FIM (Fundaciones de Investigaciones Marxistas), jueves 22 de abril. El vídeo con todas las intervenciones se encuentra disponible en el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=McEm2sIbzgA
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Gracias por la invitación, gracias a la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM).
Gracias a José Sarrión y a Rafael Díaz Salazar por sus palabras iniciales. Saludos para el resto de compañeros y compañeras que van a intervenir en esta presentación.
Un saludo agradecido para todos los compañeros y compañeras que nos estén siguiendo.
Tres apuntes: 1. Sobre el libro como objeto. 2. Sobre la edición del profesor Rafael Díaz-Salazar. 3. Sobre los trabajos recogidos en el libro.
1. El libro que estamos presentado es, en mi opinión, un objeto hermoso, muy hermoso. ¡Da gusto tenerlo entre las manos!
Son sabiamente informativas sus solapas interiores: recogen lo esencial del contenido del libro y lo más importante de las aportaciones político-filosóficas de los profesores Fernández Buey y Díaz Salazar.
Destaco también la portada, con la hermosa y para mí conmovedora fotografía del autor, del amigo, del maestro de muchos de nosotros. Se la debemos a Elisa Cabot. ¡Gracias Elisa!
Lo mismo cabe decir del tipo de letra elegido, de la disposición de los contenidos…
En definitiva, ¡es un libro que da gusto tenerlo cerca… aunque sea para mirarlo!
2. De la edición del profesor Díaz Salazar lo destaco todo: la selección de los contenidos, su distribución en tres grandes secciones, sus citas iniciales, sus notas de edición siempre sustantivas (y nunca excesivas), los títulos de los apartados que son suyos, su índice de nombres y, especialmente, su introducción. Como ocurre con las grandes presentaciones, al lector/a le gustaría poder levantar la mano para preguntar más cosas al autor o para manifestar algunos matices. También para preguntarse cosas sobre uno mismo. En mi caso: mi ateísmo, entre analítico y marxista (y en este orden), ¿casa mejor con un laicismo que incluye o, por el contrario, con un laicismo que excluye? Deseo y espero que la respuesta recoja el incluye, no el excluye.
Aventuro sin ningún mérito por mi parte, la conjetura es casi evidente, que el texto que nos ha regalado el profesor Díaz Salazar se convertirá en un clásico. Todo aquel que se aproxime a la obra de Francisco Fernández Buey, desde la perspectiva de este libro o desde cualquier otro punto de vista, lo leerá con sumo provecho, aprendiendo y tomando notas. Entre lo mejor que hasta ahora se ha escrito sobre la obra del profesor Fernández Buey.
Recuerdo dos de las citas iniciales de las que antes hablaba: 1. “Algunos tuvimos que entender el otro cristianismo para seguir siendo comunistas”. 2. “La izquierda socialista y transformadora del futuro podrá salir probablemente de un diálogo entre la tradición que Marx inauguró, la tradición anarquista-libertaria, la tradición cristiana (herética) de emancipación y la reconsideración autocrítica de la ciencia”.
3. Sobre los trabajos recogidos en el libro
3.1. Destaco una idea-fuerza recogida en los primeros compases del libro, página 58: “La segunda cosa que se necesita es no abandonar el espíritu abiertamente autocrítico respecto de las formas institucionalizadas de las propias tradiciones. Tanto el Sermón de la Montaña como el Manifiesto comunista han sido usados ampliamente para justificar el asesinato de muchos inocentes. Es el lado oscuro de nuestras tradiciones”.
A lo que añade el autor de Marx (sin ismos): “El dogmatismo y el laicismo cínico se limitan a denunciar el lado oscuro de la tradición del otro. La nueva manera de pensar que inaugure un cruce tolerante entre tradiciones tan diferentes tendrá que empezar declarando su crítica a la perversión de la propia tradición”.
Está escrito en 1991. Conviene recordarlo, sigue siendo actual.
