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Por qué una garantía de trabajo es una broma de mal gusto para el precariado y la libertad

Fuentes: Sin permiso

De vez en cuando, se da un repunte de la popularidad de aquellas tesis que abogan por una garantía de trabajo para todo el mundo, o al menos para toda persona ‘capaz de trabajar’. Eso está ocurriendo de nuevo, ésta vez impulsado por un puñado de políticos y científicos sociales que se posicionan en el […]

De vez en cuando, se da un repunte de la popularidad de aquellas tesis que abogan por una garantía de trabajo para todo el mundo, o al menos para toda persona ‘capaz de trabajar’. Eso está ocurriendo de nuevo, ésta vez impulsado por un puñado de políticos y científicos sociales que se posicionan en el centro-izquierda, como social-demócratas. En los Estados Unidos, varios senadores demócratas prominentes y posibles candidatos para la siguiente elección presidencial han manifestado que apoyan la idea, incluyendo Bernie Sanders, Cory Booker, Elisabeth Warren, Kamala Harris y Kirsten Gillibrand. En el diario británico The Guardian se ha respaldado inequívocamente la ideacualificándola como ‘un bienvenido regreso a la política del trabajo’, sumándose así a las simpatías expresadas también por Lord Layard, el ‘Zar de la felicidad‘ de Blair.

The Guardian defendió que una política de garantía del trabajo ‘aseguraría el derecho humano básico de participar en un empleo productivo’. A lo largo de la historia, la gran mayoría de gente hubiera encontrado éste como un ‘derecho humano’ muy extraño. Tener un trabajo implica estar en una situación de subordinación, informar y obedecer a un jefe a cambio del pago de una suma de dinero. En efecto, históricamente las palabras ‘trabajo’, ‘puesto de trabajo’ y ‘trabajador’ fueron términos de arrepentimiento e incluso lástima, en referencia a alguien con una existencia precaria. La subordinación y la alienación también han formado parte del núcleo del derecho laboral, que se basa en un modelo de amo y sirviente.

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