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Presentación del libro «Petróleo y protesta obrera. La USO y los trabajadores petroleros en Colombia»

Fuentes: Rebelión

  « Para muchos de nosotros el objetivo final de nuestra labor es crear un mundo en el cual los trabajadores puedan forjar su propia vida y su propia historia, en vez de dejar que se la forjen otros, incluyendo los académicos». Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo. Estudios sobre la formación y evolución de […]

Presentación del libro

 

« Para muchos de nosotros el objetivo final de nuestra labor es crear un mundo en el cual los trabajadores puedan forjar su propia vida y su propia historia, en vez de dejar que se la forjen otros, incluyendo los académicos».

Eric Hobsbawm, El mundo del trabajo. Estudios sobre la formación y evolución de la clase obrera, Editorial Crítica, Barcelona, 1987, p. 28.

 

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La idea de escribir este libro nació durante la huelga que en el 2004 adelantó la Unión Sindical Obrera de Colombia (USO ), ya que a raíz de este acontecimiento , en el que quedó esbozad a la posibilidad de eliminar a uno de los gran des sindicato s que aun queda n en Colombia, nos formulamos el propósito, casi obsesivo, de recuperar la rica y complej a historia de los trabajadores petroleros de nuestro país . En medio de la crisis del sindicalismo y de la desaparición de muchas organizaciones gremiales se torna indispensable rescatar la historia de los obreros petroleros, con el anhelo que ojala les pudiese servir a ellos mismos y al resto de los trabajadores colombianos, para recuperar parte de su trasegar vital durante el siglo XX, y con la perspectiva de dejar un legado escrito sistematizado, que sea un testimonio de sus luchas y expectativas y pueda servir a las nuevas generaciones de trabajadores a pensar y enfrentar los problemas del presente.

Aunque sobre la USO y Barrancabermeja exista un importante acervo bibliográfico, la mayor parte de libros y artículos se limita a repetir a uno u otro de los escritos pioneros que han hecho contribuciones informativas o analíticas, sin aportar nuevos elementos ni empíricos ni interpretativos. Afortunadamente, cierta documentación inédita que encontramos nos posibilitó hacer una reconstrucción histórica que no se limitó a reiterar a las cosas ya establecidas y nos ayudó a esbozar una visión más amplia y coherente con respecto a lo que hasta ahora se había dicho sobre la USO en diversos estudios, muchos de ellos valiosos y significativos [1] .

Este libro lo hemos titulado Petróleo y protesta obrera, en el ánimo de resaltar los dos aspectos más importantes que atraviesan la investigación de principio a fin, y que están referidos a las consecuencias sociales y laborales que, desde las primeras décadas del siglo XX , ha generado la explotación petrolera en todos los sitios del territorio colombiano donde se ha implantado. El petróleo ha sido desde finales del siglo XIX una materia prima estratégica para el funcionamiento del capitalismo mundial, lo que ha acarreado guerras, invasiones, golpes de Estado, dictaduras, sometimiento de países por parte de las grandes potencias, saqueo de recursos naturales, apropiación de vastas regiones de los territorios productores, consolidación de empresas multinacionales, formación de economías de enclave en los países dependientes y muchas cosas más. Todo eso se ha repercutido de manera directa , desde luego, en aquellos territor ios que cuentan con hidrocarburos, como Colombia.

Aquí, desde la llegada de los petroleros extranjeros en la década de 1910, se estableció como forma dominante el enclave, tal y como aconteció en la zona de Barrancabermeja por parte de la Tropical Oil Company. Esta compañía estadounidense se dio a la tarea de extraer hasta la última gota del petróleo de la región, para lo cual necesitaba hombres (literalmente hablando) que realizaran todas las duras faenas, propias de esa industria extractiva. Por esta circunstancia, en las zonas petroleras que se delinearon en el país a lo largo del siglo anterior (El Catatumbo, Yondó, Cantagallo, Mompós, Orito, Sabana de Torres, Arauca, los Llanos Orientales…), han sido necesarios los trabajadores , para extraer el petróleo y hacerlo llegar al mercado internacional.

Es imprescindible recalcar la idea, aunque sea de sentido común, de que cualquier proceso productivo requiere de seres humanos que produzcan, por la sencilla razón que en los tiempos neoliberales que hemos vivido en los últimos 20 años ha cobrado fuerza la falsa creencia que es posible prescindir por completo de ellos, hasta el punto que ciertos autores han planteado la existencia de un «capitalismo sin trabajadores», una contradicción lógica si tenemos en cuenta que el capitalismo es una relación social en la que se necesitan por lo menos dos sujetos (productores directos y capitalistas) que tienen intereses antagónicos [2] . En el fondo, un anuncio como el señalado confunde las transformaciones experimentadas por el trabajo en el capitalismo tras el eclipse de los estados sociales de tipo regulador e intervencionista, con la pretendida desaparición de la gente que vive del trabajo y de las relaciones salariales. La desorganización de los trabajadores implica su atomización y fragmentación para impedir sus acciones colect ivas, pero también significa una ruptura brutal con la memoria de sus luchas. De ahí que la afirmación sobre el «fin del traba jo» y frases por el estilo tengan amplias implicaciones, en el sentido de desarticular los nexos entre las luc has que los obreros libraron en otros tiempos y la pasividad que se les reclama ahora.

Para enfrentar mitos como el de un «capitalismo sin trabajadores», cumple un papel esencial la recuperación histórica de procesos como el que nos ocupa en estas páginas, porque dadas las condiciones de funcionamiento de los enclaves imperialistas, con una fuerte carga de explotación y humillación de los obreros locales por las compañías foráneas, emergen diversas formas de protesta, empezando por la resistencia a la proletarización, desde el mismo instante en que se implantó el enclave de la Tropical Oil Company en un extenso paraje del Magdalena Medio. A partir de ese momento, y hasta el día de hoy, la protesta obrera ha acompañado a la explotación petrolera. Precisamente, esta obra resalta el impacto de la explotación petrolera en la vida de distintos sectores de la sociedad, destacando la resistencia y luchas de los trabajadores.

Este aspecto nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta: ¿Para que puede servir la historia de la USO, cuando se anuncia en el ámbito mundial, con bombos y platillos, el fin de la clase obrera y de sus formas de organización y a nivel nacional se nos dice que las huelgas y otras formas de luchas de los trabajadores forma parte del pasado y no tienen nada que ver con el mundo actual? Justamente, esta investigación quiere contribuir a recuperar una historia palpitante que no es cosa del pasado, como suele pensarse, sino del presente y del futuro, porque aunque se haya modificado el mundo del trabajo, en los planos mundial y nacional, eso no quiere decir que los trabajadores asalariados no sigan existiendo. Por el contrario, hoy son más importantes que nunca para el funcionamiento de la economía mundial capitalista, y por ello el mundo laboral ha soportado una terrible reestructuración en los cinco continentes.

A ese hecho los propios voceros del capitalismo lo han bautizado con el apodo de «flexibilización laboral», un eufemismo para disimular la pérdida de derechos y de conquistas históricas de los trabajadores asalariados y justificar las nuevas condiciones de explotación y de opresión, similares a las que conoció la humanidad trabajadora en los siglos XVIII y XIX, entre las cuales se encuentra el regreso de la esclavitud (de niños, hombres y mujeres), la ampliación hasta el límite biológico de la jornada de trabajo (como sucede en las maquilas y en las fábricas de la muerte), la reducción de los salarios reales por debajo incluso del valor de la fuerza de trabajo (es decir, que el salario ni siquiera alcanza para el mínimo vital indispensable). Para hacer pos ible la reestructuración del trabajo, el capitalismo ha recurrido a diversas formas de violencia, entre las cuales sobresale la destrucción de l os sindicatos y de las organizaciones laborales que pudiera n convertirse en un medio de resistencia a la ofensiva de los capitalistas. En ese sentido, el arrasamiento de los sindicatos, máxime si fuesen autónomos y con orientación clasista, es una condición para implantar el nuevo modelo laboral del capitalismo co ntemporáneo, en el que han desaparecido los derechos y en el que los seres humanos deberían resignarse a asumir la explotación como algo normal, sin atreverse a protestar, y mucho menos en forma colectiva, porque esto es considerado como una manifestación casi prehistórica, porque se supone que hoy en tiempos de capitalismo mundializado, los hombres y mujeres no somos sujetos históricos sino que nos hemos convertido en entes robotizados al servicio del capital.

