Según refleja la encuesta del CIS «Opinión Pública y Política Fiscal» presentada en julio del 2012, las respuestas a la mayoría de las preguntas no muestran unas diferencias suficientemente significativas entre los votantes del PP, PSOE e IU para sacar conclusiones en cuanto a que difieren por motivaciones ideológicas, sin embargo en la pregunta sobre […]
Según refleja la encuesta del CIS «Opinión Pública y Política Fiscal» presentada en julio del 2012, las respuestas a la mayoría de las preguntas no muestran unas diferencias suficientemente significativas entre los votantes del PP, PSOE e IU para sacar conclusiones en cuanto a que difieren por motivaciones ideológicas, sin embargo en la pregunta sobre la organización de las preferencias con respecto al gasto público las divisiones ideológicas si funcionan naturalmente y los votantes de PSOE e IU prefieren las inversiones sociales (sanidad, educación, cooperación) mientras que los votantes del PP a las destinadas a Defensa o a Seguridad ciudadana (la izquierda irresponsable y el «socialismo crediticio»).
Aquí sí se puede -o yo me lo permito- sacar la siguiente conclusión: aunque el PSOE haya practicado claramente desde hace 30 años un política económica de derechas, sus votantes siguen siendo de izquierda. Una izquierda, si se quiere, moderada, ingenua, timorata… pero izquierda al fin y al cabo, que no ha sido capaz de madurar políticamente y «atreverse» a apoyar otras opciones políticas más genuinamente de izquierda, como sería -con ciertas salvedades- IU.
La pregunta de por qué tanta gente de izquierda sigue votando al PSOE no tiene evidentemente una fácil respuesta, si no se quiere caer en pura especulación, así que sólo me atrevo a exponerla en términos de suposición.
Puestos a ello, es de suponer que el PSOE haya sabido con la ayuda gratuita e interesada de los «mass-media» orquestar eficaces campañas pre-electorales, electorales y post-electorales, para engatusar a sus fieles votantes. Aquí se debería, así mismo, insistir en la importancia que es de suponer habrán jugado los mass-media en sustentar la imagen falsa de partido de izquierda, en aras del bipartidismo al ser éste el instrumento más preciado de la burguesía para asegurar confortablemente su dominio. Es de suponer, por tanto, que la clase dominante utilice sus recursos mediáticos e institucionales para no dejar caer al PSOE. Lo estamos viendo actualmente, cuando tras las últimas debacles electorales y de la progresiva pérdida de apoyo ciudadano que parecen conducir al PSOE a un fatídico final, – sin siquiera saber rentabilizar el cómodo papel de oposición, posiblemente porque no puede evitar ejercer tímida e incoherentemente ese papel -, los medios siguen mostrando al PSOE maltrecho (porque es muy difícil ocultarlo) pero, a pesar de ello, como «el otro» gran partido de la alternancia y con posibilidades de salvación.
Y hay que admitir que en efecto tales posibilidades existen, dado que su salvación radica en que, hoy por hoy, no se vislumbra otra alternativa que pudiera substituir al PSOE para hacer funcionar el maquiavélico bipartidismo.
Es pausible suponer, por tanto, que si las cosas no cambian radicalmente en estos tres años que quedan hasta la próxima farsa electoral, los «mass-media» se encargarán de mantener el bipartidismo vivo en la conciencia de las masas aunque sea en estado de letargo, y la «alternancia» se postergará para cuando el progresivo e irremediable desgate del PP lo exija y se hayan llevado a cabo los imprescindibles lavados de fachada para que el PSOE pueda coger de nuevo las riendas del aparato de gestión de los intereses oligárquicos.
