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Potencia del Arco Minero

Fuentes: Rebelión

Mas allá de los despojos puntuales, mas allá de los contratos efectivamente leoninos como lo denuncia Lander (aunque por mí que le regalen Las Cristinas a la Gold Reserve, nuestro problema central no es oro que solo es renta y renta es Estado, dinero en sí, egoísmo socializado, nuestro problema es territorio, su control y […]


Mas allá de los despojos puntuales, mas allá de los contratos efectivamente leoninos como lo denuncia Lander (aunque por mí que le regalen Las Cristinas a la Gold Reserve, nuestro problema central no es oro que solo es renta y renta es Estado, dinero en sí, egoísmo socializado, nuestro problema es territorio, su control y autogobierno, su socialización, su potencial), más allá de la enorme corrupción que ya debe estar avanzando de lo lindo en pago de comisiones de las empresas a ministros, directores, generales, para que le den prioridad en las contrataciones, más allá del charco que relaciona al Estado y el capital transnacional en todo el tejido económico y no solo el Arco Minero, más allá de los llantos nacionalistas, propios en este caso de un grito impotente que se ubica desde una visión «nacional», la denuncia de quien se asume representante de una «nación» completamente lejana y abstracta, y no desde la guerra real en este caso por el control efectivo de nuestra tierra y territorios. En fin, mas allá de toda la cantidad de debilidades y peleas controversiales que solo son choques verbales que nos cruzan, hay que aclarar algunos puntos fundamentales en una lucha que ahora llaman «Arco Minero» pero que constituye una lucha histórica del movimiento minero y una propuesta que nació de su inteligencia y los más de seis congresos hechos desde el 95 hasta ahora.

El Arco Minero más que ser un inmenso territorio en sí con todas las riquezas que sabemos, es una realidad de correlaciones de fuerza fruto de una guerra de clase y de visiones de clase de tres siglos y que nos ha llevado a la insólita realidad que hoy se vive allí. Visto desde esta perspectiva y no de un nacionalismo tan rentista como el denunciado «rentismo» o «extractivismo» (que significa «extractivismo» por cierto?), y que en todo caso le tocaría completar sus denuncias no solo sobre el «Arco Minero» sino sobre el «Arco Petrolero» de la faja y oriente, el «Arco Gasífero» del mar, ya que se trata del mismo modelo mixto, la misma caterva gansteril del Estado chupando de las contrataciones que se hacen con las transnacionales, el mismo o peor deterioro ambiental, el mismo rentismo, la misma dependencia, estamos hablando de victorias que son siempre parciales ya que falta demasiado para que los pueblos del mundo derriben el modelo global de dominio que reina aquí como en todos los rincones del mundo.

Es la victoria de una potencia social, política, productiva, que va a tener en los próximos meses un poder enorme que si le da la gana y sobretodo si no se queda sola, si es acompañada por un movimiento popular en lucha que en este caso tendría la posibilidad de acompañar cada núcleo minero y los pequeños territorios que contraten con el Estado, (sumarian en las 17 áreas, es decir, del 70% de Arco, en poder de alrededor de diez mil núcleos mineros que existen en la actualidad), para desarrollar cualquier cantidad de proyectos alternativos agrícolas, pisícolas, frutícolas, madereros, de pequeña industria, con recursos que nacen de la renta del subsuelo, del trabajo minero, y no la sumisión a la corrupción de Estado que se los apruebe, dándole futuro a no menos de cien mil jóvenes mas (técnicos, ingenieros, agroecólogos, organizaciones, etc) que en vez de estar llorando por una nación que nunca está en sus manos, que la reclaman como suya, hacen foros y reclamos, pero jamás la TOMAN, asumen la posibilidad en este caso de concretar junto al movimiento minero esta victoria parcial, esta ganancia territorial inmensa y convertirla en una verdadera potencia proletaria, orgánica, productiva.