Todos estos aspectos se han manifestado en Colombia en general y en las zonas petroleras del país en particular, porque la tan manida flexibilización labor al se ha generalizado en nuestro medio , como resultado de lo cual se han desmej orado las condiciones laborales de la población ocupada, han desaparecido los derechos y garantías y ha n sido aniquilados muchos sindicatos. Esto se ha acompañado en Colombia, como pocos países en el mundo, de la persecución, la detención, la tortura, la desaparición forzada y el asesinato a mansalva de trabajadores y dirigentes sindicales, como uno de los mecanismos principales de la flexibilización laboral en el país. De esta manera han sido diezmados físicamente , hasta hacerlos desaparecer por sustracción de materia, muchos sindicatos, en sectores económicos tales como el bananero, el palmicultor, el carbonífero o el lácteo y han sido atacados los trabajadores petroleros, y la USO en particular. En tales circunstancias , lo que resulta llamativo no es que hayan desaparec ido sindicatos y los que quedan soporten una aguda crisis, sino que todavía ex istan , en un medio donde la palabra sindicalista ha sido proscrita y el hecho se serlo implica un elevado riesgo de muerte. Y es todavía más notable que, en un contexto tan terrible como el colombiano, se sigan presentando huelgas y protestas laborales, como las que hace poco llevaron a cabo los trabajadores de la caña de azúcar en el suroccidente de Colombia, lo cual indica q ue todavía hay seres humanos que no piensan que el capitalismo gansteril es una maravilla y que se reafirman como sujetos sociales, con sus propios sueños y expectativas.

En este contexto actual, adquiere mucha importancia el conocimiento de la historia de los trabajadores petroleros , si nos atenemos a la sugerencia de Walter Benjamin , cuando dice : «El contemporáneo que al leer una obra de historia, se da cuenta de cuan larga ha sido la preparación de la miseria que la embarga -y mostrar esto al lector debe ser una tarea entrañable del historiador- reconoce así el gran mérito de sus propios poderes. Una historia que educa de este modo, no causa melancolía, sino que proporciona armas a la gente» [3] . Reconocer «el gran mérito de sus propios poderes» he ahí una bella máxima sobre la importancia de la historia, que bien podemos aplicar a la situación particular de los trabajadores petroleros de Colombia, porque a lo largo de su prolongada resistencia y lucha contra las empresas petroleras, extranjeras y nacionales, ha n desplegado una incesante capacidad colectiva para obtener importantes derechos laborales (hoy casi todos eliminados, por desgracia) que no han sido ninguna dadiva de las empresas, puesto que se alcanzaron me diante la confrontación directa y con mucho sacrificio. Fue ese poder obrero el que posibilitó arrancarle, al capital transnacional de los monopolios petroleros que se asentaron en este territorio, mejores condiciones de vida para los trabajadores y s us familias, en medio de d errotas, pero también de resonantes triunfos. Y en esta historia queremos exaltar los alcances de la protesta de los trabajadores petroleros porque no nos podemos limitar a ser los agoreros de las derrotas, como si fuera n una fatalidad h istórica, sino a recordar , con todas sus contradicciones, los logros de los trabajadores. En esa dir ección nos parece atinada la observación del historiador estadounidense Howard Zinn:

 

Tener esperanzas en tiempos difíciles no es una estupidez romántica. Se basa en el hecho de que la historia humana no se refiere sólo a la crueldad sino también a la compasión, el sacrificio, el coraje, la bondad.

Lo que elijamos enfatizar en esta historia compleja determinará nuestras vidas. Si sólo vemos lo peor, lo que vemos destruye nuestra capacidad de hacer algo. Si recordamos los momentos y lugares -y hay tantos- en los que la gente se comportó magníficamente, eso nos dará la energía para actuar, y por lo menos la posibilidad de empujar a este mundo, que gira como un trompo, en otra dirección [4] .

 

En síntesis, l as historias que contamos y que evocamos , como las que aparecen en estos libros, son herramientas que nos sirven para sobrevivir y para enfrentar nuestro conf lictivo mundo , «son una protección que nos permite salvarnos y también activar instrumentos para cambiar el mundo, porque hay poder en las palabras. Están hechas de aire pero dejan su marca en la realidad material» [5] . Esto es valido para la historia de la USO y de los trabajadores petroleros, pletórica de realizaciones, que as í como enfrentan a la expropiación del petróleo colombiano por las multinacionales y los países imperialistas también soportan el proceso de expropiación de su propia historia y memoria. N o olvidemos que las dos cosas van juntas, ya que para poder saquear la naturaleza y explotar a los seres humanos, nada mejor para los capitalistas que vaciar la mente de los trabajadores de cualquier vínculo con el pasado -que es al mismo tiempo con el futuro- , para anclarlos en un per petuo pres ente, sin nexos sociales ni culturales con otras gene raciones que los antecedieron en sus luchas, contra los mismos que hoy anuncian , como ayer y como siempre, qu e el capitalismo es insuperable, o como lo diría John Berger «el papel histórico del capitalismo es destruir la historia, cortar todo vínculo con el pasado y orientar todos los esfuerzos y toda la imaginación hacia lo que está a punto de ocurrir» [6] .

Para decirle mejor, acudamos a la expresión poética, a manera de conclusión sobre la importancia de la historia: » No tienes nada/ si no tienes las historias./ El mal de ellos es muy poderoso/ pero no puede vencer a nuestras historias./ Así que ellos tratan de destruir las historias,/ de dejar que se confundan o se olviden./ Les encantaría eso./ Serían felices/ porque nosotros estaríamos indefensos sin ellas » [7] .

 

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Para efectuar esta investigación hemos seguido un largo recorrido que ha necesitado cuatro años para llegar a su meta. Primero , se elaboró un plan general de trabajo, incluyendo los temas centrales, las fuentes tentativas y un cronograma aproximado. Al respecto , se propuso hacer un segui miento para el período 1920-2008 de un diario de circulación nacional ( El Tiempo y/o El Espectador ) para apoyarnos en un soporte informativo sobre la forma có mo fue captada la acción de los trabajadores petroleros por las clases dominantes y desde el centro del país. También se determinó con sultar durante ese mismo lapso de tiempo un periódico de izquierda, para tener un punto de vista distinto al de la prensa oficial. En la medida en que fuera necesario y pos ible, se amplió la consulta de prensa para ciertas coyunturas y momentos álgidos de la historia de la USO , principalmente en épocas de huelga o de conflictos sociales, en los que sobresale el cubrimiento periodístico. De la misma forma, se recalcó la importancia de realizar entrevistas a trabajadores activos, pensionados o a dirigentes sindicales que habían sido despedidos de Ecopetrol, así como a personas relacionadas de una u otra forma con las actividades de la USO. Por supuesto, se planeó la consulta de las fuentes generadas por la propia organización sindical, en sus principales sedes.

Segundo, c on este plan ya esbozado s e procedió a conformar un grupo de investigación, integrado por Alexander Pereira, Ángela Núñez, Silvia Becerra y Emilce Garzón, y coordinado por el autor de estas líneas. Con este grupo se discutió y perfeccionó el plan de trabajo y se iniciaron las labores de recolección de información a comienzos de 2005. Durante dos años los integrantes del grupo nos reunimos cada semana para estudiar diversas obras sobre el petróleo, precisar los avances del trabajo y clarificar el contenido temático de la investigación. Este trabajo colectivo contó con la participación de jóvenes investigadores que , en forma simultánea , han aportado sus conocimie ntos y han ido aprendiendo al calor de la práctica real de la investigación histórica, y tuvo como primer resultado la org anización de un panel sobre la historia de los trabajadores petroleros en el XII Congreso de Historia de Colombia , en Bucaramanga en agosto de 2006, y en el que se pr esentaron 10 ponencias, la mayor parte de ellas elaboradas por miembros de el equipo de investigación sobre historia de la USO .

Tercero , c omo una parte central de esta investigación se realizó un trabajo de campo en Barrancabermeja, Yond ó y Cantagallo en los meses de junio y julio de 2005, que sirvió para acopiar testimonios y recolectar información de primera mano en diversos archivos y bibliotecas de la USO y de la administración municipal en los lugares mencionados. También se realizaron visitas a Bucaramanga y a Arauca, donde se desarrollaron talleres con los trabajadores, encaminados a recalcar la importancia de la recuperación histórica y a diseñar procesos metodológicos que ayudaran en la investigación propuesta. Como parte de este esfuerzo, en Barrancabermeja se organizó el grupo de estudios históricos Raúl Eduardo Mahecha que funcionó durante algunos meses en 2005 y que buscó y recolectó materiales que han servido como soporte informativo en esta investigación.

Cuarto, tras recolectar la informació n durante más de dos años, en mayo de 2007 se inició la redacción final del libro y, en el camino, nos fuimos percatando de la riqueza del material recogido, por lo cual el plan inicial de escribir cinco capítulos se am plió hasta once, que a la postre constituyen los dos volúmenes de esta obra. De cada uno de los capítulos que forman este libro se escribieron múltiples borradores, en ocasiones cinco, seis o más versiones, en una lucha constante con la palabra y el intento de buscar la mejor expresión escrita, que pudiera ser , a la vez, rigurosa y accesible a los trabajadores petroleros, nuestros principales e inmediatos destinatarios.