3.2. Recogiendo una preocupación vital de Goethe, el joven Sacristán escribió en Laye en 1951, comentando una edición de escritos de Simone Weil, que “Poco a poco va uno descubriendo que es más difícil saber leer que ser un genio”. El lector o lectora del libro descubrirá rápidamente que el profesor Fernández Buey fue, además de un excelente escritor y un poliédrico filósofo comprometido, un lector excepcional, como pocos, como muy pocos.
Los ejemplos se multiplican a lo largo del libro. Como he hablado de Weil, las aproximaciones a su obra recogidas en el ensayo (capítulos 10, 11 y 12) son un buen ejemplo de lo que estoy señalando.
3.3. Una sugerencia: hay a lo largo del libro una serie de notas autobiográficas, dispersas aquí y allá, de interés, de enorme interés para quien escriba, en un futuro que espero no muy lejano, una biografía, no sólo política y filosófica, del autor de La gran perturbación.
También para la elaboración de un documental sobre la vida y obra de Francisco Fernández Buey que se sume al ya realizado por el director e historiador barcelonés Xavier Juncosa.
3.4. En 2022 se cumplirán diez años del fallecimiento del profesor Fernández Buey. Una buena ocasión para descubrir o redescubrir su obra.
Sugiero dos posibles seminarios, sobre dos de los textos aquí recogidos, para ese décimo aniversario. El primero sobre el capítulo 7, “Ciencia y religión”: diez aproximaciones, diez sesiones, con análisis comparativos con otras reflexiones (las de Einstein, Planck o Weinberg por ejemplo). El segundo seminario podría centrarse en el capítulo 12: “Sobre los escritos políticos e históricos de Simone Weil”. En mi opinión, uno de sus grandes escritos.
3.5. Lluís Homar recordaba hace unos días un comentario de Adolfo Marsillach, cuando estaba al frente de la compañía de teatro clásico. Nosotros, decía Marsillach, hacemos teatro contemporáneo con textos clásicos. Homar asentía. El profesor Fernández Buey hace lo mismo en nuestro ámbito cuando nos acerca, por ejemplo, a la figura de Bartolomé de Las Casas: filosofía de hoy leyéndonos, interpretando y comentando textos y asuntos de hace cuatro siglos.
Y disolviendo de paso críticas indocumentadas al que fuera obispo de Chiapas.
3.6. El autor de Utopías e ilusiones naturales no fue propiamente un filósofo analítico (lo que no significa que fuera un filósofo antianalítico; a mí me recuerda en varios aspectos al inolvidable filósofo de las matemáticas, Michael Dummett). Pero, sin serlo, hay en el libro magníficos toques analíticos, propios de esa tradición, que muestran otra de las aristas de su buen filosofar. Un ejemplo muy carrolliano, que leo parcialmente, página 103: “La primera de estas cosas que no hay que dejar en manos de los otros es la definición de las palabras; la capacidad de nombrar, de poner nombres a las cosas, es esencial para cambiar el mundo. La segunda es que no se puede dejar en manos de los de arriba la ciencia: renunciar a la ciencia para quedarse con la utopía puede ser moralmente sanísimo (sobre todo en la época del reconocimiento generalizado de sus peligros), pero es contraproducente desde el punto de vista de la ética colectiva”.
3.6.1. Un comentario complementario sobre su estilo literario-filosófico. Una buena conocedora de su obra, Marisa del Campo Larramendi, lo expresó así: “En sus textos no cierra el pensamiento o los temas que en cada caso trate, sino que los abre y, en cada párrafo, va añadiendo una apertura más. Más que hacerte pensar, le sientes pensando y te descubres pensando con él. Es socrático sin recurrir a las directas preguntas socráticas… “
3.7. Hay que destacar también su cortesía, su generosidad, su reconocimiento, el amor y respeto de Fernández Buey hacia las personas que fueron maestros suyos. En el libro se recogen tres textos sobre uno de ellos, sobre José María Valverde. Recordemos también sus notas, aquí y allá, sobre su profesor de filosofía en el Instituto Jorge Manrique de Palencia: José Rodríguez Martínez. Nunca lo olvidó.