La fotografía de la minería hoy en día es terrible, allí verdaderamente no se puede hacer nada mas que reproducir un orden mafioso y destructivo, donde cada unidad minera, ilegal y al abandono, desde la absoluta precaridad no solo de recursos sino de condiciones de trabajo, lo único que puede hacer es someterse a este orden y trabajar arrinconados un pedacito de tierra que las mafias militares y de bandas armadas le dejan trabajar, por supuesto bajo condición de no menos de la tercera pate de lo que se produzca vaya a sus manos, obligados a utilizar tóxicos como mercurio y cianuro que en muchos casos los termina matando a ellos mismos. Y esto en el mejor de los casos, porque cuando se arman las grandes «Bullas» (se encuentra una zona de alto tenor de mineral) sacan a todo el mundo e imponen situaciones hasta de esclavitud, y de allí las duras confrontaciones que han tenido con los indígenas pemones, los estratagos ambientales que se han causado en la cuenca del Caura y Canaima. Bajo este ahogamiento del ser humano, se impone también un modelo de vida individualista, agresivo, represivo, donde prácticamente toda la renta producida termina en mercados donde cualquier cosa puede costar hasta tres veces más que en las grandes ciudades. Aquí sí que gana el capital más salvaje ligado al Estado, contrabandistas, compradores que jamás reportan los que sacan de allí. Y aún así se producen mas de veinte toneladas de oro anuales que terminan registradas en todo el continente menos en Venezuela.

¿Qué va a pasar si se concretan los elementos planteados para el Arco Minero?. Será una guerra que va a continuar y no va a ser fácil, ya que el orden mafioso querrá seguir imponiéndose, seguir destruyendo selvas e imponer su esclavitud armada, las empresas grandes querrán desplazar a los pequeños y convertirlos en sus trabajadores a sus intereses y condiciones, seguramente encontraran apoyo en el resquicio estatal mafioso, corrupto, que cualquiera que sea el futuro político del orden constituido en los próximos meses, seguirá existiendo, una parte del movimiento minero será también colaboracionista y divisorio. Pero aún así, si se logra una legalización en el próximo año de todas estas unidades de producción, terminan organizándose en el Consejo Popular Minero, que ya al menos existe y en el próximo mes generará una dinámica participativa donde miles de mineros harán parte de la construcción de una propuesta definitiva minera, estamos ante la posibilidad de generar un tejido productivo progresivo, que vaya sumando unidades que a su vez se integren en territorios legitimados por ley, se produzca un recambio tecnológico radical, y comience a desarrollarse algo que es una hipótesis pero perfectamente factible si se rompe la fuente mafiosa y se le pone las condiciones necesarias a las empresas mixtas -Estado-transnacionales- y es que la plusvalía agrícola, y en general todo lo que sea el trabajo sobre tierra, en corto tiempo pueda llegar a ser incluso superior a la renta minera.

Sobre el Arco Minero con buena disposición y planificación, hasta cien mil hectáreas que se utilicen para las actividades agrícolas, pecuarias, pisícolas, frutícolas, madereras, además de las industrias alimentarias que puedan asentarse allí, entre otras, podría terminar de garantizar gran parte de la soberanía alimentaria de este país, e incluso ser exportadores de alimentos para un norte brasileño pobre que incluye a 45 millones de seres. Si cada unidad minera llegase a sembrar la tierras y generar industria propia sobre 10 hectáreas promedio con el apoyo de organizaciones y los últimos polos nobles de gobierno que queden, dándole semillas y apoyo técnico, con el apoyo de miles de jóvenes que pudiesen ir a la zona y articularse con el movimiento minero, estamos hablando entonces de cien mil hectáreas, pudiendo redoblarse en los próximos años, que desplazarías gran parte de la renta mineral del subsuelo hacia la actividad alimentaria a trabajar sobre el suelo por miles de hombres y mujeres que establecerán relaciones de contratación entre iguales, viviendo la divina aventura de la selva el descubrimiento de nueva vida fuera del parasitismo urbano, es decir, aprendiendo a amar realmente el territorio que hemos tomado y expropiado a la lógica colonial que nos ha agobiado siempre. Si además se recambia definitivamente el modo de extracción por tecnologías gravitatorias, la misma agua que se utilizaría para la extracción podría servir para llenar sistemas de riego alimentados por esas mismas aguas, dejando de tener todo sentido aquel apocalipsis del «agua sí, oro no».

Por supuesto repito esto es un reto a asumir en medio de una guerra territorial donde el capitalismo mafioso y salvaje y su poder enorme sobre el Estado (sobre este gobierno y el que venga de derecha si se da el caso, la misma caterva mafiosa) no va a dejar arrancar al igual que no ha dejado que se produzca ninguna revolución agrícola ni industrial en este país. Decir «absolutamente sí» al Arco Minero no es aplaudir y defender las aberrantes circunstancias que nos ponen a hacer contratos leoninos con transnacionales, profundizar el rentismo, extractivismo, imperialismo, capitalismo, explotación y toda la manada de palabras externas que apodan sobre esto para que nada cambie y continúe la pesadilla opresiva y ecocida de hoy, es asumir la guerra que un pueblo en lucha ha de asumir porque es su derecho, es el derecho real sobre su país y su tierra, consciente que este asunto lo obliga al desarrollo de estrategias asociativas, defensivas, productivas donde verdaderamente construimos identidad de pueblo.