Quinto, l uego de redactar los dos volúmen es decidimos que este resultado preliminar fuera leído por un grupo de personas próximas al mundo de la USO , incluyendo a ex trabajadores y pensionados de Ecopetrol , como forma de rastrear el alcance y sentido de lo plasmado en nuestro escrito . Así se hizo, y durante tres jornadas en el mes de noviembre de 2008, quince lectores en las ciudades de Bogotá y Barrancabermeja nos dieron variadas opiniones sobre esta investigación. En la medida de lo posible hemos asimilado las sugerencias, críticas, aportes, comentarios y correccion es propuestas por aqué llos que en forma paciente leyeron los originales de estos libros, siempre en la perspectiva de mejorar el material que se iba a entregar a la imprenta.

Para completar la labor de investigación, con Luz Ángela Núñez rea lizamos un rastreo fotográfico que ha cubierto buena parte del siglo XX , para presentar un material visual que acompañara este escrito, con el fin de hacerlo más atractivo, pero también para rescatar la fuente icnográfica , poco tra bajada en nuestro medio, que forma parte de la memoria de las luchas obreras y populares. Por esta razón, estos libros vienen acompañados de una gran cantidad de ilustraciones, que espera mos plasmen una parte de la amplia historia de la USO y de los t rabajadores petroleros hasta el día de hoy .

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Es necesario mencionar de manera sintética los r asgos generales de la reconstrucción histórica que se presenta en esta investigación. Para empezar , no hemos querido escribir una historia ni apologética ni contra heroica de los trabajadores petroleros, más bien hemos intentado sopesar el sentido de sus acciones , examinando su carácter contradictorio, como todo lo humano, con sus triunfos y sus derrotas, sus logros y sus pérdidas .

Hemos partido del análisis de las condiciones materiales de existencia en que surgieron y vivieron l os trabajadores petroleros y a partir de allí se han examinado sus formas de organización y de lucha, las influencias ideológicas y polític as que recibieron , así como las manifestaciones culturales de su accionar. Un elemento privilegiado de esta historia está relacionado con las huelgas y prot estas obreras y hemos intentando reconstruir las , siempre que fue ra posible, desde dentro, es decir, a partir de la misma información generada por los propios trabajadores y por la dirigencia de la USO. Con esta idea en mente se ha bus cado escuchar la voz de los protagonistas directos de los conflictos huelguísticos, reconstruyendo sus temores y esperanzas, a través de las consignas, los símbolos y los ritos que forjaron en el curso de esas acciones. Como esta no es una historia exclusiva de episodios huelguísticos sino una visión de conjunto de la USO , cada huelga se inscribe en un contexto más amplio, para tratar de desentrañar lo que en ella est aba en juego. Además, junto a la s irrupciones sociales se detallan las condiciones cotidianas de vida de los trabajadores en las zonas petroleras.

Debe subrayarse que esta no es una historia de Barrancabermeja, aunque é sta sea el escenario pr incipal del desenvolvimiento de la USO , por la sencilla razón que en las últimas décadas la dinámica social, demográfica y espacial de esta ciudad desborda a la Unión Sindical y adquiere sus propios contornos y emergen nuevos sectores sociales, con sus propias formas de existencia y de lucha. Por lo demás, los trabajadores petrolero s no se encuentran sólo en Barranca bermeja , por lo cual la USO , en cierto momento, influye en los trabajador es de otras zonas. P or esta razón , aquí se esboza la historia de los trabajadores petroleros en otras regiones del país (tal y como suced e con los de El Catatumbo, Yondó , Cantagallo y Orito), con todas las limitaciones existentes para reconstruir la. Si otras regiones petroleras del país no aparecen en este libro, no es porque no hayan sido im portantes, sino que no hemos conseguido información para estudiarlos. Queda, entonces, como tarea pendiente, que ojala asuman otros investigadores y los propios trabajadores, la labor de reconstruir con detalle y seriedad la historia de la explotación petrolera en otras regiones del país, que no aparecen registradas en esta obra.

Así mismo, se han pretendido abarcar los más diversos aspectos (sociales, económicos, políticos, culturales, ideológicos) porque la reconstrucción de la historia de los trabajadores no puede desligarse de todo el entramado social, ni de la historia de un país. Por lo mismo, el lector encontrara que en los diversos capítulos se ha hecho un esfuerzo por integrar de manera coherente los más variados tópicos para tratar de entender la lógica de la acción de la USO y de los trabajadores petroleros, sin intentar hacer una lectura exclusivamente política, económica e ideológica de un a historia palpitante, como la vivida y hecha por los trabajadores en las zonas petroleras.

Al final de cada capítulo hemos decidido presentar en pocas líneas la síntesis biográfica de algún personaje de la USO o ligado de manera directa al mundo petrolero, no con el fin de hacer una historia heroica de signo contrar io, sino para rescatar a unos pocos entre los luchadores colombianos vinculados entrañablemente con la Unión Sindical Obrera y que, con sus ideas y acciones, han hecho historia en beneficio de las clases subalternas. Esta breve recuperación apunta a mostrar tan sólo una parte de las contribuciones de los trabajadores petroleros a la construcción de un país democrático, donde cupieran todos, incluyendo a aquellos que desean una sociedad justa, soberana e independiente. O como lo decía la seccional de Puerto Salgar de la USO a comienzos de la década de 1960: «Luchamos por un futuro en el cual las relaciones entre los hombres se basarían en el respeto mutuo, en la fraternidad y la colaboración, y no en la violenta lucha por la existencia». [8]

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En cuanto a las fuentes se refiere, reconstruir la historia de los trabajadores, y en general de los se ctores populares , es una labor difícil, porque en Colombia no existe interés en preservar la memoria de las clases subaltern as, como se evidencia con la poca información que se encuentra en los archivos oficiales . Com o consecuencia, no existen colecciones de la prensa obrera y sindical, y cuando mucho, y se tiene suerte, aparece un ejemplar suelto de un periódico y pare de contar. Por su parte, los sindicatos y organizaciones populares y de izquie rda tampoco conserva n esa información , por múltiples razones que van desde los riesgos que significa guardar determinada documentación, como por el desgreño, descuido y poca importancia que se le atribuye a la conservación de la memoria de sus propias organizaciones.

Con tal restricción práctica , e n esta investigación nos hemos guiado por el criter io de consultar, siempre que fue posible, las fuentes generadas por los mismos trabajadores, con el objetivo de escuchar sus voces . En esa perspectiva, se ha efectuado una búsqueda sistemática en archivos sindicales de la USO , en sus sedes de Refiner ía, El Centro, Cantagallo, Yondó y en la Biblioteca de Barrancabermeja. En esa búsqueda descubrimos, con sorpresa y estupor a la vez, que la USO mantiene en su poder una significativa masa documental, pero gran parte de ella está destruida o en camino acelerado de destrucción, tanto por las inclemencias del clima como por el descuido y abandono.

Armados de guantes y mascarillas, durante varias semanas nos dimos a la tarea de recolectar actas sindicales, periódicos, boletines, cartas, chapolas, folletos, manuscritos, declaraciones y otros papeles de la USO que allí se encon traban. Por primera vez, era fácilmente perceptible, alguien accedía a esos papeles, muchos de ellos trascendentales para reconstruir parte de la historia de la USO. E n las subdirectivas de Cantagallo y Yondó no tuvimos esa s dificultades e inconvenientes, puesto que sus archivos están bien organizado s y se conservan con más esmero . La do cumentación encontrada en todos los archivos de la USO corresponde, cronológicamente hablando, al período comprendido entre 1950 y 1980, aunque existe uno que otro documento anterior o posterior a las fechas señaladas.

Esa importante masa documental se ha consti tuido en el soporte de esta investigación y ha permitido escribir algunos de los capítulos, en forma primordial los del segundo volumen. Sobre la historia de la USO entre 1923 y 1951 ha sido más difícil la recolección de fuentes, por la sencilla razón que la mayor parte desaparecieron o fueron destruidas, tal y como lo contó el trabajador Jorge Maz:

 

Una vez cumplido el acto de la reversión y de conocer la posición del gobierno de desmantelar la USO y de quitarle la personería jurídica yo me lleve para mi casa en la Isla del Diablo todos los archivos de la USO , archivos gloriosos, digo yo, archivos donde se retrataba toda una actividad sindical desde el año de 1930 y pico hasta esa fecha de agosto 25 del 51. Eran tres archivadores yo me los lleve para la casa y convenimos con los compañeros de la junta directiva…que no entregábamos estos archivos valiosos y que se debían quemar. Yo los queme en el campo 14 entre el 14 de septiembre al día 20 o 21 de septiembre del año 51. Queme todos los archivos, los quemé, de manera que en la USO no deber haber si no los archivos (posteriores) a la toma de la USO que fue en el año 57 [9] .

