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Por qué Grecia debería abandonar el euro

Fuentes: New York Times

Traducido por Manuel Talens

A veces los mercados se agitan cuando un gobierno amenaza con hacer lo que es mejor para sus ciudadanos. Parece que esto fue lo que ocurrió en Europa la semana pasada cuando la revista alemana «Der Spiegel» afirmó que el gobierno griego amenazaba con abandonar el euro: durante dos días la moneda europea sufrió el peor descalabro desde diciembre de 2008.

Tanto el gobierno griego como la Unión Europea negaron la veracidad de dicha noticia, pero la amenaza por parte de Grecia de abandonar el euro hace tiempo que se volvió necesaria y habría que prepararla con antelación. Por mucho que esta medida pueda afectar a Grecia a corto plazo, es muy improbable que los costos superasen a los muchos años de recesión, estancamiento y alto desempleo que las autoridades europeas le están ofreciendo.

La experiencia argentina a finales de 2001 es esclarecedora. Durante más de tres años y medio Argentina había sufrido una de las peores recesiones del siglo XX. Su moneda, el peso, estaba vinculada al dólar, lo cual es algo similar a la actual situación griega, que tiene el euro como moneda nacional. Los argentinos se endeudaron con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y disminuyeron el gasto público mientras que la pobreza y el desempleo no cesaban de aumentar. Pero todo fue en vano, ya que la recesión se agravó.

Entonces, Argentina dejó de pagar su deuda externa y se desvinculó del dólar. La mayoría de los economistas y los medios de negocios predijeron un desastre que duraría años, pero la economía se contrajo sólo durante un trimestre después de la devaluación y el impago, tras lo cual creció un 63% durante los seis años siguientes. Más de 11 millones de ciudadanos en una nación de 39 salieron de la pobreza.

Al cabo de tres años, Argentina había recuperado la productividad de los tiempos anteriores a la recesión, y ello a pesar de haber perdido más del doble de su producto interno bruto, como es el caso de Grecia en la recesión actual. Frente a esto, incluso si las cosas fuesen bien, el FMI prevé que la economía griega necesitará ocho años para alcanzar el producto interno bruto que tenía antes de la crisis, lo cual peca de optimista, ya que desde el inicio de la crisis el propio FMI ha rebajado repetidamente las proyecciones de crecimiento de Grecia a largo plazo.

La razón principal de la rápida recuperación de Argentina fue que se desembarazó de las políticas fiscales y monetarias que impedían su crecimiento. Lo mismo le sucedería a Grecia si abandonase el euro: el país heleno se beneficiaría del efecto de la devaluación sobre la balanza comercial (como le sucedió a Argentina durante los primeros seis meses de la recuperación), ya que sus exportaciones serían más competitivas y las importaciones más caras.

Los medios han advertido del enorme aumento que sufriría la deuda griega a causa de la devaluación si abandonase la zona euro. Sin embargo, lo cierto es que Grecia no pagaría esa deuda, de la misma manera que Argentina no pagó dos tercios de su deuda externa después de la devaluación y el impago.

Portugal acaba de firmar un acuerdo con el FMI que incluye proyecciones de dos años más de recesión. Ningún gobierno debería aceptar un castigo como éste. Un dirigente responsable echaría en cara a las autoridades europeas que tengan suficiente dinero para apoyar a Grecia con políticas «contracíclicas» (por ejemplo, estímulos fiscales), pero se nieguen a hacerlo.

La Unión Europea parece haber adoptado el punto de vista de un acreedor, según el cual todo país que haya acumulado demasiada deuda merece un castigo para que sirva de escarmiento. Pero castigar a todo un pueblo por los errores de algunos de sus líderes en el pasado no es el mejor punto de partida de una política responsable, por mucho que satisfaga moralmente a algunos.

Existe asimismo la idea de que Grecia -e Irlanda, España y Portugal- pueden recuperarse mediante una «devaluación interna». Esto daría lugar a más desempleo incluso si la caída de los salarios hiciera que el país fuese más competitivo internacionalmente. Sin embargo, dicha política tiene costos sociales muy elevados y raramente funciona. El desempleo ha doblado en Grecia (hasta el 14,7%), ha superado el doble en España (hasta el 20,7%) y el triple en Irlanda (hasta el 14,7%). Pero la recuperación brilla por su ausencia.

No cabe la menor duda de que las autoridades europeas ofrecerían un mejor pacto a Grecia si tuviesen que hacer frente al ultimatum de que el país piensa abandonar la zona euro. De hecho, hay indicios de que ya han modificado su posición en respuesta a la amenaza de la semana pasada.

Pero lo innegociable es que Grecia no puede permitirse ningún pacto que le impida crecer o salir de la recesión. Los préstamos que obligan a lo que los economistas denominan «políticas procíclicas» -disminución del gasto y aumento de los impuestos frente a la recesión- deberían desaparecer de la mesa de negociaciones. El intento de poner trabas a una Grecia que intenta salir de la crisis ha fracasado. Si eso es todo lo que las autoridades europeas tienen que ofrecer, está claro que ha llegado el momento de que Grecia, y quizás otros países, digan adiós al euro.


http://www.nytimes.com/2011/05/10/opinion/10weisbrot.html?_r=3&emc=eta1