Por otra parte, también podemos suponer que la fidelidad del voto PSOE, se deba además a la falta de capacidad atractiva de IU, por sus propios handicaps y por los fardos que lógicamente le endosa el aparato propagandístico de la oligarquía. Evidentemente, el deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos y su creciente descontento, le está permitiendo a IU ir muy poco a poco arañando votos al PSOE (En Galicia aliándose con Beiras en la AGE, en Cataluña quien araña es CUP). Ese tenue avance no nos permite suponer que la coalición vertebrada por el PCE pueda un día llegar a jugar el papel de un Syriza a la española. No sólo por las peculiaridades disgregadoras de los nacionalismos en el Estado español sino fundamentalmente por el desgaste político de IU, sus errores, entre los que a mi entender uno de los más determinantes ha sido dejarse utilizar por el PSOE, error en el que IU parece empecinada como se está viendo ahora en Andalucía. Es de suponer que ni siquiera dentro de la coalición haya muchos afiliados que crean en que IU logre algún día atraer al grueso de los votantes PSOE. Aunque Cayo Lara que acaba de ser reelegido coordinador federal de IU en la X Asamblea Federal, afirme que «IU es la Syriza española, no hay que buscarla fuera». Afirmación que tras su reelección, es de suponer sea fruto del triunfalismo del momento.
Es significativo que Julio Anguita (con el que IU consiguió sus mayores éxitos electorales, el 11,68 % del voto en las elecciones generales de 1995, llegando a tener un grupo parlamentario de 21 diputados en 1996) haya aceptado ser el referente del Frente Cívico, una nueva organización con una vocación aglutinadora más amplia que IU.
Difícilmente puede uno imaginarse que el germen de un Syriza pudiese estar incubándose en IU.
No obstante, la agudización de las contradicciones de clase va progresivamente abriendo un espacio político cada vez más amplio y claro a la izquierda del PSOE. Un espacio vacío hoy, pero llamado a ser ocupado por gran parte del electorado del PSOE, de IU, de otras formaciones y por esa masa de desencantados que se abstienen, votan en blanco o nulo, o lo hacen testimonialmente, e incluso por aquellos exvotantes PSOE que por «resentimiento» dieron su voto en los últimos comicios al PP o a UPyD.
Llenar ese espacio es una necesidad insoslayable para poder librar en mejores condiciones la actual lucha de clases caracterizada por la ofensiva de la oligarquía financiera que utiliza el pretexto de la «crisis» para llevar a cabo una de las mayores acumulaciones de capital por desposesión que conoce la historia (otro saqueo igualmente ingente fue la privatización de las inmensas propiedades públicas en los países del Este de Europa y de la URSS tras su desaparición, pero esa es otra historia).
Las principales dificultades con las que nos encontraremos para llenar ese vacío, o dicho con otras palabras para crear una auténtica alternativa de izquierda, son por un lado la ya mencionada capacidad potencial del PSOE para conservar su electorado y por otro, los males endémicos de las izquierdas que resumiría en tres: el dogmatismo de los puristas que temen como a la peste unirse a los que no comulgan al cien por cien con sus ideas; el sectarismo fruto del chovinismo y egoísmo partidista; y finalmente, el oportunismo que tan frecuentemente se da entre los dirigentes de pequeñas organizaciones, que prefieren ser «cabeza de ratón que cola de león». Es por ello que, citando a Javier Mestre en un reciente artículo en Rebelión del 20-10-2012, «la alternativa política ha de ser hija de las luchas, unida a ellas por un cordón umbilical indestructible. Sin duda, Izquierda Unida, siguiendo lo que es ya un clamor en una parte notoria de su militancia, debería poner sus escaños y su espacio en el sistema político actual al servicio de la alternativa». Pero el parto no puede provenir de un pacto entre cúpulas (y cupulillas), la clásica suma de siglas a la que nos tienen acostumbrado, sino construido desde abajo, al calor de las luchas y recogiendo el sentir de las asambleas y de las bases de las organizaciones.
En esta dirección se enmarca la idea recogida por algunas organizaciones de «unificar las mareas para crear un tsunami contra los recortes». La coordinación de esa inmensa unificación de movimientos sociales y laborales ofrece la oportunidad de articular desde abajo un organismo que respaldado (no instrumentalizado) por organizaciones políticas y sindicales prefigure la alternativa política capaz de llenar el vacío antes mencionado.
Esto no es tarea a realizar por una sola acción y de una vez en toda la geografía del Estado español, sino un proceso confluyente, empezando probablemente en las zonas más favorables, como sería en estos momentos en la Comunidad de Madrid, donde una huelga general contra el gobierno de la Comunidad pudiera ser sentida como necesaria por gran parte de la ciudadanía.
Porque vamos lejos, aceleremos el paso. Parar recortes, desahucios, despidos, privatizaciones y represión no es tarea para mañana sino para hoy.
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