 

Una segunda fuente relacionada con los trabajadores está constituida por los testimonios orales que, a su vez, podemos dividir en dos tipos, por su procedencia cronológica. U nos, correspondientes a los relatos que hicieron en la década de 1980 antiguos trabajadores petroleros sobre las experiencias laborales y políticos que se remitían incluso hasta la d écada de 1920 y que suministraron información variada de un lapso amplio que va desde la década en mención hasta las de 1960 y 1970. Esta valiosa información oral fue reconstruida por la desaparecida Fedepetrol, en una ardua labor , dirigida por Fernando Acuña. Aunque también una parte de ese material se per dió, otra parte pudo ser recuperad a por nosotros, y nos ha sido muy útil. Debe hacerse un reconocimiento a esta labor de recuperación de la memoria de los trabajadores petroleros, por parte de dirigentes sindicales y trabajadores, de lo cual quedó una importante veta informativa, por lo menos transcrita, porque no tuvimos la oportunidad de escuchar las entrevistas. La existencia de estas entrev istas, una fuente de primer orden en esta investigación, indica que, en ciertos momentos, ha existi do una notable preocupación de gente ligada a la USO y a los petroleros por recuperar y escribir su propia historia. Una labor encomiable que merece todo nuestro reconocimiento y que desde aquí saludamos y valoramos.

Otro s testimonios orales corresponde n a los recolectados por nosotros en el 2005 y 2006 , tanto en Barrancabermeja como en Bogotá , y están relacionados con los acontecimientos posteriores a la huelga de 197 1 hasta el momento actual . Dichos testimonios han sido indispensables para acercarnos a acontecimientos significativos de las últimas décadas, entre ellos el de persecución y asesinato de dirigentes sindicales de la USO.

A propósito de los testimonios, en esta obra se apela de manera constante al uso de las fuentes orales, con lo cual se ha intentado recrear parte de la vida de los trabajadores, de su sentir y de padecer. Esa experiencia es todo un aprendizaje en sí mismo porque, de un lado, nos permite escuchar, si lo sabemos hacer de verdad, no só lo qué recuerda la gente sino có mo actúa la memoria y, de otro lado, nos ayuda a comprender los dilemas reales en que se mueven los trabajadores. Más concretamente, como lo ha dicho Alessandro Portelli :

 

E sas experiencias nos enseñaron a buscar menos a la clase obrera abstracta de nuestros deseos y más a los trabajadores concretos de nuestra experiencia, individuos específicos cuyas vidas, necesidades y problemas sociales no empiezan ni termina con el trabajo de ocho horas. Necesitamos comprender las capas más profundas de su imaginación, creencias, deseos y sueños, a menos que lo único que queramos sea trabajar con nuestros títeres conceptuales [10] .

 

Justamente, como no hemos querido reducir la compleja realidad del mundo de los trabajadores petroleros a unas cuantas ideas pre concebidas, hemos rastreado sus voces y las huellas que nos han dejado, para reconstruir el delgado hilo que une los espacios del trabajo y de la vida cotidiana. Por eso, en e stos libros no aparece de manera exclusiva el trabajador en el lugar de producción, sino también en los espacios externos (la calle y el bar), en donde despliega toda su existencia, en la que juega un papel central la música, el jolgorio y el carnaval.

Sobre las fuentes, vale aclarar que ante las limitaciones informativas para elaborar algunos capítulos del primer volumen, de bimos acudir a reproducir parágrafos de dos obras nuestras, relacionados con el mundo petrolero. En forma más concreta , en el primer o y segundo capítulos del volumen uno y en el primer capítulo del segundo volumen se reproducen algunos fragmentos de Gente muy Rebelde. Enclaves, transportes y protestas obreras y de la obra, que escribimos conjuntamente con Mario Aguilera, Obreros, colonos y motilones. Una historia social de la Concesión Barco. Pero ninguno de los capít ulos mencionados es idéntico a lo que antes se había publicado, porque la información se amplió y se complementó, en concordancia con los objetivos específicos de esta investig ación, y porque también nuevos datos y una periodización más amplia obligaron a dil atar la perspectiva que se encuentra en los libros mencionados .

 

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El primer volumen de esta obra consta de seis capítulos que cor responden al período que va desde 1916, fecha emblemática en la que comienza la explotación oficial de la Concesión de Mares por petroleros d e los Estados Unidos, hasta 1951 , cuando se produce el fin parcial del enclave de la Troco y se crea la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol .

En estos capítulos se abordan diversos temas, relacionados con los trabajadores petroleros, desde antes de l descubrimiento de los yacimientos de hidrocarburos , por parte de aquellos interesados en vendé r selos a empresas extranjeras . Por ello, en el primer capítulo se hace un recuen to del paisaje natural que existía antes del comienzo de la era del petróleo en Colombia, se detallan algunas de las características del medio natural del Magdalena Me dio y se enfatiza có mo éste ha sido modificado en un lapso de dos siglo s , por la explotación de diversas materias primas, incluyendo al petróleo por compañías estadounidenses , con lo cual se han generado problemas ambientales que afectan hoy a los habitantes de las regiones donde se han encontrado hidrocarburos.

En el segundo capítulo se analiza la formación de los trabajadores petroleros, el nacimiento de la USO y las primeras formas de organización y de lucha de los trabajadores petrolero s, entre ellas las huelgas de 1924 y 1927, todo inscrito en el ámbito de la constitución del enclave de la Tropical Oil Company ( La Troco ) y las contradicciones sociales que ello generaba. También se describe la conformación de Barrancabermeja y la segmentación espacial que generó la impla ntación del enclave de la Troco , recalcando también algunos aspectos culturales y de la vida cotidiana de los obreros, entre los cuales ocupa un lugar importante la prostitución.

En el tercer capítulo se estud ia el período 1930 y 1938, momento de reaparición de la USO , después de su primera destrucción en la huelga de 1927, hasta alcanzar su reconocimiento legal en 1934. Se detallan las peripecias de reconstrucción del sindicato, las influencias liberales y las dos huelgas que se presentaron durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, en 1 935 y 1938, recalcando el impacto, nega tivo a la larga, d el proyecto liberal de institucionalizar el sindicalismo colombiano, incluyendo al de los trabajadores petroleros. Empero, se muestra como ese proyecto no logró cooptar del todo a los trabajadores y éstos en la práctica intentaron desarrollar formas autónomas de organizac ión , que chocaban con el proyecto estatal de tipo liberal de limitar su accionar independiente como clase.

En el cuarto capítulo se expone la emergencia del nacionalismo de los obreros petroleros, vinculándolo con otros aspectos de la vida social y cultural del país como forma de recalcar que ese nacionalismo, uno de los elementos centrales de la identidad de los petroleros colombianos , abarcaba a importantes sectores de la sociedad colombiana. Este proc eso identitario viene acompañado de las luchas que libran los obreros a mediados de la década de 1940 y que culminan con la gran huelga que se presenta a finales de 1946. Esta huelga es examinada con detalle porque representa el primer intento de romper con la tutela liberal y de aglutinar al conjunto de los trabajadores petroleros en una forma organizativa que superara el aislamiento de los sindicatos de base y en la que, por primera vez, emergió con fuerza la consigna de nacionalizar el petróleo.

El quinto capítulo se ocupa de estudiar la huelga de 1948, la Comuna de Barranca y los diez días de poder popular, la fundación de Sincopetrol y la resistencia obrera contra el sindicalismo clerical y contra la violencia desatada por el régimen conservador. En términos temporales, este período cubre el lapso de una década y se extiende hasta el fin del dominio de la UTC en Sincopetrol en noviembre de 1957. Se presenta un panorama general de la irrupción del sindicalismo clerical en Barrancabermeja y la destrucción concomitante de la USO en agosto de 1951, resaltando las consecuencias de la revancha conservadora contra todos los nueveabrileños, lo cual adquier e una connotación represiva en el puerto petrolero por el protagonismo de sus habitantes durante los acontecimientos que se desencadenaron tras el asesinato de Gaitán. También existe un breve apartado dedicado a la guerrilla liberal de Rafael Rangel , una de las expresiones de la resistencia popular que enfrentó al criminal régimen laureanista, entre 1948 y 1953, y en la cual tuvieron un papel destacado algunos de los personajes que estuvieron ligados a las luchas petroleras y a la Comuna de Barranca, como es el caso de Antonio Pérez Tolosa.

El sexto capítulo se ocupa de la formación de las comunidades obreras de tipo cosmopolita en los enclaves petrolero s del país, donde, por sus particulares condiciones económicas se desarrollan patrones de vida muy singulares , que propician la construcció n de lazos comunitarios y formas de solidaridad obrera, lo cual es mucho más notable en la ciudad de Barrancabermeja. Se destacan diversos aspectos culturales de la vida de los trabaja dores relacionados con su resistencia a la proletarización, una de las primeras formas de lucha de los petroleros contra la imposición de la lógic a capitalista en los enclaves.

