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Entrevista a Panagiotis Sotiris

Poulantzas revisitado: Estado, clases y transición al socialismo

Fuentes: Revista Intersecciones

Thomas Goes: ¿Por qué deberíamos estudiar hoy el trabajo de Nicos Poulantzas, un teórico que murió hace casi 40 años? Dicho de otro modo, ¿qué pueden lxs activistas, las organizaciones y lxs cuadrxs políticos de la izquierda anticapitalista aprender de sus escritos que pueda ser útil, incluso necesario para construir una izquierda fuerte y prometedora? […]

Thomas Goes: ¿Por qué deberíamos estudiar hoy el trabajo de Nicos Poulantzas, un teórico que murió hace casi 40 años? Dicho de otro modo, ¿qué pueden lxs activistas, las organizaciones y lxs cuadrxs políticos de la izquierda anticapitalista aprender de sus escritos que pueda ser útil, incluso necesario para construir una izquierda fuerte y prometedora?

Panagiotis Sotiris: El trabajo de Nicos Poulantzas es una de las contribuciones más importantes a una posible teoría del Estado y de antagonismos de clase en el Estado. La de Poulantzas era una concepción altamente original del Estado -el Estado no como un simple instrumento en las manos de la clase dominante, sino como la «condensación material de las relaciones entre las clases». Poulantzas ofreció una invaluable aproximación a la complejidad de los Aparatos de Estado, articulando relaciones múltiples entre el Estado y el terreno de la lucha de clases, incluyendo a la esfera productiva, y las múltiples maneras en las que el Estado funciona como un punto nodal en la (re)producción de las estrategias de la clase burguesa 1/.

Su último libro, Estado, Poder y Socialismo, ofrece una de las más sofisticadas conceptualizaciones sobre cómo el Estado juega un papel central en la producción y reproducción de medidas represivas y en la interpretación ideológica, pero también incorpora discursos, estrategias y técnicas de poder, en los términos de Foucault. Este enfoque recuerda al Estado Integral de Antonio Gramsci, en donde la «complejidad de las actividades teóricas y prácticas de la clase dominante no solo justifican y mantienen su dominación, sino que le permiten ganar el consenso activo de aquellos que son gobernados» 2/. En este sentido, la teoría del Poulantzas es una herramienta para ayudar a los militantes a entender a qué se enfrentan.

Al mismo tiempo, el concepto relacional de Estado permite teorizar la efectividad de la lucha de clases. Es cierto que ha habido una tendencia a interpretar la concepción relacional como una forma de reformismo, que apunta a una transformación gradual a partir de luchas que son «interiorizadas» en el Estado. Estoy en desacuerdo con la lectura que transforma al trabajo de Poulantzas en algo similar al reformismo de Eduard Bernstein. De acuerdo con Poulantzas, los aparatos de Estado son la «condensación material de las relaciones de clase». Por tanto, estamos hablando de un Estado de clase atravesado por los intereses tácticos y estratégicos de la burguesía 3/. En cualquier caso, no es refugio ni instrumento, sino terreno de antagonismos de clase. Las clases subalternas pueden inducir rupturas, apertura y ganancias como parte de una estrategia por la hegemonía, que necesitará, en el límite, de una confrontación con la materialidad de los aparatos represivos del Estado (que en la teoría marxista clásica es descrita como la necesidad de destruir el Estado). Este es otro importante aviso para la militancia: la política radical no consiste en una larga travesía a través de las instituciones, ni en una simple preparación para una confrontación final con el Estado. Podemos pensar en ella, en cambio, como un complejo dialéctico complejo: la modificación de la relación de fuerzas en la lucha de clases a favor de las clases subalternas, la creación de las condiciones para una hegemonía de la clase trabajadora y la preparación para la confrontación con las estrategias de clase inscritas materialmente en el Estado.

Finalmente, quiero enfatizar la importancia de la teorización de Poulantzas sobre el Estado autoritario. Poulantzas fue el primer teórico marxista que tras las consecuencias de la crisis capitalista de 1973-74 sugirió que la reacción de las clases capitalistas y sus representantes políticos en el Estado era el resultado de una reestructuración capitalista (y los primeros signos del giro neoliberal) junto con una transformación autoritaria del Estado. Creo que esta tendencia dual ha sido, desde entonces, una característica constante del poder social y político. Por un lado, se ejemplifica en desarrollos en los Estados capitalistas: en la expansión de la vigilancia represiva, en el movimiento del centro del poder del legislativo al ejecutivo, en el aislamiento de los procesos de toma de decisiones contra toda forma de intervención de las clases populares, y la presentación del alcance del debate político con importancias estratégicas como cuestiones simplemente técnicas. Por otro lado, es algo evidente en el marco institucional autoritario de la Unión Europea, que es en alguna medida, el modelo autoritario por excelencia del estatismo autoritario en Europa.

