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Por qué no funciona el rescate bancario

Fuentes: La Jornada

En Estados Unidos muchos se preguntan ¿dónde está el dinero del rescate bancario? No es asunto menor. Después de todo, hay 700 mil millones de dólares involucrados en el programa de recuperación de activos (TARP), aprobado a principios de octubre. En teoría, esos recursos eran para restaurar la salud del sistema bancario y hacer que […]

En Estados Unidos muchos se preguntan ¿dónde está el dinero del rescate bancario? No es asunto menor. Después de todo, hay 700 mil millones de dólares involucrados en el programa de recuperación de activos (TARP), aprobado a principios de octubre. En teoría, esos recursos eran para restaurar la salud del sistema bancario y hacer que el crédito volviera a fluir. Nada de eso ha sucedido. Ni la confianza se ha restablecido ni el crédito está fluyendo. La economía sigue en picada.
 
Adelantemos la respuesta: los bancos están atesorando y utilizan el dinero para lo que saben hacer en épocas de crisis: comprar a sus competidores. El TARP ha sido distorsionado en su operación y en sus fines. También es justo decir que, con las prisas, estuvo mal diseñado.
 
Originalmente el TARP de Henry Paulson buscaba comprar cartera vencida, pero cuando los operadores vieron la magnitud del agujero en los bancos estadunidenses se echaron para atrás y optaron por adquirir participaciones en los bancos para capitalizarlos. El cambio de estrategia y los poderes discrecionales de Paulson enfriaron los ánimos, por lo que la liquidez no se restableció y las operaciones interbancarias siguieron empantanadas en la desconfianza.
 
Cuando el Departamento del Tesoro entregó el primer tramo de 125 mmdd a nueve bancos a finales de octubre señaló sin ambigüedad que esperaba que esos recursos fueran destinados a líneas de crédito para pequeñas y medianas empresas, consumidores y para reanimar el mercado hipotecario. Pero eso era sólo una exhortación: por increíble que parezca, el TARP no contiene un régimen de condicionalidad y tampoco impone la obligación a los bancos participantes para alimentar líneas de crédito. Sin duda éste es su defecto más grave.
 
Por eso los bancos que han tenido acceso a recursos del TARP son libres de entrarle al juego de las fusiones y adquisiciones (FyA), que tantas ganancias le ha reportado al sector financiero. Utilizando los recursos del TARP, muchos bancos grandes están aprovechando las oportunidades de compra de otros bancos con el fin de «consolidarse». Esto no es un estímulo para la economía y hasta contribuye a imprimir estructuras todavía más oligopólicas al sector bancario. Pero eso no incomoda a los bancos.
 
En octubre, el Grupo Financiero PNC (con sede en Pittsburgh) se convirtió en el primer banco en utilizar dinero del TARP al comprar otro banco en dificultades, el National City Corp, en 5.2 mmdd. Para financiar esta operación, PNC vendió 7.7 mmdd de acciones preferenciales al Departamento del Tesoro como parte del programa de recapitalización en el marco del TARP.
 
Los ejemplos se multiplican: BB&T, con sede en Carolina del Norte, ha anunciado planes para solicitar dinero del TARP y utilizarlo en sus planes de expansión vía adquisiciones. Por su parte, el Zions Bancorporation (de Salt Lake City) reveló sin pena que recibirá 1.4 mil millones de dólares del TARP y que una parte significativa de este monto estará destinada a explotar nuevas oportunidades de adquisiciones en los próximos meses.
 
Por eso las líneas de crédito en Estados Unidos no se restablecen. El ejemplo de la fábrica de puertas y ventanas Republic Windows, hoy ocupada por sus trabajadores, es revelador. Bank of America (BOFA), que ha tomado 25 mmdd del TARP, cerró la línea de crédito, y la empresa, que ya venía resintiendo los efectos del colapso en la industria de la construcción, se vio obligada a cerrar. Todo al revés de lo que se anunció al aprobarse el TARP.
 
En cambio, el BOFA aprobó en septiembre la adquisición de Merrill Lynch por 50 mil millones de dólares. Recientemente compró los bancos LaSalle y Countrywide, y emitió deuda garantizada por otros 9 mmdd. También compró acciones del China Construction Bank (CCB), aumentando su participación a 19 por ciento. Aunque esa operación le fue muy rentable, lo cierto es que los recursos del TARP no son para andar husmeando a ver qué se puede comprar en el mundo del sector bancario. El rescate tiene otros objetivos. Desgraciadamente, el mismo Departamento del Tesoro y la Reserva Federal han estado incentivando este juego.
 
Los bancos saben que vienen reformas en el régimen regulatorio. En el futuro, los depósitos serán más importantes que el apalancamiento: la cobertura regional será un arma poderosa en ese entorno. Pero por el momento es la guerra y para cuando se asiente el polvo el paisaje del sector bancario habrá cambiado de manera radical.
 
Para los bancos, lo primero es salvaguardar su posición futura. Pero parecen ignorar que los depósitos del mañana pasan por los créditos de hoy. Su juego de fusiones permite revalorizar activos en el corto plazo, pero pone en peligro la recuperación. Por desgracia, el paquete de rescate dejó pasar la oportunidad de imponer reglas a los bancos. Quizás ni Bush ni Paulson quisieron aprovecharla. Habrá que ver si Obama puede reformar el TARP.