Renán Vega Cantor

Bogotá, abril de 2009

 


[1] . Entre otros, podemos mencionar los siguientes libros: Jacques Aprille-Gniset, Génesis de Barrancabermeja , Universidad de La Paz , Barrancabermeja, 1997; José Yunis y Carlos Nicolás Hernández, Barrancabermeja, nacimiento de la clase obrera, Tres Culturas Editores, Bogotá, 1985; Mauricio Archila, Aquí nadie es forastero, CINEP, Bogotá, 1985; Apolinar Díaz Callejas, El 9 de abril de 1948 en Barrancabermeja. Diez días de poder popular, Editorial El Labrador, Bogotá, 1989.

[2] . Este planteamiento lo hace de ma nera rotunda Ulrich Beck en Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización, Editorial Paidos, Barcelona, 2000.

[3] . Wa lter Benjamin, citado en Susan B ack-Morss, Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes, Editorial Visor, Madrid, 1995, p. 315.

[4] . Howard Zinn, «Por qué tener esperanzas en tiempos difíciles», en Taller, Volumen 2, No. 3, abril de 1977, Buenos Aires, p. 31.

[5] . Allesandro Portelli, «Memoria y resistencia. Una historia (y celebración) del Circolo Gianni Bosio», en Taller, Volumen 4, No. 10, julio de 1999, Buenos Aires, pp. 91-92.

[6] . John Berger, Puerca tierra, Editorial Alfguara, Madrid, 1992, p. 362.

[7] . Leslie Marmon Silko, Cerempny, citado en A. Portelli, op. cit. , p. 91.

[8] . Lema que aparece en la papelería de la Seccional de Puerto Salgar de la USO. Ver Resolución No. 1, octubre 27 de 1964, archivo USO, Barrancabermeja.

[9] . Entrevista a Jorge Maz en la ciudad de Barranquilla, Junio 11 de 1984.

[10] . A. Portelli, op. cit., p. 102.



PERSPECTIVAS INMEDIATAS

(REFLEXION FINAL DEL LIBRO PETROLERO Y PROTESTA OBRERA EN COLOMBIA, 2 TOMOS, BOGOTÁ-COLOMBIA, 2009)

 

Renán Vega Cantor

Luz Ángela Núñez Espinel

Alexander Pereira Fernández

 

 

«Yo visualizo una Barrancabermeja a futuro, si las cosas siguen su ritmo actual, si la tendencia se mantiene, pues a diez años Barrancabermeja será una ciudad con muchas casas abandonadas, con media refinería chatarrizada, oxidándose, y media refinería funcionando bajo los parámetros de una empresa transnacional, con muchos comercios cerrados, con mucha población subempleada y desempleada y con un decrecimiento poblacional».

Padre Eliécer Soto Ardila , Director de Pastoral Social , en Barrancabermeja, la otra versión. Paramilitarismo, control social y desaparición forzada, 2000-2003, Banco de Datos CINEP y CREDHOS, Bogotá, 2004, p. 1 09.

«E n momentos en que el capital transnacional arrasa nuestra riqueza, la USO debe levantar la bandera de la Soberanía Energética , convocando a ella al conjunto de los sectores populares. En medio de estas iniciativas, la USO necesita una reorganización profunda. La educación debe jugar un papel central, multiplicando las experiencias adquiridas en estos largos años de lucha y propiciando el surgimiento de una nueva generación de dirigentes. Es decir, para la USO ha llegado el ahora o el nunca, y el nuevo movimiento obrero les reclama a los herederos de Mahecha mucho coraje y claridad para jalonar nuevas jornadas de lucha » .

Sergio Torres , » El movimiento obrero renun cia a su arma fundamental», Desde Abajo, julio 18 a agosto 18 de 2004, p. 7.

En esta obra se ha hecho un recorrido histórico de casi un siglo, rastreando la presencia y acciones de lucha y resistencia de los trabajadores petroleros colombianos, y particularmente de aquellos organizados en la Unión Sindical Obrera. Esta reconstrucción nos ha conducido a mostrar otra cara de la historia de Colombia, comúnmente ignorada y ocultada, marcada por la presencia transformadora de los trabajadores petroleros, que con su esfuerzo hicieron posible que las multinacionales energéticas (Tropical, COLPET, Shell, Texas…) sacaran el petróleo del subsuelo y se llevaran una gran parte del mismo hacia los centros capitalistas, para mover su aparato productivo y destructivo (expresado en un modo de vida energivoro que necesita devorar petróleo a cada segundo para seguir existiendo), pero que también con su m ovilización lograron la reversión de la Concesión de Mares.

Hemos hecho un recorrido histórico por diversos lugares del territorio colombiano para revivir las gestas heroicas, no de las empresas petroleras como nos lo cuentan sus historias oficiales, sino de aquellos hombres anónimos que con la fuerza de sus brazos transformaron el paisaje de zonas selváticas y boscosas para que allí se instalaran los campamentos que posibilitaron la extracción de crudo y luego su envió al mercado mundial. En este proceso las primeras generaciones de obreros petroleros debieron soportar espantosas condiciones de vida y de tr abajo, en el que cientos de ellos dieron la vida, sin que nunca hubiéramos sabido ni sus nombres, porque las compa ñías transnacionales establecieron economías d e enclave, en la que los seres humanos de origen nacional que allí se encontraban no tenían ningún valor. Por ello, desde la implantación de la Tropical Oil Company en los terrenos aledaños a lo que luego se convirtió en Barrancabermeja, se erigió un enclave imperialista, cruel y despótico con los obreros colombianos, que habían marchado hacia ese lugar, con la perspectiva de mejorar sus condiciones de vida. Pero éstos se encontraron con una realidad completamente distinta, en la que soportaban regímenes oprobiosos de trabajo, insalubridad, enfermedades, carencias y represión. Eso mismo se repitió durante el siglo XX en todos los lugares en donde se instalaron empresas petroleras.

Estas condicione s materiales, fueron el soporte sobre el cual se erigió la lucha de los trabajadores, en la cual fueron aprendiendo y forjando id eas en la medida en que recibieron diversas i nfluencias ideológicas de corte socialista y radical. En ese proceso de resistencia y lucha en los enclaves contra las empresas extranjeras fueron forjando una identidad y una conciencia social, en la cual emergió el sentimiento nacionalista, que llevo a alentar luchas por la reversión de las diversas concesiones, empezando por las dos más sonadas, como fueron las de Mares y Barco, en Barrancabermeja y en El Catatumbo respectivamente. Ese sentir nacionalista se alimentaba del hecho práctico que en la vida cotidiana los trabajadores experimenta ron en carne propia la explotación imperialista y el saqueo de recursos naturales . Por esas circunstancias, los trabajadores petroleros fueron la expresión más genuina de un sentimiento nacionalista, muy distante del falso chovinismo patriotero de las clases dominantes de Colombia.

Eso se concretó en la creación de la Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol), una entidad creada no gracias a esas clases dominantes, sino precisamente en su contra, porque, como se ha evidenciado durante los casi 60 años de existencia de esa empresa pretendidamente estatal, desde su mismo origen flotó el fantasma de su desnacionalización, porque existía el propósito de no dejarla crecer porque eso podía ser mal visto por el imperialismo estadounidense y sus empresas petroleras. Desde un principio Ecopetrol nació coja, porque la reversión de la Concesión de Mares fue parcial e incompleta (nunca se explicó, por ejemplo, porque la tropical no devolvió al Estado colombiano su flota de aviones y de automóviles) y nunca se quiso fortalecer realmente, dándole todo tipo de prerrogativas y fa cilidades a las multinacionales, entre ellas el ataque a los trabajadores O, como lo dijo Diego Montaña Cuellar en 1976:

Desde el punto de vista laboral, los recortes y despojos a las conquistas realizadas por los trabajadores que no pudieron conseguir en 20 años de brega, las empresas extranjeras, los realiza Ecopetrol prevalida de su carácter estatal y de la falsa apariencia de empresa nacionalizada. Ecopetrol no es sino la careta que se han colocado las empresas extranjeras para explotar al país y a los trabajadores sin riesgo de movimientos nacionalistas y al abrigo de eventuales nacionalizaciones. La Empresa Colombiana de Petróleos, sobre la cual puso tanto interés la causa nacionalista, en la realidad es apenas la traducción al castellano de la «Colombian Petroleun Company» [1] .

Paralelamente, como los obreros eran los principales portavoces de la defensa de la empresa, también se convirtieron en el objetivo a desorganizar por parte del Estado y de las clases dominantes. Eso lo observamos en la historia que abordó el segundo volumen de esta investigación, en la que sobresalió el comportamiento antidemocrático y represivo, con prácticas típicas del terrorismo de Estado, contra los trabajadores petroleros y sus luchas. A pesar de esa represión, y en contra de ella, los trabajadores petroleros, por lo menos los de planta y los que lograron firmar convenciones colectivas, obtuvieron importantes logros en materia salarial, educativa, médica, alimenticia, recreativa y cultural. Estos logros, elementales para cualquier ser humano -incluyendo los trabajadores asalariados- siempre fueron enrostrados por las clases dominantes como expresión de la existencia de una «oligarquía de overol», en un país en donde nunca se ha querido redistribuir ni la tierra ni la riqueza, lo cual, entre otras cosas, explica la violencia estructural que desde hace 60 años soporta la sociedad colombiana. Esas conquistas no fueron gratuitas ni una simple dadiva del Estado o de los capitalistas, sino el resultado de importantes movilizaciones y acciones organizadas de los trabajadores, que costaron muertos, heridos, encarcelados y despedidos.