TG: Quizás podemos trasladarnos al análisis de clase de Poulantzas ¿Cuál es su importancia para nuestro activismo hoy? ¿Por qué deberíamos distinguir entre la clase trabajadora y lo que él llamó la «nueva pequeña burguesía» compuesta de diferentes capas de asalariadxs?

PS: Poulantzas ofreció una teoría de la lucha de clases basada en tres puntos fundamentales.

En primer lugar, sugirió que las clases sociales son impensables fuera de la lucha de clases. Escribió que «las clases sociales involucran en un solo y mismo proceso tanto a las contradicciones de clase como a la lucha de clases; las clases sociales no existen primeramente como tales, para luego ingresar en la lucha de clases. Las clases sociales coinciden con las prácticas de clase, i.e. la luchas de clases, y solo son definidas en su mutua oposición» 4/.

En segundo lugar, argumentó que las relaciones de producción no son meras relaciones de propiedad legal sino relaciones complejas de poder y control de los medios y procesos de producción.

En tercer lugar, estableció que cuando tratamos las relaciones de producción y la formación de las clases, no estamos hablando simplemente de aspectos «económicos» sino también políticos e ideológicos. En este sentido, es evitado tanto el estrecho economicismo de buena parte del marxismo tradicional y, al mismo tiempo, la subestimación de la centralidad de las relaciones de producción que caracteriza a las teoría neo-weberianas de la estratificación social.

La aproximación de Poulantzas a la nueva pequeña burguesía fue fundamental. 5/ Estaba basada en una concepción de la primacía de la división social del trabajo sobre la división técnica del trabajo (que es el reflejo de la primacía de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas). Para Poulantzas, «es la división social del trabajo, en la forma que adquiere bajo la presencia de relaciones políticas e ideológicas específicas en el proceso productivo, lo que domina la división técnica del trabajo» 6/

En consecuencia, destacó que la emergencia de posiciones contradictorias de clase, que representan al mismo tiempo aspectos del trabajador colectivo y del capitalista colectivo no forman parte de una evolución técnica «neutral», sino que constituyen la expresión de la dependencia característica del proceso de trabajo y de las relaciones políticas e ideológicas en el terreno de la producción. A pesar de ciertas conclusiones, como la tendencia de Poulantzas a identificar la clase trabajadora con el trabajo productivo (una decisión que deja afuera a importantes segmentos de la clase trabajadora), considero que esta es una contribución importante a cualquier teoría marxista de las clases sociales.

Aún más, creo que el análisis de Poulantzas puede ayudarnos a entender por qué tratar estos estratos estratos sociales como «clase trabajadora» implicaría dar por supuesta esta forma del proceso de trabajo en el modo de producción capitalista, y de la división capitalista entre el trabajo intelectual y manual. También, implicaría la incorporación de elementos importantes de la ideología pequeño-burguesa.

Esto no quiere decir que estos estratos no puedan ser parte del «pueblo» como una alianza con las clases subalternas. De hecho, uno de los desafíos más importantes hoy es ganar esos estratos sociales en esa dirección política. En nuestro contexto, las reestructuraciones capitalistas contemporáneas tienden a expandir estos estratos, pero también a empeorar sus condiciones laborales, enfrentándolos así con la clase trabajadora. Organizar estos segmentos, incorporarlos a las centrales sindicales, comprometerlos con prácticas y demandas colectivas y quebrar la ideología de que forman parte de una clase media «profesional» es, efectivamente, una de las tareas más importantes en las lucha de clases hoy.

TG: Poulantzas argumentaba a favor de una alianza de clase entre la clase trabajadora y la vieja y nueva pequeña burguesía. La llamaba «el pueblo». Entonces, en primera instancia, ¿cómo asumía que este «pueblo» se desarrollaba? y ¿cuál era, desde su perspectiva, el rol del Estado y del partido en este proceso? Mi impresión es que su comprensión del rol del partido era bastante tradicional.

PS: Poulantzas apostaba por la reconstrucción de una teoría de las alianzas de clases basada en su concepción del pueblo como una alianza bajo la hegemonía de la clase trabajadora. En este sentido, ofrece una perspectiva teórica clasista del pueblo, en contraste con posiciones actuales, como aquellas lecturas del trabajo de Ernesto Laclau que tienden a tratar al pueblo como una forma de interpelación y de construcción discursiva.

Es cierto que Poulantzas pensó al Partido Comunista como el principal terreno para la creación de las condiciones políticas de una alianza semejante. Tenía en mente tanto la experiencia del movimiento comunista griego, de qué manera el KKE se transformó en la fuerza que dirigió la resistencia y la guerra civil, y la experiencia de los importantes partidos comunistas de Italia y Francia. Por lo tanto, también tenía en mente la idea de una alianza de las fuerzas de la izquierda.

