Lula es un icono. De origen humilde y con un estilo que irradia autenticidad, su figura es tema de una nueva biografía que, además, esboza una hipótesis sobre por qué podrá volver a la presidencia.
La nueva biografía de Lula de John French (Lula and His Politics of Cunning: From Metalworkers to President of Brazil, UNC, 2020) es, hasta ahora, el mejor análisis sobre el expresidente. El libro entrega una visión detallada del ascenso de Lula y explica cómo su atractivo ha sobrevivido los cambios políticos. French, profesor de historia de la Universidad de Duke y uno de los más destacados expertos sobre Brasil a nivel internacional, explora el personaje de Lula sin caer en la trampa personalista que muchos críticos asocian con el PT.
En 1981, cuando Lula declaró en una entrevista «nunca voy a renunciar al derecho de ser Lula», se refería a algo más profundo que una forma de expresión personal. Para French esta fue «una declaración de independencia», una manera de insistir en la necesidad de superar el papel limitado que tenían los trabajadores en la vida política brasileña. El PT fue diseñado para ser la palanca institucional que permitiría que Lula y otros como él participaran en política.
La historia de vida de Lula
La biografía de Lula es bien conocida. Nació en 1945 en las tierras secas de Pernambuco, un estado pobre en el noreste de Brasil. Sus padres eran campesinos y analfabetos, y cuando Lula tenía seis años migraron al próspero estado de São Paulo. En el puerto de Santos, el pequeño Lula trabajó como mensajero y limpiazapatos.
Si bien Lula terminó la escuela primaria, tuvo que interrumpir sus estudios cuando su familia se mudó a la ciudad de São Paulo. En esta ciudad, su madre logró inscribirlo en un curso de maquinista. En forma posterior, Lula se afilió al Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos de São Bernardo do Campo, llegó a ser su máximo dirigente y encabezó las huelgas históricas que culminaron en la fundación del PT en 1980.
Este racconto de la vida de Lula —simple y triunfante— ha sido relatado en películas, trabajos académicos y periodísticos e, incluso, en un libro de historietas. Pero French ofrece un relato más complejo. La biografía del expresidente, señala French, «fracasaría si al fijar la atención en el mito conocido como Lula, se pasara por alto los miles de amigos, aliados, y admiradores, los cientos de miles de trabajadores, y los millones de votantes».
El libro es más que una mirada estrecha sobre el individuo, es una historia compleja de los profundos cambios que redefinieron las relaciones sociales en Brasil —las relaciones entre padres e hijos, hermanos y hermanas, marido y mujer, trabajo y capital, intelectuales y obreros— en el siglo veinte. Lula and His Politics of Cunning no solo relata la trayectoria de una figura notable sino también cómo este personaje se inserta en la historia del país.
Lula creció en un país en rápida evolución. Entre 1900 y 1973, Brasil fue el país con más alto crecimiento en el mundo en vías de desarrollo, un promedio de 4,9% anual. Ningún lugar de Brasil se expandió tanto y tan rápido como el área metropolitana de São Paulo, donde las fábricas Ford, Volkswagen, GM, y FIAT empleaban a miles de trabajadores, muchos de los cuales acababan de migrar del campo en busca de mejores oportunidades en la ciudad. «En retrospectiva», señala French, «es claro que un nuevo Brasil se forjaba en las fábricas, los mercados, y los nuevos asentamientos urbanos de la metrópolis».
A comienzos de la década de 1960, la madre de Lula se propuso que el penúltimo de sus ocho hijos obtuviera un cupo para estudiar en el Servicio Nacional de Capacitación Industrial (SENAI), la institución más grande de capacitación profesional y tecnológica de América Latina. Lula se formó como tornero mecánico, oficio de maquinista que consistía en utilizar un torno para sostener el material que iba a ser tallado, cortado, o moldeado. Con este oficio, Lula pasó a ser parte de lo que French denomina «la intelectualidad obrera», grupo que se ubica un peldaño más arriba del obrero no calificado y de los caprichos del capitalismo industrial.
Años después, Lula reconoció que SENAI había sido instrumental para tener «éxito en la vida». «SENAI me dio la ciudadanía», diría Lula en el año 2012. «De ocho hermanos, yo fui el primero en tomar el curso de capacitación, el primero en tener una casa; yo fui el primero en trabajar en una fábrica, el primero en participar en un sindicato. De ese sindicato formé un partido político, y a través de este partido, llegué a ser presidente de la República».
Si los cursos de capacitación técnica de SENAI elevaron a Lula dentro de la clase obrera, también le abrieron un mundo más amplio de debate, reflexión y conflicto. Como explica French, era más probable que los trabajadores calificados participaran en un sindicato y en el proceso político a través del Partido Comunista y otras organizaciones de izquierda vinculadas al movimiento sindical. Las capacidades y el carisma natural de Lula le permitieron surgir en ese mundo y, con el tiempo, ser elegido presidente del influyente sindicato de trabajadores metalúrgicos de São Bernardo do Campo.