Estas luchas marcaron toda una época en la historia de Colombia y tuvieron su punto de inflexión en la huelga petrolera del 2004 y en las acciones posteriores, de tipo antinacional, emprendidas por el régimen uribista. Ese punto de inflexión está marcado jurídicamente por la aprobación de una legislación que elimina las conquistas de los trabajadores petroleros y los unifica con todos los demás, por lo bajo, en las peores condiciones. A partir del instante en que se jubile el último de sus actuales trabajadores, toda la nómina de Ecopetrol (si por entonces sigue portando tan mentiroso nombre) ya no disfrutara de ninguna de las conquistas históricas de la USO , con lo cual se rubricará el retroceso laboral experimentado en el país en los últimos años. Esto hace parte del proyecto de flexibilización laboral en la industria petrolera, impulsado conjuntamente por el Estado y las multinacionales que, como vimos en esta investigación, se ha hecho mediante la combinación de todas las formas de luchas (legal, jurídica, mediática, represiva, anticomunista y, por supuesto, armada), como resultado de lo cual se ha consolidado el neoliberalismo armado , patrocinado desde y con la participación del Estado. Esto ha apuntado a desarticular a los trabajadores y a desvertebrar la organización sindical y ha preparado el camino para la completa desnacionalización de Ecopetrol, proyecto al que siempre se opuso abiertamente la USO.

2

La propaganda burda sobre la supuesta inevitabilidad de ese embeleco que se ha llamado «globalización» -término que encubre un vasto plan de reestructuración capitalista y laboral a nivel del mundo y el afianzamiento de la más aberrante dominación imperialista- afirma que la privatización de las empresas públicas es una necesidad para la modernización económica de los países, la inversión extranjera es una condición indispensable de desarrollo, en razón de lo cual se deben abrir las economías nacionales a la competencia indiscriminada con las multinacionales, y el Estado no debe intervenir en la economía sino sólo ser un «gendarme nocturno» de la libre acción del mercado, cuya existencia en sí mismo produce prosperidad y bienestar… Estas son auténticas falacias como se demuestra en estos momentos en la cuna de la ideología liberal y globalística, los propios Estados Unidos, donde una crisis de grandes proporciones en los ámbitos productivo, hipotecario y financiero, ha llevado a la masiva intervención del Estado y, léase bien, a la nacionalización de entidades financieras e hipotecarias por parte del Estado estadounidense, hasta el punto que con mofa algunos comentaristas han dicho que ahora tenemos que hablar de los «socialistas de Wall Street» [2] .

Este es un aspecto que cuestiona todo el proyecto, desplegado ya durante dos décadas, de desnacionalización de las empresas públicas y desregulación plena del mercado, porque esa política se ha convertido en un bumerang para sus principales impulsores, por supuesto el capitalismo de los Estados Unidos, arrastrado hoy a una impredecible crisis económica. Pero, adicionalmente, en materia petrolera, hace un tiempo a nivel mundial se venía cuestionando en la práctica la pretensión de privatizar las empresas petroleras y ahora nos encontramos, como tendencia dominante, con la renacionalización de la industria del petróleo, porque el dominio de las siete hermanas privadas es cosa del pasado, porque ahora dominan otras siete hermanas, todas estatales, que son: Gazprom (Rusia), Aramco (Arabia Saudita), INOC (Irán), Petronas (Malasia), CNPC (China), Petrobras (Brasil) y PDVSA (Venezuela). Esto se expresa en el control por parte de estas empresas del 69 por ciento de los yacimientos mundiales frente a un escaso 9 por ciento de las antiguas siete hermanas, reconvertidas en cuatro ( Exxon-Mobil, Chevron -Texaco, BP y Royal Dutch Shell ) , y cuya producción sólo represent a el 13 por ciento del total mundial. Quizá el caso más espectacular de reconversión nacionalista es el de la empresa rusa Gazprom , que pasó de un volumen de pérdidas anuales en 1992 -en plena efervescencia de restauración capitalista- a ser hoy una de las empresas más poderosas del sector que controla hasta un tercio de las reservas mundiales [3] . Obviamente, la contraparte está marcada por la decadencia de las antiguas compañías, empezando por la ExxonMobil , la petrolera privada más grande del mundo. Como los señala un analista mexicano: » Se acabó la era de las trasnacionales petroleras privadas y ahora se inicia el auge y ascenso irresistible de las petroleras estatales » [4] .

Esa tendencia de desprivatización de la industria del petróleo también se da en países cercanos a Colombia, como sucede en Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde se ha intentado implementar la recuperación del manejo de sus hidrocarburos, siendo el caso más avanzado el de Venezuela, cuya política activa a nivel internacional revivió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), por la que nadie daba un peso hace una década, pero que hoy ha recuperado importancia en el mercado mundial de petróleo.

Estos elementos indican, en consecuencia, que la política de renacionalización y desprivatización en materia de hidrocarburos esta al orden del día, como resultado de la comprensión de diversos Estados de la necesidad de asegurar el manejo de la energía, como parte de una política de soberanía energética que les permita enfrentar un contexto geopolítico donde cada vez adquiere más importancia el petróleo y el gas, ante su inminente agotamiento.

Pero Colombia, un país que parece marchar en contravía de los procesos históricos, se ha impuesto la política que fracasó hace algunos años en países como Rusia o China de privatizar por completo su industria petrolera. Mientras que en los países mencionados se rectifica la política suicida de privatización a ultranzas y de entrega incondicional de los recursos energéticos a las multinacionales, en Colombia se termina con lo estatal en todos los terrenos, empezando por el petróleo. Esto se demuestra con una mirada superficial a las «realizaciones» de los últimos gobiernos en materia energética, cada uno de los cuales se ha caracterizado por ser peor que el anterior -es decir, más entreguista y antinacional. Eso ha significado el desmonte casi completo de Ecopetrol, dividida en tres empresas para satisfacer plenamente el viejo sueño reaccionario de las multinacionales, de apropiarse plenamente del petróleo colombiano, para lo que cuentan con la complicidad de las clases dominantes y del Estado. No olvidemos que, aunque Colombia no sea un país petrolero, es el séptimo abastecedor de crudo a los Estados Unidos, lo cual se evidencia en el interés del imperialismo estadounidense por asegurarse su control de los hidrocarburos nacionales, como se nota con el Plan Colombia que tiene un componente energético que no se ha destacado en forma suficiente.

Aparte que el proyecto antinacional del Estado colombiano y de las clases dominantes de este país está en contra de los procesos históricos en marcha en el mundo, también es una política que atenta contra el conjunto de habitantes de este país, si tenemos en cuenta que, como está claramente demostrado, asistimos a la fase terminal de la era del petróleo. En efecto, la energía de origen fósil tiene sus años contados, lo cual está claramente demostrado. En lo único que hay una ligera discrepancia estriba en el tiempo que le queda a la «civilización del petróleo», si son 30, 40 o 50 años, con lo que no cambia para nada el problema. Aún más estamos, entre el 2008 y el 2010, en el pico máximo, el cenit dicen los expertos, de explotación de petróleo, momento en que empieza la cuenta regresiva, el poco tiempo que le queda para su desaparición plena [5] .

Ante esta circunstancia, todavía resulta mucho más suicida para un país que el petróleo con que cuenta sea feriado a las multinacionales y se dirija al país del mundo más derrochador de energía, los Estados Unidos, que no da ni la más mínima muestra de querer ahorrar energía y al parecer no se ha enterado de que el petróleo se va a acabar y que ese país no intente establecer acuerdos con los territorios vecinos en los que hay petróleo. Pues ese país suicida existe y se llama Colombia, que no está completamente solo en ese intento, pues las clases dominantes de México también lo están imitando por estos días, como se aprecia con el proyecto del partido gobernante de ese país (el PAN) de privatizar a PEMEX, tras setenta años de existencia.