Sin embargo, es importante notar que no restringió su punto de vista al Partido o a los partidos. También subrayó la relevancia de los movimientos sociales autónomos. En sus últimas intervenciones, antes de su suicidio, podemos encontrar elementos de una aprehensión profunda de determinadas crisis en los partidos de masas de los trabajadores y un énfasis aún más fuerte en los movimientos sociales autónomos. 7/

Por desgracia, debido a su muerte prematura, no podemos decir qué dirección hubiese tomado su trabajo. Actualmente, sabemos que no podemos sencillamente lidiar con estas preguntas a partir de una forma-partido tradicional. Los movimientos sociales, especialmente las nuevas formas de intervención política basadas en reclamos por el espacio público, como el Movimiento de las Cuadras en Grecia o los Indignados en España, han habilitado esta unión entre diferentes clases sociales y grupos que conforman «el pueblo». Sin embargo, creo que la pregunta por la hegemonía de la clase trabajadora en la articulación de una alianza de este tipo requiere un proyecto político común y una forma organizativa que pueda sostenerlo, es decir, una forma novedosa de un frente de izquierda radical en un encuentro con iniciativas autónomas desde abajo.

TG: ¿Cómo caracterizarías la trayectoria política y teórica de Poulanztas? Uno puede reconocer fácilmente una inflexión maoísta en su trabajo, especialmente en Fascismo y Dictadura y en Las clases sociales en el capitalismo actual ¿Cuál fue la influencia precisa del maoísmo en Poulantzas?

PS: La trayectoria teórica y política de Poulantzas empezó con sus experiencias de juventud en Atenas, en la izquierda griega (las organizaciones ilegales del Partido Comunista y las organizaciones legales del EDA) y luego a partir de sus experiencias cercanas a los movimientos franceses alrededor de Mayo del 68. Esto incluyó una serie de influencias teóricas, empezando por Jean-Paul Sartre y Lucien Goldmann, antes de su giro hacia Antonio Gramsci y Louis Althusser. Otra importante experiencia para Poulantzas fue la forma particular en la que experimentó no sólo Mayo del 68 en Francia, sino también la ruptura del Partido Comunista Griego en 1968 y su participación en el Partido Comunista del Interior. 8/

El enfoque tradicional describe la ruptura en el movimiento comunista griego en términos de una escisión entre una línea pro-URSS en el Partido Comunista Griego (KKE) y una perspectiva «eurocomunista» o «el ala derecha», parte del Partido Comunista del Interior (KKE-Es). Sin embargo, muchos militantes que simpatizaban con el KKE-Es estaban buscando una renovación radical o incluso revolucionaria de la estrategia y táctica en el movimiento comunista, y lo hacían en oposición a las posiciones más burocráticas y tradicionales en el KKE.

La organización local del KKE-Es en París, de la cual Poulantzas era un miembro activo, estaba muy a la izquierda de la dirección. Al mismo tiempo, es obvio que Poulantzas también estaba influenciado tanto por la crítica radical al economicismo y reformismo, no solo por sus experiencias en Mayo del 68 sino por la experiencia china, y por Mao y la Revolución Cultural. Por ejemplo, su insistencia en no tratar las jerarquías en el proceso de trabajo como «neutrales» y «técnicas» tiene ecos de la crítica de la Revolución Cultural a la división de trabajo capitalista.

Sin embargo, luego, particularmente en la segunda mitad de 1970, vemos a Poulantzas desarrollar un enfoque político diferente. Opta por lo que define como un Eurocomunismo de Izquierda y parece simpatizar con una estrategia de unidad de la izquierda y con una vía democrática al socialismo. Esto es más obvio en el último capítulo de su último libro en donde defiende esta posición, insistiendo en la posibilidad de combinar una mayoría parlamentaria con una fuerte movilización autónoma por abajo. 9/ Esta es, en efecto, una posición contradictoria. Sin embargo, es un intento de pensar a fondo un problema importante. Dado que tenemos el beneficio de hacer retrospectiva, podemos decir que un movimiento particular era excesivamente optimista sobre determinadas posibilidades. Al mismo tiempo, Poulantzas no anticipó en qué medida los partidos socialistas del período (como el PS en Francia o el PASOK en Grecia), eventualmente implementarían la reestructuración del capitalismo de la década de los 80 en adelante.

Es importante enfatizar que este debate, con las intervenciones de Poulantzas, Althusser, Balibar, las respuestas de Henri Weber o Daniel Bensaïd, el pronunciamiento de Christine Buci-Glucksmann, y el debate italiano paralelo (por ejemplo, los textos de Ingrao); todos representan el debate sobre la estrategia y la transición socialista como una cuestión real, y no simplemente teórica. 10/

TG: Mencionaste la crítica de Poulantzas al economicismo y al reformismo. ¿En qué consistía su crítica exactamente? y ¿cómo influenció su propio pensamiento teórico y estratégico? Por ejemplo, en Fascismo y Dictadura encontramos constantemente el argumento de que los partidos de la Tercera Internacional tenían un enfoque economicista. Pero la única sugerencia estratégica es que una línea de masas hubiera sido necesaria ¿Cómo influenció esto a los grupos locales del KKE-Es en París?