El ascenso político de Lula
Lula se dio cuenta rápidamente, como afirma French, que «la vida industrial mostraba pocos indicios que obedecer a los patrones garantizaba que a uno no lo jodieran. Ese tipo de comportamiento sumiso y poco decoroso era solo de “aduladores” y “lame botas”». Nadie —ni los trabajadores, los patrones, o los políticos— respetaría a un «lame botas» como representante de la clase obrera. Antes de entrar en forma formal y explícita a la vida política, Lula ya había aprendido esta importante lección política.
Pero a diferencia de su hermano mayor (militante del Partido Comunista), el joven Lula no estaba interesado en la política. Veía a los sindicatos como insensibles y conservadores, una reliquia de la generación de la posguerra que se conformaba con tener cualquier tipo de representación. Lula estaba más interesado en tener citas y socializar con otros trabajadores como él. Además, desde 1964, Brasil estaba bajo el control de un régimen militar; a comienzos de los años setenta, la represión y la violencia habían aumentado. Es comprensible entonces que el futuro presidente fuera cauteloso y evitara involucrarse en actividades consideradas peligrosas. En forma gradual, sin embargo, Lula comenzó a ver en los sindicatos una herramienta, una forma de satisfacer sus ambiciones personales y defender los intereses de los trabajadores. Todo esto en una época en que la economía producía tasas de crecimiento astronómicas a expensas de pagar salarios decentes a la clase obrera.
French plantea que una de las aptitudes políticas de Lula es su habilidad para relacionarse con bases diversas y mantener relaciones personales que a veces parecieran ser contradictorias. Esto no fue algo natural. En un comienzo, a Lula le molestaban los intelectuales de izquierda que buscaban ungirlo e idealizarlo como el representante auténtico de los trabajadores. «La mejor forma en que los estudiantes pueden ayudar a la clase obrera es quedándose en sus universidades» declaró alguna vez. Con el tiempo, sin embargo, su astucia le permitió escuchar y ser escuchado por grupos con intereses distintos y muchas veces opuestos.
El «origen subalterno» del estilo de liderazgo de Lula lo ayudará a formar un partido de izquierda que se caracterizó por su diversidad intelectual. «Después de todo», escribe French, «el orden social, político, y cultural que gobernaba Brasil no permitía a Lula llegar a donde llegó. Alcanzó la presidencia a través de los vínculos que estableció con la población, tanto de arriba como de abajo y, a través de la resonancia que tenían sus palabras, quién era y que llegó a simbolizar».
La actividad sindical, escribe French, dio a Lula una vida «dramática y relevante». El futuro presidente viajó al extranjero por primera vez y se relacionó con políticos, intelectuales y periodistas que estaban lejos de su realidad. Junto con su segunda esposa, Marisa Letícia, una joven viuda que conoció en 1973, Lula se dio cuenta que ser dirigente sindical acarreaba algunos riesgos.
La dictadura no toleraba la crítica. En 1975, la policía arrestó y torturó a su hermano mayor, José Francisco da Silva, también conocido como Frei Chico. En ese entonces, Chico era el vicepresidente de su sindicato y militaba de forma clandestina en el Partido Comunista. Si bien la mayor parte de los relatos del ascenso de Lula señalan que este hecho radicalizó al futuro presidente, French es más cauteloso y muestra que la familia de Lula resintió de los riesgos que acarreaban las actividades políticas de Chico. Aún así, Lula luchó con firmeza por la libertad de su hermano. Chico permaneció setenta y cinco días en prisión, y su liberación fue una victoria en una época en que la policía asesinaba o hacía desaparecer a muchos de los disidentes.
En cualquier contexto, Lula siempre ha mostrado la autenticidad de la clase trabajadora. A medida que comenzó a ganar influencia nacional, hace casi cuarenta años, y se lo veía a veces con un traje de tres piezas, alguien le preguntó sobre su vestimenta. ¿Acaso un representante de los trabajadores no debía vestirse en forma más apropiada a su condición? «Si fuera cosa mía», respondió Lula, «yo siempre me vestiría bien porque me gusta». Todo trabajador, agregó, debería ganar lo suficiente para «comprar un buen traje, tener un auto [y] un televisor a color, así, finalmente, él puede poseer todo lo que produce».
La huelga del ABC
En 1978, a los treinta y cinco años, Lula dirigió una huelga masiva en los suburbios industriales de São Paulo, una región conocida como el ABC paulista, en protesta por las políticas económicas antilaborales de la dictadura. Si bien la huelga lanzó a Lula al escenario nacional, el éxito de la huelga no era un hecho garantizado.
