«Amor, trabajo y lucha». Fueron las ideas fuerza que propuso ante una asamblea de estudiantes que demandaban su orientación cívica en la década final de la negra era franquista, como consignas que debían regir una vida humana decente y plena. Puntualizó, además, que con Amor no se limitaba a propugnar la fraternidad, sino que se […]
«Amor, trabajo y lucha». Fueron las ideas fuerza que propuso ante una asamblea de estudiantes que demandaban su orientación cívica en la década final de la negra era franquista, como consignas que debían regir una vida humana decente y plena. Puntualizó, además, que con Amor no se limitaba a propugnar la fraternidad, sino que se refería, asimismo, al amor al conocimiento, que bajo el término Trabajo englobaba tanto la vertiente manual como la intelectual, y que lucha era actuar contra la opresión, las desigualdades y la injusticia» Alfons Barceló sobre Manuel Sacristán. Prólogo a ‘Escritos sobre el Capital y textos afines’.
Manuel Sacristán fue, como recordara Francisco Fernández Buey, ‘uno de los tres o cuatro pensadores realmente influyentes en el ámbito de la filosofía hispánica de la segunda mitad del siglo XX’. (1) Una consideración que, lejos de estar motivada por afinidades ideológicas o personales, es admitida por filósofos de las más variadas procedencias. Y ello, como ha apuntado otro de sus discípulos, por el inusual número de registros que dominaba. Sacristán fue un filósofo marxista y comunista, el más conocido de España. Pero, también, un estudioso de la lógica y de las filosofías de inspiración positivista y analítica; y un conocedor de la filosofía existencial. Su aproximación al marxismo, durante su estancia en el Instituto de Lógica Formal y Fundamentos Matemáticos de Münster, se produjo en un momento en el que contaba con un importante bagaje cultural. Ya entonces era un pensador. Alguien con una genuina vocación como buscador de la ‘verdad’.
Como consecuencia de ello -de esta disposición y de su amplitud de miras- el marxismo practicado por Sacristán no reconocerá ‘ortodoxias’ y, recuperará así, la motivación crítica -revolucionaria – de Carlos Marx. No se limitará a reiterar la vocación científica de Marx y Engels, se interesará verdaderamente por la producción científica contemporánea. Asumiendo, como éstos, que no existe un conocimiento ‘aparte, o por encima del positivo’ (2). No repetirá, como una nueva fórmula aprendida, que no existen para los marxistas, ‘verdades eternas e inmutables’; para asumir luego, acríticamente, una metafísica ‘materialista y dialéctica’, con grandes ‘leyes’ del Ser y el Devenir del mismo Universo. Su recusación de la filosofía como sistema irá en serio, y ello implicará, necesariamente, la asunción de la obra de Marx como una guía intelectual y moral, y no como una suerte de catecismo laico.
Quien se acerque a los textos de Sacristán aprenderá a no leer religiosamente a los clásicos. A contextualizar sus aportaciones, a distinguir entre el origen y la validez de una producción intelectual. Aprenderá, en definitiva, a rehuir el autoengaño y la ‘falacia de la falsa exactitud’. (3) Motivados éstos por la pereza, por el deseo de mantener a salvo la propia seguridad moral, o por una combinación de ambos. Se sorprenderá posiblemente quien, acostumbrado a la sacralización de Marx o de Lenin -y a las citas librescas con las que muchos pretenden zanjar los debates- se encuentre con un poderoso intelecto aplicado a la crítica, sin concesiones, de sus ideas o de las de cualquier otro. Y ello, no como prolegómeno para renunciar -abierta o vergonzantemente- al componente revolucionario del marxismo. Sino, por el contrario, como práctica consciente de que sólo así se evita convertirlo en una nueva escolástica. Y de que este ‘revisionismo’ no es sino la continuación necesaria al que Lenin o Gramsci llevaron a cabo, para mantener afiladas las armas de la crítica.
Magnífico ejemplo de lo hasta aquí expuesto es la presentación que Sacristán realizó a la traducción al castellano del Anti Dühring de Federico Engels, todo un clásico en el que es posible descubrir un marxismo bien diferente al popularizado por la mayoría de los manuales.