PS: La crítica de Poulantzas al economicismo es evidente en muchos aspectos de su trabajo. En primer lugar, la misma idea de elaborar una teoría compleja del Estado y de su rol está en contraste con cualquier conceptualización instrumental del Estado. En segundo lugar, la crítica al economicismo de la Tercera Internacional es un aspecto crucial del argumento que intenta presentar en Fascismo y Dictadura. En tercer lugar, su teoría de las clases sociales, que incluye determinaciones políticas e ideológicas e insiste en la primacía de la división social del trabajo con respecto a la división técnica, también representa una ruptura con el economicismo.

Con respecto a su crítica de la Tercera Internacional, es muy interesante cómo Poulantzas intentó trazar una línea de demarcación tanto con el sectarismo del «Tercer período» como con la concepción reformista de los «frentes populares» y las alianzas políticas con los partidos democráticos burgueses. Dicho esto, quisiera poner especial atención en sus intervenciones en los debates en el Partido Comunista Griego del Interior.

Me gustaría centrarme en un texto que escribió bajo un alias en 1970 en Agnonas («Lucha»), el órgano de la organización parisina del KKE-Es 11/. Es una respuesta a un artículo escrito por L. Eleutheriou, un miembro de la dirección del Partido que sugería una estrategia de alianzas desde abajo con partidos democráticos (y partidos del centro), basada en la idea de que estos partidos representaban al estrato de la pequeña burguesía.

Poulantzas se oponía a esta concepción de la representación política, rechazaba la idea de las alianzas solo «desde arriba» e insistía en que la táctica de frente único requería trabajo desde abajo y un intento de los partidos comunistas de trabajar también dentro del campesinado y otros estratos pequeño-burgueses. Desde que Eleutheriou evocó el 7mo Congreso de la Internacional Comunista y las posiciones de Dimitrov, Poulantzas usó su enfoque crítico, que también encontramos en Fascismo y Dictadura, para sugerir que un enfoque diferente a las alianzas políticas era necesario.

Quisiera destacar aquí que la pregunta por las alianzas políticas era crucial en los debates de la izquierda griega en el período de la dictadura entre 1967-1974. Lo era especialmente en los desafíos que la izquierda enfrentaba con respecto a cómo crear unidad en la lucha en contra la dictadura, evitando al mismo tiempo darle a las fuerzas burguesas el rol hegemónico en la lucha anti-dictadura. Esto es evidente también en las intervenciones de Poulantzas luego de la dictadura, en los debates en torno a la estrategia del KKK-Es en donde criticaba una «alianza anti-dictadura nacional» que suponía, otra vez, una alianza con fuerzas burguesas. En este sentido, podemos decir que, en el debate público, Poulantzas siempre estuvo a la izquierda de la dirección del KKE-Es.

Por otro lado, Poulantzas siempre se refirió al movimiento comunista, no a alguna forma de heterodoxia. Sus posiciones estuvieron, en su totalidad, a la izquierda de los partidos comunistas europeos, y podemos encontrar en su trabajo muchas posiciones críticas de lo que podríamos llamar «reformismo comunista». Sin embargo, nunca adoptó alguna forma de gauchisme [ultra-izquierdismo] y su interés estaba en los partidos comunistas. Él jamás pareció sugerir que la solución fuera adoptar posiciones maoístas o de los grupos trotskistas del período, cuyas posiciones trataba como unilaterales. Él enfatizó la importancia de los movimientos de masas autónomos y radicales.

TG: Por lo menos desde 1989 ha habido poca discusión sobre la transición socialismo en el amplio espectro la izquierda europea. Excepto por pequeños grupos en la izquierda revolucionaria, por ejemplo el SWP en Inglaterra o la LCR (ahora NPA) en Francia, los partidos de izquierda se han concentrado más o menos en luchar por reformas. De alguna forma u otra, esto ha estado vinculado a estrategias que han intentado construir alianzas con partidos social-demócratas y/o con partidos liberales de izquierda. Esto es cierto incluso para el PRC [Partito della Rifondazione Comunista] en Italia – un partido que intentó repensar la relación entre los movimientos sociales y el partido. Por ponerlo de otro modo: el gobierno anti-neoliberal ha sido la idea estratégica central en buena parte de la izquierda europea. Desde un punto de vista poulantziano, y también basándonos en la experiencia griega, ¿cuál es tu opinión sobre esta orientación estratégica?

