Recomiendo:
0

Precariedad y trabajo infantil detrás de las flores de San Valentín

Fuentes: La Jornada

El mercado de Estados Unidos y Europa es abastecido principalmente por países como Ecuador, Colombia, Kenia y Tanzania, donde se ocupa mayormente a niños y mujeres. Además de estar mal pagados y expuestos a altos niveles de toxicidad por los plaguicidas químicos, trabajan sin seguridad social y son víctimas de represión laboral

Un ramo de flores es mucho más que un regalo del Día de San Valentín. Detrás de cada arreglo procedente de Ecuador, Colombia y otros países hay historias de explotación, trabajo en condiciones precarias, exposición a plaguicidas altamente tóxicos, ocupación infantil y represión laboral, señala un reporte de Multinational Monitor.

El texto, titulado Valentine’s Day Sweatshops, Russell Mokhiber y Robert Weissman explican que la floricultura se ha convertido en una industria globalizada. La mayor parte de las flores que se venden en Estados Unidos son importadas, principalmente de Colombia y Ecuador. Kenia y Tanzania son los principales proveedores del mercado europeo.

Así es como esta industria funciona, desde el punto de vista corporativo: «En sólo 24 horas cada tallo es cortado, empacado y enviado a Miami en un avión de UPS con temperatura controlada. Al llegar, pasa las aduanas y se distribuye a los floristas y consumidores de todo el país». Ochenta y siete por ciento de las flores que Estados Unidos importa llegan a Miami.

UPS informó que el año pasado importó más de 14.8 millones de flores de países sudamericanos como Colombia y Ecuador, pero en esos países la situación no se ve tan eficiente y libre de complicaciones.

Olga Tutillo es secretaria general de Rosas del Ecuador, un sindicato de floricultores ecuatorianos. Ella ha trabajado en plantaciones de flores durante 22 años. Tiene 38 años y cinco hijos. Tutillo explica lo duro que es el trabajo de los aproximadamente 100 mil floricultores de Ecuador, de los cuales aproximadamente 70 por ciento son mujeres: los rostros detrás de Cupido.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que aproximadamente 20 por ciento de esta fuerza de trabajo está formada por niños. Los trabajadores generalmente ganan el salario mínimo, el equivalente a unos 145 dólares al mes. Las jornadas se vuelven particularmente largas antes del día de San Valentín y previo a otras festividades en Estados Unidos. Estos jornaleros enfrentan riesgos laborales muy graves. El dolor de espalda es común entre aquellos que tienen que estar de pie o inclinados todo el día; las lesiones por movimientos repetitivos también son frecuentes, al igual que las cortaduras entre los recolectores de rosas.

«Además, hay problemas relacionados con la fumigación con pesticidas -explica Tutillo-. La fumigación es diaria, ya sea para prevenir plagas o para combatirlas. Algunos de estos químicos son altamente tóxicos».

Los floricultores que intentan organizarse para mejorar sus condiciones de trabajo enfrentan una severa represión. «Es extremadamente difícil formar un sindicato en Ecuador -comenta Tutillo-. Las compañías se organizan e intercambian por Internet listas de las personas que han tratado de formar sindicatos o que lo han logrado. Si alguien trata de crear un sindicato la empresa lo amenaza con el despido y le advierte que no encontrará empleo. Estas son las famosas listas negras».

Debido a los despidos, las listas negras y otras tácticas como ocupar trabajadores por tiempo limitado en lugar de empleados formales, la tasa de sindicalización en Ecuador es sumamente baja. De 300 empresas cultivadoras de flores que hay en Ecuador, reporta Tutillo, «sólo cuatro tienen sindicatos; los demás intentos de organización han sido reprimidos».

La historia es mucho peor en Colombia, asegura Ricardo Zamudio, presidente de Cactus, una organización colombiana que realiza investigaciones relacionadas con la industria de la floricultura. Los trabajadores intentan organizarse a pesar de la represión. Un avance importante en este país fue la reciente creación de un sindicato independiente en una compañía propiedad de la trasnacional Dole Fresh Flowers, que controla 20 por ciento de las exportaciones de flores de Colombia. La Fundación Internacional para los Derechos Laborales (ILRF, por sus siglas en inglés) ha emprendido una campaña por medio de cartas para instar a Dole Fresh Flowers y a Slpelndor Flowers, esta última con oficinas centrales en Colombia, para que respeten el derecho a la libre sindicalización (www.laborrights.org).

Desafortunadamente, como la represión laboral sigue siendo intensa, los consumidores tienen mucha más libertad que los mismos floricultores para exigir trato justo.

En Europa se ha puesto en marcha un programa de certificación por medio del cual se informa a los consumidores que flores provienen de plantíos que respetan condiciones ambientales y laborales mínimas.

De acuerdo con la OIT, una parte importante de las flores cultivadas en Kenia, Tanzania y Zimbabwe reciben una certificación del Flower Label Program, que si bien no es una panacea, sí es una modesta contribución para mejorar esta industria.

Esta iniciativa ha tenido un impacto mucho menor en Sudamérica, debido principalmente a que Estados Unidos no ha adoptado el Flower Label Program. Al igual que con los sweatshops, la presión de los consumidores puede lograr un cambio en las vidas de los trabajadores. Pero en cierta forma la oportunidad es mucho mayor debido a que tanto la producción como el consumo de flores está muy concentrado en unos países.

ILRF está a la vanguardia y promueve la presión de los consumidores para obligar a Dole y a otros vendedores de flores como Albertson’s, Safeway, Costco y Wal-Mart, entre otros, para que exijan a sus proveedores que respeten el derecho de sus trabajadores a formar sindicatos, que les garanticen condiciones de trabajo saludables y seguras y que les paguen tiempo extra.