Pero no estamos recordando a un mero teórico, por importante que fuera su aportación en este terreno. Manuel Sacristán fue un consecuente continuador de la ‘filosofía de la praxis’. Entendió siempre que un marxismo ‘sin dimensión ético-política’ (4) era un marxismo desvirtuado, y que había abandonado su más peculiar diferencia con cualquier otra filosofía: su vocación de ser instrumento para la trasformación social.
También esta dimensión de su vida, la del compromiso moral y político, puede señalarse, ha dicho con razón Salvador López Arnal (5), como un modelo al que dirigir nuestra mirada. Durante su mencionada estancia en Alemania Sacristán entró en contacto con el Partido Comunista. Más tarde, de regreso a Barcelona -donde transcurrió la mayor parte de su existencia- combinó su trabajo como profesor universitario con la militancia política clandestina. No tardó demasiado en llegar a los órganos de dirección del PSUC (Comités Central y Ejecutivo) y del PCE (Comité Central). Años más tarde (en 1970), cuando las divergencias ideológicas le llevaron a renunciar a estos cargos, sin las habituales algaradas, continúo – al menos hasta 1979- como simple militante de base. Dentro de estas estructuras partidarias; en la Universidad -mientras se lo permitieron-; y, más tarde, en los incipientes ‘nuevos movimientos sociales’, mantuvo siempre este compromiso. A pesar de sus recurrentes depresiones, de cierto pesimismo -quizá fundado-, y de la escasa salud que siempre le acompañó, no se permitió jamás apartarse de él.
De acuerdo con su valía intelectual Manuel Sacristán podría haber realizado una brillante y cómoda carrera académica. No obstante, la decisión de no traicionar sus convicciones y de no eludir en ningún momento el cumplimiento de su deber social, supuso, en la práctica, una renuncia a esta tentadora posibilidad.
Una significativa muestra de su proceder se encuentra ya en la decisión de volver a España, tras su estancia en Münster, rechazando el ofrecimiento para trabajar en el Instituto de Lógica Formal y Fundamentos Matemáticos en el que había completado sus estudios. Esta primera elección tuvo, sin duda, mucho que ver con el convencimiento de que era en la cotidiana lucha antifranquista donde más se precisaba su esfuerzo militante. En 1962*, decidió opositar a una cátedra de Lógica en la Universidad de Valencia, ante un tribunal que no se preocupó demasiado en disimular que se la negaba por motivos estrictamente políticos. Algo, por otro lado, demasiado evidente, tanto por su incuestionable competencia en esta materia como por la ignorancia en la misma de su único oponente (6). En 1965 fue expulsado de la Universidad, por la vía de la no renovación de su contrato e, indiscutiblemente, como consecuencia de ser un reconocido comunista. Obligado a ganarse la vida como traductor -en unas condiciones en extremo difíciles- realizó también en este campo una importante labor. Tradujo más de cien volúmenes, contribuyendo a difundir las obras de Marx, Engels, Gramsci, Labriola, Lukács; la de Quine y otros analíticos?
En varias ocasiones se han señalado ciertos paralelismos, en aspectos importantes de sus vidas, entre Antonio Gramsci y Manuel Sacristán. Especialmente, en lo que tiene que ver con la entrega de ambos a sus ideales en unos contextos históricos particularmente adversos (la Italia fascista y la dictadura franquista, respectivamente). Nos interesa destacar aquí otra de estas coincidencias, en directa relación con la mencionada anteriormente, y que tiene que ver con las características de sus producciones teóricas. La actividad literaria de Gramsci nunca fue sistemática. Antes de su estancia en prisión y, luego, durante la misma, expuso su pensamiento de forma fragmentaria. Obviamente, esto no fue el resultado de una decisión personal, sino consecuencia de la subordinación de su existencia a un proyecto revolucionario. Tampoco Manuel Sacristán -por motivos análogos- pudo escribir demasiados libros. (7) Su mencionada precariedad laboral y su intensa actividad política no configuraban, precisamente, el ambiente más propicio para el estudio y el trabajo intelectual. El mismo se referiría a esta circunstancia, admitiendo que fue la razón por la que ‘conscientemente escogió, como fórmula para escribir, el texto corto, el ensayo o el prólogo’. (8) La mayor parte de sus trabajos se elaboraron, por tanto, para satisfacer alguna urgente necesidad. Destinados bien a la discusión política -dentro o fuera del PCE-, bien a la tarea de proporcionar el sustento diario a su familia. Sucede, sin embargo, con Sacristán -como con Antonio Gramsci-, que aun en sus más sucintas reflexiones se encuentran aportaciones de un extraordinario valor. Las entrevistas que concedió, los ‘escritos sobre el Capital’ (9), sus introducciones a las obras de otros marxistas, las conferencias que dictó y que se han conservado; son todos textos dignos de ser estudiados cuidadosa y reiteradamente.