PS: Es verdad que el período luego de 1968 representó una crisis estratégica para la Izquierda que adoptó diversas formas. Una de ellas fue la «descomunización» de los partidos principales de la izquierda y su transformación en partidos socialdemócratas primero, social-liberales después. El Partido Comunista Italiano es el primero que se nos ocurre. Por otro lado, la mayoría de las tendencias que rechazaron este giro abiertamente social-demócrata no desarrollaron algo más que una posición anti-neoliberal en los 90, junto con una defensa del movimiento de masas y un apoyo del socialismo general y abstracto.

Al mismo tiempo, la mayoría de las tendencias de la izquierda revolucionaria o anti-capitalista, o de la izquierda que se había referido a la experiencia de 1968, también experimentó una crisis ideológica. Muchos grupos se disolvieron y aquellas tendencias que persistieron fueron relativamente pequeñas y no contaban con una renovación estratégica. Esto es obvio en el caso de la 4ta Internacional, el IST, y otros.

Además, después de la segunda mitad de los 90 y con la expresión simbólica del movimiento anti-globalización, surgió un nuevo radicalismo. Este radicalismo se expresaba en las calles, en los movimientos sociales, y en confrontaciones con la policía. En algunos casos se manifestó en importantes resultados electorales como el de LCR-LO en 1999 en Francia o el impresionante resultado de Olivier Besancenot en 2002 en las elecciones presidenciales francesas. En un registro diferente, esto se vio en un renovado atractivo del PCR en la juventud. De todos modos, esto no fue acompañado por debates estratégicos. Esto fue obvio en el Foro Social Europeo y en el Foro Social Mundial en donde podían encontrarse miles de militantes, movimientos sociales de gran importancia, y un interés creciente en la teoría marxista, pero ningún debate estratégico. El llamado de Daniel Bensaïd a reabir el debate estratégico se mantuvo sin respuesta.

Todavía más desfortunada fue la sustitución de la estrategia de izquierda por alianzas con la socialdemocracia, especialmente en gobiernos anti-neoliberales o -peor aún- «cualquiera antes que» los gobiernos de turno. La experiencia desastrosa del PRC en su participación en el segundo gobierno de Prodi, de la cual nunca se recuperó, ofrece una lección que no podemos ignorar. Es verdad que en diferentes instancias Poulantzas fue invocado para apoyar dichas estrategias, pero no hubo profundidad ni debate estratégico. No fue la «vía democrática al socialismo» sino una capitulación a la lógica parlamentaria y una cesión de la hegemonía a la socialdemocracia en un período en el que era una de las fuerzas políticas principales en implementar el «neoliberalismo actualmente existente».

El vacío estratégico creado por este enfoque y la sustitución por la política electoral y las reformas anti-neoliberales básicas es la limitación fundamental de esta variante de izquierda; creó una versión de la izquierda que es retóricamente radical pero aún así parece incapaz de pensar en estrategias de ruptura. El ejemplo más trágico es SYRIZA, que con su falta de preparación programática y su europeísmo compulsivo allanó el camino para una profunda capitulación a la Troika y una aceptación completa de una lógica neoliberal agresiva. Los miembros jóvenes de la dirección de SYRIZA, incluído Tsipras, recibieron su «formación política» en los 90′ y a principios de los 2000, exactamente durante el período del pico de popularidad Foro Social Europeo y de la idea de un «frente antineoliberal».

TG: Algunxs compañerxs argumentarían que la relación de fuerzas y las «características del período» no permiten más que una política anti-neoliberal. En la izquierda alemana es común escuchar el argumento de que, presentados diferentes caminos posibles para el desarrollo capitalista (ya sean más autoritarios y neoliberales, o más democráticos y sociales) y una relación de fuerzas determinada, todo lo que hacemos es presionar para un mejor capitalismo. De ese modo, creamos mejores condiciones para la lucha de clases, los movimientnos sociales, y más espacio para la izquierda. En otras palabras, en su perspectiva, sólo hay una solución. Pero esa no es la política revolucionaria, sino que es llamada la «Reformalternative.» El último Poulantzas, con su interés en el Eurocomunismo de izquierda, es un punto de referencia para este tipo de estrategias. ¿Cuál es tu respuesta a este tipo de sugerencias estratégicas?

PS: Considero que ese enfoque es muy antidialéctico. La idea misma de que la izquierda pueda presentar un proyecto de un capitalismo «mejorado» y crear así un mejor terreno para los movimientos sociales es casi absurda. Quiero decir que la historia misma del movimiento obrero sugiere que donde se presentó un «capitalismo mejor», no fue el resultado de la izquierda promoviendo alianzas para un buen capitalismo. Siempre ha sido el resultado de la militancia en luchas autónomas y de un desafío anticapitalista más amplio al orden social existente, ejemplificado en el movimiento comunista del siglo 20. Solo este tipo de dinámicas pueden forzar a los poderes capitalistas a impulsar reformas y concesiones a las clases subalternas.

