Las perspectivas para el 2008 con relación al partido se incrementan a partir de la propuesta del Presidente que el mismo denomino como el año de las tres R -y todo lo que esto implica- además de las elecciones de Alcaldes y Gobernadores que dicho sea de paso los candidatos deben ser elegidos por la […]
Las perspectivas para el 2008 con relación al partido se incrementan a partir de la propuesta del Presidente que el mismo denomino como el año de las tres R -y todo lo que esto implica- además de las elecciones de Alcaldes y Gobernadores que dicho sea de paso los candidatos deben ser elegidos por la base de acuerdo al criterio del Comandante Chávez (que compartimos ampliamente desde la CMR y que hemos manifestado en varios documentos) expresado en el Alo Presidente del 06/01/2008.
El Congreso Fundacional para la construcción del partido ha sido convocado para mediados del mes en curso y allí en ese gran debate veremos emerger las propias contradicciones que se expresan en el amplio Movimiento Bolivariano. En el fondo la contradicción fundamental será definir si somos un partido reformista o un partido Revolucionario al respecto, desde la Corriente Marxista Revolucionaria consideramos que la cuestión decisiva es qué tipo de partido debemos construir, qué perspectivas, ideas y programa defenderá, qué métodos debe emplear y qué estructura organizativa adoptará, cómo se seleccionarán sus cuadros dirigentes, qué relación habrá entre las bases y la dirección, …
El análisis de las diferentes experiencias concretas que se han dado en la lucha por acabar con el capitalismo y construir el socialismo ha permitido establecer toda una serie de métodos, principios y tradiciones en el terreno organizativo que forman parte ya del arsenal teórico y práctico del socialismo científico, históricamente acumulado, la teoría es una guía para la acción, decía Marx. Quien desconoce la historia esta condenado a repetir los mismos errores, de manera que seria un grave error desconocer toda esta experiencia, comenzar de cero, bajo el argumento de que «no debemos copiar modelos o experiencias fracasadas de la Europa Occidental». Este argumento por lo general lo que esconde es el interés de los oportunistas que prefieren el desorden y la confusión para trepar por encima de las masas en procura del beneficio personal sin que esto implique la aprobación de las mayorías. En muchos lugares del país el proceso de conformación de los batallones, la elección de voceros y delegados del partido estuvo caracterizada por las mismas practicas antidemocráticas de los adecos en sus mejores tiempos de las que hicieron uso Alcaldes y Gobernadores a través de sus operadores políticos para asegurarse «apoyo en las bases»
Si el «PSUV» fuese una mera continuación de lo que fue el MVR pero aumentado, el resultado serán los mismos problemas que hubo en el MVR aumentados. Si la dirección del Partido Socialista Unido de Venezuela no tiene una línea política que responda a la necesidad de la revolución de expropiar a los capitalistas y sustituir el actual estado por un genuino estado revolucionario el nuevo partido, o movimiento, entrará inevitablemente en crisis. Si su dirección intentase imponer sus concepciones a las bases, si negase a estas los cauces para plantear sus propias opiniones y propuestas veremos las mismas crisis, divisiones, expulsiones, escisiones y conflictos que han llevado a que se hayan formado otros grupos bolivarianos y socialistas al margen del PSUV. La causa fundamental de que falte una organización revolucionaria unificada que dirija la revolución no es organizativa sino política. Es la ausencia de una política marxista al frente de las organizaciones que hasta el momento forman parte del proceso revolucionario.
Sin embargo no debemos tomar las ideas del marxismo de una manera esquemática y formalista, llegaríamos a la conclusión de que el objetivo de construir una organización revolucionaria de cuadros en medio del torbellino revolucionario, resulta prácticamente imposible. Como marxistas sabemos que para llevar la revolución a la victoria y construir el socialismo necesitamos una organización revolucionaria de cuadros marxistas enraizada en las masas. Esto es básico. También es fundamental comprender que un cuadro se forma a través de una larga experiencia que puede prolongarse incluso varias décadas. Pero la característica de una situación revolucionaria es precisamente la de exacerbar todas las contradicciones sociales y acelerarlas hasta el límite, y no prolongarse durante décadas.
Una vez más: la verdad siempre es concreta. Repitiendo lo que decía el padre de la dialéctica, Hegel: «el límite sólo se conoce yendo más allá». La desproporción entre las tareas que la situación revolucionaria nos exige llevar a cabo y las fuerzas de las que disponemos para acometer esas tareas parece a primera vista insalvable. Pero el planteamiento del problema es el primer paso hacia su solución.
La principal característica de la revolución es que es un poderoso torbellino social. En una situación de ascenso revolucionario el principal obstáculo para construir una organización revolucionaria de cuadros no es la inactividad o la apatía sino más bien el activismo y el tareísmo: la tendencia de muchos activistas a caer en la impaciencia y saltar de una lucha a otra, de un frente a otro, de una tarea a otra y no comprender que la llave para resolver el problema no es hacer más cosas sino pensar y debatir mejor qué es lo que se hace y cómo y para qué se hace.
Uno de los principales obstáculos que enfrentamos es la dispersión de los activistas y militantes revolucionarios en mil frentes y tareas sin terminar ninguna y en un montón de círculos, equipos, etc. En última instancia esto es precisamente el resultado de la ausencia de una organización marxista de cuadros con la suficiente fuerza e influencia como para convertirse en un punto de referencia en primer lugar para la vanguardia y, a través de esta, para las masas.
Pero ese mismo torbellino revolucionario que empuja a las masas, los activistas y los cuadros dirigentes del movimiento a dispersarse en mil frentes, también pone en tensión todas las fuerzas sociales y empuja a la vida política a nuevos miles de líderes naturales y cuadros potenciales, a millones de personas que del apoliticismo son arrastrada a la cima de la participación política: la revolución. Al hacerlo, el torbellino revolucionario está generando potencialmente esos militantes y cuadros revolucionarios que necesitamos para solucionar la contradicción.
Esta situación se ha vivido en todas las revoluciones. La única forma de aprovecharla es que el partido sepa ganar a esos luchadores y líderes revolucionarios que va generando la situación revolucionaria a sus filas e incorporar a los mejores de ellos a sus propios comités y organismos dirigentes desarrollándolos como cuadros.