3

Todas las reflexiones de que se ocupa la conclusión de este libro nos remiten a considerar el tema de las perspectivas inmediatas de la USO y de los trabajadores petroleros. Y nos atrevemos a efectuar estas anotaciones, apoyándonos en las sugerencias metodológicas del notable historiador Eric Hobsbawm:

Todos los seres y sociedades humanos tienen sus raíces en el pasado -el de su familia, su comunidad, su nación u otro grupo de referencia, o incluso en el de la memoria personal- y todos definen su posición en relación con él, positiva o negativamente. Hoy día tanto como en cualquier otra época: uno casi está tentado de decir «más que nunca». Lo que es más, la mayor parte de la acción consciente de los seres humanos que se basa en el aprendizaje, la memoria y la experiencia constituye un inmenso mecanismo que sirve para afrontar constantemente el pasado, el presente y el futuro. Intentar preveer el futuro interpretando el pasado es algo que las personas no pueden evitar. Tienen que hacerlo. Lo requieren los procesos corrientes de la vida humana consciente, por no mencionar la política pública. Y, por supuesto, tratan de predecirlo basándose en el supuesto justificado de que, en conjunto el futuro está relacionado de forma sistemática con el pasado, que a su vez no es una concatenación arbitraria de circunstancias y acontecimientos [6] .

Con base en estas sugerencias, relacionemos los aspectos antes mencionados con las perspectivas de la USO , porque la política antinacional del Estado colombiano ha hecho regresar a la industria petrolera del país a lo que sucedía hace un siglo, afirmación que no es ni mucho menos exagerada. Veamos este asunto con más detalle.

Hemos regresado a la era de las concesiones y de los enclaves, una época marcada por el predominio pleno de las empresas extranjeras en territorios ricos en petrolero, con el apoyo incondicional de los Estados para que aquéllas hicieran los que se les antojara, o sea, que no respetaban ni a los seres humanos que allí se encontraban ni a los trabajadores sin importar la devastación de los ecosistemas y sin que, para redondear, a los países donde se encontraba el recurso les quedara nada, solo miseria y desolación. En Colombia se está regresando a esa época, porque zonas enteras, como la de El Centro en Barrancabermeja o Tibú en El Catatumbo, otra vez han sido cedidas a multinacionales estadounidenses y porque se han feriado instalaciones completas a otras empresas, o las mismas con otro nombre, como las refinerías.

El retorno a las concesiones origina grandes modificaciones y un auténtico retroceso en muchas de las conquistas de los trabajadores y de las poblaciones locales en las zonas donde hay petróleo o gas, porque en esos contratos el Estado les ceden a las multinacionales los territorios a perpetuidad, que quiere decir hasta el agotamiento del recurso, como ya se ha hecho en la Guajira y en Caño Limón. Así mismo, como las empresas petroleras cuentan con la protección del Estado y/o de sus ejércitos privados de tipo paraestatal, se diseña una política de terror dentro de las zonas de explotación y en las áreas circundantes, con el fin de evitar cualquier obstáculo para la libre extracción del crudo. Eso implica, como en tiempos de los enclaves, que la inconformidad y la protesta social sean contenidas a sangre y fuego, sin importar los costos económicos y humanos de tal proceder, con tal de asegurar que el petróleo fluya sin interrupción hacia los centros de consumo de los Estados Unidos, acentuando e institucionalizando, bajo el discurso de la «seguridad (anti)democrática de la inversión extranjera», el terror que se ha implementado en los últimos 25 años. De la misma forma, los sindicatos o las organizaciones de los trabajadores son vistos como un estorbo que no tiene razón de existir, salvo que solo sean una fachada burocrática que avale el dominio de las multinacionales, como ya sucede en otros sectores de la economía, como en la industria bananera de Urabá. Como consecuencia se pierden todas las conquistas históricas de los trabajadores, empezando por la estabilidad laboral (ante la generalización de los contratistas), el derecho a la organización, desaparece la posibilidad de hacer huelgas o paros, se eliminan los logros en materia de educación, salud, recreación, deporte y cultura que pudieran haber obtenido los trabajadores, para ellos y sus familias, porque ahora se postula que en el «salario integral», que supuestamente se les pagaría a los trabajadores, están incluidos todos esas «gabelas» y el trabajador debe reponer por su cuenta, sin ninguna inversión ni del Estado ni del capital privado, su fuerza de trabajo.

Todo esto simplemente es, dicho en forma lacónica, el retorno a las condiciones de lucha de la década de 1920, cuando no se permitía la organización de sindicatos, había que reunirse en forma clandestina en las selvas y montañas de los campos petroleros, se enfrentaba a poderosas compañías extranjeras que, a su vez, contaban con el respaldo incondicional de los Estados, y los obreros eran sometidos a las peores formas de explotación laboral y no disfrutaban de ningún derecho, ni siquiera para leer la prensa. Eso se daba, además, en un ambiente de fuerte identidad nacional, gestada durante varias décadas, porque era claro que se enfrentaba a un poder extranjero. Eso ahora no ha cambiado, sino que simplemente se camufla -lo cual hace más difícil identificar al adversario- bajo la fachada de empresas que en apariencia son manejadas por funcionarios nacionales, y que su acción beneficia al país, como lo proclaman a los cuatro vientos todos aquellos -empezando por los presidentes de la república- que regalan el petróleo, la tierra, los minerales y la biodiversidad al imperialismo, mientras posan de patriotas con la mano al pecho para entonar el himno nacional, en un gesto que recuerda los peores momentos del fascismo en Europa.

4

En un contexto tan adverso, como el antes descrito, se va a desenvolver la lucha de los trabajadores petroleros en el presente y en el futuro inmediato y ese es el reto que tiene la USO. Esto se inscribe, igualmente, en el ámbito de las transformaciones en el mundo del trabajo, del cual hace parte el proyecto de la flexibilización laboral enunciado líneas más arriba. Existen, sin embargo, otros factores que deben ser considerados. En primer lugar, la explotación de materias primas, como el petróleo, conlleva una permanente expropiación de los habitantes y culturas locales y acumulación de capital en los lugares donde ellas se encuentran, con lo que se da un traslado a las zonas todavía no explotadas (como lo más profundo de las selvas, los cascos polares y el fondo del mar), y una valorización económica, junto a una desvalorización natural de esos lugares. Esto implica, en términos laborales, que se necesitan nuevos contingentes de trabajadores asalariados, con lo cual queda en evidencia que éstos siguen siendo vitales para la existencia del capitalismo. Por más que el sector petrolero se haya tecnificado, eso no significa el fin del trabajo asalariado, aunque implique el desplazamiento de una porción de los asalariados en ciertas labores de la industria petrolera.

En segundo lugar, dada la importancia del petróleo, ante su inminente desaparición, los trabajadores de ese sector tienen un papel estratégico no solo en cuanto sector productivo, sino en términos de conciencia, para defender lo que queda del recurso y para influir en el resto de la sociedad, en cuanto a reivindicar la soberanía energética. Esto supone el regreso al nacionalismo en lo referente a la defensa de los recursos naturales y a la lucha contra las compañías transnacionales. Y esto, nuevamente, nos conecta con la gran experiencia nacionalista de la USO en la década de 1940, cuando mediante su lucha organizada logró la reversión de la Concesión de Mares, aunque no será el mismo nacionalismo, sino uno renovado de tipo cosmopolita, que permita relacionar las luchas que se libran en Colombia con las que adelantan los trabajadores petroleros en otros lugares de América Latina y el mundo.

En tercer lugar, por las características particulares del petróleo como materia energética altamente contaminante y destructiva desde el mismo momento de su extracción, la lucha nacionalista debe adquirir una nueva tonalidad en la medida en que debe plantearse como uno de sus objetivos principales la preservación de los ecosistemas, con lo cual se enlaza con el pensamiento ambientalista de tipo anticapitalista que considera esencial la preservación de la naturaleza como una condición indispensable para la supervivencia de la humanidad. En la medida en que se agota el petróleo, al mismo tiempo aumentan las tendencias destructivas de los ecosistemas por parte de las multinacionales y de los países imperialistas por apropiarse para sí hasta de la última gota de petróleo existente en el último rincón del planeta. Esto debe llevar, repetimos, a que las luchas de los trabajadores petroleros no sean solamente de tipo reivindicativo o económico y que el nacionalismo renovado de esas luchas no debe quedarse en una defensa general de la soberanía sino que debe estar acompañada de un planteamiento ecológico claro y rotundo. Los trabajadores deberían encabezar la lucha por la preservación de los recursos naturales y del uso del petróleo para los habitantes del país en primer lugar, y de su uso racional para mantenerlo por un poco más de tiempo. Y esto tiene que ver con la comprensión de las contradicciones que genera la expansión mundial del capital en cada lugar específico, como bien lo dice el geografo David Harvey:

Mediante un conocimiento de los desarrollos geográficos desiguales (…) podemos apreciar más plenamente las intensas contradicciones que existen ahora dentro de las vías capitalistas de globalización. Esto ayuda a redefinir posibles campos de acción política. La globalización implica, por ejemplo, gran cantidad de autodestrucción, devaluación y quiebra en diferentes escalas y en diferentes localizaciones. Hace que todas las poblaciones sean selectivamente vulnerables a la violencia de la reducción de plantillas, el desempleo, el hundimiento de los servicios, la degradación de los niveles de vida y la pérdida de recursos y de calidades ambientales (…) al mismo tiempo que concentra la riqueza y el poder y más oportunidades políticas y económicas en unas cuantas localizaciones selectivas y dentro de unos cuantos estratos restringidos de la población [7] .