Aún más, un enfoque de este tipo subestima otro aspecto importante de la actual coyuntura: la combinación de la huida neoliberal hacia adelante [fuite en avant]. Esta ha sido la respuesta a la crisis capitalista de 2007-2008. Un creciente estatismo autoritario y un enfoque prácticamente «post-hegemónico», junto con la erosión de cualquier proceso democrático, ha significado que no hay mucho espacio para llevar adelante reformas por un capitalismo «mejor». Claro que la lucha de clases nunca termina y que existe el antagonismo social como una característica constante en lo social. Al mismo tiempo, los procesos actuales de toma de decisiones están más aislados de la intervención de las clases subalternas que en cualquier otro momento del pasado.

Lo que es necesario es un enfoque mucho más polémico que presente una alternativa radical. Estamos hablando ahora de un programa transicional, una serie de demandas interrelacionadas y objetivos que desafíen el poder de los capitalistas, acentúen las contradicciones de la actual forma de la política burguesa y gestión de crisis y que abran un camino para una configuración social post-capitalista. Un enfoque programático de este tipo puede, por otro lado, reestablecer a la izquierda como una verdadera fuerza antisistémica, trazar una línea de demarcación con las fuerzas burguesas, sugerir una narrativa alternativa (y no la fantasía de un mejor capitalismo) y ofrecer una perspectiva política para los movimientos de masas. Este tipo de aproximación puede abrir camino para proyectos hegemónicos de las fuerzas productivas, y crear condiciones para una izquierda que apunte no solo a la resistencia, sino también al poder y a la hegemonía.

Puedo entender la mención de Poulantzas en estos debates y posiciones.

Sin embargo, Poulantzas nunca se refirió a una izquierda que simplemente luchara por reformas. Incluso cuando llevó adelante un giro hacia la «vía democrática», no debe olvidarse que se trata de una «vía democrática al socialismo», un proceso en donde una victoria parlamentaria de la izquierda con un programa radical hacia la transformación socialista sería combinado con fuertes movimientos sociales autónomos en un complejo proceso de transformación social. Podemos criticar estas posiciones y mostrar sus contradicciones y lagunas, como la subestimación de Poulantzas de la posible reacción de los Aparatos de Estado a este tipo de desafío, o su aproximación demasiado optimista a la posibilidad de colaboración de la izquierda comunista con partidos como PASOK, pero aun así tenemos que admitir que él nunca sugirió una alianza con fuerzas socialdemócratas sólo en nombre de un capitalismo «mejor».

Y es que Poulantzas se dio cuenta de que apuntar simplemente al poder del gobierno no era la respuesta a la pregunta por la estrategia, incluso si defendió -en contra de los enfoques «insurreccionalistas» más clásicos- la posibilidad de una «vía democrática». Siempre le dio crédito a la importancia de los movimientos de masas desde abajo, movimientos autónomos que incluso presionarían a un gobierno de izquierda a superar sus limitaciones, trasladarse a una dirección más radicalizada, comenzar procesos de transformación y responder a cualquier potencial contraofensiva por parte de las fuerzas burguesas.

Tomemos el siguiente pasaje de una entrevista realizada en 1979 a Poulantzas:

«Sin embargo, modificar la relación de fuerzas dentro del Estado, e incluso, modificar radicalmente la materialidad del Estado es solo un aspecto de una transición democrática al socialismo. El otro aspecto del proceso depende, al mismo tiempo, de las bases sociales proclives a fomentar espacios de democracia directa. En definitiva, de movimientos que se ubiquen en las luchas populares que siempre exceden y guardan distancia del Estado. Limitarse al terreno del Estado, incluso para adoptar una estrategia de rupturas, es deslizarse de manera poco inteligente a una socialdemocracia; porque el peso específico de la materialidad del Estado, para modificar, incluso, la relación de fuerzas en el Estado, sólo puede ocurrir confiando en las luchas sociales y los movimientos sociales que van más allá del Estado». 12/

TG: ¿Cómo sería una estrategia alternativa? Hasta donde puedo ver, hay tres principales estrategias en discusión en la izquierda radical. En primer lugar, la idea de una alianza anti-monopolística y una democracia progresiva. Este es, por ejemplo, el marco estratégico del decreciente Partido Comunista Alemán. En segundo lugar la idea de una política radical no-estatal, en sus diferentes variantes – anarco-sindicalismo o distintas corrientes autonomistas. Y finalmente, las organizaciones marxistas de corriente mayoritariamente trotskista, planteando sus políticas alrededor de una profunda crisis revolucionaria y el desarrollo de situaciones de poder dual. Ves algún enfoque alternativo? En un debate que presencié el año pasado, Stathis Kouvelakis argumentaba por un gobierno de izquierda que movilizaría reformas anti-capitalistas trabajando en conjunto y en tensión con los movimientos sociales.