Durante la década de los sesenta y setenta, y hasta su muerte en 1985, Sacristán fue bastante ‘popular’. Aunque despertaba también, según se desprende de lo relatado por quienes le conocieron, no pocas suspicacias y alguna antipatía. Su fuerte determinación de actuar siempre conforme a lo dictado por sus convicciones morales y el hecho de que -de acuerdo con este imperativo y con su carácter exigente- no eludiera criticar instituciones, vicios o actitudes; debía poner en evidencia a más de un intelectual o militante que ‘no iba en serio’. En cualquier caso, su prestigio en el medio universitario era enorme, sobre todo entre los estudiantes. A sus conferencias asistían por centenares y éstas eran muy apreciadas por filósofos que nada tenían que ver con la tradición marxista.
No debe resultar extraño, sin embargo, que hoy sea casi un desconocido para las nuevas generaciones. Para quienes somos hijos de la llamada ‘transición -o transacción – a la democracia’, y de la reacción conservadora que, también en el ámbito cultural, lideró más tarde el Partido Socialista Obrero Español. En aquel tiempo de reconversiones y pragmáticos posicionamientos que siguió a la muerte del dictador, Sacristán continuó fiel a lo más esencial del programa comunista. No de manera ‘dogmática’, como sugieren algunos, empeñados en justificar teóricamente su derechización, explicable más bien atendiendo a las comodidades e intereses personales. Sino, bien al contrario, asumiendo la necesidad de ‘pensar casi todo de nuevo’; con la seguridad de que sólo el ‘buen conocimiento’, el ‘conocimiento positivo’ de la realidad, puede contribuir a su transformación. En una intervención de 1977, publicada con el título de ‘A propósito del eurocomunismo’ -tendencia que criticó lúcida y tempranamente- estableció los principios que, en su opinión, deberían inspirar una propuesta política adecuada a las circunstancias del momento:
«La orientación general de un comunismo marxista tiene que consistir hoy en la reafirmación de la voluntad revolucionaria (sin la cual no sería comunista) y el intento de conocer con honradez científica la situación (sin lo cual no sería marxista)?Esa política tiene dos criterios: no engañarse y no desnaturalizarse. No engañarse con las cuentas de la lechera reformista ni con la fe izquierdista en la lotería histórica. No desnaturalizarse: no rebajar, no hacer programas deducidos de supuestas vías gradualistas al socialismo, sino atenerse a plataformas al hilo de la cotidiana lucha de clases sociales y a tenor de la correlación de fuerzas de cada momento, pero sobre el fondo de un programa al que no vale la pena llamar máximo porque es el único: el comunismo».
Desde estas fechas, y hasta el final de su vida, continuó en su empeño de buscar nuevas vías por las que continuar la lucha orientada por este objetivo. En palabras de Joaquim Sempere, pretendió colaborar a ‘la integración de los movimientos ecologistas y feministas y el movimiento obrero en un impulso articulado por una matriz marxista renovada’. (10)
En suma, Manuel Sacristán fue un pensador militante inasumible por el establishment académico. La aproximación a su obra es, desde luego, recomendable para cualquiera con ciertas inquietudes culturales. Se nos antoja, no obstante, especialmente importante extender su conocimiento entre los más jóvenes. De entre éstos tendrán que surgir -acaso- quienes continúen el proyecto colectivo al que Sacristán consagró buena parte de su vida. Si el presente Dossier logra suscitar la curiosidad de alguno de ellos habremos cumplido, sobradamente, nuestras expectativas.*
Notas y referencias bibliográficas
* Este es el texto de introducción al Dossier con el que el semanario digital Canarias-semanal.com ha querido sumarse al homenaje a Manuel Sacristán.