No es denunciando externamente que construiremos esa identidad que algunos llaman «nacional» o «popular de clase», es en la lucha y la guerra concreta, que en el caso del Arco Minero, y estoy seguro que será así, el movimiento minero mas radicalizado tendrá que establecer relaciones de alianza con determinadas transnacionales para enfrentar la realidad mafiosa impuesta, alianzas con sectores militares en contra de otros insertos en el orden mafioso (conscientes de la pequeña guerra civil que ya vivimos aquí). Como toda guerra desarrolla sus circunstancias paradójicas (es el caso por ejemplo de la revolución kurda en el norte de Siria y su actual alianza con los EEUU, es Bolívar y el imperio británico para ser más cercanos) con el fin de derribar a los enemigos inmediatos. Toda guerra propicia su misma paradoja, sus contradicciones, nunca es perfectamente limpia y menos perfecta. Lo importante es que vivamos la experiencia, la asumamos enteramente junto al movimiento minero e indígena, que seamos pueblo protagónico coño de una vez por todas y no simples grupitos de lamento y denuncia externa, o simples extensiones administradas por una fatal burocracia, siempre viviendo de la renta de Estado.

Aquí no estamos hablando para nada de situaciones parecidas a las que se han dado en Ecuador donde efectivamente el gobierno de Correa ha traicionado los compromisos y respetado la soberanía territorial de cantidad de pueblos indígenas de montaña y amazónicos, imponiendo los intereses de transnacionales y de monopolios nacionales. Nada que ver con la lucha contra el carbón en la Guajira, el Socuy, la zona Yukpa, donde la vocería inquebrantable de hombres como Lusby Portillo, y el movimiento ambiental zuliano indígena y urbano, se ha denunciado el inmenso negociado, lo absurdo, lo ecocida, que detrás de este proyecto que se defiende desde la gobernación del Zulia, cuando el carbón no tiene el más mínimo sentido para población alguna en la zona, ni razones para producirlo y utilizarlo bajo la contaminación terrible de las industrias eléctricas carboníferas; eso sí es rentismo puro. Aquí estamos hablando de una guerra anticolonial histórica donde se abre una ventana de victoria que podría ayudar a transformar un país entero.

Por supuesto que quedan muchas preguntas abiertas:

¿Cuál va a ser la asociación concreta entre Estado y proyectos de minería social e integral?

¿Cuál va a ser la relación transnacionales, empresas nacionales y unidades de producción minera?

¿Cuál va a ser a relación entre los proyectos que firmen acuerdo de explotación con el Estado y las unidades de trabajo que se establezcan en la zona otorgada; la relación pueblo-pueblo?

¿Cuáles son las instituciones de Estado que van a asumir la dirección por parte del estado de las 17 áreas para la minería integral; se impondrá el caos que pretenden ahora dándole una parte al Ministerio de Minas, otra a la Cominpeg, otra a la Corporación Nacional de Minería, cual feudos a atribuir a cada quien?

¿Cómo se va a acordar el manejo concreto de la renta de Estado producida por esta minería y su propia inversión en la zona, cuál va a ser el papel en ese sentido del Consejo Popular Minero?

Estas es y muchas más preguntas que aún están en el limbo y que nos demuestra la inmensa tensión que se vive al interno del gobierno-Estado por controlar este inmenso proyecto. El llamado en todo caso, y «perdonen lo malo» de todas estas argumentaciones del «absolutamente sí al Arco Minero», es que nazca al fin una izquierda o movimiento popular que no se vea siempre desde el punto de vista de la impotencia y la externalidad frente al mundo explotador que nos rodea sino que centímetro a centímetro en esta larga guerra, aprenda a parársele de frente, y dar la pelea que hay y se tiene la fuerza para dar. Que vaya mucho más allá de las abstracciones y asuma esta guerra de clases inevitable. Para no quedar años después reducidos al papel de un Juan Uslar que se da cuenta 150 años más tarde que Boves era parte del inicio de una insurrección popular, pero pidiendo una especie de perdón por percatarse tan tarde. Proponemos entonces que el Arco Minero, más allá del pensamiento débil y el malandraje de Estado, sea una ocasión para toda organización de la población trabajadora. A lo mejor cualquiera se juega la vida en esto dadas las situaciones del territorio, pero cuando la vale la pena jugársela, la vida misma se convierte en mera circunstancia.

 

 

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