«Sin unidad de acción y sin una conciencia común de grupo», observa French, «los trabajadores metalúrgicos del ABC apenas parecían un grupo fructífero de ser organizado y mucho menos de protagonizar un levantamiento de masas». Si bien la dictadura había comenzado a aflojar su control represivo, nadie creía que no reprimirían las huelgas. Además, era la primera vez en más de una década que los trabajadores desafiaban al régimen. ¿Cómo se explica esta explosión de la militancia sindical que convirtió a Lula en un nombre conocido y, al hacerlo, cambió el curso de la historia brasileña?
Se tiende a explicar este momento simbólico como consecuencia del carisma sobrenatural del hombre que se convertiría en presidente dos décadas más tarde. Pero en 1978, nos recuerda French, Lula era todavía un desconocido para la gran mayoría de los trabajadores. Muy pocos participaban activamente en la vida del sindicato y aún menos sabían quién era su líder. Los militantes más comprometidos, como Alberto Eulálio (más conocido como Betão), que en ese momento trabajaba en la planta de Ford, formaron la primera línea del movimiento huelguístico. A fines de la década de 1970, estos militantes pasaron a ser «soldados de infantería de un ejército de peones que Lula llegó a dirigir».
A medida que la militancia de los trabajadores floreció en medio de una recesión económica, el número de trabajadores comprometidos como Betão también aumentó gradualmente, cada uno apoyado e impulsado por la actividad de sus compañeros. La creación de «espacios de convergencia entre las diferencias» y la construcción de nuevas relaciones «horizontales y verticales» impulsaron a los trabajadores a tomar una posición. En 1979, «una gran movilización condujo a una sorprendente historia de amor entre las masas y Lula, seguida de un matrimonio duradero entre la organización y el carisma».
Lula se negó a diferenciarse de la base de su movimiento. En 1978, al ser entrevistado por un prominente periódico, declaró que su ascenso era inseparable de su origen de clase. Como líder sindical, él decía «lo que cualquier trabajador desearía decir si lo colocaran frente a un micrófono». Afirmó que nunca se había imaginado el efecto que tendría que un trabajador él dijera una verdad indignante. «La clase trabajadora nunca debería ser un instrumento», afirmó. Más bien, como la mayoría del país, la clase trabajadora debía ser tratada como «una fuerza viva con una voz real».
Uno de los elementos más duraderos y atractivos del discurso político de Lula ha sido su insistencia en ser un trabajador, más afortunado que otros en algunos aspectos, pero no mejor que sus compañeros.
Las bases de Lula
A juicio de French, Lula siempre ha sido un institucionalista, ya sea a favor de su sindicato o de su partido político. «Nunca buscó una relación directa entre individuos dispersos y un salvador escogido», un elemento que, por lo general, es considerado característica del «liderazgo “carismático” o “populista”».
Tampoco fue particularmente radical. «Incluso en su momento más combativo», explica French, «siempre se acercó a aquellos que no compartían las políticas de su partido y creó así una red de relaciones dentro de un espacio de convergencia que ayudó a transformar (aunque no a revertir) las relaciones sociales y políticas existentes en Brasil y (…) en América Latina en su conjunto». French reconoce el tacto de Lula sin dejar de reconocer los límites de sus horizontes políticos. Aunque esta actitud no siempre lo ha favorecido o beneficiado al país, es un error subestimar la voluntad de Lula de reunirse y negociar con figuras políticas representantes de todo el espectro político.
Esta apertura permitió al PT crecer, pero también ha sido criticada por la izquierda. Sin embargo, ahora Lula puede volver a utilizar esta capacidad mientras se prepara para enfrentarse a Bolsonaro en las elecciones del próximo año. A ningún otro candidato del PT le iría tan bien contra el actual presidente. Esto puede ser una clara señal de debilidad del partido, pero también demuestra el esfuerzo histórico de Lula por construir una relación con una gran parte del electorado. Ese tipo de vínculo no se puede forjar de la noche a la mañana.
En 2017, en una visita a un nuevo instituto multidisciplinario en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, Lula fue recibido con cariño y, como muestra la imagen de la portada del libro, bailó entre la multitud. Un estudiante entrevistado se refirió a la importancia de tener un campus universitario en la Baixada Fluminense, un barrio de clase trabajadora ubicado en la región metropolitana de Río de Janeiro: «Te provoca el sentimiento de “vamos a intentarlo”».
En cierto modo, esta es una clara síntesis de la historia de la vida de Lula, una historia que, vale la pena recordar, aún no se ha contado por completo.
Fuente: https://jacobinlat.com/2021/07/30/por-que-brasil-ama-tanto-a-lula/