Y en esa misma dirección , emerge la complementariedad entre los problemas ambientales y los problemas so ciales como cuestiones de clase, porque » el calentamiento del planeta, la degradación medio a mbiental local y la destrucción de las tradiciones culturales locales se pueden entender como cuestiones inherentemente de clase. Establecer una especie de comunidad internacional en la lucha de clases puede aliviar mejor las condiciones de opresión a través de un amplio espectro de acción socioecológica» [8] . Con esto se plantea la necesidad de desarrollar una lucha nacionalista de tipo cosmopolita, que sería la principal diferencia con las luchas del pasado, porque permitiría establecer una comunidad contra la opresión, la explotación y la destrucción de los ecosistemas, que articule a los trabajadores de un país, junto con los de otros países que soportan problemas similares.

5

El recorrido histórico que hemos hecho en esta obra debería servirnos para recordar que, como decía Honorato de Balzac, «la esperanza es la memoria que desea», en el sentido que la USO debería apoyarse en el conocimiento de su propia historia, pletórica de realizaciones, con los retos de nuestro tiempo, para desear, enraizados en la memoria de nuestras propias luchas, un futuro distinto, más esperanzador a la tragedia que vivimos y que los petroleros soportan desde hace varias décadas en carne propia. Eso supone, en términos concretos, que la USO si quiere mantener la cabeza en alto con dignidad y esperanza en la lucha por la defensa de la soberanía energética del país, debe renovar sus nexos con la población local, que llevó en otros tiempos no muy lejanos a librar una lucha decidida por el mejoramiento en las condiciones de las poblaciones petroleras, las cuales se sentían representadas por la USO y la acompañaban en sus movilizaciones y protestas. Esto plantea el reto de construir un sindicalismo social . Para clarificar esta idea nuevamente recurramos a David Harvey:

El punto de partida tradicional de la lucha de clases ha sido el espacio particular -la fábrica-, y a partir de ahí se ha establecido la organización de clase, mediante movimientos sindicales, partidos políticos, etcétera. Pero, ¿qué sucede cuando las fábricas desaparecen o se vuelven tan móviles como para que la organización permanente resulte difícil si no imposible? ¿Y qué sucede cuando buena parte de la mano de obra se convierte en temporal o eventual? Bajo tales condiciones, la tradicional forma de organización de los trabajadores pierde su base geográfica y sus poderes disminuyen de manera acorde. Es necesario, por lo tanto, establecer modelos alternativos de organización. En Baltimore, por ejemplo, existe un movimiento ciudadano a favor de un salario mínimo que se basa en alianzas de instituciones comunitarias (especialmente iglesias), organizaciones activistas y grupos de estudiantes, así como en todo el apoyo sindical que pueden conseguir para alcanzar sus objetivos. Se ha creado un movimiento que abarca todo el espacio metropolitano y opera fuera de los modelos tradicionales de organización de los trabajadores, pero de una forma que aborda las nuevas condiciones vigentes. Esta es una forma de .. «sindicalismo social», que funciona dentro de la política de lugar [9] .

El «sindicalismo social» por lo demás no sería completamente nuevo en el caso de la USO , porque desde sus primeras luchas, cuando se estaba formando el poblado de Barrancabermeja, los obreros petroleros participaron en protestas, junto a todos los otros sectores sociales del puerto, incluyendo a las indoblegables trabajadoras sexuales, y la participación de diversos sectores les daba a esas luchas un colorido componente cívico, que era el equivalente a lo que Harvey llama el «sindicalismo social». Y, recientemente, algo ha hecho la USO en esa dirección al permitir, por primera vez, la incorporación de trabajadores contratistas al seno de la organización sindical. Es un primer paso positivo, que debería ser reforzado con el proyecto de volverse a vincular a las comunidades locales en las zonas petroleras. Desde luego, en vista de la pérdida de importantes derechos laborales, es imprescindible defender los pocos que pudieran quedar, y renovar la lucha por conseguirlos nuevamente, no para quedarse en tan limitado plano reivindicativo, porque esos derechos no deberían tenerlos solamente aquellos que todavía firman convenciones colectivas, en realidad muy pocos, sino todos los habitantes de las zonas petroleras (y del país) que soportan el desempleo y una terrible pauperización.

Para que esto sea posible, es necesario que la USO replantee la importancia de la educación y la formación política de sus miembros, acorde con estos tiempos y con los nuevos retos que le plantea la privatización y desnacionalización del petróleo, con todas las contradicciones que ello genera, y que se notan más directamente en las zonas petroleras. Esa educación debería enfatizar en la importancia de la lucha nacionalista por preservar y aprovechar los recursos naturales, en volver a enfatizar en el poder colectivo de los trabajadores para adelantar esa lucha nacionalista, junto con todos los sectores empobrecidos y sojuzgados de este país, y en alfabetizar ambientalmente a la gente para impulsar acciones socioecológicas, tan necesarias en las zonas directamente afectadas por los viejos y nuevos proyectos de apropiación de recursos naturales, como el petróleo, y por la criminal conversión de los alimentos en agrocombustibles.

En esa perspectiva, quedan esbozadas en el futuro inmediato dos posibilidades principales, tal y como se bosquejan en los dos epígrafes que encabezan estas reflexiones: uno, la ruina y la desolación de las zonas petroleras, como B arrancabermeja, y dos, una lucha renovada de la USO , recobrando las tradiciones combativas de otros tiempos para enfrentar creativamente el ataque sistemático del Estado y del capital privado, nacional y extranjero. Ambas son posibilidades reales y la consolidación de alguna de esas tendencias no está determinada de antemano en forma fatal, sino que depende de la acción u omisión de las responsabilidades que asuman sujetos concretos, de carne y hueso, como los trabajadores petroleros y otros sectores de la población colombiana. O como lo decía un pensador revolucionario, hoy poco mencionado en nuestro medio: «La historia mundial sería de hecho fácil de hacer, si la lucha se asumiese sólo con la condición de que las oportunidades fuesen infaliblemente favorables. Sería, por otra parte, de naturaleza muy mística, si los ‘accidentes’ no influyesen en absoluto» [10] .

Porque una cosa si es clara, los trabajadores van a seguir existiendo, a pesar de los anuncios lúgubres sobre su desaparición y la po sibilidad utópica de un capitalismo sin seres humanos en el sector productivo, lo cual también es aplicable a Colombia, donde los asalariados del sector minero seguirán siendo importantes por la consolidación de un modelo primario y rentista, como el que ahora existe. Nada parecido a un mundo sin trabajadores asalariados se avizora en el horizonte del capitalismo, ni con toda su parafernalia tecnológica, porque como lo dice un extraordina rio libro sobre las luchas del proletariado en el siglo XX, «la crisis de los movimientos obreros a finales del siglo XX es coyuntural y será probablemente superada con la consolidación de nuevas clases obreras ‘en formación'» [11] .

Para concluir, al interrelacionar la memorable historia de la USO -parte de la cual ha sido evocada en esta investigación- con los retos del presente y del futuro inmediato, podemos decir con James Petras: «Fueron buenos tiempos, esos que perdimos, en que vimos lo bello del ser humano cuando reafirma su dignidad y defiende sus derechos. Ha sido una larga vida, pero quizás lo mejor está todavía por venir, incluso ahora, en el peor de los momentos» [12] .

 

NOTAS


[1] . Diego Montaña Cué l lar, Patriotismo burgués, nacionalismo proletario, Ediciones La Chispa , Bogotá, 1976, p. 180. (Énfasis nuestro).

[2] . Amy Goodman, «Los Socialistas de Wall Street», en Rebelión, septiembre 23 de 2008.

[3] . Alfredo Jalife-Rahme, «Declive de las trasnacionales petroleras privadas», Jornada, mayo 27 de 2007.

[4] . Alfredo Jalife-Rahme, «La decadencia de la mayor petrolera privada del mundo», La Jornada , mayo 7 de 2008.

[5] . Pedro Prieto, «El desplome financiero, efecto visible de la causa oculta del cenit mundial del petróleo», Rebelión, septiembre 25 del 2008.

[6] . Eric Hobsbawm, «Con la vista puesta en el mañana: La historia y el futuro», en Sobre la Historia , editorial Crítica, Barcelona, 1998, p. 53. (Énfasis nuestro).

[7] . David Harvey, Espacios de Esperanza, Editorial Akal, Madrid, 2007, p. 102.

[8] . Ibíd., p. 102.

[9] . Ibíd. , p. 67.

[10] . Citado en D. Harvey, op. cit., p. 203.

[11] . Beverly Silver, Fuerzas de trabajo. Los movimientos obreros y la globalización desde 1870, Editorial Akal, Madrid, 2005, p. 192.

[12] . James Petras, Escribiendo historias, Editorial Txalaparta, Tafalla, 2000, p. 13 (Énfasis nuestro).