Traducido para Rebelión por Gaëlle Suñer Rabaud
Exasperante finanza
Las agencias de calificación cristalizan la exasperación general en las finanzas. Desde los economistas aterrados hasta los «indignados» españoles, a quienes arman las políticas de austeridad, y sin olvidar a los gobiernos y los bancos centrales, que vigilan las reacciones de la bolsa. Se mide cuán lejos de ser puestas en vereda están las finanzas.
Sin embargo, no se trata la fiebre rompiendo el termómetro. Las agencias de calificación forman la opinión de los inversores tanto como son ellas formadas por éstos. Las agencias de calificación representan la opinión del rentista colectivo del momento. Un curioso personaje que incluye estados (China, Japón, Reino Unido), fondos de pensiones, en definitiva el sistema global de finanzas. No es que hayan fracasado en su papel poniendo sobre la mesa un problema cada vez más agudo, el problema es que las políticas hayan decidido desde hace treinta años gestionar los Estados, los presupuestos, la moneda, de acuerdo con los criterios de rendimiento de los activos financieros.
A propósito, ¿qué dicen las agencias de calificación? Que la Unión Europea debe elegir entre hacer que se beneficien sus miembros de las ventajas de una moneda única (por lo tanto poder pedir préstamos a un solo y único tipo), lo que significa dotarse de una política fiscal, industrial, financiera, social coherente y global, o bien hacer estallar la zona euro y, posiblemente, el euro. No es que el mercado financiero sea en sí mismo federalista, pero después de todo un gato es un gato. En cuanto a los Estados Unidos, dicen en voz alta lo que China comenzó a murmurar desde 2007: los Estados Unidos no puede seguir disfrutando del privilegio de tener una moneda nacional que también es una moneda internacional, dejando flotar el dólar y al mismo tiempo, acumular los déficit que en todas partes son vilipendiados. En cuanto al fondo, la economía estadounidense contesta fácilmente pudiendo permitirse un endeudamiento del 250% del PIB, si estuviese en manos de residentes. Pero esto da una imagen de caos y perjudica la estabilidad de los mercados.
Morosidad e inestabilidad
La economía mundial no está amenazada a nivel global por la sobreabundancia de liquidez y el endeudamiento fácil sino por la recesión en los países del Norte. El crecimiento acelerado del Sur, generador de serios problemas que ya han aparecido (sociales y ambientales), no puede por sí solo seguir tirando de la máquina. Este es el error de fondo de las políticas de austeridad que se obstinan en rechazar una moratoria drástica.
La inestabilidad creciente se debe a varios factores. Algunos son estructurales y de largo plazo. La economía mundial toma un giro ecológico demasiado lento. Las sumas a invertir son faraónicas, la rentabilidad es negativa si los poderes públicos no se comprometen a meter mano a sus bolsillos. Sin embargo, «los bolsillos del Estado están vacíos» y el rechazo visceral de cualquier inflación impide implementar una política de tipos de interés negativo.
Los otros son geoestratégicos, como que el reequilibrio de la economía mundial se ha vuelto multipolar, pero sin serlo realmente: el euro debería actuar como una cobertura o valor refugio frente a las debilidades del dólar, pero la economía europea está anémica, su construcción política ha sido paralizada, y ambos (euro y dólar) se refuerzan en una espiral que alimenta el populismo. El yuan no puede convertirse en una moneda de reserva porque la presión ejercida entonces sobre China no le permitiría mantener una tasa de crecimiento que la preservase de la amenaza de desorden social (que pone en peligro la armonía en la jerga política).
Por último, el pasivo de la crisis de 2008 ha agotado los márgenes de las políticas coyunturales. El aplazamiento de la quiebra de las finanzas privadas sobre la deuda pública soberana, mientras que ésta representaba ya la mitad del PIB mundial, compromete a los Estados, uno tras otro, en una verdadera trampa para el crecimiento en el Norte. Éste atiza revueltas contra las políticas de austeridad y precariedad estructural del empleo en ambos lados del Mediterráneo. Lo que inquieta a los financieros.
El siguiente paso en el tablero de juego
Denunciar la hipertrofia de las finanzas garantiza pocos resultados. Excepto si se ataca a las raíces de la inestabilidad. El régimen del patrón de cambio del dólar flotante de 1971 toca a su fin. Organizar un nuevo orden monetario mundial implica varias cosas. Europa debe convertirse en federal o de lo contrario seguirá gobernada por el BCE, como ya lo está actualmente. China, contra las garantías de que sus reservas no se transformarán en papel mojado, debería participar en la canasta del euro-dólar-yen y, a cambio de responsabilidades mundiales, debería aplicar una política a lo Lula (es decir aumentar considerablemente la proporción de salarios en el ingreso nacional e instaurar el equivalente de una renta básica contra una pobreza que sigue siendo espantosa).
La hinchazón de los activos financieros que constituye su poder, corresponde a un nuevo tipo de desigualdad inaguantable entre las generaciones mayores, acogidas, protegidas (por una protección social por reparto) o generaciones rentistas (de donde obtienen su ingreso de fondos de pensiones y de inversión) y las nuevas generaciones post baby boom abocadas a un Estado-providencia rebajado y precario. Junto con el nuevo orden ecológico, es la clave de un nuevo orden social.
El crecimiento a corto plazo en los Estados Unidos debería pasar por un tercer plan de recuperación pero no vemos cómo extorsionar al Congreso otros 700 millones de dólares. Queda una última puerta de salida: una fuerte devaluación del dólar (con sus reajustes en cadena de otras monedas) y un resurgimiento de la inflación a una tasa superior al 5%, para adelgazar lentamente, pero de forma segura, el peso de la deuda y una renta que aplasta la vida, la producción y nuestro futuro común.
Fuente: http://multitudes.samizdat.
rCR