PS: Esta es seguramente una pregunta abierta y bastante difícil. En primer lugar, creo que la idea deuna alianza anti-monopolística está basada en una comprensión errónea del bloque social dominante. El contraste entre los monopolios y la pequeña o mediana burguesía es una tensión interna al bloque dominante que es administrada por los segmentos dominantes del bloque en el poder. Por ejemplo, podemos ver cómo el capital monopólico instrumentaliza la desregulación laboral y la sobreexplotación para mantener su rol dominante relativo a pequeños y medianos comercios. Aún más, la reproducción de los pequeños y medianos comercios está en muchos casos condicionada por la estrategia del capital monopólico (tercerización y nuevas formas flexibles de concentración / centralización). Una cosa es intentar pensar una alianza potencial con trabajadores autónomos o pequeños comercios y otra es insistir en la fantasía de una alianza con elementos progresivos de la burguesía.

Existe la idea de que es posible eliminar la política en el sentido de una lucha por el poder revolucionario. Desde la «política a distancia del Estado» de Alain Badiou, a la noción de John Holloway de «cambiar el mundo sin tomar el poder», existen abundancia de ejemplos 13/. A pesar de la importancia de los cambios realizados por los movimientos autónomos, hay un límite. Necesitamos movimientos sociales fuertes, autónomos y victoriosos, tanto como necesitamos experimentos de configuraciones sociales alternativas, como las experiencias de auto-organización. Sin embargo, esto no es suficiente. El cambio social también necesita de la confrontación con el poder de las clases dominantes: el poder que está materializado y condensado en los Aparatos de Estado. Esto es especialmente cierto si miramos las formas actuales de estatismo autoritario , fundamentalmente en la forma de Estado de permanente excepción económica y urgencia (como el régimen impuesto por la Troika en Grecia). Hay una tendencia hacia el socavamiento preventivo de los movimientos sociales y hacia la reducción de la posibilidad de grandes cambios inducidos por la movilización social. Existe un aislamiento extremo de los procesos de toma de decisiones contra tales desarrollos. En ese contexto, es necesario el poder político para cambiar el mundo.

Sin embargo, la idea de que la toma de poder pueda ser una simple repetición de Octubre de 1917 es absurda. Esto es más una fantasía que una actual estrategia, y en ciertos casos (la retórica anti-capitalista del Partido Comunista Griego es un ejemplo que se viene a la mente) una excusa para no hacer mucho. Puedo entender la defensa del camino revolucionario como un punto de referencia ideológica en contra del anticomunismo político y teórico, pero esto debe traducirse en una estrategia.Esto quiere decir pensar efectivamente en la coyuntura, las oportunidades ofrecidas y los modos originales necesarios para sacar provecho de ellas. En ningún caso quiere decir tratar a las situaciones como si no estuvieran «lo suficientemente maduras». En 2010-12 Grecia se acercó más a una crisis de hegemonía que cualquier otro país Europeo desde la «caída de las dictaduras» a mediados de los 70 ¿Qué podría ser más «maduro» que eso?

¿Quiere esto decir la simple combinación de un gobierno de izquierda con un programa transicional y un fuerte movimiento autónomo desde abajo? Creo que necesitamos un enfoque más dialéctico. Por un lado, los desarrollos recientes no sólo en Europa sino en la década anterior en América Latina han demostrado la posibilidad de que en condiciones de extrema crisis social y política que guía a los movimientos de masas a grandes rupturas en las relaciones de representación articuladas en los partidos tradicionales, es posible que fuerzas de la izquierda radical accedan al gobierno. Al mismo tiempo, la extensión de la transformación del Estado (la solidificación y la materialización de una relación de fuerzas de clase en favor del capital) y el grado de desarrollo del estatismo autoritario hacen que sea muy difícil ejercer el poder en un modo normal. Esto es especialmente cierto cuando hablamos de un gobierno que (en contraste con SYRIZA) hubiera ido hasta el final en la ruptura con la Unión Europea y el imperialismo (en la medida que cualquier forma de cambio social es imposible en el neoliberalismo incrustado en la Eurozona y en el marco institucional de la Unión Europea).

Lo que es necesario es un exceso de poder popular desde abajo que contrarreste las estrategias capitalistas inscritas en la materialidad misma del Estado y que responda las contraofensivas burguesas. No solo necesitamos movimientos fuertes sino también nuevas formas de doble poder. Tarde o temprano necesitará no solo gobernar el Estado sino también llevar adelante transformaciones profundas en un proceso que requerirá una ruptura con la burguesía y guiará a una proceso constituyente que implementará una organización institucional antagonista a la capitalista: límites a la propiedad, nuevas formas de democracia, nuevas formas de planificación participativa, control democrático, y reducción de mecanismos opresivos.

