Saben perfectamente que si la derecha llega al poder -con el deseo de cambiar la Carta Magna- de seguro habría un estallido social, y eso sería poner en riesgo al gobierno.
En cambio, sí la derecha llega al poder, por la vía del golpe, tal como acaba de ocurrir en Bolivia -de allí que se desee reeditar la misma situación- de inmediato la Constitución sería desconocida, y para tapar el hueco de repente apelarían al viejo texto constitucional, de 1961.
Insistimos, para el imperio, el enemigo a vencer en Venezuela, más que sus líderes políticos, es la Constitución de la República Boliviana de Venezuela, y en ello la oposición tendría que jugársela y al parecer esa es la intención que tienen.