1. «De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón». Los libros de la catarata, 2004. Introducción de Francisco Fernández Buey
2. Sacristán Luzón, Manuel. ‘La tarea de Engels en el Anti-Dühring’. ‘Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring’. Engels, Federico. Editorial Grijalbo, S.A. 1968
3. La ‘falacia de la falsa exactitud’ consiste, en palabras del propio Sacristán, en la introducción de la exactitud de la ciencia, o del sistema, allí donde no la hay. Una práctica que le parecía, metodológicamente, ‘la quintaesencia del escolasticismo’ y, también, ‘la esencia de todo cientificismo marxista’. «Una conversación con Manuel Sacristán». Entrevista para el Viejo Topo por Guiu, J. y Munné, A. (1979). En «Acerca de Manuel Sacristán».Ediciones Destino S.A. 1996. López Arnal, Salvador y de la Fuente, Pere.
4.»Tiza blanca en pizarra negra». Entrevista a Francisco Fernández Buey. El Viejo Topo – Julio -agosto 2005.
5. López Arnal, Salvador. De la Introducción al Dossier Manuel Sacristán Luzón. El Viejo Topo. Julio- agosto 2005.
6. Según Jesús Mosterín, quien asistió como espectador a estas oposiciones, el tribunal de las mismas se constituyó ‘ex profeso’ para evitar que Sacristán obtuviese la plaza. Pese a la brillantez de sus intervenciones y al hecho de que ‘era sin duda la persona más competente en Lógica que había en España en aquel momento’, ésta fue concedida a Manuel Garrido. Garrido, profesor de Fundamentos de Filosofía en Granada, ‘no sabía entonces nada de Lógica’, aclara Mosterín. Entrevista a Jesús Mosterín. «Acerca de Manuel Sacristán».Ediciones Destino S.A. 1996. López Arnal, Salvador y de la Fuente, Pere. * Existe una discrepancia en la documentación de que disponemos con respecto al año exacto de estas oposiciones. 1962 es el apuntado en la entrevista y el libro arriba mencionados. 1963, el que señala el propio Mosterín en un artículo publicado en el número de ‘Mientras Tanto’ dedicado a la memoria de Sacristán.
7. Pese a que escribió mucho Manuel Sacristán solo publicó tres libros. Su tesis doctoral: ‘Las ideas gnoseológicas de Heidegger,’ que ha sido destacada como una de las mejores monografías en castellano sobre el filósofo alemán; una ‘Introducción a la lógica y el análisis formal’; y una recopilación de artículos, ensayos, prólogos y conferencias divididos en cuatro tomos (el último de ellos póstumo), con el título de ‘Panfletos y Materiales’. En la actualidad, y gracias a la labor de algunos de sus discípulos, se han recuperado otros escritos que hasta hace bien poco continuaban sin editar.
8.»Manuel Sacristán habla con dialéctica». (1983). «De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón» .Los libros de la catarata, 2004
9. Colección de textos de Manuel Sacristán agrupados bajo el título de ‘Escritos sobre el Capital. (y textos afines)’. Edición de la Fundación de Investigaciones Marxistas y de Intervención cultural/ El Viejo Topo
10. Desde la segunda mitad de la década de los setenta, ha escrito Joaquín Sempere, esto se convirtió ‘en un programa claro, al menos en la intención», para Manuel Sacristán. Joaquín Sempere. ‘Manuel Sacristán: Una semblanza personal, intelectual y política’. Fruto de esta nueva orientación de su quehacer fue la publicación trimestral roji-verde-violeta ‘Mientras Tanto’
Blog del autor: http://gramscimania.blogspot.com/2010/07/por-que-leer-manuel-sacristan.html
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