Estos no pueden ser simples planos abstractos para el futuro. Deben basarse en experiencias reales y en experimentaciones, el ingenio colectivo de las masas, los procesos de aprendizaje asociados con los movimientos y la política radical y un debate teórico abierto. La política radical o revolucionaria es un proceso de constante experimentación. Por desgracia, hasta ahora la mayoría de las organizaciones y frentes de la izquierda no han logrado convertirse en el tipo de laboratorios colectivos para la producción de estrategias, discursos y la producción intelectual necesarios. Incluso la experiencia de SYRIZA, si lo tomamos como un caso de prueba, no ha lidiado con sus trágicas deficiencias y derrotas.

Algunos argumentan que ahora solo necesitamos resistencia y movimientos, en la

medida que se ha cerrado la «ventana de oportunidad» para la política revolucionaria que quizás permaneció abierta en 2010-12. La respuesta es que el debate estratégico nunca ha sido un lujo para la izquierda. Desde 1848, hasta la Comuna de París, de la revolución de 1905 hasta 1917, la idea de que aprendemos de las experiencias más importantes y re-evaluamos y transformamos constantemente la teoría y práctica comunista e incluso revolucionamos la estrategia ha sido algo parecido al oxígeno tanto para el marxismo como para el movimiento obrero. Ese oxígeno necesitamos hoy.

* Panagiotis Sotiris ha enseñado filosofía social y política como profesor adjunto en la Universidad de Creta, en la Universidad de Panteion, la Universidad de Aegan y la Universidad de Atenas. Sus temas de investigación son la filosofía marxista, el trabajo de Louis Althusser y los movimientos sociales y políticos en Grecia.

*Thomas Goes es sociólogo, especializado en la Sociología del trabajo y las relaciones laborales. Se encuentra trabajando en el Soziologisches Forschungsinstitut (SOFI) Göttingen, y es un miembro de «Organisieren Kämpfen Gewinnen», Projekt M y DIE LINKE.

Notas:

1/ Nicos Poulantzas, Classes in Contemporary Capitalism, trad. David Fernbach (Londres: Verso, 1979), 26.

2/ Cita traducida. Antonio Gramsci, Selections from the Prison Notebooks, trad. Quintin Hoare and Geoffrey Nowell Smith (London: Lawrence and Wishart, 1971), 244.

3/ Cf. Poulantzas, Classes in Contemporary Capitalism, 25.

4/ Cita traducida. Ibid., 14.

5/ Poulantzas argumentó que las condiciones del capitalismo monopólico han dado lugar al surgimiento de una nueva pequeña burguesía compuesta de trabajadores asalariados no productivos. Esto incluye trabajadorxs de oficina, ingenierxs y ténicxs.

6/ Cita traducida. Poulantzas, Classes in Contemporary Capitalism, 21.

7/ Nicos Poulantzas, «The State, Social Movements, Party: Interview with Nicos Poulantzas (1979),» trad. Patrick King, Viewpoint Magazine.

8/ Nicos Poulantzas, «Interview with Nicos Poulantzas,» in The Poulantzas Reader: Marxism, Law and the State, trad. James Martin (Londres: Verso, 2008) 387-388.

9/ Nicos Poulantzas, State, Power Socialism, trad. Patrick Camiller (Londres: New Left Books, 1978). El capítulo en cuestión se titula: «Part Five: Towards a Democratic Socialism.»

10/ Ver debate entre Henri Weber y Poulantzas en The Poulantzas Reader, 334-360 y las numerosas intervenciones de Buci-Glucksmann’s en la revista Dialectiques.

11/ Nicos Poulantzas, «On the question of alliances,» Agonas, Julio 1970 (en Greek, escrito bajo el seudónimo N. Skyrianos).

12/ Cita traducida. Poulantzas, «The State, Social Movements, Party

13/ John Holloway, Change the World Without Taking Power (Londres: Pluto, 2002).

Texto original disponible en : https://www.viewpointmag.com/2018/05/07/poulantzas-revisited-state-classes-and-socialist-transition-an-interview-with-panagiotis-sotiris/n

Traducido por Constanza Filloy para Revista Intersecciones.

Panagiotis Sotiris ha enseñado filosofía social y política como profesor adjunto en la Universidad de Creta, en la Universidad de Panteion, la Universidad de Aegan y la Universidad de Atenas. Sus temas de investigación son la filosofía marxista, el trabajo de Louis Althusser y los movimientos sociales y políticos en Grecia.

Thomas Goes es sociólogo, especialista en la Sociología del trabajo y las relaciones laborales. Se encuentra trabajando en el Soziologisches Forschungsinstitut (SOFI) Göttingen, y es un miembro de «Organisieren Kämpfen Gewinnen», Projekt M y DIE LINKE.

 

Fuente: http://intersecciones.com.ar/index.php/articulos/81-poulantzas-revisitado-estado-clases-y-transicion-al-socialismo-una-entrevista-con-panagiotis-sotiris-y-thomas-goes