Tengo para mí que además de lo escrito sobre Manuel Sacristán, que fue mucho y siempre de interés, uno de sus textos más entrañables, más imprescindibles, es el que escribió sobre Xesús Alonso Montero, su profesor de literatura en el Jorge Manrique
Por cierto, y ya que estamos entre amigos, ¿alguien sabe si llegó a publicarse? ¿Dónde?
3.8. Otra característica de los textos incorporados, así lo he sentido yo, es la voluntad de modestia que se observa en ellos. Voluntad de modestia, condición necesaria aunque no suficiente para cualquier intelectual sólido que no quiera ser un mero intelectualillo, transitando por la mejor tradición socrática y en compañía de grandes como Engels y Manuel Sacristán.
Un ejemplo de esa voluntad de modestia: ¿cuántos de nosotros hemos sabido que el autor de Leyendo a Gramsci era miembro de la Academia de Ciencias de EEUU? ¿Cuántos científicos, filósofos, pensadores españoles lo son?
Como muchos de nosotros, yo lo he tratado con asiduidad en sus últimos 20 años de vida y no lo he sabido hasta después de su fallecimiento. ¿Alardeó de ello en alguna ocasión?
Voy cerrando con un comentario de Perfecto Andrés Ibáñez [PAI], de una entrevista que publicará El Viejo Topo en julio-agosto de este año:
La carta, comenta PAI, “está datada en 1994, y en ella Paco acusa recibo de otra mía enviándole un recorte del ABC, hallado entre mis papeles, con una foto de las páginas en sepia, clarísima, en la que, en un momento del curso académico 66/67, aparecía él, dirigiéndose a la gente que llenaba el paraninfo de la Universidad de Barcelona. El acto estaba convocado por Luis Ortega Escós, a la sazón presidente de las oficialistas Asociaciones Profesionales de Estudiantes, que trataba de ser la alternativa dentro de la legalidad al movimiento estudiantil. Paco escribía: «Lo recuerdo muy bien. Ya nos habían expedientado a todos los de la junta de delegados del “sindicato libre” […] y yo estaba en una de esas situaciones en las que te lo dan todo hecho: de una sola tacada me quitaron la beca con la que había estudiado desde el bachillerato, me echaron de la universidad (“de todas las universidades españolas”, decía el papelito de turno) por tres años y, consiguientemente, me quitaron la prórroga militar; de manera que […] estaba esperando saber a dónde me iban a mandar los mandamases que de verdad mandaban». Lo cierto es que, aquella intervención de Paco, hizo que el acto informativo de las APE acabase siendo en realidad un acto del Sindicato. Con dura consecuencia para él, enseguida preso en la cárcel Modelo de Barcelona, y con la perspectiva de salir de ella hacia el Sáhara para hacer la mili [Allí estuvo, es añadido mío, con Quim Boix y con el trabajador de la construcción, durante torturado por el franquismo, el amigo y camarada Paco Téllez]”.
La carta, prosigue PAI, termina con un ejercicio de autoironía, también muy suyo: «Y yo, que iba entonces, decían, de joven promesa de la filosofía, me salvé aquel día de convertirme en un pingo almidonado y hasta puedo escribirte el 27 de enero del 94 estas cosas haciendo huelga, en minoría de a uno en mi facultad. ¡Gran suerte la de la libertad, vive Dios! Me veo ahí en la foto y pienso: solo estoy más gordo y más calvo. Y no te digo que sigo pensando igual que entonces, porque mientras tanto leí a Brecht y me enteré de que decir eso ahora sería como no haber aprendido nada». Ese 27 de enero de 1994, ese día de huelga general, además de escribir a su amigo palentino, escribió un poema titulado “Remurimiento”, dedicado precisamente a José María Valverde: A José María Valverde, que ya no puede aguantar más este mientras tanto, hasta luego.”
En una entrevista que se publicará también en el mismo número de julio-agosto del Topo, Xesús Alonso Montero dice lo esencial del profesor Fernández Buey con cuatro palabras: “Paco es un grande”. Añado por mi parte, con una palabra más: “Y uno de los justos.”